Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, mayo 07, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter fifty-three: The Lizard King.


-Chicos, ¡por ahí no! –les gritó alguien.
Billie, Jenny, Mike, Tré y Brian se voltearon de inmediato, extrañados.
Se encontraban en el aeropuerto de Nueva Zelanda, dirigiéndose a su vuelo a Japón, donde había una entrevista esperando a los chicos y una conferencia de prensa esperando a la escritora. El hecho de que se estaba haciendo una película de su vida se había filtrado y querían entrevistarla al respecto. Fue por ello que los cuatro (y Brian) se extrañaron mucho al escuchar la voz de Rob Cavallo llamándolos.
-Rob, esa es la puerta al vuelo a Japón, ¿sabes? –comentó Tré, con tono de obviedad.
-Sí, pero ustedes se van a Australia –explicó él-. Hubo un cambio repentino en el itinerario. Resulta que los de la entrevista no alcanzaban a llegar a Japón desde donde fuera que estaban, pero si alcanzaban a llegar a Australia, que era lo más cercano para ustedes y ellos…
-O sea que ellos van a Oceanía y yo a Asia –murmuró Jenny, algo entristecida. No había tenido tiempo de agradecerle a Billie el que le hubiera dedicado esa canción en el concierto. Él no se lo había dicho personalmente, pero había bastado ver el foco de luz alumbrándola cada tres segundos para darse cuenta de ello.
-Nope, Paul me llamó –corrigió Rob-. También vas a Australia. Tu conferencia de prensa en Japón no le gustaba a los medios, así que la corrieron a Australia.
Miró a su alrededor, paranoicamente.
-¿Qué ocurre? –inquirió Mike.
-En el avión les digo –musitó el productor-. Ya, ¡vayan!
Sin decir nada más, los cinco se fueron al avión correcto, a la vez que Rob se disculpaba con la azafata que los esperaba impacientemente en la puerta al vuelo a Japón, tras lo que los siguió al otro avión, que salía en cinco minutos más.
-Rob, en serio, ¿qué pasa? –inquirió ahora Billie, un tanto preocupado. Se notaba que su productor y amigo estaba nervioso…
Nerviosismo que se le quitó apenas estuvieron en la desierta primera clase.
-Lo que pasa es que… Mejor siéntense… Todos ustedes… -Los cinco se sentaron.- Lo que pasa es que en Japón hay una multitud de fans casi tan grande como la que esperaba a los Beatles en sus conciertos.
Tanto Billie como Mike y Tré lo miraron sorprendidos, con los ojos abiertos como platos. ¿Casi tantos fans como los Beatles? Y ni siquiera era Estados Unidos, donde de seguro había más gente…
-E… ¿Estás seguro? –preguntó Billie, sorprendidísimo.
-Sí, así es. Con este disco sobrepasaron a todos los anteriores con creces –dijo Rob, con una sonrisa, sacando varias revistas del bolso que llevaba-. Revisen ustedes mismos.
Curiosos, cada uno tomó un par de revistas. Jenny y Brian también tomaron un par, quedando sorprendidos.
-Tienen siete canciones en los diez más pedidos –susurró Jenny, sorprendida.
-La Rolling Stone dice “si se pudiera, le pondríamos diez estrellas a este disco” –leyó Brian, igual de sorprendido, tras lo que le dio un beso a Tré de felicitación, ignorando las caras que pusieron Rob y Jenny.
-Wow –consiguió decir Mike.
Billie sólo se quedó mirando fijamente la revista que tenía en sus manos, sorprendido.
-Billie, ¿qué pasa? –preguntó la pelirroja, acercándose un poco más a él.
A modo de respuesta, le pasó el artículo:
“Billie Joe Armstrong, el mejor compositor del mundo actual, en exclusivo en éste número de AltPress. Todos estamos de acuerdo que es increíble que haya sobrepasado los veintisiete años, siendo que tiene tanto talento, pero así es mejor, ya que lo tenemos con nosotros para deleitarnos con su música.”
-Y pensar que cuando te conocí te reías de ti mismo diciendo que con suerte te alcanzaría para comprar una casa y un amplificador que sí funcionara –comentó Rob.
Pero Jenny sabía que el hecho de ser considerado el mejor compositor del mundo no era lo que había dejado a Billie en aquel estado. Lo que lo había dejado en ese estado era el hecho de ver que una revista había mencionado aquella locura de la muerte a los veintisiete…
Y que ese día estaban más cerca de descifrar la verdad por completo. Porque la dirección que les había entregado el músico no era otra que una dirección de la ciudad de Sydney.


-¡Te dije que ibas por el carril contrario! –lo regañaba la pelirroja.
-Aún así yo tenía razón que era ésta calle y no la otra –masculló Billie, defendiéndose.
-¡Casi nos arrolla un camión gigante! –exclamó ella.
Habían llegado a Australia hacía varias horas. Los chicos tenían su entrevista en la noche, al mismo tiempo que Jenny tenía su conferencia de prensa. Pero aún quedaba bastante tiempo, tiempo que utilizarían en visitar a Jim Morrison. Obviamente, no habían mencionado la dirección en voz alta ni una sola vez, como tampoco habían mencionado la persona a la que iban a visitar, sólo como una medida extra de seguridad.
-Creo que ésta es –susurró Jenny, frente a una casa blanca de un único piso, bastante amplia y bastante arreglada, la única en varios kilómetros. Australia seguía siendo de esos lugares.
-Sí, ahí se ve el número –musitó Billie, deteniendo el motor y señalando el pequeño número que se veía al lado de la lejana puerta-. ¿Estás lista?
Se miraron a los ojos, sintiendo de inmediato como los ojos del uno se fundían en los del otro. Jenny le sonrió.
-Siempre que tú estés conmigo –susurró, sonrosándose levemente.
Billie también sonrió, tras lo que se acercó a ella y la besó, románticamente.
-Te amo –dijo él, en un tono bajo de voz.
-Yo a ti –respondió ella, del mismo modo.
Se dieron otro rápido beso y salieron del auto. Tras activar la alarma, Billie Joe corrió hacia la mujer, cuya mano entrelazó con la suya. Sin más, caminaron hacia el portón de la residencia, el cual estaba sin seguro. Lo atravesaron y cruzaron el sendero que los llevaba a la puerta, frente a la que se quedaron parados, sin saber que hacer.
-Aquí vamos –susurró Billie, tocando el timbre mientras hablaba.
No pasaron ni treinta segundos cuando la puerta fue abierta por una mujer mayor que ellos, quien tenía una amplia sonrisa en su rostro. Su cabello era totalmente blanco y sus ojos eran entre verdes y azules.
-¡Jim, llegaron! –exclamó ella, hacia el interior de la casa.
-Voy, cariño –gritó el mencionado, desde el interior de la casa, sorprendiendo tanto a Billie como a Jenny. Sonaba tal como se lo habían esperado.
-Pasen –les dijo la mujer, ante lo que obedecieron-. Mi nombre es Pamela Morrison, pueden decirme Pam –prosiguió, mientras los guiaba al living de la casa-. Ustedes son Billie y Jenny, ¿no?
-Sí, así es –respondió Jenny, con una sonrisa que intentó fuera convincente. Ellos sabían que Jim estaba vivo, pero lo que no sabían era que la esposa que había mencionado en el video era la misma Pamela con la que estaba antes de “morir”.
Y, antes de que se hubieran recuperado de aquella sorpresa, el mismo hombre del video que habían visto el día anterior entraba a la habitación, como el rey del lugar.
Finalmente, tenían al Rey Lagarto frente a ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario