Tweet
Créanlo o no, pese a no haberlo visto en más
de ocho años (iban a cumplirse los nueve en un par de meses), Jesus seguía igual. O sea, sus mejillas estaban un
poquito más rellenas, y tenía el pelo más corto, pero sus rasgos seguían
iguales, y sus ojos miel, que me miraban detenidamente, estaban iguales que los
ojos que recordaba. Inmediatamente me sentí avergonzado… En el último par de años
había ganado un par de kilos de más, y, por su comentario, se notaba a lo lejos
lo mierdoso que me sentía. Pero a él no parecía importarle nada de esto. La
única palabra con la que podía definir su mirada era fascinación.
-Tanto tiempo –comentó él, haciéndole un
gesto al barman, quien comenzó a
servirle un whisky con hielo-. ¿Cómo estás?
Sentí el repentino impulso de acercarme a él
y besarlo, pero logré contenerme, recordando que eso era, probablemente, efecto
del alcohol.
-¿Qué haces aquí? –inquirí, ignorando su
pregunta.
Sonrió, levemente.
-Estoy viviendo en Berkeley. Me sentí
depresivo hoy, así que vine aquí, y he estado entrando y saliendo del bar todo
el día.
Hice sinapsis.
-¿O sea que no estaba loco al sentir que
alguien me miraba? Mira tú.
Jesus soltó una breve carcajada.
-Sigues igual de paranoico… -Me miró
fijamente.- Feliz No-Cumpleaños.
No pude evitar sonreír, aunque de un modo
bastante amargo, qué quieren que les diga.
-No tiene mucho de feliz, pero gracias de
todos modos.
Otro silencio. Me limité a mirar cada detalle
de su rostro. No podía creer que estuviera ahí, como tampoco podía creer que,
el simple hecho de verlo, aún despertara tantas cosas dentro de mí.
-Supe que te casaste… Algo me dice que eso no
va muy bien.
Torcí una mueca.
-No quiero hablar de eso. –Noté en su mirada
que quería replicarme algo.- Cuéntame de tu vida. ¿Qué haces ahora?
Suspiró.
-Después me tendrás que contar, ¿ok? –Asentí,
un tanto molesto.- Bueno, soy profesor de filosofía en una secundaria de
Berkeley.
Abrí mucho los ojos.
-Así que cumpliste tu sueño.
-Igual que tú. –Lo miré.- Por Bogo, Billie,
eres famoso, sé qué ha pasado en tu vida. Has mejorado bastante como
compositor, ¿sabes?
Sonreí, repentinamente avergonzado.
-Gracias… ¿Qué es Bogo?
Rió, sorbiendo de su whisky.
-“Dios” en el idioma de “La naranja mecánica”; tengo a una clase leyéndose el libro, y les
dije que la prueba incluiría preguntas en nadsat.
Mi sonrisa se acentuó.
-Esa película la vi contigo, ¿no? –Él
asintió.- ¿Alguna vez te dije que por un buen tiempo creí que eras un
perturbado encubierto?
Otra carcajada de parte de mi acompañante, y
esta carcajada provocó que una especie de calor se expandiera en mi interior.
No sé cómo fue que empezamos a conversar, y a
beber, beber y beber. Era como si fuéramos dos viejos amigos, que nunca
perdieron el contacto, hablando de cosas tan simples como mis hijos o su
trabajo. Pero nunca ahondamos en el pasado. Nunca. Simplemente hablábamos de
las cosas ahora, sin tomar en cuenta nuestras vidas amorosas.
-Disculpen, vamos a cerrar –nos
dijo el barman, a eso de las tres de
la mañana. No podía creer lo rápido que había pasado el rato.
-Ok, gracias por todo –murmuré, sacando un
billete de mi bolsillo, para pagar todos los tragos. No estaba ebrio, de verdad
que no, lo que me sorprendía… Aunque bueno, la verdad no habían sido tantos
tragos y, mayoritariamente, había ordenado sólo cerveza.
En fin, con Jesus nos paramos y salimos del
local.
-Esto fue divertido –comentó él.
Yo no dije nada. Acababa de recordar mi
discusión con Addie.
-¡¿Cómo que no
sabes el porqué me amas?!
-¿Qué quieres que
te diga, Addie? ¡No lo sé, simplemente no lo sé!
-¿Y por qué te
casaste conmigo entonces? ¡¿Fue acaso porque no aguantabas estar solo?!
-¿Qué? ¡No! ¡Me
casé contigo porque te amaba, más que a nada!
-¿“Amaba”? ¿Acaso
ya no me amas?
No podía creer lo dolida que sonaba Addie…
Tenía sentido… ¿Cómo no atiné a decirle que sí, que sí la amaba? ¿Cómo no se me
ocurrió mentirle descaradamente, asegurarle que todo estaba bien? En lugar de
eso, lo único que se me ocurrió, fue decir la verdad.
-Quizás no. Pero
no sé el porqué. No has hecho nada malo, y, obviamente, yo no he hecho nada
para intentar cambiar lo que siento por ti, pero cambió.
Estúpido, estúpido, estúpido…
-Billie, ¿estás bien?
Recién ahí recordé que Jesus seguía a mi
lado. Tardé su poco en enfocar mi mirada y en darme cuenta que me miraba
preocupado.
-Sí… -Alzó una ceja.- Tuve una pelea con
Addie… Mi esposa.
Torció una mueca.
-Sí sé quién es –murmuró-. ¿Qué pasó?
Suspiré.
-Una estupidez, bastante larga la verdad…
-Fuera de la casa.
