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Prólogo

domingo, mayo 01, 2011

One of these days - Chapter twenty-four: All I know is that I learned better than you.


-Nunca había visto una película tan mala –murmuraba Jenny.
-Ni que lo digas –concordó Billie.
-A Tré se le escaparon unas lágrimas cuando murió la niña –susurró Mike, a un volumen bastante audible.
-Idiota, lloré porque el amigo hizo un puente en su honor –se defendió Tré-. Ustedes no harían eso.
-También lloraste cuando casi murió la dragona en la otra película –le recordó el bajista, con tono cansino.
-Eso simplemente fue triste –masculló Tré.
Encontrábanse los cuatro recostados en la cama de Billie. Hasta hacía pocos minutos, habían estado viendo películas en el cable; Mike y Tré habían llegado poco después de almuerzo y, tras aburrirse de conversar, habían ido a la habitación.
-Chicos, yo me voy –dijo Tré, poniéndose de pie-. Extraño mi cama, la de New York es muy incómoda.
Los otros tres rieron y el baterista se fue.
Apenas escucharon el sonido de la puerta al cerrarse, Billie habló.
-Mike, ¿qué es lo último que supiste de Jenny?
Mike lo miró sin entender.
-Que está acostada entre nosotros dos... Más cerca de ti, eso sí –dijo, con tono de obviedad.
-No yo, la otra Jenny –aclaró la adolescente-. Jennifer Lovett.
El bajista se sentó y los miró sorprendido.
-Sí, lo sabe todo, y estamos casi seguros de que la reencarnación es una buena teoría –intervino Billie-. Ahora, ¿qué sabes?
-Lo mismo que tú, que desapareció sin dejar rastro –respondió Mike, aún sorprendido. Miró a Jenny-. ¿Cuándo lo supiste?
-Ayer –contestó la adolescente-. Billie me lo dijo.
Por acuerdo tácito, no iban a hablar del bosque ni de lo que había ocurrido en él. Sabían que Mike no los regañaría (al menos, no mucho), y no se avergonzaban de ello, pero era algo privado, que había ocurrido entre ellos, y sólo ellos.
El bajista asintió, y, pese a haber notado inmediatamente que le ocultaban algo, no dijo nada al respecto.
Se quedaron conversando de otros temas un rato más y, con la misma excusa de Tré, Mike se fue, dejando a Billie y Jenny solos. Ella se acomodó un poco al lado de Billie Joe, quien la abrazó, inconscientemente. Hacía frío y ambos tiritaban levemente.
-Creo que yo igual debo irme –murmuró ella, al notar la posición en la cual estaban.
-Te acompaño, debo comprar cigarrillos –dijo Billie, poniéndose de pie.
Jenny lo imitó y salieron de la habitación, del departamento y finalmente del edificio, para encontrarse con el frío nocturno de la calle. La lluvia había cesado a la mitad de la tarde.
-¡Amo el frío! –exclamó la chica, dando vueltas.
-Recién estabas tiritando... –El hombre se fijó en la delgada polera de su amiga.- ¿No trajiste nada más? ¡Te vas a resfriar!
La tomó por los hombros, obligándola a caminar semi-abrazada con él.
-No me voy a resfriar –se quejó.
-Más vale prevenir que lamentar –replicó él.
-Entonces debían haber prevenido que yo no los viera –dijo una voz masculina a sus espaldas.
Pese a no haber escuchado aquella voz desde hacía varios años, Billie la reconoció al instante y, al igual que Jenny, empalideció notoriamente.
-Hola, papá –saludó ella, en un hilo de voz, a la vez que se volteaba.
John Kiffmeyer se acercó a ella, la tomó bruscamente de un brazo y la separó de Billie Joe, a quien volteó, obligándolo a mirarlo fijamente. Billie se contuvo de lanzar una exclamación de sorpresa al verlo.
La última vez que había visto a John, se hacía llamar Al Sobrante y, pese a ser un completo imbécil, lucía joven y feliz por su elección. Mas ahora se veía mucho mayor que él. Tenía una gran calva, varias arrugas y una expresión de agotamiento, que rápidamente era reemplazada por la ira.
