Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 30, 2011

Rest - Capítulo Veintitrés: Decisión estúpida.


De todas las cosas que había hecho en mi vida, esta era, lejos, la más estúpida. Tras recorrer la mitad de Oakland, tenía que entrar al hospital, llegar al piso en que se encontrara mi cuerpo, encontrar a Mike y hablar con él… Todo esto sin que nadie me viera. Y lo peor era que era más que posible que no sirviera de nada. ¿Qué ocurría si Mike también creía estar loco? ¿O qué ocurría si, en vez de ayudarme, rechazaba mi petición, con la esperanza de que desapareciera?
-Lo peor que te puede ocurrir es que tengas que volver a tu cuerpo y no consigas nada –musitaba Addie, acariciándome la mejilla, mientras observábamos el hospital desde la calle contraria.
-Pero este tipo seguirá libre y seguirá acosando a otras personas, y nunca pagará lo que te hizo –murmuré, molesto-. No puedo dejar que eso pase.
Me miró, fijamente, tras lo que me dio un suave beso en la frente.
-No puedo ir contigo. Tendrás que hacerlo solo.
-De acuerdo.
Me dio otro beso, ahora en los labios.
-Buena suerte.
Sin otra despedida, salí de mi “escondite” (¿mencioné que estaba detrás de un árbol?) y crucé la calle, casualmente, acomodándome las gafas que tenía desde que había aparecido y la boina que me había comprado hacía una media hora, con el dinero que había aparecido en mi bolsillo cuando le pregunté a Addie si no era mejor “camuflarme”. Rogando que no hubiera nadie que me conociera en el primer piso, me dirigí a la recepción, donde fui recibido por una mujer de unos veintitantos años.
-Bienvenido a la Clínica General de Oakland, ¿en qué le puedo ayudar?
-Eh… La habitación de Billie Armstrong.
Qué raro sonaba decir mi nombre sin el “Joe”.
-Billie Armstrong… Tenemos uno con “y” y otra con “ie”…
-En realidad es un otro con “ie”. ¿Cuál es su habitación?
La recepcionista me miró extrañada, tras lo que volvió su mirada a la planilla que revisaba y me respondió:
-Quinto piso, cuarto 507.
-Gracias.
Tras eso, me dirigí a las escaleras; había más probabilidades de encontrarme con un doctor que hubiera visto a mi cuerpo en un ascensor que en las escaleras que nadie utilizaba. Revisando mi reloj, comencé a subir: Ya era mediodía; había perdido mucho tiempo caminando de vuelta de la casa del padrastro de Jane y su madre al hospital. Y el viaje a San Francisco me tomaría otros cuarenta y cinco minutos… Apuré el paso.
Y, antes de estar preparado psicológicamente para el momento, me encontré en el quinto piso. Más nervioso que nunca, me adentré en el pasillo, para encontrarme con la puerta 514. La de la izquierda era la 512, así que tenía que seguir hacia la izquierda y mirando la pared contraria, en la que parecían encontrarse los números impares. Pocos metros después, encontré la puerta, que, sobre el número, tenía una pequeña ventanilla, por la cual me asomé. Lo que vi fue lo más raro que había visto en mi vida, y ese algo era mi propio cuerpo, en una camilla, conectado a varias máquinas y sueros. Al contrario de lo que esperaba, no sentí nada anormal al estar cerca de mi cuerpo. Lo único que sentí decepción al no encontrar a Mike ahí.
-¿Puedo ayudarlo? –me preguntó una voz masculina que no tardé en reconocer, voz que me sobresaltó.
-De hecho, sí –musité, volteándome.
Pude ver como mi amigo empalidecía al instante en que me reconoció, para luego fingir estar bien y no decirme nada. Suspiré.
-Mike, soy yo, Billie, y necesito ayuda…
-No, no, Billie está en coma… No he dormido, debe ser por eso que veo cosas que no están aquí… ¿O despertaste y te escabulles? –inquirió, disimulando lo esperanzado que se sentía.
Revoleando los ojos, abrí la puerta y tiré de Mike hacia dentro, para mostrarle mi cuerpo, del cual me mantuve alejado; no quería tocarlo por error.
-Ahí está mi cuerpo, y aquí estoy yo y… ¡Ni se te ocurra internarte, porque no estás loco!
-¡¿Cómo no voy a estar loco, si te veo en dos lugares al mismo tiempo?! ¡Y ahora te estoy hablando!
Revoleando los ojos, me saqué las gafas y la boina, para mostrarme bien.
-Mira, te podría explicar todo, pero no puedo perder tiempo… Necesito tu auto, tengo que ir a San Francisco y encontrar al acosador de Addie y…
-¡¿DE QUÉ MIERDA ESTÁS HABLANDO?!
Suspiré, pensando. Acababa de entender lo difícil que era para Addie probarme que era real.
-Addie no se mató porque sí. Se mató porque un tipo la acosaba y amenazó con hacerme daño a mí y a los niños si ella no accedía a tener algo con él –comencé-. Intentó mandarlo a prisión antes, pero no pudo porque faltaba evidencia… Así que ahora Addie me sacó de mi cuerpo, dejándome en coma, de algún modo me hizo otro cuerpo y aquí estoy, pidiendo tu auto para poder ir a la casa del hijo de puta a buscar pruebas.
Mike me quedó mirando un par de minutos, tras los que dijo:
-Necesito un café ahora, no dormir me está haciendo mal…
-¿No has dormido?
-No, me tienes preocupado… ¿Por qué mierda te respondo?
-¡Porque en el fondo sabes que sí estoy aquí! Por favor, Mike, necesito tu ayuda, como nunca la he necesitado antes –supliqué- Sólo pásame las llaves de tu auto y me voy y no me verás hasta en algún momento antes de las tres de la mañana, si todo sale bien…
-¿Por qué a esa hora?
-Porque si no vuelvo a mi cuerpo para entonces, muero –respondí, con simpleza-. ¿Vas a ayudarme o no?
No sé qué fue lo que lo convenció, quizás creía que se había quedado dormido y todo esto era un sueño o algo, pero el punto es que, lentamente, metió una mano a su bolsillo, sacó sus llaves y me las tendió.
-Gracias –musité, tomando las llaves, rápidamente, y devolviéndome a la puerta-. Tengo que correr…
Sin esperar ninguna respuesta de su parte,  salí de la habitación, para dirigirme a las escaleras y correr por ellas, hacia el primer piso, desde el cual caminé, rápidamente, al estacionamiento. Maldije en voz baja al ver que había MUCHOS autos y que me costaría bastante localizar el de Mike.
-A la mierda, te llevo. Si estoy alucinando, a lo mejor igual llego a algún lugar interesante, y si eres real, te ayudo –masculló una voz a mis espaldas, sobresaltándome y arrebatándome las llaves de mi mano, para apretar el botón de la alarma, con la cual pude ubicar al auto, que resultó estar estacionado a un par de metros del lugar que era mi escondite-. Y me explicas todo en el camino, ¿ok?
Lo miré, más que agradecido de que pareciera dispuesto a creerme.
-Ok, pero yo conduzco, porque tú pareces estar a punto de quedarte dormido, y, como mi cuerpo duerme por mí, yo no tengo sueño –murmuré, volviendo a quitarle las llaves-. ¿Qué te convenció?
-El hecho de que por primera vez en treinta y siete años tienes las manos más heladas que yo –respondió, con una mueca en su rostro-. Por eso no te quité las llaves cuando te las llevaste, estaba muy sorprendido para eso.
Sonriéndome levemente, abrí la puerta del piloto y encendí el motor, al tiempo que él se subía al asiento del acompañante. Tras asegurarme que no iba a chocar con nada ni nadie, arranqué el auto y, tratando de no pasar el límite de velocidad, aceleré, en dirección a la autopista que me llevaría a San Francisco.
-¿Y bien? ¿Qué quieres saber?
-¿Qué eres, exactamente?
Me encogí de hombros, ya que tampoco estaba seguro de la respuesta.
-Poco más que Addie, pues soy sólido en todo momento y todos pueden verme… Pero no tengo pulso, porque mi cuerpo tiene pulso por mí, y tampoco necesito respirar, porque mi cuerpo respira por mí. Al no tener pulso, la sangre no circula, causando que esté tan helado como un muerto –me expliqué.
-¿O sea que Addie sí es real? –Asentí, como si fuera obvio.- ¿Y por qué aún no la veo?
-No me veías porque no estaba aquí –dijo una voz femenina en el asiento trasero.
Ya me había acostumbrado a que se apareciera en cualquier momento, pero su voz consiguió que Mike pegara un salto y se golpeara con el techo del auto, tras lo que se volteó para ver con sus propios ojos a Addie, quien le sonrió.
-Hola, Mike, tanto tiempo –lo saludó, aún sonriente-. Venía a recordarle a Billie que tiene que comer cuando le da hambre.
-No hace falta, mi cuerpo tiene suero…
-Pero Mike no ha desayunado, así que…
Mike la miró, más sorprendido aún.
-¿Cómo sabes que no desayuné?
