Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 30, 2011

Rest - Capítulo Veinticuatro: Decisiones estúpidas, sacrificios ridículos (Contrarreloj).


Ya eran las cinco de la tarde cuando llegamos a la casa de la tal Elizabeth. Se había nublado de pronto, y parecía que iba a llover, pero me daba igual. Mis nervios no daban para más.
-¿Estás seguro que no quieres que te acompañe?
Asentí.
-Lo mejor que puedes hacer es quedarte en el hospital, donde se supone que has estado todo el día, y asegurarte que nadie se acerque a mi cuerpo ni nada cuando te llame para decir que voy en camino –murmuré.
Suspirando, me pasó unas cuantas monedas.
-Para que me llames de algún teléfono cuando estés cerca del hospital.
Sonreí.
-Gracias.
El auto estaba detenido, esperando a que yo me bajara, pero no quería hacerlo. Es decir, quería, pero no me veía capaz.
-Si todo sale mal…
-No va a salir mal –me cortó Mike, mirándome enojado.
-Es una posibilidad, y lo sabes. Si no llego a mi cuerpo a tiempo, diles a los niños que siempre fueron lo más importante…
-¿Aún si prefieres arriesgarte a perder la vida por una familia a la que no conoces? –me preguntó él. Obviamente, seguía molesto porque no quería devolverme al hospital de inmediato.
-Sí, aún así. Es el padre de la novia de mi hijo, ¿quién sabe qué puede llegar a hacerle a Jane?
Mike negó.
-Excusas.
Suspirando, me quité el cinturón de seguridad, me acerqué a Mike y le di un abrazo.
-Gracias, por aguantarme todos estos años, por ayudarme, por todo –musité.
-No diré adiós, porque no te va a pasar nada –murmuró él, bastante tenso. Realmente estaba preocupado, por lo que simplemente asentí y, sin más, bajé del auto, para caminar hasta la casa, intentando no pensar que sería la tercera casa a la que me metía ilegalmente en el día y que podía encontrarme con algo terrible. El sujeto ya debía haber llegado…
Efectivamente: La puerta estaba forzada. Me extrañaba estar tan nervioso y no sentir mi pulso acelerado, tras lo que recordé que no tenía pulso. Apretando fuertemente los puños, entré, lentamente, al mismo tiempo que Mike se alejaba en el auto.
Aquel vestíbulo, al contrario del de Dean Bleeker, era más luminoso y estaba mejor decorado. Había una mesa que servía a la vez de paragüero como de mesa para dejar las llaves, además de tener un gran espejo. Intentando no hacer ruido, avancé por el arco de la izquierda, que me dejó en el living de la casa. Me extrañé al encontrar todo intacto, como si nadie hubiese pasado por ahí, tras lo que recordé que habían más cuartos en la casa y que el acosador y su víctima podían encontrarse en otra parte. Fue por eso que me apresuré, aún silenciosamente, hacia la siguiente puerta…
Repentinamente, sentí como alguien me tomaba por la espalda y me ponía una especie de paño sobre la nariz y la boca. Al instante, me sentí más que mareado y mis ojos se cerraron…

Al abrirlos, ya no me encontraba en el living, sino que sentado en una silla y amarrado a esta. Intenté mover mis manos, pero estaban amarradas también. Mi cabeza dolía y aún sentía el olor de lo que me hubiera puesto el sujeto en la nariz. Tardé un tanto en comprender que me había drogado, para dejarme inconsciente y arrastrarme hasta la cocina (o suponía que era la cocina, porque estaba viendo el piso, y era de baldosas). No entendía cómo había sido tan idiota como para no darme cuenta que venía detrás de mí, o ser tan idiota para no defenderme, o para no haber dejado de respirar en cuanto sentí que me ponía algo en la nariz.
-Esto sí que no me lo esperaba –comentó una voz masculina.
