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Prólogo

lunes, enero 03, 2011

Wake me up when September ends - Capítulo 1: Woke up on the WRONG side of the floor.



Por algún motivo, tenía la sensación que había alguien a mi lado muy cerca, a apenas unos cuantos centímetros de distancia... Y por algún otro motivo, sentía el impulso de estirar mi mano y tocar a la persona que, supuestamente, estaba a mi lado. Intenté levantar mi brazo, pero no respondió por completo, si no que se movió sólo un par de centímetros.
Recién ahí recordé lo que había pasado, recién ahí recordé que me había desmayado al ver que Sarah era la novia de Mike… Y no me pregunten cómo, pero sabía que era ella quien estaba a mi lado. Apreté los párpados, dispuesto a despegarlos…
Cuando sentí que quien-fuera-que-estuviese-ahí se paraba. O sea, sentí la brisa creada por este movimiento, pero eso da igual. Lo que importa es que conseguí, finalmente, abrir los ojos, al tiempo que Sarah susurraba:
-Tarde para eso.

Así me encontré mirando fijamente el techo. Tomé una bocanada de aire, y, lentamente, me senté, para luego pararme y quedarme mirando a Mike (quien llevaba un vaso de agua en su mano) y a Sarah (quien simplemente estaba ahí, cerca y lejos a la vez). De un modo que sólo puedo caracterizar como “tímido”, Mike se me acercó, ofreciéndome el vaso de agua, el cual acepté. Me sentía como si tuviera resaca: La cabeza me dolía, y todo me daba vueltas… Aunque eso no era todo lo que sentía: Pese a ser un día cálido, me sentía con frío, y me temblaban un poco las rodillas. Lo único semejante que se me ocurría, era una gripe muy fuerte. Genial. “La mente controla al cuerpo” dicen… Y como mi mente está cagada, también lo estaba mi cuerpo.
-Esto no me lo esperaba –comenté al fin, con una voz áspera que no era mía, tras beber el vaso de agua.
Silencio. Largo. Y tenso. Si no fuera porque Mike habló, estoy seguro que habríamos seguido ahí hasta el día de hoy.
-Supongo que quieres hablar.
Negué.
-Al contrario. No sé qué mierda pensar, ni mucho menos qué decir. –Suspiré.- Quiero saberlo todo, pero a la vez no quiero saber nada, para no… -Me detuve a tiempo para no decir la palabra “sufrir”.- Para no confundirme más.
Idiota de mí, ese “más” estaba de sobra, y gracias a él tanto Mike como Sarah sabrían que no estaba bien desde antes de enterarme del retorno de Sarah… Aunque un lado de mí quería que Ella supiera que no estaba bien, que aún había posibilidades para nosotros, al menos de mi parte…
Volví a regañarme por idiota: No había posibilidades. Estaba con Addie. Fin del asunto. No debería sentirme mal de ver a Sarah, no debería… Aún si Mike estuviera rompiendo uno de los códigos principales de la amistad. Quizás debería sentirme levemente mal, pero no para desmayarme.
Pero, para mi suerte, tanto Mike como Sarah decidieron dejar pasar mis últimas dos palabras. Suspirando, Mike se dejó caer en un sofá.
-Pregunta lo que quieras, sabes que quieres hacerlo.
Tan bien que me conocía. Necesitaba saberlo todo, aún si doliera. Pero no, mejor no saber nada y fingir que no había pasado nada, tal como hacía respecto a Sarah hasta el día de hoy. Ok, la verdad estaba partido en dos. Era curioso, pero también tenía miedo. ¿De qué? Ni idea. Pero tenía miedo. ¿Y si ella era más feliz con él que conmigo?
O peor… ¿Si era infeliz, y conmigo podría estar bien, pero yo no podía estar con ella, causándole así una infelicidad de por vida?
Y, antes de pensar, una única palabra escapó de mis labios:
-¿Cómo?
Sarah miró fijamente a Mike por unos instantes, al mismo tiempo que me sentaba y sentía que el alma se me iba a los pies: Ya habían llegado a aquella asquerosa etapa en la que una mirada bastaba para decirse todo lo que querían decirse. Genial.
-Hace varios años yo estaba en la ciudad. Llamé a Mike, sólo para conversar y… Bueno, una cosa llevó a la otra, y aquí estamos.
La miré (no directamente a los ojos, claro está), extrañado.
-¿De dónde sacaste su número?
Fue un nuevo suspiro de Mike el que me recordó la presencia de mi amigo.
-Se lo puse en su bolsillo sin que se diera cuenta el ’94. Creí que no lo había encontrado, hasta que un día, finalmente, me llamó.
