Tweet
-¿Me
cuentas ahora? –inquiría el niño, impacientemente.
-Creí
que querías aprender guitarra –masculló Billie, molesto de que su hijo no
pasara por alto su “trato”.
-Sí,
pero quiero saber qué dijo mi profesora primero –se explicó el menor, sin
ceder.
Billie
suspiró.
Se
encontraban en el mini estudio del departamento y, pese a haber hecho hasta lo
imposible para mantener a Joey alejado del tema, su hijo no parecía ser capaz
de dejarlo pasar.
-Tu
profesora me dijo… -comenzó, sin saber muy bien cómo continuar. Realmente no
tenía idea cómo abordarlo. Suspiró, pensativo, tras lo que soltó:- Tu profesora
me dijo que podrías ser superdotado.
El
silencio que se formó a continuación era tan tenso que casi lograba opacar la mirada de aturdimiento con la que Joey lo
miraba. Era una mirada que demostraba tanto la sorpresa como el temor que
sentía el niño ante la noticia.
-Yo…
-murmuró Joey, sin saber qué decir.
-¿Por
qué no me dijiste nada? –preguntó Billie, al darse cuenta de que su hijo no
sería capaz de hablar.
El
niño rió, irónicamente.
-No
creí que fuera importante –murmuró, honestamente. Al ver la cara de su padre,
agregó:- Es difícil. ¿Sabes lo raro que es entender lo que no deberías entender?
-Me
imagino que es como no entender lo que sí debes –murmuró él.
-Supongo…
Y tú nunca terminaste el colegio, así que sería raro… Y todo lo que pasaba en
la casa… -Negó.- Prefería que no supieran que entendía todo lo que pasaba.
Billie
negó.
-Hubiese
preferido que me hubieras dicho que entendías, ¿sabes? –musitó.
-Lo
sé. Pero no creo que yo lo hubiera preferido –susurró el niño.
-Y
aún así… Tú sabes que el colegio no lo terminé por flojo, no por tonto. No digo
que sea brillante –aclaró-, pero no tengo ningún problema con que seas
inteligente, al contrario.
Joey
sonrió, levemente.
-Lo
sé –repitió-. Pero sigue siendo raro.
Billie
se acercó más a su primogénito.
-Quiero
que entiendas que, no importa lo que sea, estaré ahí para ti, pero para eso
necesito que confíes en mí. ¿Crees que puedas hacerlo? –murmuró. Joseph
asintió- Perfecto. Ahora, te enseñaré a tocar guitarra y, si quieres,
fingiremos que nada de esto pasó, ¿ok?
Joey
asintió, quedamente.
Estuvieron
una buena parte de la tarde tocando juntos. Joey progresaba bastante rápido, lo
que lograba mantenerlo distraído de sus preocupaciones, mientras que Billie
debía concentrarse al máximo para no distraerse en otros pensamientos,
relacionados a las múltiples sensaciones que sentía de vez en cuando,
sensaciones que no le correspondían. Se sonreía a sí mismo al notar que la
adolescente se controlaba lo más posible, mas, aún así, permitiéndose sentir, lo que lo tranquilizaba. No
quería privar a Amelia de los sentimientos propios de la adolescencia, tales
como los de la amistad y el primer amor…
Fue
ahí que se dio cuenta de un detalle que había querido ignorar: ¿Qué haría si la
chica se enamoraba de alguien más? ¿De alguien más adecuado para ella?
¿Y
qué haría si eso ya había pasado? ¿Qué haría si el motivo de la alegría de la
adolescente ese día era por alguna noticia de algún novio que había dejado en
Chile? No habían hablado nada de su vida amorosa…
-Papá,
¿qué hora es? –inquirió su hijo, despabilándolo.
-Eh…
-Billie sacó su celular y revisó la hora.- Las nueve. ¿Por qué?
-Porque
tienes cara de querer dormir y para mí es muy temprano –se explicó-. ¿Estás
bien?
Billie
asintió, extrañado. No se había dado cuenta del sueño que tenía, sueño que le
atribuyó a la chica.
-Será
mejor que me acueste, Amy tiene sueño.
Sin
más, se paró, se dirigió al cuarto de baño, hizo sus necesidades, fue a su
habitación y se despojó de sus ropas, quedando únicamente en bóxers. Un
escalofrío recorrió su espalda al instante, por lo que se puso una polera.
Extrañado por el sueño que le había dado repentinamente, se metió a la cama y
se durmió, prácticamente, al instante.
-Quiero
besarte –susurraba él, acariciándole la mejilla a la adolescente, suavemente,
ante lo que ella se acercó a él, apoyando su rostro en el hueco que quedaba en
su cuello-. De verdad.