Un escalofrío recorrió mi espalda y, al instante, alcé la mirada, para encontrarme con el mismo sujeto que había visto en la foto en la que tenía a su hija en brazos… Sólo que su cara era diferente. Ya no parecía un padre feliz con su única hija en sus brazos, sino que se veía miserable, triste y demás. De no saber todo lo que había hecho, me daría lástima.
-Enfermo de mierda, suéltame –murmuré, con toda la fuerza que le pude conferir a mi voz… Pero estaba débil, así que apenas sí conseguí una voz normal.
-Nah, creo que me entretendré un ratito primero –me respondió.
Al instante me di cuenta que no me miraba con autoridad, si no que con temor… Y supe de inmediato el porqué: Lo había descubierto, como nunca nadie lo había hecho antes… Sabía más de lo que debía, pero él no sabía qué tanto. Lo mejor que podía hacer, era admitir saber todo, fingir que tenía más gente al tanto y rogar para que no me matara.
-No creo que quieras que me demore mucho en salir; me están esperando.
Él negó.
-Claro que no te esperan. Vi como el auto de tu amigo se alejaba.
-Porque sería sospechoso que el auto se quedara ahí durante el rato que esté dentro, ¿no? –repliqué, intentando no demostrar que no había contado ese detalle.
-Oh, créeme, vas a estar un buen rato… De hecho… Lizzie me está esperando, así que haré lo que venía a hacer, y luego te dejaré a su lado y todo el mundo te culpará a ti, incluso ella.
Negué, rápidamente, intentando no entrar en pánico… El plan estaba saliendo MUCHO peor de lo esperado.
-No me va a culpar, sabe que no fui yo…
-Oh, después de que termine, va a estar bastante confusa, va a creer que fuiste tú… Y sumarle a eso que tu esposa de mató, y nadie sabe el porqué… Fue demasiado fácil acostarme con ella, ¿sabes? Simplemente tuve que seguirla una noche cualquiera, arrinconarla en un callejón…
Se atrevía a mencionar a Addie, lo que le había hecho, y en mi presencia. No dudé en lanzarle un escupo, causando que se riera, con una risa fría que consiguió darme más escalofríos.
-Escupe lo que quieras, cualquier juez tendrá este caso más que claro… En un rato vuelvo a atenderte, Armstrong, pero antes…
Volvió a acercarse a mí con el paño en su mano. Alejé mi cabeza lo más que pude, tras lo que un plan se vino a mi cabeza… No necesitaba respirar. Lo que quería decir que daba igual si no lo hacía cuando el sujeto apoyara el paño en mi rostro… Sólo tendría que fingir caer inconsciente…
Justo en ese instante, sentí el olor de lo que fuera que había ahí, por lo que detuve mi respiración. Cerré los ojos y fingí irme hacia un lado, inconsciente. El tipo presionó el paño contra mi rostro un poco más fuerte (casi dejé escapar una queja ahogada) y luego me soltó y se alejó de mí. Esperé hasta estar seguro que sus pasos se había perdido escaleras arriba (porque lo que escuché, definitivamente,  era el cómo él subía una escalera), antes de abrir los ojos y respirar. Dejé de hacerlo en cuanto me di cuenta que aún quedaba mucho olor del químico.
Así que enfoqué mi concentración en las cuerdas que me amarraban y en cómo me amarraban. Mis dos manos estaban amarradas juntas detrás del respaldo de la silla, y el resto de mi cuerpo estaba amarrado a la silla en sí. Además, mis piernas estaban amarradas entre sí, para que ni siquiera pudiera intentar caminar así. De hecho, a lo más podría saltar con la silla, pero eso haría mucho ruido y demoraría demasiado, y me sería imposible detener al sujeto. Fue por ello que, en vez de intentar hacer eso, me concentré con toda mi voluntad en Addie.
Perdón por no hacerte caso y devolverme de inmediato al hospital, pero necesito tu ayuda…[/i] pensé. No obtuve respuesta. Suspiré. Lo único que necesito es que aparezca un cuchillo en mis manos, para poder cortar las cuerdas que las amarran…
Apenas terminé de pensar en esas palabras, sentí una especie de calor en mis manos, que, de algún modo, se solidificó. Torcí la cabeza como pude y vi cómo un filoso cuchillo se había aparecido, encontrándose en la posición justa para cortar las cuerdas.
Gracias.
Sin más, comencé a cortar como pude, cuidando de no cortarme a mí de paso por accidente. No era capaz de ver sangre, y lo último que me faltaba era vomitar o desmayarme, facilitándole a Bleeker el trabajo de arrastrarme inconsciente al lado de Elizabeth e inculparme. Tardé varios minutos, y, al fin, tenía mis manos libres.
Fue ahí que escuché un grito, y supe, al instante, que tenía que apurarme si quería ir a ayudarla. Rápidamente, corté las cuerdas que ataban mi cuerpo a la silla (como sí podía ver bien esa parte, pude hacerlo más rápido) y, finalmente, la que mantenía a mis piernas amarradas entre sí, para luego guardar el cuchillo en el bolsillo de mi chaqueta y, silenciosamente, salir de la cocina y subir por las escaleras…
Acababa de llegar al segundo piso, cuando escuché otro grito, proveniente de la habitación del fondo. Aún intentando no hacer ningún ruido, avancé hacia esa habitación, cuya puerta estaba entreabierta. La empujé. Lo que vi me dio asco:
La misma mujer que había visto en todas las fotografías del acosador se encontraba amarrada por las muñecas a la cabecera de la cama, gritando al sentir cómo Dean Bleeker se ponía sobre ella y le acariciaba todo lo que podía. Sin dudarlo por ningún instante, me acerqué a él, lo empujé con todas mis fuerzas y le di una fuerte patada en la espalda. El golpe que se dio al caer bastó para dejarlo inconsciente.
-¿Estás bien? –le pregunté a la mujer, quien había dejado de gritar al instante, y miraba shockeada como su atacante ahora se encontraba en el suelo.
Sólo pudo asentir. Con cierto alivio de que estuviera bien (al menos, físicamente), me acerqué a la cabecera de la cama, para comenzar a desatarla. Estaba terminando de soltar su mano derecha…
Cuando sentí cómo me empujaban hacia atrás. Bleeker no había quedado inconsciente. Al instante, sentí una patada poco más debajo de mis costillas…
Un dolor que nunca había sentido se apoderó de mí, y provenía de un punto un poco más arriba de dónde me habían pateado… Y ese dolor se debía al cuchillo de mi bolsillo, que había atravesado la chaqueta y mi piel con la patada. Solté un grito ahogado…
Y la vi: Sangre. Sangre en toda mi camisa, sangre a todo mi alrededor… Pronto habría un charco de sangre…
Sentí otra patada, cerca del lugar donde el cuchillo seguía enterrado, causando que saliera aún más sangre. Mi visión se volvió borrosa al instante; me sentía como si fuera a desmayarme o a vomitar en cualquier momento… Y eso era más que probable.
Con un esfuerzo prácticamente sobrehumano, saqué el cuchillo de mi estómago… Grave error, ya que salió aún más sangre. Mi visión se volvió más borrosa aún…
Repentinamente, sentí cómo alguien me arrebataba el cuchillo de mis manos. Estaba acabado… Todo se había acabado…
Escuché un grito a lo lejos. Por un instante, creí que me había muerto y que me había oído a mí mismo gritar… Pero luego reconocí que esa voz no era mía… Si no que de Bleeker. Tragando grandes bocanadas de aire (en un desesperado intento de recuperar la conciencia por completo), abrí los ojos, para ver cómo Elizabeth había clavado el cuchillo en el estómago del acosador, para luego darle una fuerte patada en su “zona íntima”, por decirlo de algún modo elegante. Sonreí, débilmente, y volví a cerrar los ojos, a causa del dolor y la sangre…
-Será mejor que llame a su familia ahora, señor Pritchard –escuché, a lo lejos-. Está mal… La actividad cerebral está disminuyendo y el pulso igual…
-No…
No escuché el resto de la respuesta. Alguien me estaba zarandeando en ese instante.