-Porque estaba al lado de tu auto y escuché cómo, al bajar, le decías a Britt por celular que comerías algo de la cafetería del hospital, porque no habías alcanzado a comer nada –se explicó ella, con simpleza-. No soy omnisciente, cálmate.
-Conmigo sí, lees mi mente –mascullé, volteándome hacia ella, aprovechando que había un rojo. Ella hizo una mueca, al tiempo que Mike me miraba-. Bueno, ¿en qué lugar con auto-servicio quieres comer?
Mike suspiró.
-El primero que pilles… ¿Y a la casa de quién quieres entrar ilegalmente?
-Dean Bleeker, padre de Jane, acosador de Addie –murmuré, intentando no demostrar mi rabia. Supe que Addie sabía lo enojado que estaba, pero le agradecí internamente que no hiciera ningún comentario al respecto-. Al parecer, debe tener fotos guardadas o algo, así que debemos encontrarlas.
Silencio.
-Lo siento –musitó. Lo miré, sin comprender-. Lo siento por no creerte y por contarle a tu madre y todo…
-Calma, si el psiquiátrico no ha sido tan terrible –mentí.
Fue ahí que nos encontramos con el primer restaurante con autoservicio en el camino. Me metí ahí con el auto y pedí dos hamburguesas, papas fritas y dos cafés, órdenes que me pasaron en la ventanilla que estaba a un par de metros de la cabina en la que se hacían los pedidos. Luego, eché a andar el auto.
-¡Es peligroso que conduzcas y comas al mismo tiempo! –me regañaba Addie, varias cuadras más allá, mientras me las arreglaba para adelantar un vehículo y darle un mordisco a la hamburguesa- ¡Estaciona el auto!
-Concuerdo con ella, no te concentras para nada, y quizás a ti te da lo mismo chocar porque eres inmortal y todo, pero yo no lo soy.
Suspirando, me acerqué a la acera y estacioné el auto.
-No soy inmortal –murmuré, como si fuera obvio, para luego comenzar a devorar todo, rápidamente.
-¿Sabes? Sí comes muy rápido, creo que tu cuerpo vomitaría y asustarías mucho a tus doctores –comentó Addie, decidiendo que lo mejor era ignorar la cara que ponía Mike.
-No me interesa, no podemos perder el tiempo… Tú podrías conducir por mientras…
-No creo que quieras que el mundo vea un auto que se conduzca solo, amor –comentó ella, con una triste sonrisa.
Así que, tras suspirar, comer mi hamburguesa y unas cuantas papas rápidamente, y beber mi café en menos sorbos de lo saludable, volví a hacer andar el vehículo, más preocupado. Aún no llegábamos a la autopista, ni siquiera estábamos cerca del puente y ya era la una de la tarde. No tenía idea si el sujeto trabajaba o no, pero no creía que fuese a llegar más tarde de las siete del trabajo, así que la idea era irme de ahí antes de esa hora.
Nadie habló hasta llegar al puente, aunque veía cómo Addie se controlaba de responder algunos de mis pensamientos. Suspiré.
-Mike, ¿no tienes música por ahí? –pregunté, desesperado por acabar con el silencio.
-Sí, pongo algo enseguida.
Puso un CD cualquiera y volvimos a quedarnos en silencio, ahora con John Lennon cantando algo de fondo. No le puse verdadera atención. Estaba concentrado en llegar al puente de una buena vez.
Cosa que ocurrió unos veinte minutos después. Por suerte no había ninguna patrulla en el puente en ese momento, porque la cara de Addie me bastaba para saber que iba mucho más rápido de lo debido. Pero me daba igual. Debía llegar rápido a la casa de Dean Bleeker. Debía encontrar evidencia. Debía conseguir que lo encerraran y así “vengar” la muerte de Addie de una vez por todas.
Fue así que, a las dos y cuarto, al fin me encontraba fuera de la casa del sujeto. Estacioné el auto junto la acera contraria y me dirigí hacia Mike y Addie.
-Espérenme aquí, voy a ver si está o no.
-¿Y si no está? –preguntó Mike.
-Te levantaré los pulgares y te quedarás haciendo guardia mientras averiguo cómo entrar, entro y busco información. Si viene alguien, tocas la bocina –respondí, rápidamente.
-¿Y si está? Va a reconocerte…
Suspirando, me puse las gafas y la boina de vuelta. Sabía que no convencía a Mike en lo absoluto, pero me daba igual. Simplemente me bajé del auto y crucé la calle, para subir la escalilla que llevaba a la puerta, para buscar el timbre. Al no encontrarlo, toqué la puerta con mis nudillos, fuertemente.
