Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, mayo 21, 2012

Hold on - 1993 & Capítulo 27: No me gusta lo que veo.




-   1993 -
Decir que muchas cosas pasaron durante el resto del año sería una gigantesca mentira. De hecho, lo único que varió del año anterior, fue la cantidad de chicas con las que salí… Y con “salí” quiero decir “me acosté”. Intentaba evitar a las pelirrojas y a las de cabello oscuro rizado, pero, no importaba cuánto lo intentara, era por quienes me sentía más atraído. Bastaba ver a alguien con esas características y perdía el control de mi mismo y acababa por tirarme encima de la persona… A menos, claro, que Mike estuviera cerca, ya que, al parecer, había aprendido a distinguir qué era lo que me atraía tanto y me alejaba al instante. Un lado de mí se lo agradecía, de verdad… Pero había otro que sólo quería autodestruirse de un modo para nada dañino, y se enojaba con Mike por impedírmelo. O así era hasta que Jason Relva murió. Se mató en un choque de autos y Mike quedó tan deprimido, que no me quedó otra opción que alejarme de todas estas personas y “devolverle el favor”, es decir, cuidarlo y asegurarme que estuviera bien. Eran muy cercanos, casi tanto como yo con él, así que era comprensible.
Fue al alejarme de estas personas que Mike acabó por forzarme, indirectamente, a componer más que nunca, causando que casi todos los shows consistieran en canciones nuevas. Y nuestro público estaba contento, de verdad, lo que igual me hacía feliz. Nuestras ventas iban bien, muy bien… Quizás demasiado. Lookouts Records apenas sí lograba cumplir con la demanda.
Así llegó el treinta y uno de diciembre, el cual pasé en casa de mi madre (yo ahora vivía en la misma okupa que Tré y Mike, quien ya estaba mucho mejor), y, al parecer, iba a ser un año nuevo cualquiera. O eso creía, hasta que el teléfono sonó, a eso de las nueve, y me tocó contestar a mí.
-¿Aló?
-¿Billie Joe?
Era Addie.
-Sí, soy yo –respondí, sintiendo como las piernas me temblaban-. ¿Eighty?
Corto silencio y luego:
-Terminé con Billy.
Y colgó.


Capítulo 27: "No me gusta lo que veo."

-¿Y? ¿Qué se siente?
Nos encontrábamos Mike, Tré y yo en un bar, y yo bebía mi primera cerveza legal. Acababa de cumplir los veintiún años de edad, hacía exactamente diez minutos… Y, para ser honesto…
-Igual. De hecho, es más aburrido que antes, porque ahora es legal. Igual que la marihuana en los Países Bajos –admití.
Tré negó.
-Qué aguafiestas eres –masculló-. Es el bar más estricto de la ciudad, eres el único de los tres con identificación, ¡alguna satisfacción debería darte, por sádica que sea!
Reí, levemente.
-Lo siento, estoy distraído. Quizás un poco más de alcohol me ayude a reírme de ustedes –me excusé.
Mike suspiró.
-¿Por qué no la llamas de una vez, a ver si te concentras en lo tangible?
-Porque siempre que lo hago, “no está” –murmuré.
Bebí el resto de la cerveza de un sorbo.
Apenas Addie me había colgado, yo había intentado llamarla de nuevo, pero, al parecer, la línea estuvo ocupada el resto de la noche. Se lo dejé pasar esa vez, y traté de nuevo al día siguiente. Me contestó su hermano, y quien me dijo que Addie había salido. Entendible, quizás había ido a celebrar con amigos. Así que la llamé al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente a ese… Fue al cabo de tres intentos que estaba un cien por ciento seguro que ella había dejado dicho que, si llamaba yo, dijeran que no estaba, por lo que desistí a mis intentos diarios y comencé a hacerlo únicamente una vez por semana, sin resultados.
-Bueno, hoy es tu cumpleaños, hay posibilidades de que te llame…
Reí, irónicamente.
-Ya, hablemos de algo que no sea Addie
-Ok… ¿Qué haremos con todos esos tipos que nos andan siguiendo de show en show? –preguntó Mike, bebiendo de su coca-cola.
-Simple: Decirles que consideraremos su oferta durante una cara cena, ¡y nos conseguimos un montón de comidas gratis! –respondió Tré, saltando de su asiento.
La gente alrededor lo miró. Él sólo sonrió, hasta que vio que Mike igual lo miraba, seriamente. Suspiró y se sentó, cruzándose de brazos en su rincón. Volví a reír, ahora de verdad.
-No sé ustedes, pero quiero ser oído –admití, tras un par de minutos de silencio. Mike y Tré asintieron-. Y sabemos que sólo hay una forma de vivir de esto. Digo, decentemente.
Volvieron a asentir.
-¿Y con quién quieres firmar?
Sonreí, levemente.
-Eso no lo sé. Sólo sé que deberíamos, para variar, dejarlos hablar.
Y, lentamente, volvieron a asentir, y yo sabía que, al igual que yo, tenían un nudo bastante grande en la garganta. Después de todo, era la decisión más importante de nuestras vidas, y, de tomarla, no habría vuelta atrás.
-No quiero ser 86-eado –musitó Tré.
No dijimos nada.

