Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, mayo 07, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter sixty-three: It's for you.


~ Mi corazón está latiendo desde mí, estoy parado totalmente solo. Por favor, llámame, sólo si estás volviendo a casa. Desperdiciado otro año voló por desperdiciar una noche o dos. Tú me enseñaste cómo vivir…
HOMECOMING – GREEN DAY

~ Él despertó, el cuarto estaba vacío, no la vio en ningún lado. Se dijo a sí mismo que no le importaba y abrió la ventana. Sintió un vacío en su interior al cual no se pudo relacionar, traído por un simple giro del destino.
SIMPLE TWIST OF FATE – BOB DYLAN

-¿Por qué estás tan callada? –le preguntaba Billie aquel miércoles.
Habían pasado varios días desde que Tré la había hipnotizado, y aún no podía superar el shock que la respuesta le había dejado. Amaba a Billie Joe con todo su ser, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para mantenerlo a salvo.
-Por nada –mintió ella. El hombre alzó una ceja-. Sabes que me pongo así siempre que volvemos a casa.
Él suspiró y la abrazó, haciendo que el corazón de ella se apresurara inmediatamente. Les quedaba tan poco juntos… Intentando reprimir la tristeza, Jenny apoyó su frente en el hombro del hombre.
-¿Podemos fingir que el vuelo llega mañana y no hoy? –susurró ella, sin separarse de él- Por favor…
Billie sonrió.
-Ok… Una última visita al departamento será –murmuró él, rozando los labios de ambos, logrando que ella sonriera, siendo que en su interior sentía cómo algo se rompía en pedazos.
-Te amo –susurró ella.
-Yo más…
Eso es lo que tú crees pensó la pelirroja, tristemente.
Tras decirles a Mike y a Tré que no hablaran con ninguno de los Armstrongs respecto a su llegada, se abrocharon el cinturón de seguridad, tal como la azafata les indicaba en ese instante, y esperaron a que el avión aterrizara en Oakland. Para alegría de todos, eran las cuatro de la mañana, por lo que el aeropuerto estaba completamente vacío. A Tré lo había ido a buscar Brian, mientras que los otros tres compartieron un taxi. Primero se bajarían Billie y Jenny y, varias calles después, Mike.
-Departamento, dulce departamento –susurró Billie, tras dejar su maleta en el suelo.
Se extrañó al no obtener respuesta de la mujer, quien se había adentrado inmediatamente al pasillo de las habitaciones. La siguió.
-Espérame en la pieza –le indicó Jenny, fuera de su habitación-. No tardo.
Billie la miró sin comprender.
-¿Qué pasa? –inquirió él, más extrañado aún.
-Sólo espérame ahí… Te conviene –murmuró ella, entrando a su cuarto y cerrando la puerta tras de sí.
-Ok, sólo por ser tú –masculló él, entrando a su habitación y dejando la puerta abierta.
¿Qué estaría tramando la pelirroja? ¿Qué había en su habitación que pudiese convenirle?
¿Qué pasará por su cabeza? se preguntaba el hombre, recostándose de espaldas en la cama, sacándose los zapatos de paso, sin darse el trabajo de desabrochárselos.
-¿Si te pido que no te rías, me harás caso? –preguntó Jennifer, desde el otro lado de la puerta, varios minutos después.
-Si me pides que me tire de un acantilado te haré caso, por supuesto que te obedeceré eso –replicó él, con una sonrisa.
-De acuerdo… -murmuró ella-. Ten en cuenta que fue algo improvisado…
-Me da igual, ¡quiero ver qué es! –exclamó él, como un niño pequeño. Ella rió.
Sin más, abrió la puerta. Billie abrió mucho los ojos, sorprendido e intentando contenerse: La mujer se había puesto el viejo uniforme.
-En… Por… Te… -Billie respiró profundamente y cerró los ojos fuertemente- ¿En honor a qué? –preguntó, tras lo que volvió a abrir sus ojos.
Jenny sonrió y se acercó a él, todavía sonrojada.
-Te debo una fantasía, ¿recuerdas? –susurró ella, sonrojándose más- Así que… aprovéchate de la pobre colegiala.
Billie estaba tan embobado que no se dio cuenta como ella se sentaba en su regazo y comenzaba a besarlo, lentamente, beso que él devolvió más intensamente, acariciándole los muslos con desesperación.
Estuvieron ocupados en todo eso por varias horas, tras lo que cayeron agotados en la cama del hombre, respirando agitadamente. Tuvieron que quedarse varios minutos quietos y en silencio para lograr que sus corazones normalizaran su ritmo y sus respiraciones fueran más pausadas, mas aún seguían agitados.
-¿Quieres algo para tomar? –inquirió Jenny, con la garganta seca.
Billie asintió, con los ojos cerrados. Se sentía incapaz de hablar. Tras darle un corto beso, la mujer se salió de la cama, se puso sus bragas y la polera que Billie había dejado en su lado de la cama, para irse a la cocina, de cuya despensa sacó dos vasos vacíos. El primero lo llenó con un poco de whisky y el otro con jugo de manzana que había en el refrigerador. Luego, fue al baño, donde, además de hacer sus necesidades, se quedó un poco más, buscando algo en el botiquín. Tras encontrar las pastillas, volvió a la cocina. Tomó una, la metió al vaso de whisky y, al ver que se había disuelto lo suficiente como para pasar desapercibida, volvió a la habitación, con ambos vasos. Le pasó el de whisky a Billie y se bebió el suyo de jugo ya en la cama.
-Eso valió más que una sola fantasía, ¿sabes? –susurró Billie, aún con la voz áspera, bebiendo el whisky- ¿Tienes alguna otra fijación? Puedo conseguirme el conejo si quieres…
-No, la capa era todo –musitó Jenny, con una sonrisa, dejando su ya vacío vaso en el velador y abrazando al hombre.
El guitarrista sonrió y, tras terminarse el vaso, la abrazó de vuelta, mirándola fijamente a los ojos.
-Te amo –susurró él, bostezando.
-Yo a ti –murmuró ella, intentando que las lágrimas no se le escapasen.
Con una mano temblorosa, comenzó a acariciarle la mejilla al hombre, quien sólo se acomodó más a su lado, cerrando los ojos, con una sonrisa en su rostro.
-Así es como quiero morir –susurró él, repentinamente, casi dormido-: Contigo a mi lado.
Ella intentó sonreír, mas no lo logró. De hecho, en lugar de una sonrisa, se le escaparon un par de lágrimas. En su mente, agradeció que el guitarrista hubiese cerrado los ojos.
-Agrégale una playa desierta y sería perfecto –susurró ella, intentando que su voz no temblara demasiado.
Billie sólo emitió un gruñido, demostrándole que el valium que le había puesto en la bebida había hecho efecto. Recién ahí dejó que las lágrimas la vencieran.
-Te amo, te amo, te amo –susurró ella, abrazándolo más estrechamente-. Lo hago por ti, te amo…
Le dio un corto beso en los labios y salió de la cama. Se vistió lenta y silenciosamente, tras lo que volvió donde el hombre y le dio un largo beso, beso que él, obviamente, no le contestó. Le acarició el rostro una última vez y salió de la habitación, intentando controlarse, cosa que le tomó varios minutos. Tras ello, tomó su cartera y salió del departamento. Tenía muchas compras que hacer… Las últimas compras de su vida.


