Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 30, 2011

Rest - Capítulo Veinticinco: Descansar.


Oye, ¿puedes oírme? Estoy llamando tu nombre. Hola... ¿O es adiós? Aquel brillo en tu ojo confunde mi cerebro, ¿volveré a verlo? Para poder descansar mi cabeza.
Ángel... Ángel... Bailando y alejándote, al tiempo que mis pensamientos se desenredan. Ángel… Ángel… Volteándote, justo cuando las cosas parecen haber cambiado, para poder descansar mi cabeza.

Era una sensación extraña. Demasiado. Era una especie de cálido hormigueo, y se extendía por todo mi cuerpo, sin detenerse. No me dolía, pero era bastante molesto. ¿Qué sería? ¿Qué cosa recorría todo mi cuerpo de ese modo? ¿Y qué era esa extraña sensación en mi pecho?
Tardé su tanto en notar que el hormigueo era por debajo de mi piel, no por encima como creía, y bastante más en concluir que era mi propia sangre, circulando como de costumbre, y que lo que sentía en mi pecho no era nada más que mi corazón, latiendo. Una vez, dos… Muchas veces. Eran cosas totalmente normales, pero, por algún motivo, las sentía extrañas y ajenas a mí, como si no hubiese tenido pulso por mucho rato.
Siendo consciente de estas cosas, también fui más que consciente de mi respiración, que también se sentía extraña. Tuve que inhalar bastante aire, ya que, al parecer, no había estado respirando por un buen rato… O así me sentía. No entendía nada. ¿Dónde estaba?
Intenté recordar qué había ocurrido. Recordaba haber ido a dejar a Jane a la salida, y recordaba haber vuelto al interior de la casa, donde todos me habían dicho que debía entrar al psiquiátrico, a recuperarme de la depresión en la que estaba sumergido desde la muerte de Addie… También recordaba los días en el psiquiátrico: Monótonos, aburridos…
            Pero, repentinamente, no recordaba nada más. Y me encontraba ahí, fuera donde fuese.
Recién ahí me di cuenta que en mi mano habían dos cosas: Algo frío y plástico… Y otra mano, más cálida que la mía. También me di cuenta que tenía frío. ¿Acaso estaba tirado en el piso en la intemperie? No, no podía ser, la superficie era blanda… Y había cosas suaves sobre mí… De tela… Mantas
Harto de estar totalmente confuso, abrí los ojos, causando que, al instante, todos mis sentidos volvieran de golpe. Escuchaba un constante pitido desde mi derecha, veía un techo blanco, sentía el tacto de las mantas y de la mano cuyo propietario no había localizado aún, además de un agudo dolor en mi estómago… Y olía sangre… Y también la sentía en mi boca… Cerré los ojos de nuevo, fuertemente, para volver a abrirlos. El sabor a sangre desapareció casi por completo, al igual que el agudo dolor en mi estómago. Tomé otra bocanada de aire, y mi pulso y mi respiración dejaron de sentirse incómodos, mientras que el dolor desapareció totalmente. Aún sentía el sabor a la sangre en mi boca, pero era un tanto más tolerable. Confuso y extrañado, miré hacia mi derecha, para encontrarme con Mike, quien me miraba ansioso. Lo miré a él y dirigí mi mirada hacia mi mano derecha. No me la estaba tomando. Era como si su mano hubiese caído ahí por casualidad. Volví a mirarlo.
-¿Qué…? –Mi voz no salió bien, por lo que me detuve, carraspeé, tragué saliva e intenté de nuevo:- ¿Qué pasó?
-¿No lo recuerdas? –preguntó él, extrañado. Negué.- Ella dijo que eso podía pasar…
-¿Ella quién?
Mike negó. Por algún motivo, se veía molesto.
-Tu doctora. Caíste en un coma anoche, por una sobredosis con todos los medicamentos del psiquiátrico. Casi te perdemos, apenas sí llegaste vivo al hospital, y hace un rato tu actividad cerebral había disminuido drásticamente.
