Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, mayo 07, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter fifty-seven: Uptight.


-¡Mamá! –exclamaron Jack y Jess al verla cruzar la puerta principal de la casa.
-¡Chicos! –exclamó ella, estirando sus brazos para poder abrazarlos.
Habían pasado casi tres meses desde el día en que Jennifer se había ido de gira por el mundo. Tres largos meses en los que sus hijos habían crecido y madurado. Sonrió, tristemente, al ver que el rostro de Jessica ya era más de niña que de bebé y que Jack estaba bastante más alto.
-Los extrañé –susurró, abrazándolos más estrechamente-. Voy a dejar mis cosas en el segundo piso y luego me cuentan todo lo que han hecho estos meses, ¿ok?
-¡Ya! –accedieron ambos niños, aún alegres.
Con una sonrisa en su rostro, tomó sus maletas y subió al cuarto matrimonial, cuya puerta encontró abierta, dejando a la vista a Joey, quien dormía bocabajo.
-¿Puedo pasar? –preguntó, en un tono amable y alegre de voz.
El hombre se sobresaltó y se volteó, con una sonrisa de asombro en su rostro. Aún con esa expresión se incorporó, para cruzar la habitación, lentamente, quedando al lado de la mujer, quien dejaba sus maletas en el piso y lo miraba tiernamente.
Tras mirarse varios segundos, Joey cruzó la escasa distancia, para abrazarla y luego besarla, románticamente.
-Te extrañé –susurró él, apoyando su frente en la de la mujer.
-Yo más –mintió ella. Se notaba que su marido había estado sufriendo por ella.
Volvieron a besarse.
-¿Cómo estuvo todo? –preguntó él, en un tono bajo de voz, acariciando la mejilla de la mujer con el dorso de su mano.
-Bien... Coincidí con los chicos varias veces, así que no era una pobre autista –respondió ella, con una sonrisa-. ¿Cómo han estado las cosas acá?
Joey sonrió levemente.
-Normales. Los niños te extrañaban, pero iban al colegio normalmente y todo. Cuando salieron de vacaciones comenzaron a extrañarte más –explicó él-. ¿Cuánto tiempo tienes?
Jenny hizo una mueca.
-Unas dos semanas –susurró, entristecida por ello-. Algo es algo, ¿no?
Él asintió, intentando contenerse de rogarle que no fuera. Al fin y al cabo, él también se iría de gira en unos cuantos meses, y quizás por más tiempo.
-Bueno, tengo la cena lista, así que vamos a comer y de paso conversas con los niños, ¿ya? –explicó y preguntó Joey, rodeándola por la cintura.
-Me parece, pero déjame ir al baño primero –susurró ella, aún sonriente.
Tras darle un rápido beso a su marido, Jennifer entró al baño de la pieza matrimonial...
Apenas puso el seguro se sentó al borde de la tina, borrando la sonrisa de su rostro inmediatamente.
Se sentía tan mal mintiéndole a Joey, diciéndole que lo había extrañado con todo su ser... Pero no era así, y lo sabía. Él realmente había sufrido por tenerla a su lado, mientras que ella simplemente lo había reemplazado temporalmente. Amaba a Billie, sí, pero no sabía si lo suficiente como para no importarle Joey en lo absoluto.
Con pensamientos similares en mente, hizo sus necesidades y se lavó las manos y la cara, tras lo que abrió el botiquín y sacó un frasquito con píldoras: Los anticonceptivos que tomaba una vez al mes. Se lo tomó y, tras secarse, salió del baño.

Al mismo tiempo, Billie, Addie y Angie cenaban en la casa. Por mera costumbre, él se mostraba mucho más cariñoso de lo usual con su esposa. Debía admitir que el amor hacia Adrienne desaparecía rápidamente, mas aún le quedaba el suficiente cariño como para preocuparse por su bienestar. Después de todo, llevaban juntos más de veinte años, los mejores veinte años de su vida.
-... ¿qué opinas, amor? –le preguntó Addie, sacándolo de su ensimismamiento.
Él sacudió la cabeza.
-Lo siento, me fui, ¿qué decías? –farfulló, sacándole una sonrisa a su hija menor.
Addie suspiró.
-Te preguntaba que opinabas de la idea de invitar a Jake, Joey, Charlotte, Jenny y a los niños a almorzar este fin de semana –repitió la mujer.
-Ah, eso –murmuró él-. Sí, me parece bien.
Cambiaron el tema a las calificaciones de Angie, las cuales podían ir mejor, mas eso no era lo que más alarmaba a Billie en ese momento. Lo que lo alarmaba era que la vería luego.
Los días que quedaban para el sábado pasaron sin novedades para el guitarrista. Salió a varias partes con Addie y Angie y, el sábado, él se ofreció a preparar el almuerzo para todos, cosa que Adrienne le agradeció; llevaba tres meses cocinando ella para todos sus hijos, quienes solían pasar más tiempo en casa cuando Billie se iba de gira.
A las dos y media el timbre sonó. Al estar cocinando, estaba excusado para no ir a ver, lo que agradeció. No se veía capaz de saludar a nadie a causa de los nervios.
