Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, mayo 07, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter fifty-eight: Nothing's gonna end with me.


-No quiero que vayas.
Aquel sábado cuatro de julio, todos los Armstrongs y sus parejas se encontraban en la casa de Billie y Adrienne, esperando a que fuera la hora de los fuegos artificiales. Sin embargo, la única preocupación de la pelirroja en ese instante era lo que ocurriría el lunes con Billie si accedía a encontrarse con Hal.
-Cálmate, no me va a pasar nada –murmuró él, tras revisar por enésima vez por la ventana de la cocina que todos estuvieran concentrados en el cielo.
-No puedes asegurarlo –espetó Jenny, buscando su mirada-. Si estás tan seguro, dilo mirándome a los ojos
Billie subió su mirada y se encontró con los azules ojos de la mujer, los cuales lucían, más que enojados, tristes. El guitarrista suspiró y le tomó la barbilla a la escritora.
-No me va a pasar nada, lo sé –susurró-. ¿Qué te parece si nos juntamos en el departamento esa tarde para que veas que sí estoy vivo? De paso empezamos a ordenar las cosas que vamos a llevarnos del departamento antes de venderlo.
Ella asintió, intentando contener la lágrima de impotencia que quería escapar.
-No quiero perderte –susurró.
-Y no lo harás –murmuró él, demostrándole en su mirada lo seguro que estaba de sus palabras-. Te juro por todo lo que quieras de que nunca me perderás.
Jenny sonrió levemente.
Sin pensar en lo que hacía y aprovechando los pocos minutos a solas que les quedaban, Billie la besó, dulcemente, por unos cuantos segundos, tras lo que se separó.
-Extrañaba esto –murmuró él, con una pequeña sonrisa, volviendo a lo que se supone que hacían desde un principio: Servir las bebidas para todos en copas y llevarlas en una bandeja.
-Piensa que falta poco para volver a las giras –musitó ella, ordenando las copas que Billie servía en la bandeja-. Y como Paul y Rob son amigos…
Billie sonrió.
-Ya veremos…
Tomó la bandeja y salió, seguido de la pelirroja, quien llevaba otra bandeja con bebidas sin alcohol para los niños.
-Justo a tiempo –comentó Joey, tras tomar su copa, abrazando a Jenny por la cintura-. Van a empezar.
Jenny sonrió, apenada por la discreta expresión de envidia que cubrió el rostro de Billie Joe momentáneamente, tristeza que desapareció al ver como el guitarrista abrazaba a su esposa y la besaba, tiernamente…
Del mismo modo que la besaba a ella.
¿Acaso cada beso que le daba era falso?
-Te amo –murmuró Billie, en el oído de su esposa.
A los oídos de Jenny, esas palabras sonaron vacías. No tenían tantos sentimientos como las que él le decía a ella continuamente. Eso, más la mirada de tristeza que Billie le dedicó le demostraron que con ella no fingía. Sonrió levemente, aliviada.
Apenas los fuegos artificiales terminaron, todos entraron a la casa, debido a las gotas de lluvia que comenzaban a caer.
-No ha llovido en todo el verano, pero llegan ustedes y comienza una tormenta –comentó Jake, mirando por la ventana del living cómo la fría llovizna se convertía en una casi impenetrable cortina de gruesas gotas de lluvia.
-Lo siento, olvidé apagar el generador de lluvia –bromeó Billie. Su hijo menor rió.
-En fin, ¿qué harás el lunes? –le preguntó Addie a su marido- Angie tiene tarea de música para el martes y no soy muy buena en eso.
Billie hizo una mueca.
-Con Jenny decidimos que lo mejor es vender el departamento, porque ya casi no lo usamos.
Se quedaron en el living conversando hasta que los menores se durmieron. Al igual que la última vez, Billie fue quien los llevó al auto, acompañado por Jenny, a quien le dio un corto beso en los labios al asegurarse de que nadie miraba.
-Nos vemos el lunes –susurró él, volviendo a la casa, al lado de la pelirroja, quien iba a despedirse.
-Cuídate –musitó ella.
-Nada acabará conmigo –susurró, con una sonrisa, tras lo que entró a la casa.

Aquella noche, apenas Addie se quedó dormida, Billie se salió de la cama, únicamente en bóxers, tras lo que se dirigió al estudio del sótano. Intentando contener sus emociones, se recostó en el sofá que ahí tenía, cerrando los ojos y cubriéndose el rostro con ambas manos.
¿Estaba asustado? Por supuesto. Iba a encontrarse con aquel psicópata que lo quería muerto. El único motivo por el que no se había desmoronado frente a la escritora era para no asustarla más de lo que ya estaba.
Ni siquiera sé pelear bien pensó, molesto consigo mismo por nunca haber aprendido aquella cosa tan vital.
Nervioso, sacó un cigarrillo y comenzó a fumarlo, en un vano intento de relajarse. Las posibilidades de que muriera el lunes eran altísimas.
-Lo que hago por ti, Jennifer –susurró.
Él sabía que era capaz de dar todo con tal de que ella permaneciera con vida. Todo.
Aunque no me uniría a esos idiotas pensó. Ahí buscaría otra salida o me mataría yo mismo. No quiero acabar siendo un peón más en un juego psicópata.
Apagó la colilla y la tiró al suelo, tras lo que volvió a cubrirse el rostro.
Si hubiera una forma de que nos dejaran en paz… Podría divorciarme de Addie y quizás ahí Jenny se convenciera de estar conmigo.
Suspiró. Eso no era posible. Estaba más que claro para él que ella amaba más a Joey que a él. Si no, ¿por qué no le había dado una respuesta cuando él le dijo que estaba dispuesto a dejar a Adrienne por ella?
Se quedó en ese sofá hasta las tres de la mañana, tras lo que volvió a su habitación, con una sola cosa en mente: Le quedaban treinta y seis horas menos.

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