Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 30, 2011

Rest - Capítulo Veinte: Vivir o morir.


Me sentía mejor de lo que me había sentido desde antes de la muerte de Addie. La brisa que chocaba contra mi rostro, generada por el avanzar rápidamente en el aire, era más que grata, aunque no tanto como el hecho de aún estar de la mano de Addie, cuya piel, finalmente, sentía como si tuviera sangre circulando en su interior. No sabía cuánto tiempo había pasado desde mi “fuga”, como tampoco sabía dónde estábamos ni a dónde íbamos. Sólo sabía que, de haber durado para siempre, ese momento no habría dejado de ser tan mágico y especial como lo era en ese instante.
Sin embargo, tras un buen rato, me di cuenta que Addie comenzaba a descender, obligándome a seguirla, ya que no debía soltar su mano bajo ninguna circunstancia. Así fue como, tras unos diez minutos, nos encontramos de pié en el claro de un bosque, frente a frente, aún de la mano.
-Deja de batir las alas.
Su voz sonaba risueña, por lo que supe que no era un regaño. Sonriendo como disculpándome, hice lo que me dijo.
-Lo siento, no sé cómo funcionan, aún no me acostumbro.
Su sonrisa desapareció, para ser reemplazada por una seriedad absoluta.
-Tenemos que hablar.
Suspiré.
-Me lo suponía. ¿Tendré respuestas al fin?
Ella asintió.
-Partiré con la más reciente: No, no estás muerto.
La miré, sorprendido.
-¿No?
Mi voz sonaba decepcionada. Ella lo notó.
-¡No! ¿Acaso querías estar muerto?
Me encogí de hombros.
-Como está mi vida ahora, no me habría molestado mucho que digamos –admití.
Ella suspiró.
-No, no estás muerto. Simplemente saqué una buena parte de tu alma., para que pudieras buscar al responsable de mi muerte, y dejaras de malgastar tus neuronas en mirar fijamente al vacío. No fue fácil. Tenía que hacerlo cuando hubiera alguien lo suficientemente cerca para que atendieran a tu cuerpo al oírte gritar, pero no lo suficientemente cerca como para interrumpir lo que estábamos haciendo.
»La otra pregunta, que aún no sé el porqué no la has hecho, es el porqué no podemos soltarnos. Si nos soltamos, te harás sólido y no podrás volver a éste estado… Y tienes que tomar una decisión importante antes.
Tardé un poco en procesar toda la información, mas, cuando lo hice, la miré ansioso.
-¿Qué decisión?
Ella suspiro.
-¿Quieres seguir vivo, intentando resolver este rompecabezas, sabiendo que, al final, puede que tengas que volver al psiquiátrico…?
Se calló. No parecía querer decirme la otra alternativa.
-¿O…? –La insté. De haber tenido pulso, lo habría tenido más que acelerado: Estaba casi seguro de lo que me iba a decir.
-O prefieres morir –continuó, tras una larga pausa-, y descansar tu cabeza al fin.
Había acertado. Tenía la opción. Podía, simplemente, rendirme, y prepararme para una eternidad junto al amor de mi vida…
Pero los niños…
Y el misterio…
-¿Tengo que decidirme ahora?
Ella negó.
-Aún nos queda tiempo.
Asentí, tras lo que hice la pregunta que tanto me urgía hacer.
-¿Por qué, Addie? ¿Por qué te mataste? ¿Fue mi culpa o no?
Abatida, Addie bajó la mirada.
-Técnicamente, desde cierto punto de vista, sí fue tu culpa –murmuró-. Pero yo no te culpo, y tú tampoco deberías hacerlo. La razón por la que decidí que lo mejor era acabar con todo fue porque… Porque estando viva, sólo ibas a sufrir.
La miré, sin entender. Estaba casi seguro que ya me había dicho esto.
-¿Por qué?
Suspiró.
