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-¿Por
qué tardaste tanto?
Acababa
de llegar a la casa y, obviamente, Adrienne estaba bastante molesta por su
demora, por lo que lo interrogaba de brazos cruzados en el vestíbulo.
-La
profesora de Joey quiere hablar con nosotros en la tarde –fue todo lo que dijo,
entrando, un tanto molesto; la verdad era que había pasado por fuera del
edificio de Amelia y se había quedado ahí más de la cuenta, pensativo,
esperando sentir algún indicio de la presencia de la joven. Obviamente, no
sintió nada, ya que no estaba ahí, por lo que se fue, en un estado mental peor
que cuando había llegado.
Adrienne lo miró confusa.
-¿Qué hizo Joey ahora? –inquirió.
Billie negó.
-Nada malo. La profesora sospecha que es
superdotado, nada fuera de lo usual –espetó, irónicamente, sin controlar el
volumen de su voz, al ver que su ex esposa quería más información, avanzando al
interior de la casa.
Adrienne lo sujetó del brazo, impidiendo su
avance.
-No tengo idea qué problemas tienes, pero
eso no te da permiso para decirme así las cosas –lo regañó-. Así que te vas a
calmar o te vas y llamamos al abogado otro día, porque no quiero lidiar contigo
así.
Billie se limitó a asentir, sin voltearse,
a la vez que Addie lo soltaba, lentamente.
-Lo siento –farfulló él, cruzado de brazos,
arrepentido de haber reaccionado mal, mas sin lograr que su molestia
desapareciera-. No estoy en mis días.
-Me
di cuenta… La última vez que andabas así de volátil era cuando estabas a punto
de entrar a un embarazo psicológico cuando esperaba Jakob –musitó, mirándolo
severamente, mas con preocupación-. ¿Problemas con tu noviecita?
Billie
apretó los puños.
-No
es mi novia –susurró.
-Ah,
así que ese es el problema –musitó ella.
Billie
sonrió, levemente.
-El
problema es que no ha vuelto –admitió, intentando mantenerse en tierra y no
concentrarse en la nada que podía llegar a sentir si usaba toda su
concentración-, y no sé cuándo lo hará.
Addie
sonrió, levemente, comprendiendo.
-Vamos
con el abogado y después me cuentas bien qué pasó con la profesora de Joey,
¿ok?
Sin
decir nada, él asintió, y se dirigieron al living, donde Denny los esperaba.
Aquel
día, el abogado se explayó detalladamente en la repartición de bienes. El
cerebro de Billie no tardó mucho en desconectarse y desviarse a temas más
triviales y fáciles de procesar.
¿Me duché hoy día? se preguntó,
repentinamente, para recordar que la idea original era dejar a los niños,
ducharse y luego irse a la casa de Addie. Ok,
no, me olvidé… de nuevo.
Fue
ahí que se percató que Adrienne lo miraba, como si le hubiera hablado hacía un
buen rato y esperara una respuesta. Tardó un poco en comprender que Danny ya se
había marchado y que, probablemente, ya se había despedido de él.
-Perdón,
no escuché, ¿qué dijiste? –le preguntó a Addie, un tanto avergonzado.
La
mujer revoleó los ojos.
-Que
si querías almorzar, porque ya son las dos, y después tenemos que ir al
colegio…. ¿En qué pensabas tan concentrado?
Él
se encogió de hombros.
-Olvidé
ducharme, eso es todo –respondió. Addie torció una mueca-. ¿Qué?
-Nada,
sólo que estás perdiendo la poca sanidad mental que te queda –musitó ella,
poniéndose de pie, en dirección a la cocina-. Vamos, hay pastas de sobra, Brad
llamó recién que no viene a almorzar.
-¿Recién?
-Sí,
después que el abogado se fue y te despediste. Francamente, Billie, cada vez
estás más distraído –farfulló la mujer.
Sin
hacer ningún comentario al respecto, Billie la siguió a la cocina, donde ambos
se sirvieron y almorzaron, conversando cualquier tema ligero que se le
ocurriera a Adrienne para distraerlo.
-Vuelvo
enseguida –dijo ella, repentinamente, casi al final del almuerzo.
-¿Náuseas?
–preguntó él, notando el tono verdoso de su piel.
Ella
sólo asintió, corriendo en dirección al baño, dejándolo solo. Sin embargo, no
alcanzó a sumirse en ningún estado de “meditación”, ya que un repentino ardor
comenzó en su brazo derecho, más específicamente en el tatuaje que decía
“Adrienne”. Extrañado, e ignorando el dolor lo más posible, se lo miró: Estaba
ardiendo al rojo vivo. No pasó ni medio minuto y la última “e” ya no estaba,
dejando ese pedazo de la piel de Billie como nueva.