Relájate, Armstrong, relájate pensó. Todo va a estar bien...
-Jake, tienes que comer más, estás muy flaco –lo regañaba Adrienne desde el recibidor. Billie sonrió, levemente-. ¡Mírate!
-Mamá, como más de lo necesario, pregúntale a Chuck –masculló el joven.
-Sí, eso es verdad –comentó Chuck, con una pequeña sonrisa-. ¿Están los niños?
-No, aún no llegan –murmuró Addie.
Billie suspiró, aliviado, y volvió a dedicarse a la lasaña que preparaba para todos. Se estaba esmerando más de lo necesario, con la esperanza de concentrarse únicamente en eso, pero, al menos de momento, su plan no estaba dando ningún resultado.
Especialmente porque, dos minutos después de haber terminado las salsas y cinco minutos antes de que estuvieran completamente cocidas, el timbre volvió a sonar, dando paso esta vez a Joey, Jenny, Jack y Jess.
Tranquilo pensaba, inhalando innecesarias cantidades extras de aire. Todo estará bien. Sólo contente de abrazarla, besarla o cualquier otra muestra de afecto.
Suspiró y salió de la cocina hacia el living, donde estaban los demás. Saludó a sus hijos de un abrazo, al igual que a sus nietos, mientras que a Chuck y a Jenny les dio un beso en la mejilla, cuidando que el que le dio a la pelirroja saliera normal y automático, sin intenciones ocultas ante los ojos de los demás.
-¿Cómo están? –preguntó él, en general.
-Nosotros bien –respondió Joey, en nombre de ella y los niños, quitándole un peso de encima al mayor. No se sentía capaz de contenerse si oía la voz de la pelirroja.
Jake y su novia intercambiaron una mirada.
-Chuck y yo vivimos juntos –soltó Jake, con una sonrisa.
Entre todos comenzaron a felicitar a la joven pareja…
Con el pasar de los minutos, a Billie la mentira se le hacía cada vez más fácil, pero no por ello más creíble. No entendía cómo ninguno de los presentes se daba cuenta de la falsedad de sus sonrisas, ni tampoco entendía cómo ninguno de los presentes se preguntaba el porqué andaba tan pensativo. Quizás se lo atribuían al hecho de que acababa de llegar de una gira de excesos y demás…
O quizás nadie lo conocía tan bien como la pelirroja, quien lo miraba preocupada.
-Voy por el postre –anunció Adrienne, una vez acabada la cena.
-¡No, yo voy! –la interrumpió Billie, parándose de un salto- Serviste a todos mientras yo no estaba, me toca compensarlo.
-En ese caso somos dos –comentó Jenny, también incorporándose-. No nos extrañen –añadió, en el tono de broma más realista que pudo hacer, tono de broma que todo el mundo creyó, a excepción del guitarrista.
Sin más, ambos entraron a la cocina.
-Tengo los nervios de punta –masculló ella, una vez que la puerta se cerró tras ellos.
-Dímelo a mí –susurró-. ¿Joey sospecha algo?
-No, nada –respondió la mujer-. ¿Qué hay de Addie?
Él negó.
-Nada tampoco.
Silencio.
-Te amo –susurró él, sacando el postre del refrigerador.
Ella sonrió levemente.
-Yo a ti –respondió, mientras buscaba los platos y los servicios.
No se miraron ni se hablaron más, pues ambos sabían que sucumbirían de hacerlo. En vez de eso, volvieron al comedor y sirvieron el postre para todos.
A eso de las diez Jess se durmió, indicando que era hora de que Joey, Jenny y sus hijos se fueran. Suspirando, Jennifer se inclinó a tomar a su hija en brazos, siendo interrumpida por su suegro.
-Yo la llevo, pero tú me abres la puerta –se explicó, con un tono de voz normal, mas indicándole con la mirada que quería estar con ella dos segundos a solas.
Así ambos se dirigieron al auto de la joven pareja. Jenny abrió la puerta trasera del vehículo y Billie acomodó a la niña en la sillita especial que le correspondía a ella.
-¿Sabes? Es igual a ti cuando duerme –comentó Billie, mirándola.
Jenny negó.
-Lo único que tiene en común conmigo son los ojos, y cuando duerme los tiene cerrados –susurró ella.
-Te equivocas, tienen el mismo aire –murmuró el guitarrista.
Cerraron la aún abierta puerta del auto y se miraron a los ojos. La escritora iba a acercarse más al hombre para besarlo de una vez por todas…
Cuando el celular del hombre sonó. Extrañado, se apartó de ella y contestó.
-¿Quieres conocerme? –le preguntó una voz masculina distorsionada, voz que reconocería en cualquier lugar- Sólo tú, no lleves a tu nuera.
-¿Qué? –inquirió Billie, ignorando la mirada de extrañeza que le lanzaba la mujer.
-Que si quieres conocerme. En fin, nos vemos en Christie Road el seis de julio, a las tres.
Y colgó.
-¿Quién era? –preguntó ella, extrañada.
-Hal. Me quiere conocer –susurró.
Ambos intercambiaron una mirada de desconcierto, nerviosismo, ansiedad y tensión. ¿Qué querría el psicópata ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario