Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, mayo 04, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter seven: See you there.


Sentía su cuerpo muy pesado. No quería abrir los ojos, no quería moverse. En lugar de eso, comenzó a escuchar todo lo que pasaba a su alrededor. Era la última vez que haría eso, era la última vez que sumergiría en aquel estado…
El teléfono comenzó a sonar. En su mente, maldijo. Siempre que lograba llegar a aquel punto, era interrumpido. Y no era algo que pudiese hacer todos los días. No, era un estado al que se sometía una vez cada dos semanas, a lo sumo.
Que se joda quien llame pensó, mientras volvía a sumirse en esa “condición” que tanto le gustaba. Ni siquiera puedo contestar nada coherente.
Era cierto. Apenas sí podía pensar. Pero el teléfono seguía sonando, así que, tras abrir sus azueles ojos, estiró el brazo y contestó.
-¿Aló? –preguntó, con la voz pastosa y áspera.
-Kurt, tenemos que…
-Jódete, Dave –masculló.
Y cortó.

Veintiséis años después, otro músico se mantenía en un estado similar, aunque con menos drogas y más alucinaciones. Para su suerte, él no era interrumpido. Y podía distinguir la realidad de las alucinaciones. Tampoco era algo que hiciera tan a menudo. Una vez cada dos meses, con suerte. Sin embargo, eso no evitaba el sentir sus brazos tan pesados, al igual que el resto de su cuerpo.
Escuchó el sonido de su celular. Prefirió ignorar la llamada. La primera vez que se había sometido a aquel estado, había dejado el celular cerca y había llamado a Tré y había hablado puras estupideces. Su amigo se había encargado de seguir hablándole, a la vez que se dirigía al departamento, evitando que llamara a alguien más. Esa era una de las tantas cosas que Billie nunca dejaría de agradecerle a Tré.
Se quedó con los ojos cerrados un buen rato. Mientras estuviera ahí, sería libre. Mientras estuviera ahí, su familia y su vida no existían. No tenía ni pasado, ni historia, ni nada. En ese momento, sólo era él mismo.
Pero el teléfono volvió a sonar. Y otra vez. Suspirando, se puso de pié. Una vez que logró equilibrarse, cruzó el cuarto y contestó.
-Amor, ¿dónde estás? –le preguntó una voz.
Su pulso se aceleró. Y mucho. No podía creer que ella estuviera llamándolo. No podía creer que ella insistiera por él.
-¿Jenny? –preguntó, ansioso.
-Por supuesto.
Y la voz ya no provenía del teléfono, sino que de algún punto detrás de él. Ya no estaba solo en la habitación. Con una sonrisa en su rostro, Billie Joe colgó el teléfono y lo dejó caer al suelo, volteándose. Sonrió al ver a la pelirroja. Cruzó el cuarto, la rodeó con sus brazos y la besó, desaforadamente, mientras la recostaba en la cama, sacándole la polera.
La droga comienza a perder su efecto…
Se despojó de todas su ropas, mientras que Jenny hacía lo mismo con las suyas.
No quiero despertar…
Se acomodó sobre ella…
Sólo un poco más

Y ya no estaba sobre Jenny, sino que estaba recostado en su cama. La pesadez había desaparecido y su identidad había vuelto. Se sentía… extraño. Siempre que se sometía a aquel estado terminaba así.
-¿Por qué soñé eso? –se preguntó, extrañado.
No tenía sentido. ¿Por qué había tenido un sueño erótico con su mejor amiga? O, mejor dicho, ¿por qué se había permitido a sí mismo divagar de aquel modo? Era el único al tanto de sus secretos, era el único responsable, y era el único capaz de controlar que cumpliera su autocompromiso: No pensar en ella, sin importar las circunstancias.
Lentamente, se estiró. Luego, se sentó, y, finalmente, se paró. Se sintió agitado. Extrañado por la situación, se dirigió al baño, donde se vio enrojecido.
-Genial, soy un adolescente –masculló-. Mejor me ducho para sacarme el olor a marihuana y alcanzar a botar las jeringas antes de irme.
Tomó las toallas, se desnudó y entró a la ducha. Se enjabonó con el agua cayendo sobre él y, una vez retirado todo el jabón, cerró la llave. Se secó y se puso la ropa interior, tras lo cual se dirigió a su cuarto, donde se cambió a una tenida de ropa limpia. Sin embargo, ya no le quedaba tiempo para botar las jeringas, por lo que sólo las pateó debajo de la cama. Tomó sus cosas y volvió a su hogar, a sabiendas de que Addie lo regañaría por la hora.

-Billie, ¿dónde estabas? –le preguntó Addie, una vez en casa.
El guitarrista colgó su chaqueta junto a las demás que había en la entrada, mientras su esposa se dirigía desde la cocina al vestíbulo.
-Ordenaba el departamento –mintió-. Se me pasó la hora.
Addie asintió. Sabía que su esposo planeaba “ordenar el lugar” desde hacía un buen tiempo, y también sabía que Jenny y Joey habían pasado el día juntos, por lo que no tenía de qué preocuparse.
-¿Quieres cenar? –preguntó la mujer.
-Mm… -Billie la miró, provocativamente.- Prefiero saltarme directo al postre, me dijeron que hoy estará delicioso.
Adrienne rió, mientras él se le acercaba.
-Es algo realizable –susurró ella.