Los minutos pasaron, y nadie respondía.
Al quinto intento, decidí que la casa estaba desierta, por lo que, tal como lo habíamos acordado, levanté mis dos pulgares hacia Mike, quien suspiró, con cierto alivio. Sin más, intenté abrir la puerta…
Que, obviamente, no se abrió. Maldije por lo bajo, tras lo que me puse a pensar en algún modo de entrar. Pensé en alguna puerta trasera o algo, pero eso me llevaría más tiempo. Fue por eso que dirigí mi mirada a la izquierda del pórtico, donde había una pequeña planta… Cuya tierra se veía como si hubiese sido removida. Tras asegurarme que realmente no hubiera nadie mirando, me agaché y escarbé un poco en ella, para encontrar una llave. Sonriendo, la saqué y con ella abrí la puerta, para luego dejar la llave de vuelta a su lugar. Sin pensar en nada, entré.
El lugar parecía que no era habitado muy seguido. Había bastante polvo por todos lados y no había ningún cuadro en las paredes, como tampoco había ningún adorno decente ni nada bonito. Claramente, el hogar de un hombre solo que no se daba el trabajo de limpiar nada.
Entrando por la puerta de la derecha, terminé en el living, que resultó ser un sofá individual, que se veía bastante cómodo, encarando la televisión. A sus lados, estaba lleno de cerveza y envases de comida rápida vacíos. Olía a encierro, como si el tal Bleeker llegase todos los días a ver televisión y comer basura, sin molestarse en abrir las ventanas. Esto no estaba bien. No parecía la casa de un acosador-psicópata. O a lo mejor este era su lugar de descanso… A lo mejor esta era su “cubierta”.
Tras asegurarme que no había nada relevante ahí, me devolví al vestíbulo, ahora para entrar por la puerta izquierda.
De no ser por la gran mesa y por el hecho que decía “comedor” en la puerta, no lo habría reconocido como tal, ya que todas las paredes estaban llenas de papeles, al igual que la mesa. De hecho, creo que había más papeles en el suelo, y había varias cajas en un rincón. Como las cortinas estaban cerradas, el lugar estaba lo suficientemente oscuro como para no distinguir qué había impreso o escrito en los papeles, por lo que prendí la luz…
Grave error.
Había una pared completa de fotos de mi Addie. Completa. Fotos de ella caminando, saliendo de un lugar, entrando a otro lugar, sentada, conversando, con amigas… Lo más terrible era ver que el sujeto había tachado las caras de las otras personas, para que sólo se viera la de ella. Fue muy raro ver fotos de ella conmigo y los niños, donde las caras de todos, menos la de ella, estaban tachadas con un plumón negro. Tuve que apoyarme en una de las sillas…
Fue ahí que la vi: Su fotografía estaba por todos lados en la mesa. Aún se veía a la gente que había a su lado, por lo que supuse que el tipo no había tenido tiempo de tachar aún. No la conocía, pero supe al instante quién era: Su actual objetivo.
Y, en el mismo instante que tenía esa epifanía, escuché la bocina del auto de Mike, al tiempo que Addie se materializaba a mi lado.
-¡ESCÓNDETE!
Desesperado, apagué la luz y corrí hacia la siguiente puerta, del modo más silencioso posible, para entrar a lo que supuse fue una cocina, mas ahora era una especie de cuarto oscuro. Así que ahí revelaba sus fotografías…
No tardé en localizar una mesa con un largo mantel, bajo la cual me escondí, rogando para que, en caso de entrar, Bleeker no prendiera la luz; no sabía el color del mantel, pero, si era claro, era más que probable que se viera mi sombra.
Pocos minutos después, escuché pasos contra el piso de madera del comedor.
-Su esposo salió, está sola, es mi oportunidad –susurraba una voz masculina para sí, voz que me causó un escalofrío-. Oh, Lizzie, serás mía al fin…
Para mi horror, no tardé en comenzar a oír un montón de gemidos, por lo que supuse que el enfermo se estaba masturbando. Pasaron varios minutos antes de que estos ruidos se detuvieran, para ser seguidos por un largo silencio y, tras otro par de minutos, sus pasos alejándose y, poco rato después, un gran portazo de parte de la puerta principal.
-Ya puedes salir –me susurró Addie, desde alguna otra parte de la cocina/cuarto de fotos.