-Había un tipo… ¡No te engañé! –añadió, rápidamente, al ver mi cara- Pero él quería que lo hiciera. Me seguía, me acosaba y me aseguró que no iba a dejarme tranquila hasta que estuviera con él…
La miré, sorprendido.
-¿Por qué no llamaste a la policía?
-Lo hice. Lo tuvieron detenido y todo, pero, como no había evidencia, no pasó nada.
Mi sorpresa pasó a, nuevamente, extrañeza.
-¿Cuándo fue eso?
-Cuando estabas de gira. En fin, creo que en su casa debe haber algo de evidencia. Recuerdo haberlo visto con una cámara una vez, siguiéndome… Si encontraras las fotos…
-Podríamos inculparlo. –Asintió.- Perdón, pero tengo que preguntar, ¿por qué preferiste matarte que decírmelo?
-Porque amenazó con hacerte daño… Y a los niños igual. No podía permitir eso.
Volví a asentir. Todo cobraba sentido. Se había matado para que él dejara de seguirla y no le hiciera nada a nuestra familia. Pero había algo que no me cuadraba.
-La otra noche, cuando la mamá de Jane la fue a buscar y yo iba a salir a dejarla… ¿Por qué no me dejabas ir?
Me miró, fijamente.
-Él estaba afuera. No sé qué hacía ahí, pero me asusté. Se fue casi de inmediato, por eso después te dejé salir –se explicó.
Asentí, extrañado.
-¿Qué sabes de este tipo?
-Sólo el nombre.
Nos quedamos mirando en silencio. Sabía que ella esperaba mi respuesta: ¿Prefería morir, para una eternidad junto a Addie, o vivir, para seguir sufriendo y, quizás, resolver el misterio?
Fue ahí que lo sentí:
Era el dolor más fuerte que jamás había experimentado. Comenzaba en mi pecho y se extendió por todo mi cuerpo. Tuve que aferrarme a la mano de Addie con las dos mías para no soltarla, al tiempo que miraba al piso…
Que se desvaneció, para ser reemplazado por el techo de algún vehículo y el rostro de un hombre que no conocía.
-¡Tenemos un pul…! ¡NO, LO…!
La visión desapareció y volvía a encontrarme con Addie…
-¡¿Qué mierda?! –inquirí.
El dolor volvió. Otro vistazo al otro lugar, al techo y al hombre desconocido. Ahora estaba la enfermera del psiquiátrico. Volví al bosque.
-Billie, lo siento mucho, pero tienes que decidir ahora. ¿Quieres vivir y resolver el misterio, o morir y estar en paz?
Dolor. El desconocido… Tenía en su mano dos paletas. Ahí comprendí: Mi cuerpo real estaba muriendo y el dolor del pecho se debía a la reanimación. Volví al claro.
-No… No sé…
-¡Tienes que decidir!
Sentí una lágrima resbalando mi mejilla.
-¿Cómo se llama? –susurré, a modo de respuesta.
Ella sonrió, levemente, para darme un beso en la frente.
-Dean Bleeker. ¿Estás seguro?
Negué, tras lo que dije, rápidamente, temiendo que el dolor volviera.
-Hazlo antes que cambie de opinión.
Y de un modo casi ceremonioso (digo casi, porque fue bastante rápido), Addie me soltó, causando que, inmediatamente, tanto ella como el claro del bosque desapareciera, para ser reemplazados por un lugar totalmente negro… Y, repentinamente, una luz roja apareció. ¿Qué seguía? No tenía idea. Sólo esperaba haber hecho la decisión correcta.
La luz aumentó, al mismo tiempo que sentía cómo mi pecho volvía a doler… Pero, esta vez, no tuve ninguna visión de lo que ocurría en la ambulancia en la que suponía que se encontraba mi cuerpo. No. En lugar de eso, la luz aumentó más aún, ahora acompañada de más luces, encegueciéndome y forzándome a cerrar los ojos, al tiempo que sentía cómo me alejaba de todo y todos a una gran velocidad…

No hay comentarios:

Publicar un comentario