Remontémonos al 2014.
Era un soleado día de abril. La primavera estaba en pleno apogeo, lo cual se notaba en las flores recién florecidas y en los insectos que revoloteaban en el aire. El sol calentaba lo suficiente, como para que no hiciera frío, pero no demasiado, como para que hiciera calor. Aquel día, tan perfecto y sin nubes en el cielo, era el día de la boda entre Joseph Armstrong y Jennifer Kiffmeyer, de diecinueve y veintiún años, respectivamente.
Jenny se encontraba sola en el pequeño salón destinado a la preparación de la novia. Ya había acabado de ponerse el vestido y retocarse tanto el peinado como el maquillaje. Todo lo que le faltaba era esperar a que una de sus damas de honor llegara y le avisara cuánto faltaba para el momento en el que ella y Joey dieran el “sí”.
En ese preciso instante en que se abrochaba una pulsera de plata en su muñeca izquierda, tocaron la puerta, apresuradamente… Tal como Joey tocaba.
-Joey, ya te dije que no puedes verme antes de la boda –canturreó la pelirroja, mientras revisaba que el vestido tapase su ligeramente abultado estómago-. Si quieres ver si el bebé está bien, tendrás que esperar...
-¿Qué bebé? –preguntó una voz masculina desde el otro lado, abriendo la puerta. Jenny maldijo en su mente al ver a Billie Joe- ¿Cuándo iban a decírnoslo?
Jennifer suspiró.
-Hemos intentado hacerlo, pero siempre pasa algo. Como la semana pasada, que Joey no pudo ir a almorzar con ustedes. La idea era decirle que iban a ser abuelos entre los dos.
Billie cerró la puerta tras de sí y se acercó a Jenny.
-¿Cuántos meses? –preguntó.
-Vamos por el tercero a finales de mayo –musitó la mujer, un tanto avergonzada-. Por favor, no le digas a Addie. Dirá que pervierto a su hijo y lo forcé a mentir.
Billie rió levemente.
-No hará eso. –A continuación, comenzó a mirarla atentamente, con una pequeña sonrisa.- Te ves hermosa.
-Gracias –dijo ella, levemente sonrojada.
Jenny se sentó en el sofá que había y su amigo la imitó.
-No sabía que eras supersticiosa –murmuró él, por decir algo, recordando la reacción de la joven cuando él tocó la puerta.
Ella sonrió levemente.
-Joey no me ha visto, tengo algo nuevo, algo viejo y algo prestado, aunque aún me falta algo azul –dijo, rápidamente.
-¿Y qué es lo nuevo, lo viejo y lo prestado? –preguntó Billie Joe, interesado.
-Lo nuevo es el vestido, lo viejo es la pulsera y lo prestado es éste par de aretes que me prestó Adrienne –respondió, aún sonriente.
Billie igual sonrió y metió su mano en el bolsillo del pantalón, de donde sacó una pequeña caja.
-Te tengo algo azul –susurró, abriendo la cajita.
En ella, había un lindo collar, con una pequeña joya azul. Jenny lo miró, sorprendida.
-No debiste...
-Sí, sí debí. Ya, deja ponértelo.
Con mucho cuidado, tomó el collar y se lo puso a Jenny. Luego, se puso de pié y le tendió una mano a la joven, para ayudarla a pararse. Sonriendo, Jenny la tomó y se incorporó igualmente.
-Algo me dice que no viniste hasta acá sólo por eso –musitó ella, con una sonrisa un tanto más amarga.
Billie suspiró.
-¿Recuerdas cuando...? –ella asintió, sabiendo de qué hablaba- Bueno, ¿tú, todavía...?
-No –lo interrumpió Jenny-. No, ya no.
Él sonrió y le acarició la mejilla levemente, con cierto alivio.
-Sé en lo que piensas –musitó él-. Sé que piensas “oh, está recordando a Jennifer Lovett e imagina que está en su boda con ella”. Te equivocas. Simplemente pienso que mi mejor amiga, aquella que siempre estuvo ahí y vivió en mi hogar por seis años, va a casarse con mi hijo.
Jenny sonrió y lo abrazó.
-Jenny, ¿estás lista? –preguntó Carol, desde el otro lado de la puerta.
-Sólo faltas tú y Billie –añadió Ally.
La novia y Billie se separaron y salieron del salón.
-Estamos listos –dijo ella.
Los cuatro salieron de la estancia y se dirigieron al lugar donde la coordinadora de la boda (quien resultó ser Val) les decía sus lugares.
-Ok... Ally y Jake van primero –dijo Val-. Luego siguen Carl y Carol. Los padrinos –señaló a los varones- van allá, a la izquierda, mientras que las damas de honor –señaló a Carol y a Ally- a la derecha. Luego empezará otra música y ahí entras tú –señaló a Jenny- con Billie.
Los mencionados asintieron. Val sonrió y se dirigió hacia el lugar en que una joven controlaba la música. Le dio unas instrucciones y se retiró a su lugar, junto a los demás invitados.
La música de las damas de honor y los padrinos comenzó. Tomados del brazo, caminaron a través del corredor que se formaba entre ambas columnas de asientos. Apenas se acomodaron en el altar, la música cambió.
-¿Me permite? –inquirió Billie, ofreciendo su brazo.
Jenny sonrió y le tomó el brazo.
-Genial, todos me miran raro –comentó Billie, mientras avanzaban por el ya nombrado corredor.
-Lo siento, pero eras tú o mi padre y, realmente, prefería que fueras tú –musitó Jenny.
Él sonrió.
-No te preocupes.
Llegaron al altar y Billie se puso al lado de los padrinos, mientras que Jenny se ubicaba frente a Joey. El juez sonrió.
-Estamos hoy aquí reunidos para presenciar la unión entre Joseph Marciano Armstrong y Jennifer Claire Kiffmeyer, en sagrado matrimonio. –Miró a Jenny.- Repite después de mí: Yo, Jennifer...
-Yo, Jennifer...
-... tomo a Joseph...
“Tomo a Billie” pensó un lado de su mente, aquel lado que pensaba como Jennifer Lovett.
-... tomo a Joseph...
-... en salud y enfermedad, hasta que la muerte los separe.
-... en salud y enfermedad, hasta que la muerte nos separe.
Jenny le puso el anillo a Joey, con una sonrisa. A continuación, Joey recitó los “votos” y le colocó el anillo.
-Puede besar a la novia...
Y, aunque Jenny no pudiera saberlo, Billie la miraba fijamente, pensando en lo que se supone que no pensaba; Que aquella podría ser su boda con la vieja Jenny.
-No le rompas el corazón –susurró para sí.
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