Al día siguiente, Jack y Jessica eran más que capaces de notar que sus padres andaban mucho más felices de lo usual. Sonreían, se besaban de tanto en tanto y, cuando Jenny comenzó a hacer el desayuno, Joey la abrazaba por la espalda. Cosas así eran notadas por los niños, y los alegraba bastante. No comprendían aún el concepto de “amor”, mucho menos el amor entre dos personas mayores, pero sabían que los besos y caricias sólo se daban entre las parejas… Bueno, eso era lo que creían ellos, puesto que su concepto de amor no iba más allá de eso.
-Extrañaba esto –le susurró Joey a Jenny.
Eran las dos y media de la tarde de aquel miércoles, y ambos se encontraban abrazados en el sofá del living, sólo por estar, sólo para demostrar cuánto se amaban.
-Yo igual –susurró Jenny.
Joseph suspiró.
-Tengo que ir por los niños –musitó.
-Si quieres voy yo –se ofreció la mujer.
Joey negó.
-Voy yo y tú puedes ver si ese bloqueo desaparece o no –masculló él, poniéndose de pié. Jenny lo imitó. Se dieron un largo beso en los labios y luego él salió de la casa.
-¿Qué haría sin ti? –susurró la pelirroja, apenas el auto salió.
Pensando en su esposo, Jenny fue al estudio del segundo piso.
Mientras la pelirroja sube las escaleras, aclaremos la distribución de la casa.
La puerta principal daba a un recibidor, con una mesita para las llaves, un colgador para los abrigos y sombreros, y tres linteles. El lintel de la izquierda conducía al comedor, el cual consistía en una mesa, varias plantas, varios cuadros y una puerta que daba a la cocina. El lintel de la derecha daba al amplio living, el cual estaba dividido en dos partes por el sofá más grande: El lado de los adultos (varios sofás, una mesita de centro, un televisor, un estéreo, plantas, más cuadros, un estante con libros, un estante con discos y el computador familiar) y el lado de los niños (muchos juguetes dispersados por el suelo). El tercer y último lintel llevaba a un pasillo, en el cual había una escalera y dos puertas: La del baño y la del cuarto de visitas.
Al subir por la escalera (tal como Jenny hacía en ese preciso instante), se llegaba a un segundo piso que contaba con cuatro dormitorios y un pequeño estudio. De los dormitorios, sólo tres eran utilizados como dormitorios, ya que Joey se había encargado de aislar el sonido del cuarto, para que pudiese ser utilizado por él, su banda y, ocasionalmente, Jenny. Una de las razones por las cuales había decidido transformar ese en estudio de grabación era que, a excepción de ese, cada cuarto tenía su propio baño. El estudio, sin embargo, fue adoptado única y exclusivamente por Jenny.
Cuando llegaron a la casa, ese estudio era oscuro, lúgubre y sucio. Como la joven pareja estaba muy ocupada arreglando los dos dormitorios que usarían (el de ellos y el de su futuro hijo), no le prestaron atención. De hecho, habían decidido no utilizarlo, decisión que se respetó hasta que Joey se fue de gira, dejando a una ociosa Jenny con demasiado tiempo libre. Fue así cómo entró al cuarto y se dio el trabajo de abrir las cortinas, las cuales dejaron al descubierto un amplio ventanal. Utilizando lo aprendido de su madre durante su infancia y adolescencia, Jennifer limpió y ordenó. Instaló estantes y un escritorio, con ayuda de Billie Joe (en realidad, lo único que ella hizo fue elegir los estantes, ya que, al estar embarazada, él no la dejó hacer nada), puso libros, ordenó más y quedó con su estudio, donde podía escribir sin problemas. Le habría gustado tener una máquina de escribir, pero, como encontrar tinta era tan difícil, optó por una laptop. Así podía escuchar música mientras trabajaba.
Volviendo al presente, Jenny estaba sentándose en su “oficina”. Hacía un buen tiempo que no escribía a mano, así que decidió hacerlo aquel día. Tomó uno de los tantos cuadernos que tenía en uno de los estantes y sacó un lápiz negro de unos de los cajones. Buscó la última hoja escrita y comenzó a escribir en la siguiente.
