Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, mayo 02, 2011

One of these days - Chapter fourty: I hope you had the time of your life.


El timbre de la casa sonó. Addie se contuvo de maldecir. Estaba intentando cocinar, algo que nunca se le había dado muy bien. Billie Joe era quien normalmente hacía las comidas importantes, como lo era aquella con sus futuros y nuevos suegros...
Volvió a sonar el timbre. ¿Serían ellos? No, no podían serlo. Después de todo, llegarían en la noche desde Texas. George iría a buscarlos después del trabajo.
El timbre sonó una vez más. Los niños estaban en el estudio del sótano, donde no llegaba ningún ruido, así que ellos no irían a ver. Molesta y maldiciendo al kish que intentaba hacer, fue a ver, tras dejar el delantal sobre la mesada de la cocina. Se sorprendió al ver a Billie Joe en el umbral de la puerta.
-¿Qué haces aquí? –cuestionó Addie, cortante.
-Hola, Armstrong, ¿cómo estás? Que bueno. ¿Qué me pasó que estoy llena de harina? –dijo él, imitando su tono de voz, logrando sacarle una sonrisa- ¿Necesitas ayuda?
Addie suspiró.
-Vienen los padres de George... Sabes que apesto en la cocina, así que intenté hacer una de tus recetas y no funcionó –musitó, avergonzada.
Billie sonrió.
-Mi plan original era venir a jugar con los niños, pero puedo ayudarte primero, si es que quieres –sugirió él-. ¿Te parece?
Más avergonzada aún, ella asintió, dejándolo entrar a la casa. Billie miró a su alrededor, fijándose en un pequeño y gran detalle que no había notado en su visita anterior: La ausencia de ruido y desorden.
-Primero que nada... ¿Por qué no hay música? –preguntó, antes de llegar a la cocina.
Addie lo miró extrañada, como si no supiera de qué hablaba. Él revoleó los ojos y, sin consultarle a nadie, fue al living. Tomó tres discos al azar y los puso en el estéreo.
-Mucho mejor –susurró, aliviado, entrando a la cocina. Addie lo miraba molesta-. ¿Qué? ¿Ahora no se puede escuchar música tampoco?
-Sí se puede... Pero es que...
-No me digas que a tu noviecito no le gusta –la interrumpió. Ella no dijo nada, dejándolo boquiabierto-. Mierda, él me da miedo.
Ella rió, levemente.
-Ya, has una cena decente para seis personas –“ordenó” ella, con risa.
-Sí, señora. ¿Ravioles estarán bien? –ella asintió-. Bien, será algo simple –con una expresión de alivio, ella comenzó a salir de la cocina-. Espera, ¿me vas a dejar solo?
Addie se mordió el labio inferior, sin voltearse. No quería quedar a solas con él, la tentación sería mucha para ella...
-Soy un estorbo aquí –se excusó, volteándose-, no me necesitas.
-¡No eres ningún estorbo! Si no te crees capaz de ayudarme con las salsas, bien por ti, pero eso no te impide hacerme compañía –Addie alzó una ceja-. Que ya no estemos casados no significa que no podamos ser amigos, ¿no?
Ella sonrió y se puso a su lado, suspirando. Él también sonrió, más ampliamente, y empezó a hacer la masa, mientras conversaban.
-¿Qué ha sido de tu vida, Billie Joe? –preguntó ella.
-Bueno, el jueves sale el disco, así que con Mike y Tré estamos más felices que punkie en el Gilman –Addie rió-. Y en casa con Jenny todo...
-¿Jenny? –interrumpió ella, molesta-. ¿Qué Jenny?
¿Acaso él sí había logrado superarla? ¿Acaso él estaba comenzando de nuevo, sin ella? ¿Acaso nunca la había amado en verdad? ¿Acaso ya no la necesitaba y por eso podía hablar con ella sin problemas?
-Es una amiga –aclaró él-. Ella vino a hablar contigo una vez... Como sea, es hija de John Kiffmeyer y él la tenía encerrada, así que la ayude a escaparse y le ofrecí un cuarto del departamento. Me ayuda a mantener un poco de orden y me mantiene cuerdo.
Addie asintió, con cierto alivio, del que él se percató.
-¿Estás celosa? –preguntó con risa.
-¿Yo? ¡No! ¡Por supuesto que no! –fue el turno del hombre de alzar una ceja- Por Dios, yo soy la que se casa...
Sintió un dolor terrible al decirle aquellas falsas palabras a Billie Joe y ver la expresión de amargura en su rostro.
-Hablemos e otra cosa –pidió él, aún con la expresión de dolor.
Así comenzaron a hablar de los niños, del trabajo, de sus vidas y de más. Addie lo estaba pasando mejor que en mucho tiempo.
-Extrañaba tu risa –comentó él, haciendo que ella se sonrojara levemente.
Recordó cuando lo conoció. Era un chico cualquiera con una banda. Recordó cuanto había sufrido durante el año que perdieron contacto... Y recordó cuando le dijo “extrañaba tu risa”, el día de su reencuentro... seguido de un “te amo”, el primero que él le decía...
Pero ahora no vendría ni un “te amo”, nunca más, y lo sabía. Nunca más escucharía esas palabras de los labios del hombre.
-Addie, te estoy hablando –dijo él, sacándola de sus pensamientos- ¿Estás bien?
¿Por qué la conocía tan bien?
-Sí, estoy bien... ¿Decías?
-Te decía que las salsas están listas y que basta con poner los ravioles al horno –explicó él-. ¿Segura que estás bien?
-Sí, sí, anda con los niños. Es sólo un mareo del embarazo –mintió.
Él la miró incrédulamente, pese a que sabía que ella no cedería.
-¿Eres feliz con él? –preguntó, en un susurro.
“No” pensó ella.
-Sí –respondió, con la sonrisa más auténtica que pudo hacer.
Él sonrió, tristemente.
Se miraron a los ojos...

