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La creación del nuevo yo había sido lo más simple que había hecho desde
mi llegada a La Ciudad. Con ayuda de Tim había acabado por teñirme el cabello
completamente negro, además de peinármelo de una forma totalmente diferente.
Sumarle a eso un poco de delineador en mis ojos y ropas que parecían provenir
del mismo infierno (o de la tumba de Sid Vicious, difícil saberlo), y podíamos
decir que habíamos creado a una persona nueva y totalmente diferente. Y así
era. Por algún motivo, ya no me sentía atado por mis miedos y vergüenzas… Al
contrario: Me sentía más libre que nunca.
Luego vino algo un tanto más complicado: Adueñarme de una callejuela y
ganarme un montón de discípulos. Terminé asociándome con un traficante más, y
al final no eran pocos los que se juntaban en “mi” callejuela a drogarse y
demás. No éramos amigos, mas compartíamos nuestros puntos de vista y nuestros
problemas. Sólo me faltaba hacer una cosa: Hablar con Ella de una vez
por todas.
-Billie, ¿qué te pasa? –le preguntaba Mike, por
enésima vez, tras leer la nada que había avanzado. El guitarrista no le
contestó- ¡Billie!
El nombrado lo ignoró. Estaba demasiado concentrado en
el dolor que sentía en algún punto de su estómago. Sabía que era ajeno, y lo
tenía preocupado; le dolía desde el día anterior y, realmente, era molesto.
Una punzada, más fuerte que las demás, le hizo
sujetarse el punto exacto del dolor, causando que Mike lo mirara más extrañado.
-¿Qué te duele? –le preguntó, acercándose, cuidando
que John no anduviera cerca de esa parte del estudio.
Negó.
-No sé, ¿el colón? –murmuró, sujetándose la parte
inferior de su estómago- Me tiene preocupado…
Mike suspiró.
-Está en Washington, no en África, cálmate –susurró,
intentando tranquilizarlo-. Ya va a volver, es más que seguro que no le pasará
nada.
Billie negó.
-Ese es el problema: No lo sé. Me estresa no… No sentirla –murmuró.
Habían pasado varios días desde la partida de la
adolescente. Al ser miércoles, los tres se encontraban en el estudio, mas John
estaba hablando de algunos aspectos técnicos con Tré, por lo que Billie y Mike
estaban en los sofás, descansando.
Mike volvió a suspirar.
-¿Qué cambió desde el jueves, que fue la última vez
que te vimos, antes del lunes? Porque andas raro desde entonces –le preguntó,
intentando no preocuparse demasiado por la expresión de dolor del guitarrista,
quien sólo negó- Vamos, puedes decirme lo que sea, y lo sabes.
-No hay nada que decir –mintió.
Mike iba a añadir algo más, cuando se vio interrumpido
por Tré:
-Hola, escapé de John –farfulló-. Perdí mi voluntad de
vivir, pero logré que se fuera y nos dejara libres antes.
-Genial –musitó Billie.
Silencio.
-Ok, ¿qué pasa aquí y por qué Billie se sujeta tanto
el estómago? –inquirió el baterista, extrañado de lo tenso que parecía el
ambiente.
-No pasa nada –volvió a mentir Billie.
Mike revoleó los ojos.
-Lo que pasa es que Billie es incapaz de concentrarse
en otra cosa que no sea Amelia –explicó el bajista, cruzándose de brazos y
parándose frente al guitarrista-. Así que ahora vas a decirnos qué mierda pasó
para que te…. No sé, para que te aferres
tanto a los sentimientos que sientes de alguien que se encuentra al otro lado
del país.
Billie suspiró al notar que Tré adoptaba la misma
posición de Mike frente a él.
-Yo… -Negó.- La besé.
Mike y Tré abrieron mucho los ojos.
-¡¿QUÉ?! –exclamó Tré, sorprendido.
-¡¿Cuándo?! –inquirió Mike, quien, como de costumbre,
intentaba mantener la calma.
-El sábado –musitó Billie-. Fue a despedirse y cometí
el error de invitarla a pasar y… No puedo dejar de pensar en eso.
Tré maldijo por lo bajo.
-¿Qué parte de “es ilegal” no entiendes? Y deja de
concentrarte en ella, para que se te quite el dolor de una puta vez.
-Prefiero el dolor –susurró Billie, casi
inaudiblemente.
-¡Billie! –lo regañó Tré.
-¡Pero es verdad! –exclamó el interpelado, molesto-.
Si no es que duela tanto, simplemente… -Maldijo.- Ok, duele, pero puedo
sostener una conversación.