-¿Quién eres tú para andarte metiendo con mi hija? –susurró, en un tono frío.
-John, ¡no me meto con tu hija! –exclamó Billie.
El rostro de John cobró, aparte de más enojo, sorpresa.
-¿Billie Joe? –inquirió, tomándolo de la camisa.
-¿John Kiffmeyer? –preguntó Billie a su vez, con fingida sorpresa- ¡Por supuesto que soy yo! ¿Podrías, por favor, soltarme?
John lo soltó.
-El hecho de ser famoso, no te da el derecho de aprovecharte de una menor –John abrazó a Jenny y, cambiando su tono de voz a uno más suave, preguntó:- ¿Estás bien?
Jenny se soltó.
-¡Por supuesto que estoy bien! –respondió, bruscamente- Papá, él es un amigo, nada más.
-¿Y por qué iban abrazados? –inquirió John, suspicazmente.
Billie revoleó los ojos.
-Porque hace frío y no lleva nada encima. Se va a resfriar, ¿sabes?
Jenny asintió, como confirmando la historia. Los nervios no le permitían articular ninguna palabra, no de momento al menos.
John los miró, desconfiado. Luego, tomó a su hija por la muñeca, fuertemente, haciéndole soltar una maldición.
-Tú usas a mi hija con la ilusión de tener a Lovett de nuevo. Para ti, éste es tu escape de la realidad. ¿No es así, Armstrong? –masculló John- ¿No te imaginas que es ella cada vez que la abrazas?
-¡¿QUÉ?! –exclamaron Billie y Jenny a la vez.
La adolescente intentó a soltarse de su padre, quien la asió con más fuerza aún.
-¿Cómo se te ocurre semejante estupidez? Somos sólo amigos, tal como tú, yo y Mike lo fuimos alguna vez –arguyó Billie, intentando mantener la compostura-. Nunca ha pasado nada entre nosotros, y nunca lo pasará, ya que no se me ha pasado jamás por la cabeza aprovecharme de Jenny.
-Papá, sé relacionarme con gente –intervino ella.
-¡Pero si tú no tienes amigos! –exclamó él.
-¿Qué hay de Ally, Carol, Fran, Jess, Lau, Matt, Rose, Val y todos los demás? –inquirió ella.
-¡Pero ellos no son normales! –exclamó.
“Val sí” –pensó Jenny.
-¿Cuál es la obsesión que tienes con las cosas normales? No seguiste tus sueños por ser normal, no me dejas seguir lo mismo por la misma razón. ¿Qué tiene ser un poco diferen...?
John la abofeteó, con fuerza, haciendo que Jenny lo mirase shockeada; nunca antes la había golpeado.
-¡Hey! –exclamó Billie, poniéndose entre los dos, al ver que John preparaba su mano para otro golpe- Serás su padre y todo, pero eso no te da ningún derecho a golpearla. Tal parece que aprendí mejor que tú el cómo ser un buen padre.
El ex baterista lo miró con odio.
-Jenny, vamos –farfulló, ácidamente.
-No –respondió ella, firmemente.
-¡DIJE QUE NOS VAMOS! –exclamó, con los ojos desorbitados, fuera de sí.
-¿PARA QUÉ? ¿PARA QUE ME PEGUES CON ALGÚN ÚTIL DE LIMPIEZA DE MAMÁ? –gritó ella.
Él apartó a Billie de un fuerte manotazo, que por poco no lo tira al suelo, y tomó a su hija por el brazo, nuevamente. Sin decir nada más, la forzó a irse a su casa.
-¡SUÉLTAME! –gritaba la adolescente a su padre.
-¡NO! –le gritaba él de vuelta.
Billie corrió hacia ella.
-John, ¿en qué te afecta que seamos amigos? –inquirió, intentando mantener la calma.
El hombre soltó a Jenny, quien comenzó a frotarse el adolorido brazo.
-Me afecta en que tú lograste todo lo que querías. Seguiste tus sueños. ¡Y heme aquí, aprisionado en el trabajo y mi estúpida familia!
-Si tu familia te parece tan estúpida –comenzó Jenny-, ¿por qué no me dejas ir?
John sonrió, maniáticamente.
-Si sufro yo, sufren conmigo –susurró.
Sin más, se la llevó al interior de la casa, la cual cerró de un fuerte portazo.



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