Asentí, no del todo convencido. Había algo que no calzaba ahí. Y el olor a sangre… Sentía ganas de vomitar, y pensé en no respirar, puesto que no lo necesitaba…
No, sí necesitaba respirar. ¿Por qué creía que no?
Siguiendo a mi olfato, volví a mirar hacia Mike, pero no a su rostro, sino que a la manga derecha de su camisa…
-¿De dónde salió toda esa sangre? –pregunté. No era tanta, era una mancha, como si sólo hubiese rozado a quien sangraba, mas bastaba para marearme.
Pero, aún antes de que me respondiera, un montón de recuerdos se me vinieron a la mente: Estaba en mi habitación del psiquiátrico, Addie se me aparecía, se llevaba mi “alma” y dejaba mi cuerpo ahí… Me decía que tenía veinticuatro horas para volver, pero que tenía que encontrar a su acosador, Dean Bleeker… También recordé cómo entraba a casas que no eran mías, cómo caminaba por todo Oakland, sin pulso, sin necesidad de respirar…
Recordé el filo del cuchillo contra mi estómago, tras rescatar a una completa desconocida, y recordé el cómo Addie me traía volando de vuelta al hospital, donde Mike me forzaba a tocar mi cuerpo…
-¿No recuerdas nada? –inquirió él. Ahora sonaba frustrado.
-Oh, recuerdo un montón de cosas, pero creo que la mayoría son producto del coma –respondí, llevando mi mano izquierda a mi rostro, para restregarme los ojos-. Soñé que Addie se me aparecía como un ángel, y se llevaba mi alma, dejando mi cuerpo en el psiquiátrico, y me daba información para encontrar a su acosador… Y yo lo buscaba, tú me ayudabas, lo encontraba, y salvaba a su siguiente víctima… Y ahí me enterré un cuchillo por idiota, y casi no alcanzo a volver a mi cuerpo, pero creo que en el sueño tú me hacías tocar mi mano… Loco, ¿no?
Se sonrió, pero no era una sonrisa normal, sino que una sonrisa incómoda.
-Sí, bastante loco.
Por algún motivo fuera de mi comprensión, todo ese delirio se me hacía coherente e, incluso creíble. Pero no tenía sentido… No tenía ningún sentido…
Y entonces, una imagen, más clara y nítida que todas las demás, volvió a mi memoria… Y esa imagen era Addie, más perfecta y hermosa que lo que nunca la había visto. Y, al instante, supe que todo era real, ya que era imposible que yo me imaginara más hermosa a mi Addie, siendo que era perfecta para mí como lo era en la vida real. Mi mirada se dirigió a la mano de Mike, que seguía sobre la mía, como si hubiese caído ahí…
Como si hubiese tomado la mano de mi otro cuerpo para que tomase la mía, y luego esa mano hubiese desaparecido, dejando la suya caer hasta la mía… Volví a mirar a Mike.
-Fue todo real, ¿no? –susurré, incrédulo.
Se sonrió, levemente.
-Después de que tu cuerpo desapareciera, tu ropa quedó aquí, junto a unas cuantas plumas de Addie. Te las puedo mostrar si no me crees –susurró él.
Lo miré, sorprendido.
-Santa mierda –murmuré, volviendo a restregarme los ojos, más fuertemente-. ¿Cómo pudo ser toda esa insanidad real?
-¿Eso es una palabra?
-No tengo idea, pero esa la única palabra que se me ocurre para describir lo que pasó –admití.
Mike rió, levemente.
-Siempre lo supe –soltó, de pronto. Lo miré, sin entender a qué se refería-. Siempre supe que eras un obsesivo de mierda. Por eso no te detuve cuando me dijiste que querías que te llevara a la casa de esa Elizabeth, sabía que te las arreglarías para llegar de todos modos.
Lo miré, sorprendido.
-¿En serio? ¿Desde cuándo? –me senté- ¿Por qué nunca dijiste nada?
Se sonrió.