-Y
yo a ti –susurró ella, sin sacar su rostro de ahí-. Pero no debe pasar.
Sintió
cómo las manos del hombre se ponían en sus brazos y la alejaban levemente de
él, quedando frente a frente. Al instante, ambos sintieron cómo sus corazones
se aceleraban.
Sin
poder controlarse más, ella acortó la distancia y lo besó. Y, al igual que la
vez anterior, la vibración no hizo acto de presencia. No obstante, el sueño no
acabó apenas se besaron, sino que terminó justo después de que el beso
concluyera, justo cuando se miraban fijamente a los ojos, causando que, al
abrir los ojos, Billie aún viera los castaños ojos de Amy en su retina.
Tardó
varios minutos en percatarse de que estaba despierto.
-Mierda
–susurraba Joey en su cuarto, justo cuando él pasaba por fuera de él. Extrañado,
Billie entró a la pieza de su hijo, para encontrar con que estaba de espaldas a
la abierta puerta, intentando tocar algo en una guitarra negra desconectada.
Billie sonrió.
-Esa
guitarra tiene las cuerdas muy duras para ti, ¿sabes? –comentó el mayor, revelando
su presencia, sobresaltando a su hijo.
-¿Qué
haces despierto y levantado tan
temprano? –inquirió Joey, por decir algo, intentando disimular lo mucho que se
había asustado por la repentina aparición de su padre.
-No
sé, desperté a las siete, me levanté y aquí estoy –se explicó él, aún extrañado
por la hora en la que había despertado, además de la sensación de no haber
dormido nada-. Te traeré otra guitarra…
-No,
no importa, veré televisión –musitó el niño.
Billie
planeaba ver televisión con su hijo, mas, apenas tomó la decisión en su cabeza,
escuchó el sonido del timbre. Extrañado, fue a ver.
-Hola.
Se
sorprendió al encontrarse con que, quien estaba al otro lado de la puerta, era
Amelia, quien lucía un tanto avergonzada por estar ahí tan temprano.
-Hola
–dijo él, sin atinar a decir nada más.
Se
vio tentado a acercarse y saludarla de un beso en los labios, mas logró
contenerse a tiempo y terminó saludándola de un inocente beso en la mejilla,
tras el cual la hizo pasar al departamento.
-Perdón
por venir tan temprano, pero… -comenzó ella.
-No
te preocupes –la cortó él, tras lo que añadió, preocupado:- ¿Pasó algo?
-Sí
y no –contestó ella. Billie la miró, extrañado-. No pasó nada malo, pero… Me
voy a Washington por una semana… Al mediodía.
Los
verdes ojos del guitarrista se abrieron desmesuradamente, demostrando su
asombro. Fue ahí que se dio cuenta que no se sentía capaz de estar alejado
tantos kilómetros de ella por tanto tiempo.
Silencio.
-Te
extrañaré –admitió él, en un susurro.
-Yo
a ti –susurró ella, sintiendo su pulso repentinamente acelerado.
Otro
silencio.
-¿Desayunaste?
–preguntó él, para decir algo. Sabía que, si no hablaban, era capaz de acortar
de una vez por toda la distancia entre ellos. Ella negó- Excelente, te quedas
entonces a hacerlo.
-Si
insistes –musitó, con una pequeña sonrisa-. Pero me dejas ayudarte.
Él
revoleó los ojos.
-Ok,
pero tienes que dejar de hacerte de rogar, ¿sabes? –masculló, con una molestia
fingida.
Sin
más, se dirigieron a la cocina del departamento, donde ella comenzó a poner la
mesa y él a hacer unos huevos y a tostar el pan.
-Hay
algo que no te he preguntado –soltó él, repentinamente, recordando sus
cavilaciones de la tarde anterior.
-¿Qué
cosa? –inquirió ella, extrañada por la súbita seriedad de su amigo.
Él
suspiró, pensando bien las palabras para hacer su pregunta:
-¿Tienes
o has tenido novios alguna vez?
Un
evidente sonrojo cubrió el rostro de la joven, haciendo que Billie sintiera un
fuerte retorcijón en el estómago, el cual disimuló lo más posible enfocando
todos sus pensamientos en revolver los huevos.
-Dos
novios –contestó ella, aún un tanto sonrosada.
¿Por qué te da
tanta vergüenza? ¡Si él hasta estuvo casado! se reprendió a sí misma
mentalmente.
Eso mismo te iba a
decir
pensó él, con una pícara sonrisa, intentando controlar sus celos. ¿Fueron relaciones serias?
Ella
cabeceó levemente, pensativa.
-El
primero podría decirse que sí –musitó-. Era mi mejor amigo antes y… Bueno, nos
declaramos, fue nuestro primer beso y estuvimos juntos como por… ¿Dos meses?
