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-¿Por qué, por qué, por qué, por qué?
Volví a golpear el volante del auto, fuertemente, para
luego apoyar mi cabeza en él, intentando contener el sollozo que quería escapárseme.
No tenía idea cuánto rato había estado llorando en total. Creo que había parado
a eso de las siete, pero en algún momento entre las siete y las ocho no pude
contenerme más, y… Aquí estaba. Ocho cuarenta y siete, y sentía que había
llorado más que en toda mi vida. De hecho, creo que así era. Cuando mi padre
murió lloré poco. Y cuando Sarah se fue por primera vez, no recuerdo haber
llorado más de unos treinta, cuarenta minutos… El shock era demasiado como para
rendirme al llanto suelto como el que tenía ahora.
Mi celular sonó, por enésima vez. Tomé aire, profundamente.
-¿Aló? –Pregunté, al aire, para asegurarme que mi voz
saliera bien.- Bueno, es lo mejor que conseguiré. –Y, tras asegurarme que fuera
Addie y no Mike, finalmente, contesté.- Hola, amor.
Escuché un suspiro de alivio desde el otro lado de la
línea.
-Gracias al cielo. ¿Dónde estás? ¿Estás bien?
No.
-Sí, estoy bien –mentí-. Yo… Fui donde Mike, y necesitaba
pensar un poco, así que me fui a dar unas cuantas vueltas por la ciudad en el
auto. ¿Cómo están los niños?
Sabía que Adrienne quería replicarme algo, pero supuse
decidió que lo mejor era tener la conversación en persona.
-Bien, se irán a acostar luego.
Excelente, así no me verían llegar con la peor cara que
había tenido en mi vida.
-Ah… Dales las buenas noches de mi parte, creo que no
alcanzaré a llegar antes de eso, estoy al otro lado de la ciudad.
-Ok… ¿Te vendrás luego?
-Eh… Sí, sí, ya voy para allá.
Alguna despedida me habrá dicho, pero yo ya no la
escuchaba, me había echado a llorar de nuevo, desconsoladamente, aunque menos
“sufridamente” que en mi llanto anterior.
No entendía el porqué lloraba tanto. Quizás era porque todo
lo que sentía y todos mis planes se me habían salido de las manos. Quizás era
porque encontraba totalmente injusto lo que me estaba pasando… O quizás era
porque, simplemente, estaba enojado y sabía que golpear a Mike no era una buena
idea, así que llorar era la mejor manera que tenía de desahogarme… Aunque si
era eso, realmente quería darle una paliza a mi mejor amigo.
Mejor amigo… Sí, claro. Los mejores amigos no hacen eso.
Aunque… Bueno, técnicamente yo había
hecho lo mismo: Había estado con ella, sabiendo que a él le gustaba, y mucho.
Pero yo la había visto primero, y ella me amaba a mí, así que eso se anula. No,
no, quien tenía que sentirse culpable era él, no yo.
Y por quincuagésima vez, me sequé las lágrimas, al tiempo
que intentaba no torcer mi rostro entero en la mueca que me haría llorar otra
vez, al tiempo que intentaba controlar mi respiración para no sucumbir ante el
nudo de mi garganta o la presión en mi pecho…
Pero apenas lograba esto, la imagen de Sarah volvía a mi
mente… Y mi imaginación no tardaba en juntarla con Mike, de la mano, abrazados,
besándose… Y, nuevamente, volvía a llorar. Bien. Me comportaba como un niño de
tres años.
No sabía qué hacer. No podía hablar con Mike, ya que no
soportaría verlo y estaba bastante involucrado en mi sufrimiento, y no sabía
cómo hacerlo con Addie. En cuanto a Tré, estaba enojado con él, por saber la
verdad y no habérmela dicho.
Dejé caer mi cabeza contra el volante.
¿Por qué Sarah había vuelto con Mike antes de, siquiera,
dignarse a hablar conmigo, como dos personas adultas? Me rehusaba a creer que
esa corta y lejana conversación el ’94 hubiese bastado como un cierre para
ella. En su lugar, yo me habría regañado por horas y horas antes de irme, y
habría explicado exactamente el porqué de mi enojo… Y entonces ella se habría
enterado que no tenía idea de lo que hablaba, que era un malentendido, y, más
adelante, ambos nos enteraríamos de la verdad, juntos. Como deberíamos estar
ahora. De hecho, eso es exactamente lo que la Sarah que yo conocía tan bien habría hecho…
¿O acaso yo no la conocía bien? ¿Habría cambiado algo más
que su físico con el paso de los años? ¿Seguiría siendo la misma mujer de la
que me había enamorado hacía ya tantos años?
