Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 01, 2011

One of these days - Chapter five.


Jenny despertó adolorida al día siguiente. Estaba segura que el dolor habría sido mayor, de no ser por el baño de tina que se había dado el día anterior. Ignoraba qué hora era, y tampoco le importaba. Le encantaba sentirse perdida en cuanto a fechas y horas se refería. Es decir... Estaba de vacaciones, ¿para qué quería saber el día o la hora?
-Al fin despiertas –dijo alguien, desde la puerta. Jenny miró y se encontró con su madre-. ¿No tenías que ir donde el editor?
Jennifer Kiffmeyer estaba un noventa por ciento segura de que su madre era bipolar. El otro diez por ciento, se inclinaba por una doble personalidad. La razón de ello, era que un día podía estar totalmente indiferente respecto a su persona, pero al siguiente podía estar de lo más amable y preocupada. A veces, esos cambios no eran de un día al otro, sino que de un instante o menos.
-Me dio el día libre por lo del choque –musitó la joven, estirándose-. ¿Qué hora es?
-Las tres. Te llamó Maddison, preguntándote como estabas.
Jenny asintió, sin darle importancia. Maddison no era su amiga, era una imbécil que creía serlo.
Sin saber como, empezó a pensar en los demás pasajeros, un tanto preocupada. Quizás algo le había pasado a Leo o Emma o a Annie o su madre o a los cinco amigos... Pero no tenía ninguna forma de llegar al hospital para averiguarlo. No quería subirse a ningún autobús, por miedo a que el accidente se repitiese. Era un miedo estúpido, y lo sabía, ya que las probabilidades de que eso volviese a pasar eran pocas, por no decir nulas. Y aún así...
-Me voy a levantar –anunció la adolescente.
Sin esperar respuesta alguna, se dirigió al baño, a tomar una ducha.
Mientras, en uno de los edificios cercanos, Billie Joe despertaba. Eran las tres de la tarde. Se había dado el lujo de no ir a pedir dinero en autobuses. La verdad, era que no quería subirse a ninguno. Lo único que quería era pasear por Oakland y no hacer nada. Así quizás se le ocurría una solución para el “dilema” que enfrentaba, pensó, mientras salía al exterior.
¿Cómo podían ser tan iguales? No tenía sentido alguno y lo sabía. ¿Y cómo era posible que John Kiffmeyer tuviese una hija tan creativa, tan libre, tan...?
Se interrumpió al ver a una chica caminar en sentido contrario por la misma vereda. Sonrió al verla.
-Hola, Jenny –saludó él, al pasar a su lado, sorprendiéndola.
-Me asustaste –se quejó ella.
-Perdón –se disculpó él, poniendo una cara muy tierna, haciendo que ella riera-. Así está mejor –añadió, con una sonrisa.
-¿Qué haces por aquí? –inquirió Jenny, extrañada.
-Nada, paseo. Algo me dice que tú igual.
-Sí, es algo que hacer.
Comenzaron a conversar mientras caminaban. Pese a que ambos les dolían los músculos al moverse de más, lo disimularon por completo. No querían arruinarse el día mutuamente con sus quejas.
-Todo lo que sé de ti –comenzó Jenny, una vez recostados en el prado de un parque, mirando las nubes. Se habían detenido a descansar un rato, a eso de las ocho de la noche; era verano, aún estaba claro-, lo sé de Internet. Pero aún no entiendo que hacías tú en un autobús, tocando por dinero.
Él sonrió, amargamente.
-Estoy desarmado –contestó, abriéndose de brazos en el pasto-. Pregunta lo que quieras. Sólo por ser tú, te diré toda la verdad, porque sino, no me tomaría la molestia.
Ella lo miró, intentando no sentirse halagada.
-¿Por qué no fue ni tu esposa, ni tus hijos, ni tus amigos a buscarte ayer? ¿Por qué estás “mendigando”? ¿Por qué luces como si te hubieses estado drogando las últimas tres semanas? –preguntó ella, lentamente.
Billie la miró extrañado.
-¿Yo, drogándome?
-No me mientas, Billie Joe –lo regañó ella. Eso fue un golpe bastante bajo para él. ELLA le decía así cada vez que lo veía bajo los efectos de algo que no fuese marihuana-. Tienes la nariz irritada y no estás gangoso, por lo que no es un resfrío.
Él la miró.
-Ok, te responderé todo eso... ¿Te moleste que lo cuente larga y detalladamente?
-En lo absoluto.
Él sonrió. Sabía que diría eso. ¿Cómo? No tenía idea, sólo lo sabía. Se acomodó en el pasto y se quedó unos minutos en silencio, para ordenar las ideas.
-Como introducción, puedo decirte que mis estrellas de la suerte andan desaparecidas...
Así comenzó el relato de lo ocurrido.

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