Y fuiste feliz como una lombriz, ¿no, Michael querido? Sí, fuiste feliz, mientras que yo me quedaba atrapado en mi matrimonio, sin Ella. Tanto esperarla, tantos años… Yo sabía la verdad de porqué lo nuestro había acabado, y sabía que, en realidad, todo era un maldito malentendido, sólo necesitaba una oportunidad para decírselo… Pero ahora estaba con él, y nada de eso valía la pena…
-Así que… Empezaron a salir y todo ha ido de maravillas para ustedes, ¿no?
Sarah alzó una ceja. Dios, cómo había extrañado ese gesto… Cómo había extrañado todos sus gestos…
-Bueno, por supuesto que ha ido todo de maravillas, ¿qué esperabas?
Esperaba que su relación fuera una mierda, claro está, que quisieran terminar y que tú corrieras a mis brazos al instante, pidiéndome disculpas por no haberte acercado a mí primero y hablar, pidiéndome disculpas por no haberte dignado a averiguar si todas las cartas habían llegado, como creías que habían llegado.
Obviamente, no dije nada de esto, y me limité a encogerme de hombros.
-No lo sé. Ya les dije que no sé qué pensar –murmuré-. ¿Qué tan serio es esto?
Sarah se sentó, junto a Mike, quien se tomó la cabeza entre las manos, para hablar en un tono cansino de voz:
-Tú sabes qué tan serio es esto, Billie.
-No me importa, quiero que me lo digan.
Mejor dicho, quería que ella lo dijera. Había extrañado su voz… Bueno, la había extrañado a ella por completo, pero me bastaría su voz para dormir tranquilo esa noche. Sin embargo, no fue ella quien contestó, si no que Mike… Y puedo jurar que nunca había tenido más ganas de golpearlo que en ese momento.
-Estamos viviendo juntos. Estelle la aprueba… Hasta Anastasia insiste que es perfecta para mí…
Claro, claro, Ann nos conoció después de la partida de Sarah, así que no había forma que supiera que esta Sarah era la misma Sarah por la que yo sufría en esos días, y que todo esto era más que enfermizo.
Y, nuevamente sin pensar, recordando la reacción del baterista el día anterior, pregunté:
-¿Qué hay de Tré?
Mike y Sarah intercambiaron una asustada mirada. O sea, que él ya lo sabía. Bien, mis sospechas estaban confirmadas.
-Él decidió no involucrarse.
Asentí.
No se me ocurrían más preguntas qué hacerles, y, repentinamente, me sentí mal, como si tuviera fiebre o algo. Y sabía que esta reacción era por estar ahí, con ellos… No, no era la presencia de Ella la que me molestaba, si no que era la de Mike. Me había traicionado. Él sabía todo lo que había sufrido por ella, y sabía que aún la amaba, ¿cómo mierda se atrevía a intentar algo con ella? Mejor dicho, ¿cómo mierda se atrevía a estar con ella? Yo le había confesado que aún pensaba en ella antes de que empezaran a salir…
No. Esperen… Se lo había dicho cuando ya estaban saliendo…
Pero, aún así, si él no se lo suponía, entonces no me conocía como parecía hacerlo, y eso igual era un tipo de engaño de su parte. Y era por eso que no me sentía capaz de mirarlo a la cara, ni de hablar con él, ni nada. Por mí, Mike podía irse a la mismísima mierda, y me daría igual. Se lo merecía por hacerme esto. ¿Cuánto le costaba avisarme que Sarah estaba en Estados Unidos y bien? ¿Cuánto le costaba decirle a Sarah “oye, por si acaso, a Billie aún le importas”, antes de tirársele encima? Porque sabía que era él quien había tomado la iniciativa, lo conocía… Y la conocía a ella aún más, y nunca se habría metido con Mike así como así. No quería verlo. No podía verlo…
Y entonces estaba Ella. Cerca y lejos a la vez, cabizbaja en su asiento. ¿Estaba cambiada? Sí. Pero no más de lo que se espera tras el paso de tantos años. Sus ojos seguían igual de azules y sus labios… Sus labios me atraían, al igual que me habían atraído hacía ya tanto tiempo.
Quería besarla. De verdad que sí. Pero estaba más que seguro que, apenas cruzara los tres pasos que me distanciaban de Ella, me empujaría, más que ayudada por Mike. Y sabía que, de todas formas, nunca reuniría el coraje necesario para acercarme a Ella a menos de un metro, mucho menos a la estrecha distancia necesaria para darle un único y maldito beso…
Así que, sin nada más que hacer ahí, me paré del sillón y me fui. Ninguno de los dos se me acercó ni me detuvo de ninguna forma, lo que fue un alivio, ya que, una vez fuera del living… Mejor dicho, una vez fuera de la casa… Una vez lejos de Ella… Todo contra lo que había estado luchando durante ese eterno rato se desató, ya que no pude reprimir más los sentimientos que estallaron en mí al verla… Y ese “todo” contra lo que luchaba, eran mis lágrimas.

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