Tré negó.
-Tienes que alejarte de ella –musitó.
El guitarrista abrió mucho los ojos, sorprendido.
-¡No voy a alejarme de ella sólo porque siento un poco
de do…!
-No es por eso que tienes que hacerlo –lo cortó Tré,
mirándolo fijamente-. Billie, entiende, esto no puede terminar bien…
-Sí, sí puede –masculló.
-¡No! Que te entre en la cabeza, Billie Joe, ¡es menor
de edad! No eres pedófilo, pero eso es lo que un juez verá si su padre o
alguien más se entera de lo que pasa entre ustedes –exclamó Tré, rápidamente.
-Claro, ¡si es que el padre no la mata a golpes
primero! Si no estoy ahí para ella, ¿quién va a ayudarla? –se defendió el
guitarrista- La cárcel no me preocupa, ¡lo que quiero es que esté bien!
Tré suspiró, exasperado.
-¡Si su padre los descubre, ahí sí la matará a golpes! Si eso no te basta, ¡piensa en tus hijos!
¿Cómo le explicas a Joey que estás saliendo con alguien que apenas tiene siete
años más que él?
-Joey aprueba esto –murmuró Billie, honestamente.
Tré negó.
-Eso te dijo o te hizo creer; ningún niño puede
aprobar algo así, por muy maduro que sea –musitó.
Billie no dijo nada. Aún no les decía a sus amigos que
había una gran posibilidad de que su hijo mayor fuese superdotado.
-Él sí… De hecho, parece que le agrada la idea
–murmuró, tras un par de minutos. Negó-. ¡¿Por qué te importa tanto lo que yo
haga o no haga con ella?!
-¡Porque eres mi amigo, Billie Joe! ¡No quiero que te
arrepientas de algo que hiciste simplemente por despecho!
-¿Despecho? –inquirió el guitarrista, sin comprender.
-¡Sí, Billie, despecho! ¡Aún sientes cosas por
Adrienne! –Tré suspiró.- Te entiendo, estuviste con ella por diez años, haberla
superado tan rápido sería extraño… Pero involucrarte con la primera persona por
la que sientes algo es un error.
-¡Pero sí superé a Addie! ¡Incluso puedo hablar con
ella sin problemas! –exclamó.
-¿Ah, sí? ¿Y cuándo fue la última vez que hablaron
decentemente, eh?
-El sábado, después de haber besado a Amy –murmuró,
intentando no recordar la expresión de horror de la mujer al enterarse que
sentía cosas por alguien de quince años-. Me aconsejó.
Los dos hombres se quedaron mirando fijamente, por
varios instantes, uno de pie y el otro aún sentado, fundiendo el azul grisáceo
con el verde.
-Piensas que soy un enfermo –musitó el guitarrista,
repentinamente.
-¿Qué? –Ahora era Tré el que no comprendía.
-Piensas que soy un enfermo por querer estar con ella
–se explicó.
El baterista negó.
-Nunca pensaría que eres un enfermo –murmuró-. Es sólo
que…
-¡¿Sólo qué, Tré?! –exclamó Billie, perdiendo la
paciencia y poniéndose de pie.
-¡Ni siquiera sabes qué sientes por ella! ¡Estás
dispuesto a arrojar todo por la borda sólo porque crees que te gusta!
-¡CLARO QUE SÉ LO QUE SIENTO! –gritó Billie,
defendiéndose.
-¿AH, SÍ?
-¡SÍ! ¡ESTOY DISPUESTO A ARROJAR TODO POR LA BORDA
PORQUE SÉ QUE LA AMO! –Tré abrió
mucho los ojos, a la vez que Mike soltaba una exclamación, recordándoles su presencia.-
¡ASÍ ES! ¡LA AMO! ¡La amo, la amo, la amo! There,
I said it!
Tré se quedó mirándolo fijamente, pero no le
interesaba. Era la primera vez que lo decía en voz alta (de hecho, apenas sí se
permitía pensar en ello), por lo que la sensación de alivio fue inmensa. Estuvo
a punto de volver a caer sentado, pero se contuvo.
-Mejor me voy –murmuró Tré-. Hasta mañana.
-Hasta mañana –masculló Billie, cruzado de brazos y
avanzando hacia una ventana… La misma en la que él y la adolescente habían
conversado la semana anterior.
Sin decir nada, Tré tomó su chaqueta y salió, dejando
un tenso silencio tras de sí.
-¿Vas a gritarme luego o alcanzo servirme un café
antes de que empieces? –ironizó el guitarrista, cabizbajo y volteándose,
sacándole una pequeña carcajada al bajista.