Esa noche, los tres llegamos bastante apagados. Nadie nos preguntó nada, así que supuse que asumieron que había entrado en uno de mis tantos trances de crisis de edad. Mejor así, sabía que ni Mike ni Tré se sentían capaces de admitir que nos tentaba la idea de firmar con alguna disquera. Así que nos fuimos a acostar bastante temprano para ser un cumpleaños.
Estaba durmiendo de lo más bien, cuando, entre sueños, escuché el sonido del teléfono. Compartía la pieza con Mike, Tré y un amigo “nuevo”, Jason White. Este último fue quien farfulló algo como “apaguen esa cosa”, sin saber que Mike y Tré no lo escucharían. Así que fui yo quien tuvo que pararse e ir a ver.
-¿Aló? –respondí, somnoliento.
-Hola, ¿aquí vive Billie Joe?
¿Podría ser?
-A… ¿Addie?
-Sí… Sí, soy yo –respondió ella. Estaba un cien por ciento seguro que sonreía nerviosamente en su hogar-. Feliz cumpleaños… Iba… Iba a llamarte anoche, pero… -Suspiró, sin completar la oración.- Prefiero llamarte ahora, antes de clases. ¿Cómo estás?
Sonreí.
-Bien. Ahora muy bien –susurré, sentándome en el sofá.
Hablamos por un buen rato. Me contó qué había hecho, yo le conté lo que yo había hecho. No mencionamos ni a Billy, ni nada que se refiriera a nuestras vidas amorosas, simplemente disfrutamos nuestra compañía hasta que ella tuvo que irse a la universidad, no sin antes decirme:
-Te quiero.
Me colgó antes de que lograra responderle, pero no me importó. La había oído.
Anduve feliz el resto del día. Mike y Tré no tardaron en suponer que el teléfono que escucharon entre sueños había sido real y que quien llamaba era Adrienne, por lo que no se molestaron en preguntarme. Mi alegría era tal, que hasta me digné a ir a ver a mi madre a la casa, permitiéndole saludarme decentemente por mi cumpleaños número veintiuno, siendo que todos los años anteriores era ella quien debía, prácticamente, acosarme por teléfono para que fuera.
No obstante, una vez allá, nadie me contestaba el timbre. Y no andaba con llaves… Ni siquiera estaba seguro de que tenía la llave de esta casa en mi llavero, si me ponía a pensarlo. Así que, sin otra opción, di la vuelta y entré por la ventana de la cocina. Si no había nadie, podía quedarme ahí y sorprender a mi madre. Sí, eso haría.
No obstante, una vez dentro, escuché el sonido del televisor desde el living, así que fui hacia allá. Me sorprendí al ver a mi madre abrazada en el sofá, y no por ninguno de mis hermanos, ni ningún otro familiar, si no que por un hombre a quien no conocía.
-¿Hola? –pregunté, extrañado, desde el umbral.
Mi madre se sobresaltó y el desconocido la soltó de inmediato.
-¡Billie! ¡Qué sorpresa! –exclamó, poniéndose de pié.
Me quedé inmóvil, sin saber si irme corriendo o quedarme. Mis piernas no reaccionaron, así que opté por quedarme.
-Q… ¿Quién es…?
Suspiró.
-No quería decírselos a ti y a tus hermanos aún, pero él es… -dijo su nombre y, por ridículo que parezca, soy incapaz de recordarlo-, y es mi novio.
Lo miré y, seguidamente, la miré a ella, quien sólo atinó a suspirar.
-Mira, ya ha pasado un buen tiempo desde Nathan…
-¡Pero ni siquiera se divorciaron! ¿O sí?
Se sonrió, incómoda.
-¿Recuerdas la carta de Sarah? –Esto causó retorcijón en mi estómago. Mal que mal, casi había muerto por culpa de esa carta. Asentí.- No fue lo único que llegó esa vez. También llegaron los papeles del divorcio, que, obviamente, firmé.
Me quedé mirándola, un buen rato más. Suspiró.
-Billie, por favor…
-Olvídalo, no puedo ver esto otra vez –murmuré.
Pese a no decírselo, ella entendió a lo que me refería: No quería volver a verla enamorada y casándose con alguien que destruiría todo en cualquier instante. Retrocedí un paso, dispuesto a irme por la ventana, tal como había llegado. Ella lo notó.
-No quería que te enteraras así, y sé que estás enojado y preocupado, pero –Volvió a nombrarlo… ¿Su nombre empezaba con D? ¿O J?- se preocupa por mí, y yo por él. Todo estará bien.
-¿Cómo lo sabes?
Se sonrió.
-Le tengo fe a mis estrellas de la suerte. Ahora, si vas a irte sin dejarme darte un abrazo de cumpleaños, por lo menos usa la puerta.
Suspiré.
-No me gusta lo que veo, así que espero no estar por aquí cuando esto termine.
Y me dirigí a la puerta, sin aceptar el abrazo que me ofrecía, con mi felicidad desapareciendo tan rápido como había llegado…
Pero luego pensaba en la voz de Addie, y la sonrisa lograba escapárseme. No me molestaba. ¿Para qué reprimir un sentimiento bueno como el amor y la felicidad entremezclados?
-Bueno, es su vida, mejor me preocupo por la mía –concluí.
Y, sin más, me fui a la okupa, decidido a parar en la primera cabina telefónica que encontrara.

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