Sin decir nada, salí de mi escondite y, rápidamente, me dirigí al “comedor”, o, más específicamente, a la mesa que había en él, donde seguían las fotos de la tipa que yo había visto hace un rato y que había identificado como la próxima víctima. Luego, me dirigí a una de las paredes llenas de papeles sin fotos, en las cuales encontré el plano de una casa, horarios y nombres. Elizabeth Green estaba ahí. Sabiendo que Addie estaba detrás de mí, pregunté:
-¿Te tocó alguna vez?
El silencio del lugar era tal que mi susurro sonó innaturalmente más fuerte de lo que era.
-Una vez –susurró ella, avergonzada.
No me volteé. Simplemente apreté fuertemente los puños. No podía dejar a este tipo libre. No podía. Y ahora que lo pensaba, no había modo de mostrar la evidencia sin admitir que había entrado a su casa ilegalmente… ¿Y cómo explicar que lo había hecho al tiempo que estaba en coma?
¿Cómo decir que me había guiado el espíritu de mi esposa?
Volví a dirigir mi mirada al plano de la casa de la tal Elizabeth, con mi rabia creciendo… Iba a violarla, lo presentía… No, lo sabía. Y quizás ella, al igual que mi Addie, decidiría acabar con todo para evitarle el sufrimiento a su familia… y yo era el único que sabía. Era el único que podía detenerlo. Era el único que podía hacer algo para evitar que Elizabeth sufriera todo lo que Adrienne sufrió en vida, y el único que podía evitar que su esposo sufriera lo que yo había sufrido. Debía detenerlo…
-¡NO! –me gritó Addie, recordándome que podía leer mis pensamientos, y pegándome una fuerte cachetada- ¡ESA NO ES LA IDEA! ¡NO PUEDES IR ALLÁ A DETENERLO!
-¡CLARO QUE PUEDO! Addie, no tienes la menor idea cuánto he sufrido por tu muerte. No tienes idea lo terrible que es, lo mucho que duele algunos días –susurré.
-¡Leo tu mente, por supuesto que sé!
-¡No, no lo sabes, porque no pienso en ello! –le grité, acercándome y tomándole la mano- ¡Vamos, lee mi mente ahora!
Intentando no pensar en lo mal que la haría sentir, cerré los ojos y me puse a pensar en todo el dolor que sentí cuando la encontré en el piso, en todo el dolor que sentí cuando comprendí que nunca más la volvería ver, el dolor que había sentido al decírselo a los niños, el dolor prácticamente físico de saber que el amor de mi vida nunca más estaría conmigo…
-Billie –susurró ella, acariciándome la mejilla, obligándome a abrir los ojos, para encontrarla con lágrimas y más pálida que nunca-, ni siquiera sabes si él la ama tanto como para sufrir así…
-¿Y quién te asegura que no? Lo único que sé, es que no dejaré que vuelva a hacerle daño a nadie…
Tras echarle una rápida mirada al plano, localicé la dirección, la memoricé y, sin esperar a Addie, salí del comedor y luego de la casa, para correr hacia el auto en que Mike me esperaba. No obstante, antes de entrar al asiento del copiloto (Mike se había cambiado al del conductor), Addie me alcanzó y me tomó por la muñeca, firmemente.
-Sí haces esto, no estaré contigo –susurró.
La miré fijamente, sabiendo que era un intento desesperado de detenerme. Le di un beso.
-Adiós entonces.
Bruscamente, me solté de ella y me subí al auto, al mismo instante que ella desaparecía, tras soltar unas cuantas lágrimas.
-¿Qué pasó? –me preguntó Mike, preocupado.
-Necesito que me lleves a una casa en Oakland y que luego te vayas al hospital, donde se supone que estás –susurré.
-¿Qué?
-El tipo está acosando a otra tipa, y soy el único que puede detenerlo…
-¡Llama a la policía, no vayas tú hacia allá, es peligroso!
Negué.
-No tengo pruebas, ya que no debería haber estado en su casa en primer lugar… Sé que es una locura, pero tengo que ir… No me importa morir, no me puede ir mucho peor, ¿no? Debo ir a salvarla –susurré.
Mike me quedó mirando fijamente, con la preocupación más que notoria en sus ojos.
-¿Esta es tu decisión final? –me preguntó. Asentí- ¿Por qué siempre tomas la decisión más estúpida?
Le sonreí.
-Porque es lo correcto. Ya, rápido, antes que cambies de opinión, o será muy tarde para ella.
Sabía que no quería hacerlo, pero, de todos modos, Mike encendió el motor del auto y, a toda velocidad, se dirigió hacia la dirección que le dije cuando ya estábamos en el puente. ¿Estaba nervioso? Sí. ¿Tenía miedo? Por supuesto. ¿Creía que valía la pena?
Definitivamente sí.

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