-¿Qué estará haciendo mamá? –preguntó Jake a Joey.
-Debe estar arriba preparando la cena para sus nuevos suegros –masculló Joey.
-Pero se supone que sólo teníamos dos horas aquí, ¿no? –el mayor asintió- Ya han pasado tres y no ha venido a decir nada –comentó Jake.
Intercambiaron una mirada extrañada. Un lado de ellos no quería subir, ya que significaría confesarle que se les había pasado el tiempo y ella se los descontaría del día siguiente. Sin embargo, un lado de ellos presentía que algo estaba pasando arriba, y ese algo podía ser bueno o malo.
Dudosos, salieron del estudio y se dirigieron a la cocina, donde no sólo encontraron a Addie, sino que también a su padre.
-¡Papá! –exclamaron ambos niños, acercándose a él, haciendo que él separara la mirada de su ex esposa.
-¡Niños! –gritó él, abrazándolos- ¡Están más grandes! –se separaron- Perdón por no haber venido a tu cumpleaños, Jake –añadió, un tanto avergonzado-. Otro día te traigo tu regalo.
Los niños comenzaron a hablar con él, sacándole varias sonrisas y risas auténticas, mientras que Addie los miraba disimuladamente.
Lo extrañaba, y mucho. Y esa idea no salió de su cabeza en todo lo que quedaba del día, durante el cual Billie jugó fútbol, les enseñó nuevas canciones, les tomó las “lecciones” en los diversos instrumentos y demás. A eso de las siete, ambos niños fueron a buscar videojuegos, dejando a Billie y a Addie nuevamente en la cocina.
-Necesitan un padre –murmuró ella.
-Estaré aquí más seguido en ese caso –susurró Billie.
-I’m losing you, I know your heart is miles away. There’s a whisper there where once there was a storm. And all that’s left is that image that I’ll find a way, and some memories have tattered as they’ve torn –cantaba el vocalista de The Rolling Stones en la radio. Addie sonrió.
-Don’t stop, baby don’t stop –canturreó él, a un bajo volumen de voz.
La mirada del hombre se desvió al estómago de la mujer, quien sonrió levemente.
-¿Quieres tocarla? –preguntó, tímidamente.
-¿Es niña? –Addie asintió- Que suerte tiene ese George.
La mujer rió, mientras se acercaba levemente a él, tropezando con el delantal que había terminado en el suelo. Billie la sujetó por los brazos, quedando ambos muy cerca.
-Es... –comenzó ella, pero se interrumpió al ver por el rabillo del ojo como George entraba a la casa, junto a una pareja mayor- ¿Estoy muy manchada de harina aún?
Él la miró extrañado. Después de todo, ella se había lavado hacía un buen rato.
-No, no tienes nada.
-¿Qué es esa música? –se escuchó una voz masculina desde el vestíbulo, haciendo que Billie empalideciera.
-How does it feel to be on your own? –cantaba Bob Dylan, justo antes de que alguien lo apagase.
-Perdón, George, pero escuchar música de vez en cuando es bueno –dijo Jake, acentuando la “o” de George. Billie rió, muy despacio.
Escucharon como los padres de George saludaban a los niños y preguntaban por Addie, quien salió de la cocina, un tanto avergonzada. El corazón de Billie dio un vuelco al ver cómo George la saludaba con un beso en los labios.
-Mamá, ¿papá ya se fue? –preguntó Joey, mordazmente, un tanto asqueado por la escena.
-Estaba en eso –murmuró Billie, saliendo de la cocina. Los padres de George lo miraron extrañados-. Ignoren al hombre con nombre de niña, gracias.
Se despidió de sus hijos, de Addie y salió de la casa, ignorando olímpicamente a todos los miembros de la familia del novio de su ex mujer.
-Espero que hayas tenido el tiempo de tu vida –susurró Addie, al verlo salir por la puerta, sin que nadie la escuchara, mientras sentía una daga en el pecho.

Jenny sonreía ampliamente cuando él terminó de contarle el relato de lo sucedido aquel día con su familia, ante lo cual Billie la miraba extrañado.
-Dices que la otra vez ella te llamó Armstrong, ¿no? –él asintió- Y que el resto del día te trató de Billie –el hombre volvió a asentir, sin entender hacia donde se dirigía la adolescente-. ¿Titubeó antes de decir tu apellido?
-No entiendo hacia dónde vas con esto –musitó él, haciendo que ella sonriera.
-¿No habrá querido decirte “amor”?

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