Despertó, aturdido. El cuarto estaba vacío. Se preocupó al no encontrar a Jenny a su lado, pero luego se recordó que estaban en Oakland, así que ella debía volver a su hogar en algún momento. Decidió que no le importaba mucho en ese instante y se encargó de su siguiente preocupación: ¿Por qué la cabeza le pesaba tanto? ¿Por qué se sentía tan ahogado y vacío?
Aturdido y confuso, se salió de la cama y abrió la ventana, dejando entrar al aire fresco. Respiró profundamente varias veces y, tras varios minutos de ese procedimiento, se percató de algo preocupante: Estaba oscuro. Sí, habían quedado cansados con Jenny, pero nunca tanto para dormir diez horas, si no habían sido más. ¿Qué ocurría ahí?
Recordó lo rápido que se había quedado dormido con Jenny…
Recordó que ella le había ofrecido un trago por primera vez que hacían el amor…
Sintió cómo un escalofrío recorría toda su espina dorsal. ¿Dónde estaba la pelirroja?
-Mierda, mierda, mierda, mierda –comenzó él-. Si yo fuera Jenny, ¿qué sería ese algo que no quiero compartir con nadie?
Maldijo nuevamente. Estaba acostumbrado a que ese algo fuera él. ¿Qué sería ahora? ¿Qué era tan urgente y privado como para no compartirlo con el guitarrista?
Intentando no caerse en el camino (lo que fuese que ella le había dado seguía teniendo efecto), Billie se dirigió a la parte de la habitación en la que había dejado sus ropas. Se vistió y, tras lavarse la cara con abundante agua en el baño, se dirigió al living. Más específicamente, a la mesita que tenían al lado del sofá. Más específicamente aún, al teléfono que reposaba en esa mesita. Y, si se podía, más específicamente todavía, al identificador de llamadas del teléfono.
Agradecido de nunca recibir llamadas al departamento, comenzó a buscar el número de la única persona a la que jamás creyó que llegaría a llamar. Al encontrarlo, marcó y esperó.
-Por esto no me gusta dejarlos sin vigilancia –masculló la distorsionada voz.
-No me interesa eso ahora, ¡¿dónde está?! –le gritó Billie, furioso. Llegaba a pasarle algo…
-Lamento decirte que no tengo idea. La perdimos después de que fue a comprar unos guantes quirúrgicos y… -se silenció.
-¡¿Y qué?! –exigió Billie.
-Y un revólver –murmuró-. No sabemos dónde fue, porque después fue a una tintorería y, tras lavar la ropa que había llevado, se la puso y botó la otra, deshaciéndose de los micrófonos, pero tenemos una idea de sus intenciones…
Billie soltó una maldición, ante lo que Hal rió, levemente.
-¿Por qué no dejas de perder el tiempo y corres a buscarla? Tú sabes que no la queremos muerta –le preguntó.
-¡Lo haría si supiera dónde está! –Hal no dijo nada.- ¡Tú lo sabes!
-Corrección: Tú, Billie, lo sabes. ¿Acaso ella nunca nombró cómo o dónde le gustaría morir en todos estos años? Digo… se aman –Billie ignoró lo vacía que sonó esa palabra en la voz del hombre- y antes de darse cuenta de eso eran mejores amigos. Deberías saberlo.
Tras un gran esfuerzo, logró recordar algo antes del whisky y lo que ella le había dado. Suspiró, algo más aliviado.
-Gracias, supongo –murmuró.
Sin más, colgó y, tras tomar su bolso, salió del departamento.


