Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 01, 2011

One of these days - Chapter four.


Jenny entró a su humilde casa. En ella, estaba su madre limpiando el living, sin percatarse de su presencia.
La madre de la adolescente era una mujer de cabellos rubios y ojos celestes, de tez blanca. Habría sido bonita, de no ser por la expresión que siempre cubría su rostro... Una expresión de sufrimiento, repulsión y... Odio, odio hacia todo aquel que se le acercase. Bajo esa capa desagradable, había otra más desagradable aún; no era ni alegre, ni feliz, ni alentadora, ni chistosa, ni amorosa, ni nada. Era obsesiva por la limpieza, pero eso no era nada bueno, si quería ser sincera. De hecho, en lugar de un “hola” o un simple abrazo o cualquier otra muestra de cariño, Jenny siempre recibía un “límpiate los pies” o algo similar. Ese día, no fue la excepción.
-Acabo de limpiar la alfombra, así que quítate los zapatos –gritó Diana, apenas la vio.
-Gracias por preocuparte por mi accidente. ¿Mencioné que el autobús se volcó y yo con él? –comentó, mordazmente, sacándose las zapatillas- ¿Y que tuve que venirme a pie desde el otro lado de Berkeley, por lo que me duele todo? Supongo que no te importa.
Sin decir nada más, subió a su habitación, descalza como estaba. Quería tomar un baño, para sacarse la suciedad del choque. No sabía cuantas heridas tenía; después de todo, apenas sí se había cambiado.
Se miró en el espejo del baño y quedó sorprendida al verse cubierta de polvo. Su cabello pelirrojo estaba todo despeinado y sucio. Tenía un moretón en un costado de su cara. Comenzó a desvestirse, para meterse a la tina, y seguía encontrando moretones por todos lados. El más grande de todos, se ubicaba en el costado izquierdo de su espalda, que era el punto donde más se había apoyado en el momento de caer.
El agua caliente se llevó, al menos de forma temporal, el dolor y el estrés a causa del libro. ¿Se habría salvado el final? ¿O alguna parte de su cuaderno habría quedado destruida?
Lo otro que no comprendía, pensaba mientras se enjabonaba, era el porqué Billie Joe estaba tocando guitarra en un autobús. Eso era casi tan drástico como que ella empezase a pedir limosna de un día para otro. ¿Qué le había pasado a aquel hombre tan famoso y con tanto dinero para estar tan desesperado?
-Se lo preguntaré un día de estos –se susurró. Pero... ¿Eso no había pasado antes?-. Déjà-vu...
En todo caso, ni siquiera sabía para qué le daba vueltas al asunto, si era más que obvio que no volverían a encontrarse. Quizás se encontraran alguna vez en la calle, se harían algún gesto a modo de saludo y seguirían por sus caminos... Quizás.
Terminó su largo baño, se secó y, envuelta en una toalla, volvió a su habitación, sin prestarle atención a la conversación que su padre y su madre llevaban a cabo en el primer piso. Se puso el pijama, bajó a la cocina, se hizo un sándwich y un café y subió. Devoró el sándwich y se puso a revisar que estuviese todo en el cuaderno, mientras bebía su café. Suspiró, aliviada y, tras apagar la luz del velador, se acomodó en la cama y se durmió.
Pero, mientras ella dormía, una persona permanecía en vela. Más específicamente, un hombre, cuya única compañía era una guitarra acústica; las demás, estaban guardadas. No podía verlas sin recordar todo lo que ya no tenía, y que no había aprendido a apreciar cuando sí. Le recordaba todo lo que podría ser suyo, de no ser tan imbécil, tan idiota, tan... tan él.
Había llegado al departamento hacía un par de horas, se había dado una ducha y eso había sido todo el trato especial que se había dado a sí mismo a causa del accidente. La verdad, era que ese choque le había alegrado el día, ya que lo había sacado de la patética rutina en la que estaba sumergido.
Se aburrió de la guitarra y fue a la cocina a prepararse algo de comer. En el camino, se miró al espejo.
Sus ojos ya no eran del verde que solían ser, sino que estaban opacos, muy oscuros, casi grises. Su cabello rubio estaba desaliñado y se notaban grandes ojeras en su rostro. Las ignoró por completo y fue a uno de los muebles de la cocina, de donde sacó un frasco de una sopa a la que se le ponía agua caliente y estaba lista, aunque había que dejarla reposar por tres minutos. Era un descubrimiento de su hijo menor, Jakob... La había encontrado en una tienda de “esos dibujitos animados chinos”, como los llamaba él.
Jakob... Joseph...
Sin pensarlo, mientras esperaba que pasasen los tres minutos, abrió un cajón del mueble y extrajo una bolsa con un polvo blanco en su interior. Aspiró todo el contenido, rápidamente. Luego, fue al baño y preparó la tintura negra; aún bajo los efectos de la droga, era simple para él. Se la aplicó y luego fue a comerse su... ¿Cómo se llamaba? Rimaba con armen... armen... larmen... Eso no era una palabra... armen... se le cambiaba una letra...
-Qué más da el cómo se llama este ramen de... ¡Eso! –exclamó para sí.
Estaba seguro de que cualquiera encontraría eso muy idiota, pero, al estar solo todo el día, las conversaciones consigo mismo eran más que comunes. De hecho, Jenny era la primera persona con la que tenía una verdadera conversación en días.
Jennifer... John...
-¡Vamos a la melancolía! –se dijo, al notar como la cocaína hacía su efecto.
Lentamente, se sumió en sus recuerdos y, tras terminar su “cena” y terminarse el tinturado se fue a dormir. Después de todo, lo único que hacía despierto, también podía hacerlo dormido. Y ese “algo” era recordar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario