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Prólogo

domingo, mayo 01, 2011

One of these days - Chapter thirty-six: Make love, not war.


Joey contemplaba una vieja foto que había encontrado en el estudio de su padre. En ella estaba Addie, sentada a los pies de la cama, y Billie, recostado al final. En la pared de atrás se leía “Haz el amor, no la guerra”. Joey sonrió tristemente al verlo. Extrañaba la presencia de su padre en la casa.
Su mirada se desvió al reloj que había a su lado. Eran las nueve de la mañana de aquel martes de septiembre, en el que su madre se había quedado dormida. Debido a ello, él había aprovechado la oportunidad de que ella aún dormía para bajar al estudio de su padre. El único en la casa que había cumplido sus obligaciones era el nuevo novio de Adrienne.
-Extrañaba esto –musitó para sí mismo.
A las once creyó que sería más creíble despertar a Addie, por lo que subió a la habitación matrimonial, habitación que había sido usada por sus dos padres, no sólo uno de ellos, durante casi catorce años.
-¿Mamá? –preguntó, entrando y acercándose a Adrienne.
La mujer se volteó en la cama, para quedar frente a él.
-Joey, ¿qué ocurre? –preguntó.
-Venía a avisarte que te quedaste dormida y que son las once –informó él-. Jake sigue durmiendo y yo acabo de despertar.
Ella hizo una mueca.
-Me levanto enseguida a hacer el desayuno... Tú pon a hervir el agua y despierta a tu hermano –ordenó la mujer, aun con tono somnoliento.
Joey se limitó a asentir y salir de la habitación. Bajó las escaleras y puso el agua a hervir. Luego subió y fue al cuarto de Jake, a quien encontró viendo televisión.
-¿Hace cuánto despertaste? –se preguntaron al unísono.
-Recién –contestó Jake-. ¿Tú?
-Hace como tres horas –confesó Joey-, pero bajé al estudio y ahí estuve hasta hace unos diez minutos.
Jake lo miró con cara de reproche.
-¿Por qué no me despertaste? Extraño a mi guitarra –se quejó el menor.
Joey sonrió levemente.
-Podemos sacarle provecho a que ande tan distraída, ¿no? –dijo Joey, logrando sacarle una pequeña sonrisa a su hermano.

El timbre sonó. Ya eran las dos de la tarde. No podía ser George, ya que él no llegaría hasta varias horas después. Extrañado, Jake fue a atender la puerta.
-¡Papá! –exclamó, corriendo a los brazos de su padre.
Billie quedó asombrado de que su hijo menor lo abrazara. Después de todo, él era el más enojado con él por lo sucedido.
-¡Jakob! –dijo él, de todos modos- ¿Cómo estás? ¡Has crecido!
-Bien, aquí está todo bien –mintió el menor. No estaba seguro de si su padre sabía de George o no, pero sí sabía que no sería él quien se lo recordara-. ¿Tú? ¿Qué te trae por aquí?
Billie sonrió.
-Estoy bien –respondió-. Ahora vine a hablar con tu madre, acerca de...
-¿La custodia? –rogó Jake. Billie se sorprendió. Después de todo, él había estado de acuerdo con que Addie tuviera toda la custodia- Mamá no nos deja bajar al estudio.
El hombre abrió mucho los ojos, sorprendido, mas no hizo ningún comentario. Se limitó a entrar a la casa.
-Voy por mamá, espérala en el living.
Billie asintió y fue al sitio que su hijo le indicaba. Se sentía tan extraño estar en la casa que había sido suya por tanto tiempo y que le indicaran a donde ir...
-A... ¿Armstrong? –inquirió Addie, sorprendida. Billie infirió (correctamente) que Jake no le había dicho quién estaba llamando- ¿Qué haces aquí?
-Quería hablarte, Addie –susurró él, sin mirarla a los ojos. Seguía sintiéndose avergonzado.
La voz de Billie había servido para que Adrienne despegara completamente la vista de su hijo menor, quien aprovechó la oportunidad para salir del lugar y dejarlos a solas.
-Supe que te casabas –murmuró él, en cuanto estuvo seguro de que sólo estaban él y ella en el cuarto.
-Así es –afirmó ella.
Billie levantó la mirada.
Adrienne lo miró a los ojos, intentando no sentir aquel revoltijo de emociones que siempre sentía cuando lo veía en alguna foto o cuando escuchaba su voz. No podía darse el lujo de sucumbir ante el verdor de sus ojos. No podía dárselo...
Él la miró detenidamente... Y su mirada se detuvo en su estómago. Sonrió, irónicamente.
-Veo que no tengo nada que hacer aquí –murmuró-. Siento haberte hecho perder tiempo, pero creí que aún tenía alguna oportunidad.
Sin decir nada más, Billie se volteó.
-No, Billie espera –dijo ella, suplicante. Él la miró extrañado. ¿Desde cuándo no lo llamaba por su nombre? Ya había olvidado como sonaba su nombre en sus labios...
-¿Por qué habría de esperar? ¿Tienes algo que decir? –preguntó él, desafiante.
-Puedes venir a ver a los chicos cuando quieras –farfulló ella-. Te extrañan mucho, de verdad... No dejan de pedirme permiso para ir a verte, pero creí que estarías ocupado.
Una auténtica sonrisa apareció en el rostro del hombre.
-“Haz el amor, no la guerra” –citó él. Ella lo miró sin entender-. No quieres seguir peleando con ellos, eso es lo que pasa. No te importa el que me extrañen, te importa tenerlos de tu lado. No más guerras o peleas, simplemente quieres que todo sea paz y amor aquí.
¿Por qué era tan cruel? ¿Por qué le decía esas cosas? La razón por la que lo quería cerca, era para verlo, aunque fuese jugando con sus hijos.
-Al menos déjalos usar el estudio. Nada es peor que estar lejos de algo que amas –susurró-. Adiós...
Adrienne no dijo ni hizo nada en cuanto vio como Billie salía de la casa. Lo único a lo que atinó, fue a poner una mano en su abultado estómago de cuatro meses.

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