Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, mayo 04, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter nine: Sweet dreams.


Jenny llegó a eso de un cuarto para las cinco de la mañana al departamento. No había tomado en cuenta el tiempo que le tomaría vestirse y conseguir que el portero del edificio la dejara pasar. Sin embargo, Billie aún no llegaba, por lo que aprovechó el tiempo extra para preparar café y buscar algo que comer.
Pese a que no vivían ahí desde el 2008, Billie y ella visitaban mucho el departamento, por lo que siempre lo mantenían bien equipado con ropa, comida, bebidas y demás.
Al mismo tiempo que Jenny servía los dos tazones de café, unos diez minutos después, la puerta del departamento se abría.
-Odio ese portero –masculló el hombre, dirigiéndose a la cocina-. ¡Tengo llaves! ¿Por qué no podría entrar?
-Lo mismo me pregunto –musitó Jenny, pasándole su tazón-. ¿Quieres galletas?
Billie tomó un sorbo de café y sonrió.
-Gracias –susurró.
Tomaron las cosas y salieron al balcón, el cual daba a un callejón. No tendrían la mejor vista, pero el cielo era igual en todas partes, por lo que les daba igual. Se sentaron en el suelo y pusieron las galletas en el espacio que quedaba entre ambos.
-No falta mucho –comentó él, a eso de las cinco y treinta.
-Billie, es invierno, nos queda un buen rato –descartó Jenny. Bostezó-. Mierda, que hace frío –añadió.
Él sacó el ya vacío pote y se acercó más a ella. La rodeó con un brazo y dejó que apoyara su cabeza en su hombro, gesto que consiguió sonrosar levemente a la mujer.
-Gracias –susurró ella, un tanto avergonzada. Hacía un buen tiempo que no él no la abrazaba de ese modo.
-Cuando quieras –susurró él, honestamente.
Se quedaron en silencio, cada uno pensando en sus distintos asuntos. Ella pensaba en qué tan cómodo era el hombro de su amigo y Billie pensaba…
Billie pensaba en qué tan idiota era.
No podía creer que se había permitido abrazarla. Ok, eran amigos, y solían abrazarse en el pasado. Mas, ahora, abrazarla era muy peligroso. Demasiado. De hecho, el simple hecho de estar junto a ella desataba una enorme cantidad de emociones que prefería no tener. Por ejemplo, en ese instante, lo único que quería era besarla.
-¿Cómo van las cosas con Joey? –preguntó él, con la esperanza de que le dijera que iban muy mal. Sabía que no podría estar con ella en ninguna circunstancia, pero soñar era gratis.
-No andábamos muy bien, pero nos arreglamos –respondió ella-. ¿Cómo van las cosas con Adrienne?
-Bien, todo bien. Andábamos distantes, pero igual nos arreglamos.
Jenny asintió.
-¿Cómo está Angie?
Billie sonrió. Su mayor orgullo, en ese instante al menos, era su hija menor. Siempre había querido una hija.
-Muy bien. Es la única Armstrong que tiene buenas notas –Jenny rió-. ¿Qué hay de Jack y Jessica?
-Jack es un caso perdido. Tiene cuatro años y ya odia la escuela. Jess sigue en la sala de cuna –contestó. Rió-. Amo a esos niños.
Billie suspiró.
-Yo igual, pero no soy un buen abuelo. Digo… Para ellos es como ser nietos de los Rolling Stones de California… No tanto, pero algo así.
-¿A qué te refieres? –preguntó ella, extrañada.
-Un amigo les pregunta “¿Cómo son tus abuelos?”. ¿Qué responden ellos? “Oh, mi abuelo tiene como veinte tatuajes, se masturbaba frente al público y besaba tipos en sus conciertos. Quizás también lo hacía en su vida privada”. –Jenny rió.- “Pero mi abuela es normal”.
-Mejor eso a “Oh, ¿mi abuelo materno? No lo conozco, mi mamá se fue de la casa a los quince y no se han vuelto a ver. Dudo que sepa que existo” –masculló la pelirroja.
Se quedaron en silencio a partir de entonces, hasta que el sol, finalmente, salió. Sin embargo, Jenny no pudo apreciarlo, ya que se había quedado dormida. Billie sonrió y, con cuidado, se paró y la tomó en brazos.
Entró al departamento. Se acordaba de que el cuarto de Jennifer no tenía sábanas, por lo que, sin otra opción, la llevó a su habitación. Con mucho cuidado, la depositó en la cama, intentando no despertarla. De todos modos, ella lo hizo.
-¿Acaso nunca puedo ver un amanecer? –farfulló ella, molesta, abriendo los ojos.
-Lo siento. –Billie rió.- Algún día veremos uno.
Jenny miró a su alrededor.
-¿Por qué estoy en tu cama? –inquirió.
-Porque la tuya no tiene sábanas. Obligado a irme al sofá…
-¿Por qué no duermes aquí? Ya sabes, como en los viejos tiempos –sugirió ella, esperanzada. Realmente necesitaba sentirlo cerca.
Él suspiró, se quitó los zapatos y se metió a la cama junto a ella, quien sonrió levemente, ignorando por completo que él sentía cómo su corazón latía rápidamente de felicidad.
-Dulces sueños –susurró él.
Billie se acercó a ella y le dio un suave beso en la frente, tras lo cual se quedaron mirándose fijamente a los ojos durante un buen rato. Lentamente, y guiados por un sentimiento que no podían controlar, acortaron la distancia y se besaron, por varios segundos, tras lo cual se separaron, sonrojados.
-Lo siento –susurraron, al unísono.
Ella se dio vuelta, para quedar dándole la espalda. Él hizo lo mismo. Y, pese a querer evitarlo, ambos volvían a sentirse completos, ambos se tocaban los labios con una de sus manos, sonriendo.
Se quedaron dormidos casi al instante.

-¿Por qué no está preocupada? –inquiría el hombre a la mujer.
-Porque aún no sabe nada de nada –le contestó ella-. Es hora de que seamos un tanto más… directos.
El hombre asintió, mientras la mujer salía de la habitación. Él suspiró y se acercó a un teléfono. Marcó el número y esperó a que alguien contestara de la otra línea.
-¿Jim? –una respuesta del interlocutor- Es hora.
Sin más, cortó la comunicación, tras lo cual dirigió su mirada a uno de los tantos monitores que había en la habitación, aquel monitor que mostraba a la escritora durmiendo dándole la espalda a guitarrista y cantante.
-Dulces sueños, Jenny –susurró.
Y apagó la pantalla.

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