Aunque intentaba evitarlo, Jenny no podía dejar de pensar en las llamadas que había recibido. No podía dejar de pensar ni en la tétrica voz, ni en las crueles amenazas. Fue por eso que, cuando llegó, Joey no dejaba de notar que algo andaba mal con ella. No obstante, debido a la presencia de Jack y Jessica, no dijo nada al respecto.
La noche llegó y, con ella, la hora de acostarse. Joey se encargó de ponerle el pijama y lograr que Jack durmiera y Jenny de Jessica.
-Duerme bien –susurró Jenny, cuando su hija cerró los ojos.
La arropó, le dio un beso en la frente y se dirigió al cuarto de su hijo mayor, donde Joey le contaba una historia al niño. Ella sonrió y se quedó apoyada en el umbral de la puerta, viendo como el niño se sorprendía con la trama de la historia que inventaba Joey.
-Y vivieron felices para siempre –musitó Joey.
-Pero… ¿y el dragón? –inquirió el niño.
-Volvió a su reino –inventó-. Ya, duerme.
Le dio un beso de las buenas noches y lo arropó, dejándole el paso a Jenny, quien le dio las buenas noches y le apagó la luz. Tras eso volvió a la habitación matrimonial, donde encontró a Joey quitándose la ropa.
-¿Estás bien? –le preguntó él, al verla.
-¿Por qué no habría de estarlo? –preguntó ella a su vez.
Él se encogió de hombros y se dirigió al baño. Ella aprovechó para ponerse el pijama. Cuando Joey salió del baño, entró ella. Salió a los pocos minutos.
-¿Cómo te fue con Paul? –preguntó él, ya en la cama.
-No muy bien. Dice que no me aceptara de vuelta hasta que le lleve algo decente. ¿Cuánto tienen ensayo?
-Pasado mañana –respondió él.
Jenny asintió y se metió en la cama, dándole la espalda a su esposo, quien suspiró. Ella no lo culpó: hacía un buen tiempo que no hacían absolutamente nada. No le importaba. Si él estuviese necesitado, haría algo, y no lo hacía.
Fue por eso que se sorprendió al sentir como la abrazaba.
-Puedes confiar en mí, y lo sabes –susurró él, abrazándola más estrechamente-. No importa lo que sea, puedes decírmelo.
Ella se volteó, para quedar cara a cara con él. Le devolvió el abrazo.
-Estoy bien, sólo bloqueada –musitó.
Joey asintió. Lentamente, se acercó a ella y la besó, dulcemente. Luego, se puso de espaldas, dejando que ella se apoyara en su pecho.
-Te amo –dijo él, repentinamente.
-Yo a ti –contestó ella, sonriendo levemente.
Volvieron a besarse.
Al mismo tiempo, Billie y Adrienne se encontraban peleando a discretos gritos en su habitación, dado que no querían despertar a Ángela.
-¿POR QUÉ MIERDA FUISTE? –le preguntaba ella, fuera de sí.
-Porque es mi amiga, y hacía un buen tiempo que no hablábamos –respondió él, tranquilamente-. ¿Por qué me haces esta escenita? Si hubiese ido a ver a Mike o Tré, no estarías así…
-¡Por supuesto que no estaría así! No puedes tenerlos a ellos de amantes, después de todo.
-¡Pero ella no es mi amante! –exclamó él, un tanto dolido de que su esposa dudase tanto de él- Nunca lo ha sido, nunca lo será. ¿Qué te hace pensar que tengo una amante?
-¿Qué me hace pensar eso? Oh, nada, sólo el hecho de que no hacemos el amor hace semanas –ironizó ella.
-¿Semanas? –inquirió él, ahora extrañado- No, ¿de qué hablas?
-¿Ah, no? Entonces, dime, ¿cuándo fue la última vez que tuvimos relaciones? –preguntó ella, mordazmente.
-Fue en… Enero –respondió, anonadado-. Mierda, lo siento, no sé que me pasó… -Billie realmente estaba sorprendido. No podía creer que llevaba semanas sin hacer sus deberes de pareja. Sin embargo, se obligó a formar una pequeña sonrisa en su rostro, con la cual la miró a los ojos.- Te lo puedo compensar.
Addie sonrió levemente. Mas no era una sonrisa alegre, sino que una triste.
-No me engañas, ¿cierto?
Él sonrió.
-Por supuesto que no –contestó.
Sólo psicológicamente pensó. De todos modos, se acercó a su esposa y la besó.
-¿Por qué no tenemos relaciones? –preguntó Jennifer, repentinamente.
Joseph la miró, con risa y extrañeza.
-Nosotros sí tenemos relaciones –dijo él.
-Joey, ¡no hacemos nada desde enero! –exclamó ella.
El hombre la miró atónito.
-Mierda, ¿qué esperamos? –inquirió entonces.
Jenny rió y lo besó.
Ya había pasado un buen rato. Addie se estaba acomodando en el pecho de Billie Joe, quien la abrazaba. El ambiente era de calma y tranquilidad.
-¿Amor? –preguntó Billie, decidiendo que era mejor aprovechar que su esposa y él acababan de hacer las “paces”, por decirlo de algún modo.
-¿Qué ocurre? –musitó ella, abrazándolo más estrechamente.
-¿Por qué le tienes tanto miedo a Jennifer?
Era la pregunta que no podía sacarse de su cabeza. ¿Por qué su esposa le tenía tanto miedo a la esposa de su hijo, a su mejor amiga?
Adrienne suspiró.
-Yo estoy vieja. Ella no, y te conoce tanto o más que yo. Estuvieron juntos alguna vez, pero nunca llegaron a “eso”, así que sólo les queda eso por explorar. –Miró, con sus ojos castaños, a los verdes ojos de su marido, buscando cómo continuar. Tras un breve silencio, prosiguió.- Cuando ella y Joey se fueron, te importó más que ella se hubiera ido. Y cuando vivía aquí y se iba a promover libros mientras tú estabas en casa, andabas muy melancólico, lo que me hizo sospechar que la amabas. Y no creas que no sentía cómo salías de la cama cuando tenías insomnio. Tampoco creas que no escuchaba como ella salía de su habitación. Todo eso hizo que comenzara a temer que la amabas.
Billie sonrió.
-No la amo, te amo a ti… Te lo juro.
Pero un lado de su mente nunca había dejado de cuestionarse qué habría pasado si ella le hubiera correspondido en el pasado, qué habría pasado si hubiesen continuado aquella vez… Y qué tan incómodo podía llegar a ser cruzar tan seguido los dedos.
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