Preguntándome si la gente realmente cambiaba o no, logré
distraerme, y, antes de darme cuenta, ya no había rastro de futuro llanto en mi
interior. Sí, mi cara se veía como la mierda (tenía los ojos rojos, y, debido
al llanto, mi nariz se había congestionado, y no había ni un pañuelo a la
vista), y se notaba exactamente por donde habían surcado mis lágrimas… Pero
sabía que mucho mejor no podía estar. Así que me limpié la cara como pude con mis
mangas, y, sin nada mejor que hacer (ya se estaba haciendo tarde, después de
todo), encendí el motor de mi auto. Esperé que el motor se calentara lo
suficiente para funcionar, y, lentamente (pero nunca lo suficientemente lento
para mi interior, que quería quedarse ahí, sin nada a su alrededor, y no salir
de ahí nunca), eché a andar el vehículo, en dirección a mi casa.
¿Realmente cambiaba la gente? ¿O simplemente yo no la
conocía lo suficiente? Quizás nunca me había amado… O quizás sí, y yo
simplemente estaba pensando mucho. O… Quizás, quizás aún me amaba, y estaba con Mike porque… Bueno, Mike y yo
éramos como hermanos, algo en común
debemos tener… De hecho, lo único que nos diferencia, es que él es alto… Y
musculoso… Y más responsable, inteligente… Si Sarah le hubiera pedido a él que
dejara las drogas durante la adolescencia, él lo habría hecho sin chistar, y no
habría recaído en cuanto pudiera… Bien, lo que nos diferenciaba es que él era
mucho mejor que yo. Genial. Realmente genial.
Pese a que lo intenté, no demoré mucho, y, antes de
sentirme lo suficientemente repuesto para sostener una conversación que no
incluyera las palabras “Sarah”, “Mike”, “traición”, “la amo”, me encontraba
fuera de mi casa. Tomé aire profundamente, volví a limpiarme el rostro con las
mangas y, concluyendo que mi aspecto era imposible de mejorar sin lavarme bien
la cara (mis ojos seguían rojísimos e hinchados, y las lágrimas seguían
notándose), abrí el portón con el remoto, y entré el auto y apagué el motor,
observando tristemente cómo la luz del pórtico seguía encendida, junto a la del
living y la cocina. Vi la hora: Nueve veintisiete de la noche. Adrienne aún
tenía para rato despierta. Pensé en quedarme en el auto haciendo nada por un
rato, pero me imaginaba que ella había oído cómo estacionaba el auto, así que
sería ridículo, y requeriría más explicaciones…
Más explicaciones… Tenía que decirle algo. Pero… ¿Qué? ¿Cómo? Podía decirle que Sarah era la nueva novia
de Mike, y que me había afectado, pero entonces ella recordaría lo que había
leído en mi cuaderno hacía ya tanto tiempo, y ataría cabos, y concluiría que,
aún después de tantos años (íbamos a cumplir ocho años de casados) y de tantas
peleas, aún después de nuestros hijos, no estaba enteramente seguro de nuestro
matrimonio.
Pero no me sentía capaz de mentir. La verdad que no. El
hecho de decirle que la amaba a diario ya me pesaba bastante, no me sentía
capaz de inventar algo para llegar en semejante estado, ni nada. Así que, sin
otra opción, bajé del auto, intentando controlar el temblor de mis piernas; no
había comido nada desde mi desmayo, y creo que eso había sido un error, ya que
me estaba costando bastante avanzar hasta la puerta principal. La abrí, entré y
la cerré tras de mí.
Inmediatamente sentí cómo los pasos de alguien corrían
hacia mí: Aparentemente, Addie había estado preocupada. Y, apenas me vio, se
llevó ambas manos a su rostro, sorprendida.
-¿Qué mierda te pasó? –Se me acercó y me acarició la
mejilla.- ¿Estuviste llorando? ¿Dónde estabas?
La abracé, estrechamente. La necesitaba. Realmente la
necesitaba, a ella y al apoyo que podía darme. Notando esto, me devolvió el
abrazo de un modo aún más estrecho.
-Amor, ¿estás bien? –me preguntó, en un suave susurro.
-Lo estoy ahora –respondí, en un intento de tono honesto de
voz; la verdad era que estaba mejor, pero no estaba enteramente bien, mas sabía que no podía estar en
mejores condiciones.
Se separó de mí y me miró el rostro, analíticamente.
-¿Por qué llorabas? Estás pálido… -Me acarició la mejilla,
causando que yo cerrara los ojos, debido a lo relajado que me sentía con eso.-
¿Quieres hablar?
