Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, mayo 04, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter eleven: The telephone is ringing.


Jenny y Billie despertaron a eso de las diez de la mañana. Ambos maldijeron por lo tarde que era y ambos corrieron a arreglarse. Ella entró al baño primero y, tras peinarse y hacer sus necesidades, se despidió rápidamente de su amigo y se fue.
Llegó a su casa a eso de un cuarto para las once. No encontró a Joey en ninguna parte, por lo que supuso que había ido a ensayar.
-Va a estar enojado –musitó.
Sin más, subió a su cuarto, entró a su baño y se dispuso a ducharse.
-¿Por qué lo hice? –se preguntó en un susurro, ya bajo el agua.
Se refería, obviamente, al beso que se había dado con Billie Joe aquella noche... Bueno, técnicamente era de día, porque ya había amanecido, pero ese no es el punto.
¿Por qué lo había besado? ¿Por qué había permitido que los labios de ambos se encontraran en aquel beso? ¿Y por qué Billie no había hecho nada para impedirlo?
Mas, si se ponía a analizarlo, no había sido ella quien se había inclinado en un comienzo, sino que había sido él...
-Sólo fue un beso –se dijo-. Y no volverá a repetirse. Todo sigue igual entre nosotros –cerró el paso del agua-. Ni que fuera la primera vez que lo beso...
Salió de la ducha y se envolvió en una toalla, tras lo cual se dirigió a su cuarto, donde se puso una tenida de ropa limpia. Bostezó. Aún tenía un poco de sueño, por lo que bajó a la cocina y se sirvió un café muy cargado, el cual acompañó con un poco del cereal de Jack. Con ambas cosas en sus manos, subió a su “oficina”, donde intentó ordenar ideas. Mas no le era posible, ya que sólo tenía cabeza para el beso con Billie Joe.
No podía dejar de pensar en ello. No podía y sabía que no podría hacerlo por el resto del día. Seguía sin saber qué había pasado por la cabeza de ambos, seguía sin saber cómo se mirarían a los ojos la próxima vez que se vieran...
-Mierda, tengo que hablar con él –masculló.
Y, sin embargo, evocando el recuerdo de aquel beso, logró escribir un capítulo entero.

Mientras, ya en su casa, Billie se servía un tazón de café, con una pequeña sonrisa, causada por el recuerdo del beso con la pelirroja. Sabía que estaba mal, sabía que no volvería a probar sus labios nuevamente, y, por sobre todas las cosas, sabía que no importaba cuánto tiempo pasara, seguiría recordando sus labios a la perfección.
-¿Cómo lo pasaste con Mike y Tré? –inquirió una voz a sus espaldas.
El guitarrista se volteó.
-Bastante bien. –Ella lo miró con rabia.- ¿Qué?
-No te creo –masculló-. Mike llamó recién para invitarte a su casa esta tarde.
-Tiene sentido, ya que anoche nos juntamos en la casa de Tré –mintió, descaradamente.
-¿Y fuiste caminando? –Addie lucía incrédula. Muy incrédula.
-¡Claro que no! Me vinieron a buscar –inventó, convincentemente-. Si sacaba el auto, despertarías, y no quería interrumpir tu sueño.
Se notaba cómo Addie comenzaba a ablandarse. Después de todo, ¿quién no se ablandaría con aquellos ojos verdes mirando como si cada palabra que decía viniera directo de su corazón?
-¿Y por qué vuelves a esta hora? –preguntó.
-Porque despertamos tarde y Tré me dejó en esa tienda de música que queda como a media hora de aquí. Compré una uñeta y caminé para quitarme la borrachera de encima. –Addie suspiró, aliviando a Billie.- Por favor, amor, confía más en mí. Juré nunca engañarte.
-Lo sé, pero sabes que soy muy celosa en cuanto a ti –musitó Addie.
Billie se acercó a ella y la abrazó.
-He estado contigo por casi veintiséis años. ¿Qué te hace pensar que voy a cambiarte así como así?
Addie lo miró entristecida.
-Para mí, eres perfecto. Puede que alguien más opine lo mismo y te aleje de mí –susurró, apoyando su frente con la de su marido-. No quiero perderte...
-Y no me perderás –musitó él-. No lo harás.
La miró a los ojos y, tiernamente, la besó, como pidiéndole disculpas. Luego, aprovechando que Angie estaba en la escuela, desayunaron y subieron a tomar una ducha juntos, ducha que salió más larga de lo esperado.

Mientras tanto, Jenny miraba asombrada su cuaderno. Acababa de terminar la historia cuyo final no le había agradado a Paul. Con una sonrisa, sacó su laptop y comenzó a traspasarlo. En cuanto acabó (un buen rato después), llamó a su editor y agente desde el celular.
-¿Paul? –El hombre gruñó, en señal de afirmación.- Terminé la historia.
-¿En serio? –inquirió, un tanto más animado.
-Sí –confirmó ella.
-Wow... Bueno, mándamelo al mail y vienes el viernes a las doce, ¿ok?
-De acuerdo, gracias. Adiós.
Y colgaron, al mismo tiempo que Joey entraba a su oficina.
-Hola –saludó él. Sonaba un tanto incómodo-. ¿Cómo te fue anoche?
-Bastante bien: Ordené ideas y acabo de terminar la historia. Ahora se la mando a Paul y todo bien –explicó-. Perdón por haber salido así, pero no quería despertarte.
-No te preocupes. –Jenny sonrió al notar como el tono de voz de su esposo se había calmado. Adjuntó el archivo de la historia a un mail y lo mandó a Paul. Recién ahí, Joey se acercó un poco más a ella.- ¿De qué trata esta?
Ella sonrió, nuevamente.
-Dos personas que no se conocen chocan en la calle al caminar. Se piden disculpas y siguen su camino, sin ningún problema. Sin embargo, ella comienza a sentir lo que él, y viceversa y ocurren un montón de mierdas seguidas –explicó ella.
Él asintió.
-¿Puedo leerlo después? –preguntó.
-Por supuesto –respondió ella-. Y no tienes de qué preocuparte, el tipo no tiene ojos verdes.
Joey rió, levemente.
-¿Quieres almorzar? –preguntó él, rato después.
-Ok –accedió ella.
Bajaron y almorzaron calmadamente en la cocina, tras lo cual fueron a buscar a Jack al colegio y a Jess a la sala de cuna. Volvieron a la casa y les sirvieron el almuerzo a los menores. Jenny, quien seguía con bastante sueño, se preparó otro café. Comenzó a beberlo en la cocina, mientras lo niños almorzaban en el comedor. No iba ni en el tercer sorbo, cuando en el teléfono sonó.
-¡Yo veo! –exclamó Joey.
-¡Ya! –exclamó Jenny de vuelta, yendo al comedor a cuidar a los niños.
-Mami, sé deletrear tu nombre –dijo el pequeño Jack, apenas ella se sentó en el lugar que Joey acababa de ocupar-. J-E-N-N-I-F-E-R.
-¡Bien! –lo felicitó la mujer, con una sonrisa.
Jess iba a decir algo, cuando Joey entró al comedor.
-Amor, es para ti –dijo. Sonaba extremadamente serio.
-¿Quién es? –preguntó ella, un tanto preocupada.
Joey se mordió el labio inferior.
-John –dijo, escogiendo muy bien el cómo responder.
Otro punto a aclarar: Ambos habían decidido NUNCA nombrar a John o Diana Kiffmeyer frente a su hija. No como si fueran sus abuelos al menos. No querían explicarles todo el enredo de la familia de su madre aún.
-Voy a ver –musitó la pelirroja, retirándose del comedor, aún con el tazón en la mano-. Y ustedes dos, cómanse todo.
Llegó al living, un tanto nerviosa. Se sentó en el sofá y tomó el inalámbrico que Joey había dejado en la mesita que había frente al asiento.
-¿Padre? –preguntó.
La última vez que habían hablado, había sido después de que ella cumpliera los dieciocho años. Tras eso, habían perdido el contacto por completo.
-Hola, hija –saludó él-. ¿Cómo has estado?
La voz del hombre sonaba cansina y triste. Aquello casi logró ablandar el corazón de Jenny, quien aún estaba más que resentida por los golpes y el encierro a los que su padre la había sometido.
-Bien, todo bien –musitó-. ¿Tú? ¿Cómo está mamá?
Eso sí, Jenny casi no le tenía resentimientos a su madre. Estaba segura de que la supuesta bipolaridad de la mujer era un trastorno psicológico real, lo que podría haber explicado la mayoría de los tratos que le daba.
-Yo y tu madre hemos estado mejor. Especialmente ella –masculló-. Y prefiero no hablar de esas cosas por teléfono. ¿Podríamos juntarnos?
Jenny miró al teléfono, extrañada.
-¿Qué ocurre? –inquirió.
-Te lo diré cuando nos veamos. ¿Has ido al café Okay?
-No, pero sé donde queda –musitó ella.
-Te veo allá en una hora –dijo él, firmemente-. Realmente, tenemos que hablar. Es de vida o muerte... literalmente.
-Pero... ¿qué ocurre?
Y la comunicación se cortó.
-¿Qué pasa? –le preguntó una voz a sus espaldas. Jenny se incorporó y volteó.
-Tengo que salir –dijo ella, dejando el teléfono ahí mismo y dirigiéndose al vestíbulo-. Vuelvo en unas dos horas, quizás más, no lo sé –añadió, tomando sus llaves y su abrigo.
Y salió, sin darle ninguna explicación al hombre que la miraba sorprendido desde el living.

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