–Ella negó, con una pequeña sonrisa en su rostro, como recordando.- Terminamos
por redundancia, y porque estábamos demasiado acostumbrados a ser amigos.
Billie
asintió.
-¿Cómo
se llama?
-Alejandro…
Por cierto, vendrá de visita en febrero. -El guitarrista sintió una fuerte
punzada de celos, que disimuló.- ¿Puede saber de tu existencia, que eres mi
amigo y que estamos “conectados”?
-Sí
–masculló él, intentando controlar sus emociones.
No demuestres lo
celoso que estás
se regañó mentalmente.
Silencio.
-¿Y
tu segundo novio? –inquirió él, intentando despejar su mente.
Ella
hizo una mueca.
-Eso
no terminó bien –musitó.
El
guitarrista iba a hacer más preguntas, cuando Jake entró a la cocina,
arrastrando los pies.
-¿Por
qué están todos despiertos? –preguntó, bostezando, tras lo que reparó en
Amelia- ¿Quién es?
Billie
se agachó y lo tomó en brazos, para que su rostro quedara a una altura cercana
al de la adolescente.
-Ella
es Amelia, dile Amy –presentó-. Es una amiga –añadió, al ver la cara de
desconfianza que ponía su hijo menor- y pasó por aquí para despedirse, porque
tiene que viajar por unos días.
-Hola,
Jake –saludó ella, con una sonrisa.
-Hola
–respondió él, tras lo que bostezó-. ¿Están haciendo el desayuno?
Fue
ahí que Billie recordó que no había sacado los huevos del fuego, por lo que
bajó a Jakob de inmediato y los revolvió, rápidamente, tras lo que apagó la
llama. Los dos menores se rieron.
-Igual
quedaron buenos –murmuró, un tanto molesto de ser tan distraído-. Ya, Jake,
anda a buscar a tu hermano para el desayuno.
El
niño asintió y se fue de vuelta a las habitaciones, en búsqueda de su hermano.
No
tardaron ni dos minutos en volver a la cocina, en cuya mesa redonda se sentaron
los cuatro. Sin embargo, la distancia que había entre el lado de los niños y el
de Billie y Amy era tal, que el guitarrista se veía demasiado tentado a tomarle
la mano a la chica o algo.
Pero
esta tentación desapareció apenas todos comenzaron a conversar entre todos,
animadamente, como una familia…
Fue
ahí que se dio cuenta de que lo que extrañaba no era una relación con alguien
más, sino el hecho de tener una familia… Y fue ahí que se dio cuenta que el
papel desempeñado por Adrienne podía ser, fácilmente, desempeñado por Amy,
quien conversaba con los chicos tranquilamente. Pero no. Estaba seguro que
nunca volvería a tener una familia completa o algo parecido. Después de todo,
su corazón le pertenecía a la pelinegra, y no podían estar juntos.
Wow, ¿qué acabo de
pensar?
se preguntó, al darse cuenta que había afirmado en su mente que su corazón ya
tenía propiedad.
Aturdido
por sus pensamientos (es decir, eran demasiado
para él), el guitarrista apartó su mirada de la mesa y la llevó a su mano
izquierda, en cuyo dedo anular aún se encontraba la alianza de matrimonio. Como
en trance, se sacó el anillo con la mano derecha y comenzó a observarlo, por
debajo de la mesa, siendo Amy la única que podía ver lo que hacía.
-Papá,
¿nos podemos parar? –preguntó Joey, sobresaltándolo.
-¿Eh?
–inquirió Billie, aturdido.
-Que
si nos podemos parar de la mesa con Jake; ya terminamos –se explicó su
primogénito.
-Ah,
sí, claro –musitó.
Sin
más, los niños se retiraron de la mesa, dejando a Billie y a Amy solos.
-¿Estás
bien? –le preguntó la adolescente, al ver cómo su amigo guardaba el anillo en
el bolsillo de su pantalón- Tienes los ojos llorosos…
-Estoy
bien –susurró él, alzando la vista para quedar mirándola fijamente-. Sólo… Sólo
que me di cuenta que no voy a volver a tener una familia completa.
Sin
contenerse, él acortó la distancia y apoyó su rostro en un hombro de la joven,
donde dejó que las lágrimas fluyeran libremente y en silencio. Sin saber muy
bien qué hacer, Amelia comenzó a acariciarle el cabello, suavemente.
-Sí
tendrás una familia –susurró-. Lo sé. Encontrarás a alguien.
Él
negó.
-Es
que resulta que no quiero buscar a nadie más –musitó él.
Estuvieron
en esa posición por un buen rato, ambos con un único pensamiento en mente: Qué
bien se sentía tener tan cerca al otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario