Jenny seguía recostada a lo largo del sofá cuando la puerta del departamento se abrió, a eso de las tres de la tarde.
-Billie, ¿cómo te fue? –preguntó ella, incorporándose.
El hombre no le contestó, simplemente se dirigió a su habitación, la cual cerró de un portazo. Jenny supuso que se habría tirado bocabajo en la cama. Preocupada, se dirigió hacia allá.
-Billie, ¿estás bien? –preguntó. Él no contestó- ¿No quieres hablar?
Él negó con un gruñido.
¿Por qué no podía dejar de pensar en ella? En su sonrisa, sus gestos, su risa... Sus labios, siempre tan cerca de los suyos propios. Él era lo suficientemente mayor como para controlarse, ¿por qué no lo hacía? Él era el responsable en aquella relación, él era quien debería mantenerse firme ante sus impulsos... Pero hasta el momento, parecía ser que él no había crecido lo suficiente, que no estaba listo para aquella relación.
Cerró los ojos...
¿Por qué no podía dejar de soñar con ella? Nuevamente una de sus extrañas fantasías, en las cuales él y ella estaban en un sofá, conversando, y él terminaba besándola con desesperación, mientras le acariciaba los muslos debajo de la falda del uniforme...
-Billie –susurró Jenny, sentada a su lado, haciéndole abrir los enrojecidos, mas verdes ojos-. ¿Estás bien?
Él no contestó. Simplemente la miró de arriba abajo, con una expresión de algo que la chica no pudo distinguir... Hasta que lo sintió sobre ella, mientras la besaba; le había saltado encima, casi literalmente. La besaba con desesperación, mientras sus ojos brillaban de... deseo.
Él comenzó a besarla con mayor intensidad que nunca, a la vez que metía sus manos debajo de la falda del uniforme, acariciándole los muslos, mientras soltaba suspiros involuntarios. Ella, sin embargo, estaba demasiada confusa como para hacer nada. No entendía que ocurría ahí; Billie Joe acababa de ir a intentar reconciliarse con el amor de su vida y ahora lo tenía encima de ella, intentando hacerle el amor...
Recién ahí cayó plenamente en cuenta de lo que ocurría. ¿Por qué se dejaba hacer eso? Ella no quería, no buscaba una relación así con su mejor amigo...
Sintió como él le tomó la mano izquierda y se la llevó a su “zona”.
-No, Billie –dijo ella, empezando a desesperarse, al entender lo que le pedía-. Yo no quiero esto, tú tampoco, sólo estás confundido.
Él la ignoró y siguió besándola, mientras la forzaba a que le acariciase su... eso. Sin otra opción, ella terminó haciéndolo, causando que él gimiera en su oído.
-Billie, suéltame –le dijo ella, desesperándose más aún. Sabía que si lo dejaba continuar, se arrepentiría luego.
-No pasará nada malo –susurró.
Sonaba ido, como si no supiera lo que ocurriera.
-Billie, estás drogado, no sabes lo que haces –dijo ella, segura de sus palabras, apunto de romper en llanto-. ¡Suéltame!
El último “suéltame” había sonado tan fuerte como si alguien se lo dijera por un micrófono en el oído, haciéndolo entrar en razón. Dejó de besarla y, de un salto, se separó de ella, dejándola sobre la cama.
-Perdón –se disculpó él, varios minutos después, mientras ella se secaba unas cuantas lágrimas que no había logrado contener a causa de la frustración de no poder hacer nada para detener a Billie Joe.
-¿Por qué hiciste eso? –preguntó ella, dolida y extrañada.
Él la miró a los ojos y contestó sin pensar en lo absoluto.
-Porque te amo.
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