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1999 -
Así que ahora te dio con que no amas a Addie…
No es que me haya
dado que no amo a Addie, simplemente no sé qué es lo que siento por ella. De
que la quiero, la quiero, y más de lo que suelo querer a la gente… Pero no sé
si ese querer es amor o no.
Lo sabías el año antepasado… Lo sabías cuando
le pediste matrimonio… ¿Por qué repentinamente dejaste de saberlo?
No sé. Algo
cambió. Pero nada ha cambiado. Hay gente que dice que el “calor” de las
relaciones se acaban después de un tiempo, a lo mejor esto es algo parecido.
Ese es el “calor”, no el “amor”… Y ninguna
relación funciona sin amor.
Lo sé. Créeme que
lo sé.
¿Y entonces? ¿Por qué no eres capaz de entrar
a la cocina, abrazarla, y decirle que la amas?
Que sepa todo eso
no quiere decir que…
¿No quiere decir qué?
Que sepa todo eso
no quiere decir que la ame.
Entonces… ¿Realmente no la amas?
No lo sé. Y
tampoco sé el porqué de pronto mis sentimientos cambiaron. Ni siquiera se han
desplazado a alguien más… Simplemente ya no son iguales. Y no sé por qué… Y no
sé qué siento tampoco… Y…
Resumidamente: Estás cagado.
Sí.
Bueno, pensemos… ¿Por qué amabas a Sarah?
Por todo lo que
hacía o no hacía. Simplemente por cómo era ella.
¿Y a Addie?
Eso es fácil, es
porque…
Y fue ahí que me di cuenta que no sabía esa respuesta.
Capítulo 41: ¿Cumpleaños feliz?
-Cumpleaños feliz, te deseamos a ti…. Feliz
cumpleaños, Billie, cumpleaños feliz –cantaban mis amigos, mi hijo mayor y
Addie.
Era la tarde del diecisiete de febrero, y nos
encontrábamos todos en el comedor de mi casa, celebrando mi cumpleaños ahí por
última vez; con Addie habíamos decidido mudarnos a otro suburbio, más seguro, y
con una casa más grande para los cuatro. De hecho, ese era nuestro último
miércoles ahí; nos mudábamos el viernes. En fin, apenas terminaron de cantar,
soplé las velitas.
-¡Pero no pediste tus tres deseos! –se quejó
Addie, riendo.
Me sonreí.
-¿Qué podría desear? Tengo todo para ser
feliz –me excusé. Aunque claro, ella no sabía que me arrepentía de no haber
deseado comprender qué mierda pasaba por mi cabeza.
-Awww –dijo Tré, en cuanto me acerqué a mi
esposa a darle un corto beso-, consíganse una pieza.
Adrienne se sonrosó y yo reí, mientras que
Joey nos miraba confundido.
-Ellos ya tienen una pieza –dijo, causando
que me sonriera por lo inocente que era. De reojo, vi cómo Mike también se
sonreía.
-Sí, pero… Aún no elijen la pieza nueva en su
nueva casa, es una forma de decir –se excusó Tré, rápidamente.
-Eso mismo –añadí yo, aún sonriente.
En ese momento, escuchamos un llanto desde el
intercomunicador, indicándonos que Jake estaba despierto. Addie suspiró.
-Voy a verlo, pero sólo porque es tu
cumpleaños –murmuró.
-Gracias.
Addie salió en dirección a la pieza de Jake,
seguida muy de cerca por Joey, quien, al parecer, se sentía avergonzado por su
pregunta (creo que sí notó cómo sonreíamos con Mike), y no quería seguir en la
habitación.
-¿Quieren hacer algo en la noche? –les
pregunté a mis amigos, apenas quedamos solos.
Tré asintió, pero Mike torció una mueca.
-No puedo. Tengo una cita hoy.
Sonreí para mis adentros. A mi amigo le
estaba costando bastante recuperarse del fin de su matrimonio (¿No les dije?
Acabaron por divorciarse ahora, decidiendo que era mejor hacerlo mientras
Estelle era pequeña y no los recordara juntos), y el haber encontrado a alguien
con quien salir era una buena señal.
-¿Sí? ¿Con quién?
Se encogió de hombros.
-Una chica.
Puse los ojos en blanco.
-Siendo que el gay aquí soy yo, eso me lo
suponía. Me refiero… ¿La conozco?
Mike hizo un movimiento bien raro con su
cabeza y hombros, y, justo antes de que contestara, su celular (sí, ahora tenía
celular… de hecho, yo igual tenía uno, pero como con suerte sabía contestarlo,
no lo usaba mucho) sonó. Con la excusa de que debía contestar, se alejó de
nosotros.
-Si te sirve de consuelo, a mí tampoco me
quiso decir –comentó Tré, molesto-. ¡Quería salir hoy! De hecho, el plan
original era secuestrarte, pero luego Mike me contó de su cita y…
-Calma… Podemos salir mañana, ¿no?
Mi amigo abrió los ojos, desmesuradamente,
como si aquella fuera la idea más brillante desde la invención de la
electricidad. Así que nos pusimos de acuerdo los dos, y luego le informamos
todo a Mike. Un rato después, Addie volvió al comedor y sirvió la torta para
todos, y, tras conversar un poco, mis dos amigos se fueron.