Varias horas después, Billie seguía despierto. Addie se había dormido hacía un buen rato, mas él no podía imitarla. Lo único que podía hacer, era recrear lo sucedido aquella noche con Addie en su mente, intentando reemplazar la castaña melena por una pelirroja, y la tez morena por una clara.
-¿Por qué dije que no? –se preguntó, en un susurro inaudible.
Cansado de no hacer nada, salió de la cama.

Al mismo tiempo, Jenny se encontraba abrazada por su esposo, quien dormía profundamente. Llevaban varias horas en la misma posición, y ella estaba harta. Quería hacer algo útil, por lo que, con muchas ideas en su mente como para dormir, se incorporó, cuidando de no despertar a Joey. Se puso la ropa interior y una polera, tras lo cual salió de su cuarto, en dirección a su oficina. Tomó un cuaderno, su celular y un lápiz, y se dirigió al estudio de su marido. No sabía para que llevaba el teléfono, pero tenía la impresión de que necesitaba tenerlo junto a ella aquella noche.

-¿La llamo o no? –se preguntaba Billie, en el sótano de su hogar- Bueno, no pierdo nada. Si no contesta, es que está dormida, como toda persona normal haría.
Tomó el teléfono y marcó el número del celular de Jenny. Estaba seguro de que no contestaría… Por lo que se sorprendió al escuchar la voz de la pelirroja.
-¿Billie? –inquirió ella.
-Hola, Jenny –saludó él, con una sonrisa-. ¿Cómo estás? ¿No interrumpo nada?
-Estoy bien y no, no interrumpes nada. ¿Tú? ¿Todo bien?
El guitarrista dio un pequeño brinco en el aire, debido a la alegría de poder hablar con ella sin problemas aquella noche.
-Bien igual, pero con insomnio –respondió-. Y como despertar a Mike o Tré es sinónimo de muerte…
-¿Así que soy tu última opción? –inquirió, con fingida molestia.
-Sabes que no es así –se excusó-. Como sea, ¿qué haces?
La pelirroja se acomodó en el sofá que había en el estudio.
-Veo qué puedo hacer en una habitación a prueba de sonido –contestó-. ¿Tú?
Billie miró a los instrumentos que habían a su alrededor y se dio cuenta de que no tenía ganas de permanecer ahí, encerrado.
-Me pregunto qué tanto frío hace afuera –respondió-. ¿Tú qué crees?
Jenny salió del estudio, cruzó el pasillo y se dirigió a su “oficina”. Abrió el ventanal.
-Hace frío –respondió, al sentir una brisa helada-. ¿Querías ir al patio a pensar y ver las estrellas?
-Sí, creía que estaría más agradable –explicó, sentándose en un sofá-. ¿Qué se le va a hacer?
Jenny rió, cerrando el ventanal y dirigiéndose de vuelta al estudio.
-Lo que es yo, prefiero experimentar con el nuevo wah-wah de Joey en alguna Les Paul –masculló la pelirroja.
-Eso es divertido –comentó Billie.
Conversaron durante horas. Hablaron de sus vidas, de estupideces, de temas varios…
-Cómo extraño que estés sólo al cruzar el pasillo –musitó Billie.
-Para mí sigues al otro lado del pasillo; ahí tengo el celular –replicó Jenny, haciéndolo reír-. Ya, en serio, igual te extraño.
Silencio.
-¿Qué hora es? –preguntó Billie.
-Mm… -Jenny revisó el visor de su celular.- Las tres con cincuenta y ocho.
Billie silbó.
-Y aún no tengo sueño –susurró.
-Yo tampoco.
Otro silencio.
-¿Recuerdas cuando no podíamos dormir e íbamos al patio a ver el amanecer? –preguntó Billie, con una sonrisa.
-¡Sí! Yo siempre me dormía y tú me llevabas a mi cuarto –recordó Jennifer, también sonriendo-. Eran buenos tiempos. Joey no es muy fanático de los amaneceres.
-Addie tampoco –comentó Billie-. ¿Quieres venir a ver uno?
Jenny sonrió, amargamente.
-Si llego a tu casa a esta hora, Addie me mata –masculló.
-Bueno, vamos al departamento y le decimos a Addie y a Joey que nos juntamos con Mike y Tré –propuso el guitarrista.
-No, eso haría enojar a Joey –descartó Jenny-. Tú dices que te juntaste con los muchachos en casa de Tré y yo le digo a Joey que fui al departamento a intentar inspirarme.
-Me parece. ¿Nos vemos allá?
Jenny dijo que sí, mientras sacaba la cuenta de cuánto tardaría en llegar a pié.
-Estaré allá en media hora –añadió.
-Ah, la pequeña escritora irá caminando. –Jenny tomó aire para quejarse.- Sí, sé que no eres pequeña. Como sea, igual iré a pié, así que tú llegaras primero.
-Ok, nos vemos allá entonces.
-Nos vemos allá.
Y colgaron.

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