
NOTHING LASTS FOREVER – THE LIVING END
Febrero había llegado a su fin. Ya era el jueves cinco de marzo y Jennifer se encontraba tranquilamente en su casa, disfrutando el silencio que le entregaba el que sus hijos estuvieran con Jake y que Joey estuviera ensayando.
En los últimos veintiún días, Jenny no había recibido ninguna llamada del misterioso psicópata. Las cosas con Billie Joe volvían a su normalidad y las cosas con Joey también. No obstante, una especie de sexto sentido le estaba diciendo que algo no andaba bien. Es decir, todo andaba de maravillas, pero algo no parecía cuadrar. No sabía qué era ese algo, mas le preocupaba su tanto. No lo suficiente como para empezar a preguntarle a todo el mundo si algo pasaba, pero si lo suficiente como para preocuparse cuando Joey llegaba demasiado tarde a su hogar. Sin embargo, como su nuevo libro se publicaría esa semana, no tenía mucho tiempo como para preocuparse de falsos presentimientos.
El timbre sonó, repentinamente, sacándola de sus pensamientos. Se paró del sofá, se estiró y fue a ver.
-¡Mami! –le gritaron sus dos hijos, corriendo a abrazarla.
-¡Hola! –saludó ella, devolviéndoles el abrazo- ¿Cómo la pasaron con el tío Jake?
-Dios, ¡deja de llamarme tío! –exclamó el hombre.
Jakob Danger Armstrong contaba ya con veintiún años, cumplidos el septiembre pasado. Era más alto que Joey y su padre, pero no demasiado. Tenía el cabello más claro que el de Joey, pero más oscuro que el de Billie y era de contextura delgada. Sus ojos castaños miraban con falso enojo a la pelirroja.
-Ok… ¿Cómo lo pasaron donde Jake? –“corrigió” Jenny, logrando que su cuñado sonriera.
-¡Bien! –respondió Jessica.
-Me hizo un globo con forma de perro –dijo Jack, feliz, mostrándole el globo a su madre.
-Y nos preparó tallarines –añadió Jessica.
Jenny sonrió, los hizo pasar a la casa y, tras asegurarse de que sus hijos estuvieran jugando tranquilamente, invitó a Jake a tomarse un café en la cocina.
-¿Cómo va todo en casa? –preguntó ella, mientras ponía unas galletas en la mesada en la cual ambos bebían su café.
-Bien, todo igual con Chuck –dijo él, con una sonrisa.
Sé lo que piensan: Oh, otro gay en esta historia. Se equivocan. Chuck es la novia de Jake, cuyo verdadero nombre es Charlotte. Estudia para ser parvularia y cuenta ya con veinte años.
-¿Ya viven juntos? –preguntó ella, un tanto ansiosa.
-Quiero pedírselo, pero me da miedo que me rechace. Digo… ¿no vamos muy rápido? –dijo, un tanto preocupado.
-Jake, llevan juntos como seis meses, está bien –lo calmó ella.
-Sí, tienes razón –musitó él-. En todo caso, ¿cómo va todo entre tú y Joey?
Ella sorbió de su café.
-Todo va bien… pero tengo un presentimiento que me dice que algo anda mal –musitó ella, honestamente-. No tengo idea qué, pero algo no va como debería.
Jake asintió.
-Quizás debas hablarlo con él, a ver si él tiene una idea de lo que ocurre –sugirió, sacando otra galleta-. Así sabrás si es un presentimiento real o uno falso.
-Sí, tienes razón.
Conversaron un rato más y Jake se fue. Ya eran las nueve de la noche y Jessica estaba quedándose dormida, por lo que Jenny la fue acostar, tras lo cual volvió al primer piso, para encontrar a Jack casi dormido. Sonrió, lo tomó en brazos, lo subió, le puso pijama y lo metió a su cama. El niño se acomodó rápidamente y se durmió profundamente en cuestión de segundos. Jenny sonrió, lo arropó bien y salió de la pieza.
-¿Qué puedo hacer ahora? –preguntó al aire.
Aburrida, decidió bajar a ver televisión en el living. Revisó la programación y descubrió que, en quince minutos, empezaría una película que quería ver. Así que, tras ir al baño, se dirigió a la cocina, se preparó un paquete de palomitas, se sirvió una taza de chocolate caliente y volvió al living. Dejó todas las cosas en la mesa de centro, apagó la luz y se sentó en el sofá, cubriéndose con una manta que había en el sofá, al mismo tiempo que la película empezaba. Terminó y comenzó una serie acerca de una familia bastante extraña. No llegó a saber más, ya que se durmió.
Abrió la puerta, enojado consigo mismo. Se había dicho que no iba a dejar que ocurriera nuevamente, mas ahí se tenía, entrando a hurtadillas a su casa a las tres de la mañana.
Se sorprendió al ver que el televisor estaba encendido. Extrañado, se acercó y se encontró con su esposa durmiendo, cubierta por una manta. Sonrió. Apagó el televisor y se acercó a ella.
-¿Amor? –preguntó Joey en un susurro, sintiendo una punzada de culpa, a la vez que acariciaba el rostro de Jenny con su mano.
-¿Qué hora es? –preguntó ella, adormilada.
-Las tres un cuarto –respondió él.
Ella se sentó, sintiéndose completamente despierta.
-Joey, ¿por qué llegas a esta hora? –inquirió.
Él suspiró, se paró, encendió la luz y se sentó en el sofá que había al lado de aquel que Jenny usaba, en ese instante, de cama.
-Hay… Hay algo que… -comenzó Joey. Suspiró.- Jenny, yo… No era algo que…
-Joey, ¿qué pasa? –Jenny comenzaba a asustarse. ¿Sería lo que creía?
Él volvió a suspirar.
-Me he estado acostando con alguien más –soltó.
Y ahí se vio confirmado el presentimiento de Jenny. Y así confirmaba también que nada duraba para siempre.
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