-Lo sé desde que te diste cuenta que me gustaba la que se convirtió en mi primera novia, y nunca dije nada porque era algo de tu personalidad… Era como que tu me dijeras “oh, tú eres serio cuando quieres” –se explicó.
También me sonreí.
Silencio…
-Cuando dijiste “ella me dijo que esto podía pasar”, ¿te referías a Addie?
Mike asintió.
-Cuando estábamos en el auto y tú estabas en la casa de Bleeker, me explicó lo que había hecho para sacarte de tu cuerpo, y me dijo que era muy probable que te olvidarás de todo y que tardaras bastante en recordar. ¿Qué te convenció que todo fue real?
Me sonreí.
-El recuerdo de lo que vi después de que me hicieras tocar mi cuerpo –musité.
Fue ahí que recordé que había sido Mike el que se había interpuesto entre una eternidad con mi Adrienne y yo. Pero no estaba enojado. Repentinamente, el vivir no se me hacía tan malo. Al menos, al contrario que todos los demás, sabía lo que venía después, y ahora podía estar con mis hijos, quienes ya no serían unos pobres huérfanos.
-Perdón por traerte de vuelta –musitó Mike.
-No te preocupes –le respondí, con una sonrisa, demostrándole que estaba bien.
Mike se puso de pié.
-Tengo que cambiarme camisa, esconder tu otra ropa y llamar a la doctora; me dijo que la llamase en cuanto algo pasase… Todos estaban seguros de que ibas a morir –comentó, tras lo que se rió, levemente-. ¿Puedes contarme TODO lo que pasó desde la primera vez que Addie se te apareció? Porque aún no tengo idea cómo supiste que tenía un acosador.
Repentinamente, eché a reír. Se sentía bien poder hablar de las apariciones del espíritu de mi esposa tranquilamente, se sentía bien estar vivo, se sentía bien saber que ya había vengado la muerte de Addie… Todo estaba bien.
-Más rato te cuento todo –le respondí, al fin.
Tras asentir, Mike se fue a esconder la ropa que había usado en mi otro cuerpo (que raro suena eso) y a cambiarse la camisa. Al parecer, me habían llevado ropa en caso de que yo despertara, por lo que se puso alguna de mis camisas. Por suerte, era una que a mí me quedaba bastante larga, así que lograba pasar por una suya. Luego, apretó el botón que estaba al lado de mi cama, al tiempo que yo me ponía a jugar con el control que regulaba la altura de la cama.
-Cama arriba, cama abajo… Cama arriba, cama abajo… -comencé, haciendo que mi amigo se pusiera a reír, fuertemente, al mismo tiempo que una mujer de cabello rojizo claro entraba a la habitación- ¿Buenas Noches?
Estaba más que asombrada de verme consciente, y no se molestó en disimularlo. Luego, recuperó la  compostura y sacó una pequeña linterna del bolsillo delantero de su delantal, al tiempo que se me acercaba.
-¿Cómo te sientes?
Me encogí de hombros.
-Despierto –contesté, tras lo que me sonreí-. Libre de todo lo que me daban en el psiquiátrico cualquiera se siente bien, ¿no?
Acercó la linterna a mis ojos, para revisar… No sé. Me daba igual. Estuvo un buen rato con la linternita, para luego hacerme seguir su dedo con la mirada. Luego, me hizo pararme de la cama y caminar un par de pasos. Me sentía como si nada hubiera pasado, aunque tuve que admitirle que mi cuerpo aún se sentía pesado, como si hubiera dormido mucho, cosa que ella clasificó como “normal”. Tras confesar que no comprendía el cómo estaba tan consciente, la doctora se retiró, para pedir una tomografía para mí. En todo ese rato, Mike desapareció al baño, y sólo volvió un par de minutos después que ella se fuera.
-Hablé con tu madre y Tré. Llegarán en una hora y media, porque les pedí que te trajeran más ropa, porque la que trajeron me la tuve que poner yo por un “accidente con un café”, y porque tienen que arreglarse y todo, ya que están en pijama… Creo que es tiempo suficiente para que me cuentes todo, ¿no?