-¿Qué?
-Fuera de la casa,
Billie Joe… No estoy bromeando, no te quiero ver.
-Pero… ¿Qué
quieres que haga?
-¡Nada!
¡Simplemente no quiero que estés en “el lugar en el que no quieres estar”! ¡Sal
de aquí y sé feliz de una vez, si eso es todo lo que te importa!
-¡Addie! ¡Me estás
malinterpretando!
-¿Ah, sí?
Ahí tomó el
cuaderno, y lo hojeó.
-“Estaba dispuesto
a dejar todo, con tal de dejar de sentirme tan miserable como me sentía… Y,
tristemente, Addie era parte de ese todo.” ¿Por qué mierda iba a interpretarlo
como que te hacía infeliz?
-Addie… Eighty…
-¿Y qué es esto de
que te encontraste con Sarah? ¿Te metiste con ella?
-¿Qué? ¡No! Ahí
mismo dice que no.
-Aquí sólo dice
que no la besaste, y dice que te arrepientes de ello.
-Me arrepentía de
ello…
-¿O sea que ya no?
-Bueno, sí.
-¡¿QUÉ?!
-¡Billie!
Volví a la realidad.
-Perdón.
-Sigues igual que siempre, qué quieres que te
diga. ¿Vas a contarme qué te pasó? –No dije nada.- No me interesa lo largo que
es, sé que quieres hablar al respecto.
-No quiero hacerlo.
Revoleó los ojos.
-Lo mejor que puedes hacer, es hablar al
respecto… De verdad.
Negué.
-No quiero quedarme todo el día hablando en
medio de la calle…
-Entonces vamos a mi casa.
Suspiré.
-Ok. Guíame en tu auto, yo te sigo.
-De hecho, ando sin auto…
Sonreí, levemente.
-Conduce tú entonces, y yo hablo.
Y le conté todo, absolutamente todo… Y con
todo, me refiero a todo lo que pasó desde que Jesus dejó Rodeo, todo lo que
pasé para olvidar a Sarah, todo pensamiento relevante que tuve al respecto…
Para cuando terminé, nos encontrábamos sentados en la mesa de la cocina de su
departamento, tomando un café bien fuerte cada uno.
-¿Así que no sabes si la amas o no? –Asentí.-
¿Y no puedes volver a la casa hasta que lo resuelvas? –Volví a asentir.- Ay,
Billie, no puedo creer que sigas en esto.
Lo miré, sin entender.
-¿Qué siga en qué?
Suspiró.
-Aún sigas considerando a Sarah como el amor
de tu vida. Está bien, es así, pero no deberías darlo por sentado. Deberías…
-Debería intentar amar a alguien más, ¡lo sé!
¡Y eso es lo que hago con Addie! ¡Sigo intentándolo, pero, aparentemente, no es
lo mismo! ¡Y sí lo es! ¡Addie es perfecta!
-¿De verdad?
-¡Sí!
-¿Y por qué no estás seguro de que la amas?
-¡Porque, por algún motivo, hay algo en mí
que piensa que no es tan perfecta como Sarah! ¡Ni siquiera se te acerca a ti!
Tardé un poco en asimilar lo que había dicho,
y, al conseguirlo, me sonrosé. Acababa de decir que prefería a Jesus que a mi
esposa. Bien, Armstrong, eres un genio.
-¿O sea que prefieres a tu “experimento” que
a tu esposa? –preguntó, en un repentino susurro. Creo que era algún mecanismo
para tranquilizarme o algo, pero no me importó.
-Tú no fuiste mi experimento. Te amé, mucho,
y de verdad. Quién sabe qué hubiera pasado si no hubiéramos terminado.
Él torció una mueca.
-Recuerda que terminamos porque besaste a
Sarah. Eso iba a pasar, tarde o temprano –murmuró-. Menos mal pasó temprano,
para que ninguno de los dos sufriera tanto.
Lo miré, fijamente.
-¿Ah, no? ¿Y por qué no me hablas de tu vida amorosa? ¿Por qué estás solo
aquí? ¡¿Por qué te sentías tan depresivo hoy que acabaste sólo en un bar?!
¡¿Por qué mierda tampoco puedes decirme qué me pasa?!
-¡Puedo decirte, pero no me estás escuchando!
¡Aún amas a Sarah!
-¡No la amo!
-¡¡Admítelo!!
-¡No!
-¡¡¡Admítelo de una vez!!!
Fue ahí que me di cuenta que, al gritar,
habíamos avanzado el uno hacia el otro. Y con la ira acumulada en mi interior,
me tiré sobre él y, sin pensar, simplemente queriendo desahogarme, lo besé, de
un modo más intenso del que me había acostumbrado en el último par de años. Él
no tardó nada en devolverme el beso, como yo no tardé nada en sacarle la
camisa, al mismo tiempo que me llevaba a su pieza.
En retrospectiva, creo que fui un poquito más
bruto de la cuenta. Jesus no hizo ningún comentario, pero, para fines
prácticos, lo que hice fue lanzarlo a la cama, del mismo modo que empujas a
alguien cuando estás enojado. Pero, como ya dije, Jesus no hizo ningún
comentario, y, de hecho, al sacarme la camisa, fue casi tan bruto como yo… Al
igual que cuando me sacó el pantalón. Fue así que terminé sobre él, sólo en
boxers, mientras que él ya estaba completamente desnudo.
Estás casado
Y, por una vez, no me digné a responderle a
la molesta vocecita que tenía por conciencia, si no que me saqué los bóxers y
continué en lo mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario