Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 30, 2011

Rest - Capítulo Quince: Engañado.


Tuve que quedarme un rato más en la pieza, pensando en todo lo que había pasado en la tarde,  antes de vestirme completamente y salir, hacia el primer piso, en cuyo living me encontré con David, cambiando los canales del televisor rápidamente. Al verme, lo puso en silencio y me miró, preocupado.
-¿Estás bien? –Asentí, torciendo una sonrisa con la que intentaba decir “no te preocupes por mí, he estado peor”, en vez de “hice el amor por primera vez en mucho tiempo, y no estoy más feliz por ello porque no puedo”.- ¿Qué quería Jaime?
¿Cómo se las arreglaban todos en esta casa para acabar con mi felicidad tan rápidamente? Es decir, no estaba del todo feliz, ya que Addie se había desaparecido, molesta porque nunca compartí el mayor secreto de mi carácter, pero el recuerdo de una buena tarde bastaba para olvidarme de ello… Y ahora David me recordaba que mi amada esposa planeaba abandonarme.
-Decirme que Addie quería dejarme –murmuré, dejándome caer a su lado, sin saber cómo actuar. Ahora sabía que no quería dejarme, sino que tenía que hacerlo, pero tenía que fingir que no sabía esto… Aunque aún no sabía el porqué tenía que irse, así que igual estaba intrigado…
David me miró sorprendido.
-¿Addie? ¿Dejarte? –Asentí, fingiendo tristeza- ¿Por qué?
-No lo sé, David. Supuestamente, quería hacerse una vida propia –murmuré.
Ni yo me creía eso, y él lo notó.
-A lo mejor… -Comenzó, pero se detuvo, arrepentido de lo que iba a decir.- Olvídalo.
-¿Qué? –No dijo nada.- David, no importa lo terrible que suene, tienes que decírmelo.
Negó.
-Es que no suena como algo que Adrienne haría.
Mi familia estimaba mucho a mi esposa. Y es algo más que razonable. ¿Por quién más yo habría sentado cabeza? ¿Quién más habría aguantado todas mis idioteces? ¿Quién más habría estado a mi lado en todo momento, sin importar lo mal que estuviese?
¿Quién más me habría amado así? ¿Y a quién más yo habría amado tanto?
¿Quién más me habría mantenido vivo?
-¿Qué se te ocurrió?
Suspiró.
-¿Y si tenía un amante o algo así?
Me sentí como si alguien me tirara un balde de agua helada. Era una opción. Sí… Podría amarme mucho y todo (de eso estaba seguro), pero quizás buscaba algo nuevo. Quizás tenía un amante, quien la hacía feliz en otros aspectos, y tenía que dejarme para no hacerme sufrir. Y luego pudo haberse dado cuenta que no sería tan fácil y acabó con todo…
¿Y si en verdad no me amaba?
-No, no lo creo –murmuré-. Ella me amaba.
Intentaba convencerme más a mí mismo que a mi hermano. Antes de que se le ocurriera algo que me tranquilizara, Joey entró al living.
-¿Cómo estuvo la siesta? –me preguntó.
De algún modo, supe que mi mamá le había dicho eso para no preocuparlo, como también supe que él sabía que no era verdad.
-Bien, descansé bastante –respondí, con una sonrisa.
Silencio. Esto no era más incómodo porque no se podía.
-Hablé con Jane –murmuró-. Se nos ocurrió que era mejor idea que se viniera desde el colegio hacia acá…
-Me parece –concordé, rápidamente-. Así sólo los traigo y los dejo libres después, la casa es lo suficientemente grande para eso.
Él sonrió.
-Gracias.
No recuerdo nada de esa tarde. Estaba en tal estado de confusión que no podía ni procesar lo que hacía o decía. Habían sido muchas emociones: El dolor de saber que mi esposa iba a dejarme, la alegría de saber que aún me amaba, la frustración de no poder resolver el rompecabezas, la tristeza de que no comprendiera mi obsesión, la intriga de no saber si tenía un amante o no…
Todo esto podía resumirse en cuatro palabras:
-Me duele la cabeza –murmuré, en algún momento. Creo que ya era de noche. Mi madre me miró preocupada-. Nada grave, simplemente tengo sueño.
-Cariño, dormiste toda la tarde –murmuró mi madre, preocupada. Sentí su mano en mi frente-. Tienes fiebre.