Sí, pero no contigo…
Pero… ¿Con quién más iba a hacerlo? No me di cuenta cómo
asentía, lentamente. Ella sonrió y me dio un corto beso en los labios.
-Deja ir a lavarme la cara primero –murmuré, y mi voz salió
ronca, tomada. Supe que esto la preocupó más, pero hizo lo posible por
disimularlo y, con una pequeña y forzada sonrisa, asintió.
Así que fui al baño, donde me lavé la cara, lo que mejoró
levemente mi aspecto. Tomé un sorbo de agua directamente de la llave y, rogando
que eso bastara para arreglar un poco mi voz, salí del baño, en dirección al
living. Addie no estaba ahí, así que caminé hasta la cocina, donde la encontré
calentando el agua y sirviendo un generoso pedazo de pastel.
-Compramos esto con los niños en la tarde, creí que te
gustaría –murmuró, mirándome preocupada-. Supongo que un poco de azúcar te
vendría bien, porque estás palidísimo.
Forcé una pequeña sonrisa, a modo de disculpa.
-Perdón por preocuparte tanto –murmuré.
-No importa, no importa… Sólo… Sólo dime qué te pasó, para
ver cómo podemos remediarlo, ¿ok?
Suspiré.
-Prométeme que no te vas a enojar, y que no vas a
sobre-pensar lo que te voy a decir –murmuré, al tiempo que el agua terminaba de
hervir y ella echaba el polvo del café en una taza; había que ir a comprar del
otro al día siguiente.
-¿Por qué iría a enojarme? –preguntó, pasándome la taza,
que tomé con ambas manos, permitiendo que el calor se expandiera por todo mi
cuerpo.
Volví a suspirar.
-Sólo promételo.
Me miró, curiosa.
-Puedo prometerte que no me enojaré más de la cuenta, si es
muy terrible –musitó-, y que te apoyaré si me necesitas… ¿Atropellaste a
alguien?
Alcé una ceja. La bajé apenas recordé cómo Sarah alzaba su
ceja.
-Por supuesto que no.
-¿Te asaltaron y violaron, y puede que ahora tengas SIDA?
No pude evitar soltar una pequeña risita.
-¡No! ¡Claro que no!
-Entonces no se me ocurre nada que pudiera enojarme.
-Espera, entonces si me asaltan, me violan, y me da SIDA,
¿te enojarías conmigo?
Se sonrió.
-No más sexo, ¿no? Debo
enojarme con alguien.
Mi risa tuvo más “cuerpo” esta vez. Le di un sorbo al café,
y, tras suspirar una vez más, solté:
-Es por la nueva novia de Mike… Es Sarah.
Addie abrió mucho los ojos y se dejó caer, rápidamente, en
una silla. Me sonreí.
-Me pasó algo parecido, sólo que yo llegué al suelo y quedé
inconsciente por un rato –comenté, al tiempo que mi estómago sonaba. Tenía
hambre. Y necesitaba azúcar. Pero algo me decía que no era un buen momento para
comer el pastel que mi esposa me había servido.
-¿Estás hablando en serio?
-¿Lo del desmayo o lo de que es Sarah?
Adrienne revoleó los ojos.
-¡Las dos cosas!
-Sí.
Silencio. Me pareció ver cómo el enojo iba creciendo
lentamente en su interior.
-¿Estabas llorando por
ella? –inquirió.
Torcí una mueca.
-Te dije que te enojarías.
-Respóndeme.
Negué.
-No sé porqué lloraba. Me sorprendió. Creo que me sentí
traicionado… Es decir, ¿no está en el código de los hombres que no se sale con
la ex novia de tu amigo?
Me miró fijamente con sus ojos castaños.
-¿Seguro que no fue porque aún piensas en ella?
Puse los ojos en blanco.
-Por enésima vez, Eighty, te amo a ti, y sólo a ti –mentí-.
Por supuesto que ya no pienso en ella. Sólo que me pilló de sorpresa.
-¿Tanto como para desmayarte?
-Pues… ¡Sí! ¡Es como si tu amiga, Vickie, llegara y te
dijera que tiene un nuevo novio, y resulta ser Billy! ¡Imagínate eso!
Se sonrió.
-Billie, no me desmayaría por eso. Lo mío con Billy no fue
tan serio. –Abrí la boca.- O sea, sí, íbamos a casarnos, pero sentimentalmente
hablando, no estábamos tan unidos
como tú y yo…
-O yo y Sarah –murmuré. Ella asintió-. Mira, me pilló
volando bajo, sabes que te amo a ti. Pero quedé sentido con Mike… Y con Tré,
porque él lo sabía y no me lo dijo.