-Te dijo eso porque está preocupado –murmuró Mike.
-¿Y tú? –preguntó Billie, levantando la mirada.
Mike negó.
-Sé que sabes lo que haces –murmuró-. Sí, quizás
termines en la cárcel, pero crees que vale la pena.
Billie sonrió.
-Me olvidaba lo
mucho que puedes leerme la mente, Mike –musitó, con una sonrisa.
-Sí, es uno de mis dones –ironizó-. Aunque no entiendo
porque te pusiste a gritar cuando Tré estaba calmado.
-Eso fue porque me aumentó el dolor de estómago –se
explicó.
Mike asintió, pensativo, tras lo que comenzó a reír.
-¿Qué? –inquirió Billie, sin comprender.
-Nada, nada, es que… -Mike volvió a reír.- ¿No estarás
con la regla?
Billie estalló en carcajadas.
-¡¿Qué?! –preguntó, aún riendo.
-Bueno, sientes lo que Amelia siente, ¿no? –El guitarrista
asintió.- Y te duele donde le duele a las mujeres cuando andan en sus días…
Billie dejó de reír de inmediato. Tenía sentido.
-Con razón Addie se ponía tan pesada –musitó,
sobándose el estómago-. Oh, soy el primer hombre con dolor de ovarios.
-¿No era el útero? –inquirió Mike.
-No tengo idea –admitió el guitarrista.
Silencio.
-¿Quieres una bolsa de agua caliente o te voy a buscar
algo a la farmacia? –bromeó el bajista, volviendo a reír.
-¡Cállate! –exclamó Billie, también riendo- ¿No ves
que ando sensible?
Otro silencio.
-¿Te duele, verdad?
-Sí –musitó el guitarrista-. Mejor me voy al
departamento a… No sé, ponerme una bolsa de agua caliente.
Mike asintió, tras lo que farfulló:
-Deberías ver tu cara cuando la miras… -Billie lo miró
extrañado.- A Amy. Deberías verte, en serio.
-¿Por qué? ¿Pongo cara de idiota?
-¿De idiota? Eso es poco –murmuró, tras lo que
suspiró-. Realmente la amas.
-Sí… Y es terrible –musitó -. Ya, me voy.
-Oh, todos se han ido del estudio menos yo –gritó, al
ver cómo Billie se dirigía a la salida del lugar.
-¡Adiós! –se despidió él, saliendo.
Sin embargo, ya en el auto, Billie no se sintió de
humor como para irse al departamento, donde no hacía otra cosa que recordar el
sábado. Debido a ello, se subió a su auto y comenzó a dar vueltas por la
ciudad, sin prestarle mucha atención al camino. No se dio cuenta que estaba
frente al edificio de la adolescente hasta que tuvo el auto detenido fuera de
él. Suspirando, el guitarrista apoyó la cabeza en el volante, sujetándose el
estómago.
-Vuelve –susurró-. Por favor, por favor, vuelve.
Tras otro suspiro, echó a andar el auto y se fue a
buscar a los niños al colegio; ya eran las tres.
El jueves fue prácticamente igual de monótono que los
días anteriores, con la excepción de que ahora ni siquiera podía mirarse con
Tré, lo que lo hacía peor. Ninguno de los dos sabía que decirse. Sumarle a eso
que Mike lo molestaba por su dolor de estómago, hacía que no lograra
concentrarse en nada en el estudio. Debido a ello, volvieron a salir temprano.
Así llegó el viernes, día en el que él y Addie
volverían a juntarse con el abogado. Y, al igual que todos los días, fue a
dejar a los niños al colegio. Sin embargo, al contrario del resto de los días
(en los cuales se despedía de sus hijos y se iba de inmediato al estudio), algo
le impidió irse de inmediato… Y ese algo fue la profesora de Joey.
-¿Señor Armstrong? –le preguntó, acercándose a la
ventanilla del vehículo.
Mierda pensó él.
-¿Diga?
-Quisiera hablar con usted y la madre de Joseph hoy
día en la tarde, si es posible –dijo ella, seriamente.
-Eh… Sí, creo que podemos pasar al venir a buscar a
los niños –musitó.
-Excelente. Buenos días.
Y la profesora se fue.
¿Le dije a Addie lo de la entrevista pasada? se preguntó el guitarrista, pensativo.
Soltó un fuerte improperio al darse cuenta que la
respuesta era negativa. Suspirando, se dirigió a la casa de Addie,
preguntándose cómo una persona podía influir tanto en su semana.
En serio, ¿cuándo vuelves?
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