Negué. Lo más probable era que no tuviera nada y que mi madre exagerara. Mejor dicho, eso era lo que ocurría. El dolor de cabeza se debía al llanto de la tarde y a la gran cantidad de emociones que había experimentado.
-Voy a dormir y, si no se me quita mañana, nos preocupamos, ¿ok? –musité, con una pequeña sonrisa. Le di un beso en la mejilla-. Buenas noches, mamá.
Y me fui a mi pieza. Me saqué los pantalones, la camisa y fui al baño, donde hice mis necesidades y me lavé los dientes. Luego, volví a la pieza y me tiré bocabajo en la cama, que seguía deshecha.
-¿Me engañaste? –susurré, mirando a la almohada que Addie solía utilizar.
Sentí cómo alguien me tapaba con las mantas. Me volteé. Mi difunta esposa me miraba con una expresión de tristeza en su rostro.
-Perdón por irme así en la tarde –susurró.
-Está bien, te entiendo. –Alzó una ceja.- Lo intento al menos.
Se sonrió y dio la vuelta a la cama, para sentarse en su lugar. Volví a apoyarme en su regazo. Me sonreí al sentir su fría mano acariciándome la nuca, causando que dejara de importarme la posibilidad de que tuviera un amante.
-Me fui porque no puedo verte así –musitó.
Alcé la mirada.
-¿Así cómo?
Negó.
-Cuando te conocí, aún usabas drogas… Y tu cara… -Negó.- No puedo ver esa cara, Billie Joe, y lo sabes. Y esa misma cara es la que vi cuando intentabas deducir todo esto.
Me sonreí, levemente. ¿Así que armar rompecabezas era mi droga? Interesante.
-Por eso no quería que supieras –susurré, acariciándole la mano con la que ella me hacía cariño en ese mismo instante. Luego se la tomé y la llevé a mis labios, para darle un suave beso. A continuación, me eché a llorar.
-¿Qué pasó? –me preguntó, preocupada, inclinándose para quedar a mi altura, acariciándome la mejilla- Amor, ¿estás bien?
Amor… Eso me hizo llorar más aún. Addie tuvo que seguir consolándome por un buen rato antes de que lograse alzar mi mirada y contestar:
-¿Tenías un amante?
Detuvo las caricias de inmediato, mirándome sorprendida. Al parecer, quería regañarme, pero no se vio capaz. Algo en mi mirada (quizás lo enrojecido de los ojos o las lágrimas solas) se lo impidió.
-¡No! –respondió, al cabo de unos instantes.
-Dudaste.
Suspiró.
Y, nuevamente, la vi mover los labios, la oí hablar. Supe que articulaba palabras. Pero no entendí nada de lo que dijo. Eso me hizo sentir peor.
-¿Entonces sí?
Me miró, frustrada.
-¡¿No entendiste eso?!
Negué
-Eso quiere decir que sí es importante.
Fue su turno de negar.
-No veo cómo.
Nos quedamos en silencio.
-¿Con quién?
Suspiró. Me dijo algo. No entendí. Bastó con verme la cara para que ella se recostara en la cama, entristecida.
-Te amo.
-¿Y por qué me engañaste?
Comenzó a decir algo, pero no le entendí absolutamente nada, por lo que me limité a callarla con un suave beso, al tiempo que la abrazaba.
-También te amo.
-Pues no deberías –susurró.
No le dije nada. Simplemente me quedé abrazándola, sintiéndola respirar a mi lado, acariciándome la espalda. No la entendía. Si me amaba cómo decía, ¿por qué me engañaba? ¿Y con quién? ¿A dónde había quedado nuestro amor, supuestamente, inmortal?
-¿Lo conozco? –susurré.
-Algo así –respondió ella, un tanto incómoda, pero con cierta resignación en su voz, como si confirmara. Tras un silencio, añadió:- No es un él.
Me separé de ella, mirándola sorprendido.
-¿Qué?
Nuevamente, no entendí una mierda. Maldije.
-¿Desde cuándo te gustan las mujeres? –inquirí, molesto.
-¡Billie! ¡No me gustan las mujeres!
-¿Ah, no?
-¡No!
-¿Entonces…?
Negó.
-Si pudiera explicártelo, me habrías entendido hace un rato –masculló.
Silencio.
-¿Jaime? –Tras revolear los ojos, negó.- Me lo supuse… ¿Cynthia?
Volvió a negar.
-Cerca –murmuró.
Hice memoria.
-¿Vickie?
Ella asintió, ahora acariciándome la mejilla.
-Duérmete, ¿sí?
Sabiendo que, aunque quisiera, no podría responderme nada, la acomodé en mi pecho y cerré los ojos, para dormirme rápidamente, abrazándola, intentando no preguntarme el porqué me había cambiado por una de sus amigas.

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