-Sí… Pero antes… ¿Qué hora es?
-Las nueve, pero no durmieron anoche, así que durmieron todo el día –se explicó, sonriendo-. Ya, ¡cuenta!
Y eso hice. Le conté todo. Y cuando digo todo, es TODO. Le conté de la primera aparición de Addie, cuando buscaba las drogas escondidas en la casa, le conté lo mucho que le costó convencerme de que era real, le conté toda la “investigación” que había llevado a cabo, le conté de cuando se apareció en el psiquiátrico y me sacó de mi cuerpo, le conté todo lo que había pasado hasta que lo encontramos, como también le conté el encuentro con Bleeker.
-¿Y te sacó de ahí, así no más? –inquirió, sorprendido- ¿Así que Elizabeth volvió y no encontró nada, sólo sangre que no sabrá de dónde vino?
-Y una pluma de Addie, que dejó para… ¿Cómo dijo? Bueno, algo de “reforzar la fe”.
Mike asintió, comprendiendo.
-¿Y te mostró el “cielo”? –Asentí.- ¿Cómo es?
Reí, levemente.
-No le puse atención. Addie se veía demasiado hermosa como para ver algo más.
Volvió a asentir, dándome un momento de recordar cómo se veía mi Addie antes de preguntar:
-¿Volverás a verla?
Negué, cambiando la sonrisa, que se había formado en mi rostro ante el recuerdo del amor de mi vida, por una triste.
-Ya resolví el misterio, ahora podrá descansar en paz, como tanto quería –me expliqué- Igual, creo que es mejor así… Podré seguir amando su memoria en paz y, cuando muera, volveré a verla y el encuentro será mil veces mejor.
Mike me miró, con una expresión que sólo puedo describir como confusión.
-¿O sea que vas a pasar el resto de tu vida solo?
-Ajá –asentí. Siguió con la misma cara-. Mira, a Addie la amé como jamás he amado a alguien, y no puedo volver a sentir lo mismo por otra persona. Estar con alguien más sólo me haría infeliz, pues no sería ni una pequeña fracción de lo que tenía con Addie, así que lo mejor que puedo hacer es estar solo, ver crecer a Joey y Jake y disfrutar cada día que tenga aquí.
Mike negó.
-Estás loco.
-Quizás. ¡Ni se te ocurra decirle eso a los del psiquiátrico!
Mi amigo rió.
-¿Sabes? Creí que me golpearías o algo por haberte mandado ahí.
Sonreí.
-Lo consideré cuando estaba allá, pero como me ayudaste cuando era un ente extraño, estamos a mano –respondí.
En ese mismo instante, llegó la doctora, junto a una enfermera, quienes me llevaron en una silla de ruedas al escáner, donde me hicieron una tomografía. Al otro lado del vidrio que me separaba de la máquina, vi como la doctora estaba junto a otras tres personas, analizando los resultados arrojados por el escáner, para quedar más que sorprendidos al ver que estaba todo en orden, como si nunca hubiese estado en coma. Luego, me devolvieron a mi habitación, donde ya estaban mi madre, mis hermanos, mis hijos y Tré, siendo este último el que se sentó encima de mí en la silla de ruedas a abrazarme y demás.
-Ya, Tré, cálmate, si estoy bien –le decía, riendo, cuando comenzaba a besarme las mejillas de emoción, sacándoles risas a todos.
En cuanto conseguimos que Tré se saliera, me vi a mí mismo abrazando a mi madre y todos mis hermanos (y a Tré de nuevo), para luego de abrazar a Joey y Jake verme obligado a meterme a la cama de nuevo. No quería seguir ahí, estaba en perfecto estado y lo sabía, pero no podía convencer a mi doctora por lo que estuve obligado a quedarme esa noche.
Al día siguiente, desperté con el sonido de la televisión. La verdad que no fue el ruido de la tele en sí lo que me despertó, si no que el hecho de haber oído un nombre conocido en ella: Dean Bleeker.