-Vamos, reacciona –me gritaba Elizabeth.
Pero yo no le prestaba atención. Con la poca conciencia que tenía, enfoqué mi mirada en la mujer que se había aparecido detrás de ella.
-Addie –susurré.
-No, no soy Addie… No sé quién es Addie, pero muchas gracias por lo que hiciste –comenzó a agradecer la mujer.
Noté que Addie miraba algo bajo sus pies. Dirigí mi mirada hacia allá.
-¿Murió? –pregunté, intentando mantenerme consciente.
-No, sólo se desmayó por toda la sangre que está perdiendo… Tengo que llamar una ambulancia… -Se me acercó y me apoyó contra el lado de la cama.- Gracias.
Sin más, salió corriendo de la habitación, permitiéndole a Addie que se me acercara, con una expresión de horror en su rostro que comprendí: Me estaba muriendo, más rápido de lo que Elizabeth parecía creer.
-Este es el sacrificio más ridículo del que he oído –comentó, acercándose a mí y acariciándome el rostro, suavemente-. Tengo que llevarte a tu cuerpo…
-¿Cómo…? –Me faltó aire. Intenté de nuevo:- ¿Cómo se explica el hecho de que desaparecí?
Sin responderme, me tomó en brazos, con una fuerza mayor a la que tenía en vida y se acercó a la ventana, para luego desplegar sus alas y salir de ahí, volando.
-Tu sangre no tiene ADN. No tienes huellas digitales, así que no aparecerán tus huellas en el cuchillo... Y dejé una pluma de mis alas… -Se sonrió.- Hay que ayudar a los mortales a tener fe, ¿no?
Quise sonreír, pero no pude. Suspiró.
-Billie, resiste, estamos llegando.
Fui incapaz de decir nada. Lo único que hice, fue  rodearle el cuello con mis brazos, como si fuera un bebé, y pensar en el movimiento de las alas de Addie, y en cómo me hacían subir y bajar en sus brazos… Y en lo hermoso que se veía su rostro bajo la luz de la luna…
Y la sangre que ahora cubría su vestido…
Sangre…
-Mantente consciente, por favor –susurró, al verme-. Si estás desmayado, no podrás volver al tocar tu cuerpo…
No dije ni pensé nada. Me sentía terrible… Y curioso. ¿De dónde provenía toda la sangre de mi cuerpo? ¿Y por qué no tenía ADN ni huellas digitales?
-No puedo responderte eso…
Suspiré y volví a cerrar los ojos, ahora apoyándome en su pecho e intentando no pensar que estaba cubierto en sangre…
Al estar tan mareado e ido, era incapaz de saber el transcurso del tiempo. ¿Fueron horas, minutos o segundos? Todo lo que sé, es que, súbitamente, el subir y bajar causado por el aleteo de Addie, disminuía, para detenerse casi por completo.
-¿Cuál es tu piso? –escuché que me preguntaba- ¿Billie?
No podía responderle. Requería de mucho esfuerzo. Ni siquiera podía abrir los ojos. Me sorprendí al sentir cómo alguien jalaba de mí…
-¡NO! –gritó Addie, para luego darme una fuerte cachetada, la segunda del día, obligándome a abrir los ojos y causando que lo que fuera que tirara de mí, me soltara- ¡Billie, por todos los cielos, responde, y no cierres los ojos! ¿En qué piso estás?
Hice memoria.
-En el quinto –susurré, en un hilo de voz. Me extrañó que me hubiese escuchado y entendido, tras lo que deduje que al decir algo, tengo que pensar la palabra, por lo que ella leyó mi mente en vez de oírme…
Al instante, sentí cómo Addie bajaba en picada, para luego volar hacia la derecha, al parecer, buscando un cuarto con mi cuerpo. Al localizarlo, atravesó la pared que nos separaba.
-¡SANTA MIERDA! –exclamó Mike, mas en un susurro, al vernos entrar. Tenía sus motivos: Addie estaba bañada en mi sangre, y yo no podía tener el mejor de los aspectos- ¿Qué pa…?