Sin embargo, tras escribir el título de lo que estaba escribiendo, se dio cuenta de que estaba en blanco. Tenía sus pensamientos muy divididos en ese instante. Demasiado. Un lado de ella pensaba en Joey. Otro pensaba en Billie. Y el otro…
El restante pensaba en las llamadas recibidas el día anterior.
Pero no, no quería amargarse el día, por lo que comenzó a pensar en cosas que, al menos en el pasado, lograban inspirarla.
Recordó cuando Joey la besó por primera vez. Pensando en eso, intentó escribir algo. Lo único que surgió con aquel recuerdo fue un párrafo. Un único y mísero párrafo, el cual, al ser releído, fue encontrado pobre y sin sentido por la pelirroja. Molesta, lo tachó por completo.
-Ok… Remontémonos más atrás –susurró para sí.
Así llegó al novio que había tenido antes de Joey, novio cuyas siglas eran C.H., cuya única intención era perder la virginidad cuanto antes con Jenny… Cosa que terminó por conseguir. La mujer se odiaba por ello, pero, en su momento, se había visto cegada por los tiernos actos de aquel idiota.
Sonará triste y todo, pero ese hecho lograba inspirar a Jenny. No obstante, ésta vez, no funcionó.
-Debe haber algo… -susurró.
Y, tras mucho pensar, llegó algo. Algo que siempre la había inspirado para escribir. Algo que liberaba muchísimas emociones en su interior. Ese algo, ese fantástico algo, se remontaba al año 2008, se remontaba a lo sucedido en un bosque. Ese algo era su primer beso.
¿Cuáles eran las emociones provocadas por ese recuerdo? Alegría, sorpresa por el actuar de su amigo… Y algo más que nunca había podido nombrar. Ese algo hacía que el pulso se le acelerara, hacía que su mente divagara por todas las cosas que podían haber pasado. Hacía que su mente divagara en todas las cosas que pudieron haberse dicho. ¿Pudieron haber convertido esos tres míseros días en algo más?
Pero Jennifer no logró llegar a aquellas divagaciones. Ni siquiera llegó a experimentar el recuerdo de la sorpresa. Habría llegado hasta aquel “algo” de no ser por el sonido del teléfono que tenía en el lugar. Molesta, estiró el brazo y contestó.
-¿Aló? –preguntó.
-No me has tomado en serio –masculló la voz de la otra línea.
Jenny empalideció. Era la misma áspera y distorsionada voz del día anterior.
-¿Quién eres? –inquirió, ocultando el temor en su voz bajo una falsa indiferencia.
-Prefieres no saberlo –musitó-. Sólo llamo para avisarte que no te queda mucho.
Como de costumbre, la comunicación se volvió a cortar.
Y ahora la mente de Jenny no divagaba en un simple beso, si no que divagaba en aquellas amenazas. Estaba asustada, pero, si se ponía a analizarlo, no tanto como debería.
-Me dio una lista de nombres –susurró para sí, mientras cambiaba la hoja del cuaderno. Quizás pueda averiguar quién es…
Encendió su computador.
Pasó el resto del día estudiando la biografía de aquellos seis músicos, anotando lo más relevante. Obviamente, Joey creía que estaba escribiendo… mas eso no fue un alivio para el corazón del hombre. Ambos tenían trabajos que requerían muchos sacrificios. Demasiados. Solían no estar en casa, solían no ver a sus hijos… Solían necesitar un abrazo y solían no tener a nadie que se los diera. Solían estar solos, y eso ya había cansado a Joey. Lo había cansado tanto que ya había tomado una decisión respecto al tema.
-Dos más –era su decisión-. Dos discos más y luego me quedaré en casa.
Era su sueño. Sabía que le sería difícil (por no decir imposible), pero lo haría. Jenny y su familia lo valían. Se amaban, así que todo iría bien.
Y aquí es cuando comienzo a echar sus planes por la borda.
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