-¿Cuándo llegaste? –le pregunté a Mike, abriendo los ojos y enfocando mi mirada en la televisión, donde había un tipo cualquiera dando las noticias.
-Hace diez minutos. Ya son las diez de la mañana –respondió-. Por lo que he visto, acaban de revisar la casa de Bleeker. No se han enfocado mucho en que era un acosador.
Lo miré, extrañado.
-¿Y en qué se han enfocado entonces?
Se sonrió.
-Al menos en los otros canales, se han enfocado más en el hecho de que Elizabeth Green afirma que un hombre vestido de negro la ayudó. Al principio, todos creían que estaba confundida, pero luego encontraron un escupo sin ADN, sangre que no venía de ningún lado y tampoco tenía ADN y una pluma cuya procedencia fueron incapaces de identificar –respondió-. Así que cambié el canal a esto, que se ve más serio…
Efectivamente, aquí abordaron por un buen rato el hecho de que Bleeker había acosado a Elizabeth, había entrado a su casa y había intentado violarla, fallidamente, tras lo que mostraron imágenes de su comedor.
-Al fin te nombran –comentó Mike, en el momento en que reconocían a Addie como mi esposa, enfocando una de las tantas fotos que yacían rotas en una caja, cada foto con una mujer diferente en ella. Al parecer, se iba a llevar a cabo una gran investigación…
Aquella misma tarde, un tipo de la policía fue a interrogarme. Afirmé que no tenía idea que mi esposa era acosada, pero que ella sí había actuado diferente en sus últimos días, y que ser acosada era el único motivo razonable para explicar su suicidio y su abuso de las drogas. Pedí, por favor, que no me hicieran testificar, y me concedieron ese favor, a cambio de dar una declaración jurada. La di, gustoso, un tanto molesto de no poder dar toda la información que sabía, y el policía se fue, permitiéndole la entrada a mis hijos y Tré, quien se llevó a Mike a la cafetería del hospital.
-¿Cómo estás? –me preguntó Jake, sentándose a mi lado, al tiempo que yo le daba un abrazo y un beso en la frente.
-Perfectamente. Me gustaría irme de una vez a la casa –respondí. Miré a Joey, quien lucía bastante apagado-. ¿Qué te pasó a ti?
Suspiró.
-El acosador era el padre de Jane –musitó. Abrí mucho los ojos, fingiendo sorpresa-. Se siente culpable de que su padre hubiera causado la muerte de mi madre, y yo me siento culpable de que por mi culpa el tipo la conoció, y también me siento mal por Jane, quien no puede estar peor con todo esto.
Me incliné hacia Joey, mirándolo seriamente.
-Esto no es ni tu culpa ni de Jane, ¿oíste? –Él asintió, quedamente.- Vamos, relájate y apoya a tu novia, ¿ok? Si quieres la invitas a almorzar cuando sea que me den de alta…
-Lo que es ahora –interrumpió una voz femenina desde la puerta. Los tres levantamos la mirada hacia allá, para encontrarnos con la doctora-. Estás en excelentes condiciones, así que puedes irte a casa. Cualquier molestia, vuelves de inmediato, ¿sí?
Asentí, con una sonrisa.
-Gracias.

El día siguiente me encontró preparando lasaña para todo el Clan Armstrong, Jane, su madre y mis hijos, pero no me molestó. Extrañaba estar en casa, estar totalmente consciente y ser feliz. La mayoría creía que mi felicidad se debía al hecho de que ya no estaba en el psiquiátrico y que finalmente comenzaba a olvidar a Addie, siendo Mike el único que sabía que mi felicidad se debía a que había resuelto lo imposible, y que había llegado a la aceptación de la muerte de mi esposa, y que ahora podía vivir tranquilamente sin ella, puesto que sabía que, algún día, la volvería a ver.
-¡Joey, anda a ver! –le grité a mi hijo en el living, en cuanto sonó el timbre.
