Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 01, 2011

One of these days - Chapter twenty-six: It's been a long time since he rock'n'rolled.


El desayuno en casa de los Kiffmeyer fue mucho más tenso de lo usual. Diana había obligado a Jenny a bajar al comedor, pero la chica se rehusaba rotundamente a mirar a nadie a la cara. Apenas terminó su desayuno (consistente en una leche fría y un pan), volvió a subir y cerró la puerta. Su padre no tardó ni dos minutos en ir y cerrarle la puerta con candado.
Recién cuando Jenny escuchó como su padre bajaba las escaleras se atrevió a comenzar a guardar todo. Dejaría un par de cosas inútiles y quizás otras útiles, pero lo importante era que se iría ese día.

El plan era simple: John estaba en casa desde las cinco en adelante, así que Mike se aparecería a eso de las cinco y media. Entraría con alguna excusa, desactivaría la alarma, llamaría a Billie Joe y listo, esa era la parte que le correspondía al bajista. En cambio, Tré, debía esperar con el auto del guitarrista varias cuadras más, ya que Billie buscaría a Jenny en el auto del baterista; no querían que John intentase seguir el auto y luego lo viera estacionado en su misma calle.
Y Billie... Billie debía esperar a Jenny en el callejón hasta recibir la señal de Mike. Luego debería subir, ayudarla a bajar sus cosas y listo, se irían. Pero no todo era tan simple, debían hacerlo todo en silencio y no contaban con mucho tiempo.
Todo parecía depender de la excusa que Mike pusiese.

El timbre sonó cuando Mike lo accionó. Pese a estar muy nervioso, ya que no estaba seguro de que lograra distraer a John el tiempo suficiente, era imposible que alguien luciese más calmado.
Una mujer de su edad, quizás un poco menor, le abrió la puerta. Llevaba su cabello, de color castaño rojizo, recogido en un apretado moño. Era muy delgada y ya tenía varias y finas arrugas estampadas en su rostro.
-¿Sí? –dijo ella, a modo de saludo.
-Hola, quería saber si John Kiffmeyer vive aquí... Encontré la dirección en el directorio telefónico –respondió Mike, con un falso tono de relajo.
Ella lo miró extrañada.
-Sí, pasa, le diré que lo esperas en el living... ¿Cuál es tu nombre?
-Michael Pritchard –contestó sin chistar.
La mujer asintió y, tras dejarlo en el living, fue por otra puerta, en busca de su esposo.
Apenas salió, Mike empezó a revisar la pared que tenía a su derecha. Según lo que Jenny les había dicho, la alarma se activaba y desactivada con un interruptor que estaba ahí. No fue difícil distinguirlo, ya que sólo había uno encendido y debía ser ese. Lo apagó y llamó a Billie Joe, quien le colgó.
Ahora todo dependía de que John estuviese interesado en su conversación.

Jenny seguía ordenando cosas. Había guardado lo más importante. Todos sus papeles, sus libros y toda su música iban en una mochila. Las historias completas habían sido impresas y puestas ahí y, por seguridad, guardadas en su correo electrónico. Su ropa iba en otra mochila y  un bolso. Sólo usaba un par de zapatillas (las que tenía puestas) y un par de zapatos en el colegio, aunque había tenido que ponerse más de un chaleco para ahorrar espacio. Además, llevaba en su fiel cartera un montón de cachivaches más. Tenía todo listo para cuando recibiera la señal...
Que llegó a los pocos minutos, en un silbido. Era “Only of you”. Con una sonrisa de oreja a oreja, tomó sus cosas y abrió la ventana.
Dejó una mochila y el bolso fuera. Se puso la otra mochila en la espalda y, con cuidado, trepó a la ventana. Le echó un último vistazo a su habitación y salió.
Billie ya estaba ahí, esperándola, con los restos de la alarma en su mano; la había destruido con un palo que había llevado. Dejó el palo ahí y, tras tomar una mochila y el bolso, comenzaron a bajar, sin intercambiar ni una sola palabra con la joven.