-¿Quieres dormir? –le preguntó Addie a Joey,
quien bostezaba en la mesa, ante la cual nos habíamos quedado.
-Sí –respondió él.
-Ok, vamos…
Mi hijo se paró y se dirigió a su pieza.
Addie tomó los platos desocupados (es decir, todos) para llevarlos a la cocina
antes de acostar a Joey, mas, antes de irse, se me acercó y me susurró al oído:
-Espérame en la pieza.
Y, sonriente, le obedecí.
-Tenemos que terminar de empacar todo
–comentaba Adrienne, apoyada en mi pecho, un buen rato después.
-Mañana puedo hasta las siete, después saldré
con los chicos –murmuré yo, en un tono somnoliento de voz; bastaba con que
cerrara los ojos para quedarme dormido, lo sabía.
-Bueno, no nos falta tanto, yo puedo terminar
–musitó ella.
Por su tono de voz, supe que ella estaba en
un estado similar.
-Buenas noches, Eighty –susurré, cerrando los
ojos.
-Te amo –susurró ella.
Por suerte ya estaba casi completamente
dormido, por lo que no me vi en la obligación de decírselo de vuelta.
Al día siguiente, despertamos temprano por
los llantos de Jakob. Esta vez, yo fui a atenderlo, y, tras calmarlo, fui a la
cocina a hacer el desayuno para Addie y yo. Con la excusa de que le tocaría
cuidar a Jake toda la noche (porque yo probablemente no llegaría en condiciones
para hacerlo), Addie decidió quedarse un ratito más en la cama, causando que yo
fuera el primero en levantarse. Así que eso hice, y, apenas terminé, me fui a
guardar los instrumentos que me faltaban. No eran muchos, por lo que continué
con las cosas del living, lugar en el que se me unió Addie.
-¿Te parece si pedimos algo a domicilio para
el almuerzo? –preguntó ella, a eso de la una y media, cuando volvió de
amamantar a Jake.
-Me parece.
Así que encargué pizza, algo que nos gustaba
a todos. Nos tomamos un descanso hasta que llegó, y, apenas lo hizo, entre los
tres (Addie, Joey y yo) la devoramos… Para luego continuar ordenando la cocina.
-¿A qué hora tenías que juntarte con los
chicos? –preguntó ella, cuando terminamos la cocina; habíamos dejado lo que
usaríamos al día siguiente a mano.
-A las siete en el centro… -Vi la hora.-
Mejor me ducho y me voy ahora… ¿O falta mucho?
Negó.
-Sólo falta el estudio, creo que puedo
terminarlo sola. ¡Anda a arreglarte!
Y eso hice. Me duché, cambié de ropa a algo
limpio, y me dirigí en el auto al bar en que habíamos quedado de juntarnos los
tres. Mike y Tré ya estaban allá, en una mesa para tres personas.
-¡El cumpleañero! –gritó Tré, al verme
entrar.
-Hola, chicos…
Los saludé y me senté en el único asiento
disponible, al tiempo que Tré llamaba a un camarero, que no tardó en traernos nuestra
orden (cerveza para empezar).
-¿Y cómo estuvo tu cita ayer? –le pregunté a
Mike.
Él se sonrió.
-Bastante bien.
Lo miré, atentamente.
-Tuviste sexo –afirmé.
Él no respondió de inmediato.
-Quizás sí, quizás no –fue todo lo que dijo.
Sonreí.
-¿Y no me dirás quién es?
-Nop.
-Bueno… Un brindis por Mike y su novia
misteriosa.
Los tres chocamos los vasos y, sin más,
comenzamos a beber.
Esa noche conversamos bastante, y fumamos
bastante, y, en general, lo pasamos bien. Lo único que me disgustó, fue la
extraña sensación de que alguien me observaba, pero estaba seguro que era mi
imaginación. Y no quedé tan ebrio, por lo que no tuve ningún problema
volviéndome a mi casa solo, no tan tarde, porque no quería preocupar a Addie.
Así fue que llegué a casa, donde la única luz
prendida era la del estudio que Addie debía seguir ordenando. Luego me di
cuenta que me equivocaba, y que la luz de la cocina también estaba encendida.
Me dirigí hacia allá, donde encontré a Addie sentada ante la pequeña mesa de
ahí, bebiendo de un tazón.
-¿Café? –le pregunté, a modo de saludo,
sobresaltándola; estaba de espaldas a la puerta.
-Té –me corrigió. La abracé por la espalda, y
le di un beso en la mejilla-. Tenemos que hablar.
La miré, extrañado.
-¿Sobre qué?
No me miró a mí, si no que miró a algo que
estaba más allá sobre la mesa… Y aunque ustedes no lo crean, queridos lectores,
ese algo era mi preciado cuaderno, abierto en mi último balance anual.
No hace falta que describa la discusión.
Ahora no. No me sentía capaz de revivirlo aún. Lo que tienen que saber es que,
una hora después, tras gritos y demás, me encontraba de vuelta en el bar,
aunque ahora estaba totalmente solo.
-¿Por qué la cara larga? –me preguntó alguien
a mi derecha.
Tuve ganas de gritarle a él también, así que
me volteé para hacerlo… Pero la sorpresa que sentí fue superior a mi enojo.
-¿Jesus?
Qué cumpleaños más raro.
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