-Qué
mierda –susurró, tocándose con la mano izquierda. Se sorprendió más al notar
que ese pedazo de piel estaba a la misma temperatura que el resto de su brazo.
Si no fuera por el hecho de que la “e” no volvía, el mismo Billie habría dudado
de lo que acababa de acontecer.
-Maldito
segundo mes, espero que de aquí al próximo mejore –comentaba Adrienne,
volviendo a la cocina, para encontrar a Billie observándose el brazo
atentamente-. ¿Y a ti qué te pasó ahora?
Él
negó, no muy seguro de cómo abordar el tema, si es que llegaba a abordarlo.
-Me
preguntaba si me dejaba los tatuajes o no –respondió al fin-. ¿Qué opinas?
Ella
sonrió, encogiéndose de hombros.
-Yo
me dejaré los míos, porque fuiste una parte importante de mi vida –contestó-.
Me da igual si te los dejas o no, es tu elección, no te sientas obligado a
nada.
Él
asintió.
-Gracias,
supongo –murmuró, arreglándose la camisa para que le cubriera el brazo
completamente-. Bueno, ¿vamos?
-Billie,
les quedan como tres cuartos de hora de clases.
Él
se encogió de hombros.
-Tengo
que llenar el tanque del auto, ¿sabes?
Addie
suspiró.
-Ok,
vamos. Pero si vomito tu BMW, no es mi culpa.
Billie
rió y se dirigió a la salida, aún preocupado por lo del tatuaje.
Mientras,
en el colegio, Joey se debatía seriamente entre escapar de la biblioteca o
golpear a un sujeto mayor que él: Una chica de unos catorce años había
reconocido el parecido entre él y su padre, y había comenzado a gritar qué tan
fanática era, y cuánto amaba al guitarrista. En la misma mesa, había un sujeto
que lucía un poco menor, pero más aterrorizante, el cual había comenzado a
despotricar al grupo. Al final se decidió por simplemente sonreír,
irónicamente, y devolverse a la mesa de la biblioteca en la que se encontraba
su curso, haciendo encuestas.
-¿Algún
problema con los mayores, Joseph? –le preguntó la profesora, preocupada.
-No,
nada. ¿En serio no podemos inventar los resultados?
La
mujer lo analizó con la mirada. Joey se sintió, momentáneamente, vulnerable.
-No,
lo siento. Ya hiciste bastante, dile a tus compañeros de grupo que lo hagan.
Eso
era lo que quería oír. Asintiendo, se volvió a donde Mark y Samanta, sus dos
mejores amigos, lo esperaban, junto a Charlie, otro amigo, quien no sabía nada
de su padre, al contrario de los otros dos.
-Y
les toca –fue lo único que dijo, pasándole el cuaderno con las preguntas a
Mark, un niño de su edad, bajito y con el claro cabello castaño rizado.
-Yo
ya hice parte de esto, le toca a Charlie –masculló, cruzado de brazos,
señalando al niño pálido, pecoso y de cabello castaño que había a su lado.
Charlie
lo miró molesto.
-¿Y
por qué no Sam?
-Porque
ella inventó todas las preguntas, dejémosla descansar –explicó Joey, con una
pequeña sonrisa, la cual se acentuó al ver cómo su amiga, cuyo largo cabello
castaño estaba tomado en un moño, se sonrosaba levemente.
-Está
bien, puedo acompañarlo –dijo,
acentuando la última palabra, para que comprendiera que él igual debería
hacerlo.
-De
acuerdo –accedió Charlie, un tanto menos molesto.
Ambos
se fueron, dejando a Mark y a Joey a solas. Aliviado, Joey se dejó caer en una
de las sillas.
-¿Te
reconocieron? –Joey asintió.- Aún no entiendo cómo lo hacen.
Joey
señaló con la cabeza a la niña que había gritado.
-Es
una fanática maníaca, no me sorprendería si sabe donde vivo –murmuró-. Y eso
que ellos no sacan disco hace como
cuatro años, cuando al fin lo hagan será terrible.
El
niño solía referirse a su padre, Mike y Tré como “ellos” ante Mark y Samanta,
más que nada para evitar que alguien escuchara. No le gustaba divulgar el hecho
de que su padre era famoso internacionalmente.
Se
quedaron conversando de cualquier cosa hasta diez minutos antes del toque de
timbre, momento en el que volvieron a su sala. Guardaron sus cosas y, apenas el
timbre sonó, salieron, listos para disfrutar el fin de semana…
No
obstante, Joey no fue uno de ellos. La profesora le había indicado, camino a la
sala, que debía hablar con sus padres. Debido a ello, tenía que dejar sus cosas
en la sala e ir a buscar a Jake, para luego encontrar a sus padres y llevarlos
donde la profesora. Molesto, el niño se despidió de sus amigos e inició el
trayecto a la entrada del colegio, que era donde estaban tanto sus padres como
su hermano, quien ya había salido de clases.
