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El
sonido del timbre lo despertó aquel frío viernes. Aturdido, revisó la hora en
el celular. Suspiró: Ocho treinta.
Al menos ya fui a
dejar a los niños.
Somnoliento,
salió de la cama y se dirigió a la puerta principal del departamento, la cual
abrió con los ojos prácticamente cerrados.
-Disculpe
la demo... –comenzó, abriendo los ojos. Se sorprendió- ¿Amy?
La
adolescente se sonrojó de inmediato. Billie la miró sin comprender.
-Nunca
te había visto sólo en bóxers –susurró, cabizbaja. Él también se sonrojó-. Como
sea, mejor me voy, creí que estarías más despier...
-No,
quédate –la interrumpió él, tomándole la mano y arrastrándola al interior del
departamento-. Me tomo un café y listo...
Ella
sólo asintió mientras entraba, con una pequeña sonrisa.
-¿Cómo
estás? –preguntó Amelia, aún sin soltarse de la mano del hombre.
-Bien,
bien... Acabo de ir a dejar a los niños al colegio... –respondió. La miró a los
ojos, también con una sonrisa en su rostro- ¿Tú?
-Bien,
con insomnio. Salí a dar una vuelta y terminé por aquí –murmuró.
Silencio.
Sin
saber muy bien lo que hacía, Billie se acercó más a ella, quedando una escasa
distancia entre sus labios y los de ella.
-Billie...
-Sé
que no debería –murmuró él, de inmediato-. Pero daría todo por un beso tuyo.
Con
su mano libre, él comenzó a acariciarle la mejilla a la joven, quien se mordió
el labio inferior, nerviosa.
-En
ese caso, somos dos –susurró Amy, acortando la distancia.
Sintiendo
como el corazón le latía con fuerza, se acercó más y, finalmente, sus labios se
encontraron en aquel beso.
Pero
algo no calzaba ahí.
¿Dónde está la
vibración?
Abrió
los ojos...
En
lugar de encontrarse mirando al rostro de la adolescente, se encontró mirando
el techo de su habitación. Confundido, se restregó los ojos.
-Sueño
de mierda –masculló, cubriéndose el rostro con ambas manos.
¿Por
qué podía besarla en sueños y no en la realidad? Y ¿desde cuándo sus sueños
eran tan reales como aquel?
Sus
pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido del timbre en el mundo real.
Al igual que en el sueño, revisó la hora antes de pararse. Maldijo por lo bajo:
Un cuarto para las nueve. Tenía quince minutos para levantarse y llegar a la
casa de Adrienne para ver lo del abogado.
Pero
eso no le importaba. Lo único que le importaba era que el timbre seguía
sonando. ¿Podría su sueño, de algún modo, volverse realidad?
Esperanzado,
salió de la cama, aún sólo en bóxers y aún aturdido, intentando escuchar el más
leve pensamiento de parte de la adolescente.
Sin
embargo, al abrir la puerta, no sólo no se encontró con Amy, sino que se
encontró con la última persona a la que esperaba encontrar en ese instante.
-¿Qué
h...? –comenzó él.
-¡¿Por
qué mierda te llevaste a los niños sin mi permiso?! –inquirió Adrienne,
interrumpiéndolo- ¡Teníamos un acuerdo!
Billie
la hizo pasar, suspirando.
-Joey
me llamó porque Jake te vio con Brad y no quería salir de su habitación, así
que fui para allá y ellos me pidieron que los trajera para acá –se explicó-. En
todo caso, no creo que la convivencia haya sido tan buena, ¿o sí? Es decir,
¿miran a Brad a la cara siquiera?
Addie
lo miró, con rabia.
-Le
dije al abogado que nos juntaríamos un poco más tarde –comenzó Addie-. Brad
también va a estar presente, ¿me oíste?
-Sí,
Addie –masculló él.
Silencio.
-¿Por
qué no podemos hablar como la gente? –le preguntó Billie, varios minutos
después, minutos que habían pasado en completo silencio.
-Porque…
-comenzó ella, mas se calló al darse cuenta que no tenía respuesta alguna.
-Es
decir, yo soy el que debería estar enojado contigo, y no me ves gritándote cada
vez que nos encontramos en algún lado –se explicó él, aprovechando que la mujer
se había quedado callada-. ¿No podemos, al menos, intentar hablar como dos
personas civilizadas?
Adrienne
sonrió, levemente.
-¿Desde
cuándo eres tú quien tiene razón? –preguntó ella, mirando a su ex esposo- Ok,
trataré de no gritarte cada vez que te veo.
-Gracias.
Y si los niños quieren, se pueden ir contigo, eso lo tienes que tener más que
claro. Yo los traje aquí porque me lo pidieron, por nada más –murmuró él.
Silencio.
-Anda
a levantarte de una vez, el abogado llega en media hora –musitó ella,
dirigiéndose a la cocina-. Te voy a hacer desayuno…
-No,
no hace falta, no tengo hambre –masculló el guitarrista, dirigiéndose a su
cuarto, de donde sacó la ropa que se pondría-. Estaré listo en unos quince
minutos.
Apenas
cerró la puerta del baño, suspiró. No podía creer que su conversación con Addie
realmente hubiese dado resultados.
Pero
eso no era lo que más le importaba en aquel instante. Lo único que le importaba
era su extraño sueño.
Fue sólo un sueño,
no puede pasar
pensaba, mientras se quitaba el bóxer y entraba a la ducha. Sabes que, si pasa una vez, se repetirá,
porque la vibración lo hará muy tentador para ti…
Aún
con esos pensamientos en mente, se duchó. Luego, cerró el paso del agua y salió
de la ducha para secarse y vestirse. Se desordenó el cabello frente al espejo
y, tras delinearse, salió del baño en dirección al “balcón” que tenía el
departamento en el living, balcón en el que colgó la toalla. Sin más, se
dirigió a la cocina, donde encontró a Addie bebiendo un café.
-Te
hice uno a ti igual –murmuró ella, señalándole el humeante tazón que se
encontraba al otro lado de la mesa-. No quiero que te quedes dormido mientras
Stark intenta explicarnos algo.
-Gracias
–susurró él, sentándose y comenzando a beber el brebaje.
Silencio.
-¿Qué
te tiene tan pensativo? –le preguntó ella. Billie alzó una ceja- Que estemos
divorciándonos no significa que no te conozca.
Él
fingió una sonrisa.
-Nada,
no me pasa nada… Simplemente me está costando asimilar todo –mintió.
Addie
negó.
-Si
necesitas hablar, estoy aquí, ¿ok? –musitó ella, poniéndose de pie con su tazón
vacío, en dirección al lavaplatos- No me interesa lo disparatado que sea, estoy
aquí.
-Gracias
–repitió él.
Se
terminó el café y dejó el tazón en el lavaplatos, para luego dirigirse al
living, de donde sacó las llaves de su auto y salió de la casa, seguido de
Addie; se iría cada uno en su auto, para no tener complicaciones después.
-Al
fin llegaste –saludaba Brad a Addie, tras lo que le dedicó una mirada al
guitarrista que la seguía-. Eh… Hola.
-Hola
–murmuró Billie, extrañándose de no sentir la punzada de celos que asociaba al
hombre. Apartó eso de su mente y se sentó en uno de los sofás del living, donde
esperó, pacientemente, la llegada del abogado, ignorando lo feliz que se veía
Adrienne junto a su nuevo novio.
A
los cinco minutos, el timbre sonó y la mujer corrió a abrir, dejando a Brad
solo en otro sofá.
-Hey,
relájate, ni que fuera a matarte con la mirada –ironizó Billie, al ver que Brad
se esforzaba para mirar todo menos el espacio en el que estaba sentado el
músico.
-Lo
siento, pero es que esto es muy
incómodo –farfulló Brad.
Billie
torció una mueca; al menos en eso estaban de acuerdo.
Justo
en ese instante, Addie volvió al living, acompañada del abogado, quien los
saludó y procedió a continuar con la división de bienes. Acordaron que Addie se
quedaría con una cantidad de dinero considerable, mas sin ser abusadora de las
ganancias del guitarrista, se quedaría con dos de los autos y que entre ambos
tenían cuáles muebles querían y cuáles no. También acordaron que, hasta que
encontrase otro lugar, la casa pertenecería a Addie, pero, apenas se mudara,
volvería a ser propiedad de Billie.
A
eso de las dos y media, el guitarrista se paró de un salto. Era hora de ir a
buscar a los niños. Sí, podía salir más tarde, pero quería irse de ahí ya.
-¿A
dónde va? –le preguntó el abogado, extrañado de su impulsiva reacción.
-A
buscar a los niños al colegio –respondió-. ¿Algún problema?
-No,
en lo absoluto. Lo que pasa es que necesito que firmen unos papeles acerca de
con quién quieren quedarse hasta la edad que ustedes estimen conveniente para
que decidan oficialmente.
-De
acuerdo, los traeré –murmuró.
Sin
más, Billie salió de la casa, subió al auto y se dirigió al colegio. Se bajó
del auto y se sentó en una banca a esperar a que sus hijos salieran de clases,
cosa que ocurrió a las tres en punto.
Sin
embargo, antes de que volviera el vehículo, fue interrumpido por una voz
femenina a sus espaldas.
-¿Usted
es el padre de Joseph? –le preguntó. Él se volteó y asintió- Soy la señorita
Evans, ¿puede acompañarme por unos minutos?
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