-¿Seguro que eso es todo? –Asentí.- Ok, te creeré, pero te
llego a pillar llorando por ella, o escapándote a la casa de Mike sólo para
verla…
-Me castras… Aunque ahí te quedas sin sexo, igual que si me
da SIDA.
Addie sólo pudo reír ante esto.
No tardamos mucho en irnos a la cama… A dormir. No me sentía
con ganas de nada, cosa que Addie atribuyó al desmayo (o eso esperaba yo). En
todo caso, apenas me metí a la cama me sumí de inmediato en un intranquilo
sueño, donde Sarah y Mike (en blanco y negro, claro está) se me aparecían cada
tanto, simplemente de la mano… Y eso bastó para que, al despertar al día
siguiente, me sintiera como un pedazo de mierda aplastado por un auto. En otras
palabras: Me sentía horrible.
Me estiré para tomar el despertador: Diez y media. No había
ninguna nota de parte de Addie, así que ella debía de estar en alguna parte de
la casa. Me fui al baño, hice mis necesidades, y, dispuesto a afeitarme, me
miré al espejo.
Mi cabello negro estaba revuelto, y bajo mis ojos (un tanto
opacos) había grandes ojeras. Se notaba que había algo mal en mi interior.
Pensando que al levantarme se me quitaría, me afeité, me duché y me devolví a
la pieza, donde me sequé y vestí, para luego volver a mirarme al espejo. Me
veía un poco mejor. Me arreglé el cabello y ya casi parecía ser yo… A menos que
alguien se me acercara mucho y viera mis ojos detalladamente. En ellos aún se
notaba que había llorado ayer.
En ese momento, sonó el timbre. Sabía que Adrienne estaba
abajo, pero salí de la pieza de todos modos, dispuesto a contestar si ella no
lo hacía primero.
-Deja ver si despertó… -Escuché mientras bajaba la
escalera. Sonreí y me apresuré hacia el vestíbulo, cosa que Addie notó.- Ah,
aquí está.
-Hola, ¿quién es? –pregunté, en un tono mucho más animoso
del que me sentía, tras darle un corto beso de saludo a mi esposa, quien me
miró con cara de disculpa. Extrañado, dirigí mi mirada hacia la puerta.
-Hola, Billie.
Era Tré. Genial. Me esforzaba para lucir bien, y aparecía
una de las personas con la que estaba enojado.
-Los dejo a solas –murmuró Addie, para irse del vestíbulo.
Bien, ahora era yo quien se enojaba.
Abrí bien la puerta principal, para mirar fijamente a quien
se hacía llamar mi amigo, para luego decir:
-Ándate.
Tré suspiró.
-Mira, yo quería decírtelo, pero él me hizo prome…
-No me importa, fuera de mi casa –lo interrumpí-. No te
quiero ver ni a ti, ni a Mike, ni mucho menos a Ella.
El baterista me miró, con la pena más que reflejada en sus
ojos.
-Me imagino que te sientes como una basura en este momento,
y lo entiendo, es como si tú te hubieras casado con Ale, o algo así. Pero no
puedes aislarte.
-¿De qué estás hablando? ¡Me siento perfectamente!
Tré sonrió, amargamente.
-Mike me llamó ayer, preocupado. Me dijo que te desmayaste
apenas la viste.
Hice algo similar a un resoplido.
-¿Eso? ¡Eso fue ayer! Hoy estoy en perfectas condiciones.
Simplemente no quiero verlos porque son todos unos traidores.
Tré se pasó las manos por la cabeza, pensativo.
-Necesitas hablar de esto –murmuró-. Lo sé. Te conozco. Y
entiendo que no quieras hablar con Mike o Addie, así que sólo vine a decirte
que, cuando quieras hacerlo, estoy disponible.
Negué, rápidamente.
-No necesito ni tu ayuda ni tu lástima. ¿Hace cuánto lo
sabías?
Me pareció ver cómo el baterista sacaba la cuenta en su
cabeza.
-Tres meses.
-¿Y no fuiste capaz de decírmelo? Asqueroso mentiroso. No
los necesito, a ninguno de ustedes…
-¿Y con quién mierda vas a hablar del tema?
-Con nadie, porque ¡no hay nada de lo qué hablar!
Y le cerré la puerta en la cara. Esperé un poco antes de
ver a través de la mirilla, por la cual vi cómo Tré bajaba la cabeza, alicaído,
para salir de la casa e irse. No me importó. Estaba enojado con él, y no lo
necesitaba. No necesitaba a nadie. Sólo necesitaba a Adrienne para que me
hiciera compañía, y estaría bien…
Obviamente, yo sabía que esta era una mentira aún más
grande que la de mis amigos, pero no lo admitiría. Nunca.
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