Al mismo tiempo, la pelirroja se encontraba sentada en la playa, alistando los últimos detalles. Tenía el arma y había cuidado de no tocarla directamente en ningún instante, además de la hoja de papel que sería su carta de suicidio escrita con leche, para que sólo Billie la pudiera leer. No decía mucho (“te amo, haz que parezca un homicidio”), pero no quería que nadie más la leyera. Y, además de eso, se había encargado de que nadie la viera llegar al lugar. Todo estaba listo…
Excepto ella.
No vería más a Billie, no vería más a sus hijos, no vería más a Joey… Al menos había estado con el guitarrista su último día en ese mundo, y con eso debía bastarle.
Tomó un montoncito de arena con su mano izquierda y la volvió a botar. Le gustaba sentir el tacto de la arena de aquella playa de Oakland con su piel.
Una suave brisa llegó a ella, impregnada al olor a sal del mar. Sonrió… Por última vez.
Pesadamente, se puso de pié, con el arma en su enguantada mano derecha. Intentando que su brazo no le temblara mucho, se la llevó a la sien derecha. Una vez tranquilizada, quitó el seguro, dejando que una lágrima más se resbalara por su rostro.
Por primera vez, fue enteramente consciente de su cuerpo y de su entorno. Sentía su corazón latiendo (sus últimos y frenéticos latidos), pero no dentro, son que fuera, como si estuviese siendo una con el medio. Y su oído se había agudizado tanto en esos últimos minutos, que estaba segurísima que no había nadie, como también estaba segura de que nadie la llamaría.
Y, por primera vez, se dio cuenta de todos los momentos que había malgastado, ya fuesen con Billie, sus hijos o sus demás seres queridos. Era como si cada día malgastado equivaliese a un año o dos. Suspiró.
Es por ti pensó, recordando el rostro de Billie Joe.
Apoyó bien el arma…
-¡NO! –gritó alguien.
Sintió que caía al suelo…
Y eso fue lo último.

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