-Hola,
Joey –lo saludó Billie, con una sonrisa-. ¿Cómo estuvo el día?
El
niño hizo una mueca.
-Thank god is Friday –citó, encogiéndose
de hombros, causando que Billie y Addie rieran, levemente-. La profe los quiere
en la sala de clases.
Ambos
adultos asintieron. A Joey no se le escapó que Addie miraba al hombre con preocupación,
pero, como de costumbre en esos casos, prefirió fingir no haber notado nada y
caminar junto a su hermano.
No
tardaron nada en llegar a la sala, donde la maestra ya los esperaba, sentada en
su escritorio. Se paró y se acercó a ellos, a saludar. Tras decirles a los
niños que se quedaran en la sala, la señorita Evans los llevó a su oficina.
-Me
gustaría hacerle a la señora Armstrong unas preguntas en privado primero –dijo
la profesora, antes de entrar.
-Claro,
yo espero por acá –musitó Billie, señalando la pared en la que se veían varias
fotos de los equipos deportivos, bandas del colegio y demás actividades extra
programáticas. Sonrió, tristemente, al ver que su hijo no estaba en ninguna de
las actividades para los niños menores.
-¿Señor
Armstrong? –lo llamó la profesora, repentinamente. Él se volteó- Ahora puede
pasar.
El
hombre obedeció e ingresó a la pequeña oficina, en la cual Adrienne seguía
sentada. Se sentó a su lado y esperó a que la profesora se sentara frente a
ellos, intentando no distraerse en sus pensamientos nuevamente.
-Ambos
saben sobre nuestras “sospechas” de la inteligencia de Joseph, y el próximo año
se van a comenzar algunas actividades especiales en el colegio para estimular
esto, ¿ok? –Billie y Addie asintieron.- Ahora, lo otro de lo que quería
hablarles… Ambos me informaron que estaban en proceso de divorcio, así que iba
a actualizar los datos que almacenamos de los padres… Pero me di cuenta que su
registro está prácticamente vacío. Así que me gustaría saber en qué trabajan,
porque su hijo se las ha arreglado para no decírmelo.
Tanto
Billie como Adrienne intercambiaron una mirada de ansiedad, tras lo que Billie
volvió a fijar su vista hacia la de la profesora, suspirando.
-Soy
músico –respondió al fin-. ¿Le suena Green Day?
La
profesora abrió mucho los ojos.
-No
me puede estar hablando en serio –murmuró, mirándolo de pies a cabeza. El
hombre alzó una ceja-. Vi a Green Day en el Bridge
School Benefit el ‘99, usted no se parece en nada a ninguno de los tres.
Addie
rió, levemente, causando que Billie la mirara molesto.
-No
eran mis mejores días –murmuró, en referencia a cuanto peso había perdido desde
entonces-. Y creo que tenía otro color de pelo, ¿no?
-Sí,
parece que lo tenías rubio –comentó Addie, haciendo memoria-. Y más corto, ya
que estamos.
Billie
asintió.
-En
fin, el vocalista soy yo y Joey prefiere no divulgarlo –se explicó.
La
profesora lo miró, aún extrañada.
-Pero
si de verdad no se parece en nada –murmuró-. En fin, respecto al divorcio,
¿cómo va?
Ésta
vez, fue Addie quien suspiró, probablemente recordando lo distraído que había
estado su (pronto) ex esposo.
-Los
niños se lo están tomando bastante bien, supongo que en un comienzo estaban
tristes, como es lo normal.
-Exacto
–concordó Billie, sin saber qué decir.
-Oh,
ya veo –musitó la profesora-. Bueno, creo que ustedes eran los únicos padres
del curso que no se habían separado aún, ¿saben?
Billie
rió.
-Nos
abdujeron al club entonces… En fin, ¿es eso todo? Porque creo que Joey y Jake
están aburridos.
La
señorita Evans sonrió.
-Sí,
eso es todo. Gracias por explicarme bien la situación de su familia, ya que
estaba comenzando a sospechar que eran mafiosos o algo así.
Billie
y Addie rieron.
-En
todo caso, preferimos que no comente nada –murmuró Billie, ante lo que ella
asintió, al mismo tiempo que se ponían de pie y se dirigían a la salida de la
oficina.
-Bueno,
hasta luego –se despidió Adrienne.
-Adiós
–fue lo único que Billie dijo, en dirección a la sala, donde sus hijos los
esperaban, impacientes.
Tras
salir del edificio, se despidieron de Adrienne y se subieron al auto, para
devolverse al departamento, no sin antes tomar un innecesario desvío para pasar
frente al edificio de Amy y, una vez más, no sentir absolutamente nada.
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