Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, mayo 04, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter one: Hello?


Si bien recuerdo, esta historia quedó en “y nada destruiría su felicidad”. Odio admitir que me equivoqué. O, mejor dicho, odio admitir que omití ciertos detalles, ciertos hechos que ustedes considerarán importantes, hechos y detalles que transcurren en febrero de 2020.
         Jennifer Kiffmeyer-Armstrong cuenta ya con veintisiete años, cumplidos el mes anterior. Lleva seis años de casada y tiene ya dos hijos: Jack Peter Armstrong, de cuatro años y Jessica Mónica Armstrong, de dos. El padre de estos niños y esposo de Jenny era Joseph Armstrong, quien acababa de cumplir sus veinticinco años el día anterior.
         Volvamos a la narración “impersonal” y remitámonos a los hechos: Era un frío martes y parecía que pronto iba a llover. Pero a Jenny no le importaba ni el frío ni la lluvia en ese instante. Después de todo, estaba en una pequeña oficina, cuya calefacción se encargaba de que el frío fuese inexistente. Frente a ella, tras un escritorio, se encontraba Paul Hayes, su editor de toda la vida. Bueno, desde los quince años, para ser más precisos.
         Jenny miraba impaciente. El sonido del reloj la tenía harta, y la expresión que ponía Paul, con cada línea que leía, no la ayudaba en lo más mínimo. Su ceño se fruncía levemente, en señal de disgusto y desaprobación.
         -Lo estás haciendo otra vez –canturreó la pelirroja, refiriéndose al “tic” que tenía su editor cuando algo no le agradaba.
         -Lo siento –masculló él, a modo de disculpa, mientras dejaba las hojas sobre el escritorio-. ¿Problemas en casa?
         Jenny suspiró, un tanto entristecida.
         -¿Conoces Beth, de Kiss? –Fue la pregunta, a modo de respuesta, de Jenny. Paul asintió.- Soy Beth y Joey es… Quien sea que haya escrito la canción.
         Paul sonrió, amargamente.
         -¿Qué tanto estás trabajando? –inquirió él, alzando una ceja.
         -Menos que cuando tenía dieciséis, más que cuando Jess nació –dijo ella, haciendo una “aproximación”.
         Paul suspiró.
         -No pongas un pie aquí hasta que hayas escrito algo decente –le dijo, serio-. Relájate, escucha música, lee un poco, júntate con Billie, no lo sé, haz lo que sea que pueda inspirarte.
         Además de ser su editor, Paul era algo así como su terapeuta. Ella le contaba sus problemas y él le decía varias soluciones que ella podía realizar. Sin embargo, en lugar de agradecerle como de costumbre, ella sólo sonrió, irónicamente.
         -Lo haré, cuando Billie se haga dos minutos en su “apretada agenda” para estar conmigo y decirme “hola” –masculló ella. Él sonrió, levemente.
         -Con que por ahí va el problema… Habla con él. Es tu suegro, mejor amigo y algo entre padre y hermano. Se hará un tiempo para ti.
         Jennifer asintió. Se despidió del editor, tomó sus cosas y salió.
         El frío la azotó apenas salió del edificio. No le importó, ya que el auto estaba en la cuadra siguiente. Rápidamente, caminó hacia allá. Quitó la alarma, subió al auto y prendió el motor.
         Alguien tiene que ir a buscar a Jack al pre-kinder pensó, mientras tomaba el celular. Marcó el número de su esposo y esperó, pacientemente, a que contestara.
         -¿Aló? –preguntó Joey, extrañado.
         -Amor, ¿voy yo a buscar a Jack? –preguntó Jenny, intentando sonar calmada y afectuosa, siendo que la única emoción que había en su mente era el enojo de no poder escribir nada.
         -No te preocupes, le prometí que lo llevaría a él y a Jess al McDonnald’s. ¿Quieres venir? –dijo él, rápidamente.
         Jenny lo pensó unos segundos.
         -No, gracias. No ando de humor, puede que suelte comentarios de que la comida es mala si voy –musitó.
         La mujer podía jurar que Joseph se encontraba mirando al teléfono con extrañeza, y, de haberlo hecho, habría tenido razón.
         -Más tarde me cuentas que te pasó –susurró él. Una pausa-. Te amo.
         -Yo a ti –susurró ella.
         Y colgaron.
         Ella suspiró y echó a andar el auto, camino a su casa. Llegó a los pocos minutos. Entró el auto, apagó el motor, bajó, lo aseguró y entró a su casa. Dejó las llaves en el mueble ubicado al lado de la entrada y se dirigió al living, donde se dejó caer en uno de los sillones.
         -¿Lo llamo o no? –se preguntó, rato después- No pierdo nada…
         Decidida, tomó el teléfono y marcó el número de la casa de su mejor amigo; estaba segura de que tendría el celular apagado, como siempre.
         -¿Aló? –le contestó una voz femenina, por la otra línea.
         -¿Addie? –inquirió Jenny.
         -¡Jenny! Tanto tiempo… ¿Quieres hablar con Billie?
         La pelirroja sonrió, levemente.
         -¿Está en casa? –preguntó, esperanzada.
         -Sí, está ensayando, pero les falta poco. ¿Le digo que te llame cuando terminen? –explicó y preguntó la mayor.
         -Eso estaría bien –musitó la pelirroja-. Gracias.
         Cortaron la comunicación. Jenny suspiró. Con algo de suerte, podría, finalmente, intercambiar más de tres palabras seguidas con Billie Joe.
         Y, antes de lo que esperaba, el teléfono de la casa comenzó a sonar, cosa que extrañó muchísimo a Jenny. Sin embargo, contestó de todos modos.
         -¿Aló? –preguntó.
         -¿Sabes que tienen en común Janis Joplin, Jimi Hendrix, John Lennon, Kurt Cobain, Dee Dee Ramone y Jim Morrison? –preguntó una voz grave, muy distorsionada. Jenny miró al teléfono, extrañada.
         -Que están todos muertos, fueron famosos en su época y, a excepción de Cobain y Ramone, todos empiezan con J -respondió, fingiendo que no le importaba. Después de todo, era muy probable que fuera una broma-. ¿Quién habla?
         -¿Sabes qué tienes tú en común con ellos? –Extrañada, Jenny dijo que no.- Que eres la siguiente.
         La comunicación se cortó, dejando a Jenny atónita en su living.
         -Mierda –susurró.

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