Pocos minutos después, tras sacar las lasañas del horno, saludé a Jane y su madre. La última era bastante simpática y conversadora, tanto que bastaron diez minutos para saber que el hombre que vivía con ella era su hermano, no su nuevo esposo como yo había supuesto en un principio. Más de una vez durante el almuerzo, demostró su interés en mí, pero yo simplemente me hice el halagado y avergonzado.
-Voy a traer el postre –anuncié, cuando todos habían terminado de comer, poniéndome de pié.
-Te ayudo –se ofreció la mujer, al instante.
-No, no, no te preocupes, puedo hacerlo solo –le aseguré-. Si quieres, juntas los platos en un lado de la mesa, ¿ok?
Ella asintió, rápidamente, tras lo que me sonreí y me dirigí a la cocina…
Donde, para mi grata sorpresa, me encontré con Addie.
-¿Sabes? Deberías darle una oportunidad –comentó-. Es simpática, realmente le gustas y…
-Y no es tú –la corté, tras cerrar la puerta que, para mi suerte, conseguía aislar totalmente el ruido del comedor, por lo que concluí que hacía lo mismo en sentido contrario-. Mira, llegué a una decisión: Es totalmente imposible que ame a alguien del mismo modo que te amé a ti. Si estoy con ella, será una relación vacía, ya que sé cómo es amar a alguien total e incondicionalmente, y sé que no lo sentiré con nadie más. Así que me limitaré a vivir feliz solo.
Ella se sonrió, se me acercó y me abrazó.
-Esta es mi última vez aquí, sólo vine a asegurarme que estabas bien –se explicó, sin soltarme-. Si me vez alguna vez en un sueño, es probable que no sea yo, sino que un producto de tu subconsciente, ¿ok?
Sonreí y asentí, para luego darle un beso.
-Te amo, y nos volveremos a encontrar –susurré.
-También te amo, y estaré esperando.
Me dio otro corto beso y se desvaneció, y ahora supe que era para siempre. Tras llevarme dos dedos a mis labios y sonreírme más ampliamente, volví a hacer lo que se suponía que hacía, es decir, llevar el postre a la mesa, feliz de ser capaz de, finalmente, reposar mi mente y disfrutar mi vida.



* * * * *

Muchos años habían pasado desde aquel almuerzo, en el que había visto a mi Addie por última vez. Pero sabía que no tardaría mucho en volverla a ver. Después de todo, volvía a encontrarme en un cuarto de hospital… Y mi situación no era peor porque no se podía. Ya estaba viejo, y las secuelas de tanto fumar, beber y demás no me ayudaban a estar mejor. De hecho, en aquel mismo instante, en el que Joey y Jake (ambos ya adultos) lloraban a mi lado, era más que capaz de sentir cómo mi corazón se iba apagando poco a poco.
-No tengas miedo –susurraba Jake, tomando mi mano, con lágrimas en sus ojos.
Le sonreí, levemente, para luego, con un gran esfuerzo, asegurarle:
-No tengo miedo, hijo. Al fin veré a tu madre de nuevo… -Tosí.- Ya sé lo que viene, así que no puedo estar asustado…
Joey simplemente me abrazó y, aún sin soltarme la mano, Jakob lo imitó. Pero yo no tenía ojos para sus expresiones de afecto y tristeza. Mi mirada estaba enfocada en los brillantes ojos castaños de la mujer que acababa de aparecerse, brillantes ojos que tanto había extrañado.
-Addie –articulé, sin producir sonido alguno; apenas me quedaba aire.
-Hola, amor –saludó ella, con una sonrisa en su rostro-. ¿Listo para la eternidad?
Le devolví la sonrisa.
Inmediatamente, la máquina que marcaba mi pulso empezó a emitir un pitido constante, al mismo tiempo que yo sentía como algo tiraba de mí hacia el más allá. Aún sonriente, cerré los ojos, listo para descansar en paz… Para siempre.
FIN.

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