A las ocho del día siguiente ya estaban saliendo. Habían llenado el auto de comida y bebida, para no tener que detenerse para nada que no fuera ir al baño y llenar el tanque de gasolina. Era un largo viaje de unas trece horas, aproximadamente, si es que Billie no iba muy rápido, Sin embargo, él aseguraba que estarían allá a las siete de la tarde. No obstante, lo que les molestaba a ambos, era el hecho de que iban a tener que estar al menos once horas encerrados en el mismo auto, el cual no era muy espacioso... Lo único que ella quería, pese a que no quería admitirlo, era que él le tomase su mano, la cual descansó en su regazo durante la mayor parte del viaje. Y lo único que él quería era abrazarla eternamente... O al menos por unos minutos...
-¿Cuánto falta para llegar? –preguntó ella, unas ocho horas después, tras una parada en una gasolinera.
-Unas dos horas –calculó Billie, sorprendiéndola-. No quieres saber que tan rápido puedo conducir.
-Dame una idea –dijo Jenny, pícaramente.
Billie dobló rápidamente una curva, a la vez que pensaba en cómo contestar.
-Mike me tiene prohibido conducir –respondió al fin, haciéndole abrir mucho los ojos; Mike amaba la velocidad-, y Tré está de acuerdo.
Jennifer asintió, aún sorprendida.
-Han pasado casi nueve horas y apenas hemos hablado –murmuró ella-. ¿Qué te pasa?
Él la miró, levantando una ceja.
Ella revoleó los ojos.
-Desde ayer que andas raro... Ni siquiera me miras a los ojos –su tono no era de enfado, sino de reproche y decepción-. ¿Qué es lo que te pasa?
Él al miró a los ojos, a través del espejo retrovisor, causándole un pequeño escalofrío a la chica, el cual, a duras penas, logró disimular.
“No te miro a los ojos porque no me quiero enamorar de nuevo. La primera vez que me enamoré de verdad, ella me dejó sin razón aparente. La segunda vez, yo fui demasiado imbécil y eché todo a perder. No quiero que vuelva a pasar lo mismo, porque al parecer mi destino es estar solo” pensó Billie.
Sin embargo, dijo:
-No te miro a los ojos porque sigo avergonzado por lo del uniforme.
Ella sólo sonrió levemente, aunque debía admitir que se sentía decepcionada.
-En serio, no estoy molesta por eso... Habrá sido extraño, pero estoy bien.
El hombre también sonrió y le dio un breve beso en la mejilla, que les causó un cosquilleo a ambos.
Siguieron avanzando y, a las siete, ya estaban en Portland. Se detuvieron en una cafetería para comer algo antes de irse donde los Lovett. Mientras Billie ordenaba dos cafés y dos trozos de pastel para cada uno, Jenny fue al baño, donde, además de hacer sus necesidades, se lavó la cara, aún acalorada por el sol que les dio durante todo el viaje.
-No puedo enamorarme de él –se susurró, mirándose al espejo-, no es lo que quiero, no es lo correcto. Su lugar es con Adrienne –negó con la cabeza-. No más pensar en él.
Volvió a negar.
-¿Por qué mierda no me lo puedo sacar de la cabeza? –se preguntó, mientras se secaba el rostro.
Confusa, salió del baño.
Seguía sin estar seguro de lo que sentía en ese instante... Hasta que la vio. Bastó con eso para estar seguro de que sacrificaría todo por ella y más.
-Su orden estará lista pronto, señor –le dijo la mujer a cargo del puesto-. Si gusta, puede buscar un asiento.
Él asintió, mientras se dirigía hacia Jenny, sin pensar, quien quedó sorprendida al sentir como él la tomaba por la cintura, acercándose...
-¿Qué pasa? –preguntó, extrañada, sintiéndose desfallecer.
-Nada –respondió él, sacándole unos cuantos cabellos del rostro-, nada malo al menos.
Sin dejarla reaccionar, volviendo a poner sus manos en la cintura de la chica y acercando su rostro, la besó. Ella abrió mucho los ojos, sorprendida, mas contestando el beso. Él se separó de ella a los minutos.
-¿Y eso por qué? –inquirió, sonrojándose.
Él se encogió de hombros.
-Dejemos que las cosas fluyan, ¿te parece?
A modo de respuesta, ella le rodeó el cuello con ambos brazos y lo besó.
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