-¿Mike Dirnt? –inquirió John, sorprendido.
-¡Al Sobrante! –saludó Mike, estrechándole la mano a su viejo amigo- ¡Tanto tiempo! ¿Cómo estás? ¿Qué ha sido de tu vida?
El ex baterista lucía sorprendido. Y no era para menos. No veía a sus viejos amigos desde 1992, un año antes del nacimiento de su hija. También quedó shockeado al ver lo bien que se había mantenido Mike.
-Bien, todo igual... Esposa, trabajo, mi hija... Todo bien –mintió, sentándose en un sofá-. ¿Qué hay de ti? ¿Sigues en Green Day?
Mike hizo una mueca de desagrado, mientras se sentaba frente a él.
-De eso quería hablarte –murmuró-. Con Billie Joe –John reprimió la furia-, Tré y yo estamos teniendo muchos problemas. Demasiados. Así que, en mi opinión, lo mejor sería acabar todo lo que tuvimos como grupo.
Los ojos de John adquirieron un ligero brillo, que disimuló rápidamente.
-¿Y qué tengo que ver yo en esto? –preguntó.
Mike sonrió.
-Como la música es lo único que sé hacer, yo y unos amigos queremos otra banda. Pero nos falta un buen baterista.
Una pequeña y amarga sonrisa apareció en su rostro. Aún conservaba su batería, pese a ni siquiera haberla visto en años.
-Ha sido un largo tiempo desde que rockanroleé –murmuró.
-Nunca es tarde para recordar como tocar –replicó Mike.
John negó.
-Para mí sí. Lo siento, Mike, pero tendrás que conseguir a alguien más.
Mike asintió.
-En ese caso, debo irme. Un gusto verte –dijo Mike, con una sonrisa.
John se paró y se adelantó a la salida, dándole a Mike los dos segundos que necesitaba para activar la alarma nuevamente.

Mientras, Billie y Jenny se dirigían hacia el otro lado de Oakland, sitio de encuentro con Tré. Llegaron a la calle en que harían el cambio a los pocos minutos. Se despidieron del baterista, tras darle las gracias un montón de veces y fueron al departamento. Recién cuando dejaron todas las cosas desparramadas en el departamento de Billie, Jenny se relajó.
-Gracias –musitó ella, tras dejar el último bolso.
-No hay problema –contestó él-. Aquí estás a salvo.
Se acercó a ella y la abrazó. Ella le devolvió el abrazo, poniendo su cabeza en el hueco del cuello del hombre, quien comenzó a acariciarle la espalda.
-Puedes hacer lo que quieras aquí, ¿ok? Esta es tu casa. Tu pieza está al frente a la mía, en caso de que necesites algo. Para ti, estoy disponible a toda hora.
Jenny asintió.
-¿Por qué haces todo esto por mí? –preguntó en un susurro.
-Porque eres una gran amiga, y por eso te quiero mucho. Te veo como la hermana menor que nunca tuve o como la hija que nunca tendré.
Jenny sonrió y lo miró a los ojos.
-Tendrás una hija... Addie recapacitará o encontrarás a alguien más –dijo ella, segura de sus palabras.
Él también sonrió y le dio un pequeño beso en la frente.
-Vamos a ordenar tus cosas para luego cenar, muero de hambre –propuso.


Diana se encontraba en la cocina, haciendo una de sus asquerosas cenas, mientras que su esposo hacía un crucigrama en el living.
-John, trae a Jenny a cenar –dijo la mujer.
A regañadientes, John se paró. Subió las escaleras y fue a la habitación de su hija.
-Jenny, hora de cenar –farfulló él, apáticamente.
No podía decir que no quería a su hija, pero el aprecio no era muy grande si quería ser sincero consigo mismo. Sólo la veía como una chiquilla maleducada, que no le obedecía en nada. Estaría mucho mejor sin ella...
Abrió la puerta, tras sacar el candado.
La pieza estaba vacía.
Faltaban varias cosas y la ventana seguía abierta. ¿Por qué la alarma no había sonado? Extrañado, se acercó a revisarla.
Estaba destruida. Alguien debía haber ayudado a su hija...
-Billie Joe –susurró, enrojeciendo de rabia.
Se acercó al escritorio de su hija, donde había una nota.
“¡No me busquen! No aguanto más el estar encerrada ahí, no aguanto más el estar con ustedes. No me quieren y lo sé, sólo soy un estorbo más en su vida ‘perfecta’. Hay cosas más importantes que la limpieza y el trabajo y eso es algo que ya deberían saber. Adiós. Jenny.”
John arrugó el papel, sin saber como reaccionar. Se limitó a salir y bajar a la cocina.
-¿Y Jenny? –inquirió Diana.
El hombre la miró.
-Yo no conozco a ninguna Jenny.
-John es nuestra hija, ¿qué pasa?
Él cambió su expresión de amargura a una de rabia pura.
-La Jennifer que teníamos encerrada escapó –espetó-. Y te aseguro de que ella no es hija mía.

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