-Todo salió relativamente bien –respondió ella, acercándome a mi cuerpo-. Bleeker irá a prisión, y no alcanzó a tocar a Elizabeth… Vamos, Billie, toca tu cuerpo.
Pero no le obedecí. No porque no pudiera: Simplemente, no quería. Addie me miró, con una expresión de horror en su rostro.
-Yo no puedo ayudarte, tienes que…
Con un gran esfuerzo, susurré:
-Técnicamente, me sacrifiqué por ella.
Al instante, el rostro de Addie se volvió más pálido aún, cosa que yo ya no creía posible. Parecía haber, finalmente, comprendido los medios pensamientos que había tenido desde que el cuchillo había atravesado mi piel: Si mal no recordaba, el sacrificio era la salvación.
-¿Y? –preguntó Mike, sin comprender mi idea.
-Addie… -Tragué saliva.- Addie dijo que, si moría en este estado, no me iría al cielo… Pero…
-¡Billie, no! –susurró ella, volviendo a acariciar mi mejilla- Piensa en los niños… Esto es ridículo…
Negué.
-Si vivo, vuelvo al psiquiátrico, ¿qué tan buen padre puedo ser desde ahí? Están mejor sin mí.
Cada palabra me costaba un montón. Addie parecía notar esto.
-Amor, se acaba el tiempo. Por favor, toca tu cuerpo.
-No –me rehusé. La miré a los ojos-. Quiero estar contigo, para siempre. Quiero saber que estás bien, quiero poder verte y amarte para siempre. No quiero que desaparezcas para siempre, como si hubieses sido un sueño.
Repentinamente, comencé a toser… Y no era una tos normal… Era una tos con sangre. Cerré los ojos y sentí, vagamente, cómo Mike se nos acercaba, y me tiraba desde el cuerpo de Addie.
-Quizás tú no puedas ayudarlo, pero yo sí –masculló.
-N…
Y, aún sin soltar a Addie, sentí como mi mano tocaba una piel apenas más cálida que la mía, una piel que, al instante que volví a sentir cómo tiraban de mí, reconocí como la mía.
Pero no volví a mi cuerpo… No sentía mi pulso, no sentía mi respiración… De hecho, ni siquiera sentía mi cuerpo provisorio. Me sentía como si no fuera nada. Absolutamente nada. Aún así, sentía mis párpados cerrados… Y mis manos sujetadas fuertemente en las manos de alguien más. Eran las únicas partes de mi cuerpo que sentía y temía que, al abrir los ojos, las perdería.
A través de mis párpados, sentí que había una fuerte luz. ¿Dónde estaba? Demasiado curioso como para no ver qué era, abrí los ojos.
La única palabra que podría describir lo que veía, era “perfección”, y se me hacía poco. Supuse que el ambiente del lugar sería hermoso, perfecto, y demás, pero yo no le prestaba atención. Mis ojos estaban fijos en una sola persona, que estaba frente a mí: Addie.
Sus alas eran aún más grandes que cómo las veía en la tierra y su piel resplandecía, casi literalmente. Su vestido ahora era blanco y ajustado, acentuando su figura… Y en su rostro había una pequeña sonrisa, que causó que una especie de calor se extendiera en el interior de mi… ¿De mi qué? ¿Mi alma? Porque estaba casi seguro que no tenía cuerpo, aparte de mis brazos y ojos. ¿Qué otra explicación había para sentirme tan liviano?
-Te amo –susurró Addie, mirándome fijamente. ¿Entonces tenía oídos? Pero eso daba igual, ¿por qué su voz se escuchaba distinta? ¿Por qué parecía más música que voz?-, y siempre lo haré. Aún si no puedas verme, estaré ahí para ti… Y esto es para que sepas que estoy bien.
¿Tendría voz?
-Te amo –musité.
Sí, la tenía. También se oía “diferente”.
Y con una pequeña lágrima en uno de sus ojos, me soltó.