Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 30, 2011

Rest - Capítulo Catorce: Hora de atar cabos.


Aún entraba sol a la habitación cuando desperté, así que no podía ser muy tarde… Al menos no más de las siete, hora en la que oscurecía.
Súbitamente, sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Fue ahí que me percaté cuánto frío tenía. Supuse que eso me había despertado, pero me dio igual. Lo importante es que Addie se encontraba sentada a mi lado, mirándome. Se veía hermosa: Sus ojos castaños brillaban y su sonrisa no era más alegre y pacífica porque no se podía. Además, sus mejillas estaban levemente sonrosadas, lo que me hizo sonreír más ampliamente aún.
-¿Cómo dormiste? –me preguntó, apenas en un susurro, acariciándome la mejilla.
-Bien, aunque me hubiera gustado poder abrazarte –respondí, honestamente.
Ella negó.
-Tendrías más frío del que tienes ahora.
-No me importa.
-A mí sí.
Revoleé los ojos e, ignorándola, la abracé por la cintura, apoyando mi cabeza en su regazo; en algún minuto antes de que yo despertara, se había vestido, lo cual me ahorró un escalofrío. Suspirando, continuó acariciándome el rostro.
-Podría quedarme aquí para siempre –musité.
-Yo realmente podría hacerlo, pero no creo que sea una buena idea; terminarás con hipotermia –comentó ella.
Reí, suavemente.
-¿Nadie ha venido a ver cómo estoy? –le pregunté, recordando que había más gente en la casa.
Negó.
-Tu madre estuvo a punto de venir, pero se arrepintió a mitad de la escalera –contestó.
Recordé lo que había ocurrido la última vez que Addie había estado aquí.
-¿Cómo sabes cuando alguien va a venir?
Se sonrió.
-¿Empezamos con las preguntas? –Asentí.- Esa te la puedo responder: Se supone que nadie debe saber que estoy aquí, aparte de ti, así que, cada vez que alguien se acerca hacia mí, lo siento.
Volví a asentir, más curioso aún.
-¿Cómo lo sientes?
Se encogió de hombros.
-Es como un cosquilleo en la nuca –respondió.
-Ah, ¿así?
Y empecé a hacerle cosquillas, causando que su risa llenara toda la habitación y que intentara apartarme con sus manos. Yo igual me reí, pero mucho menos; no quería que alguien pasara por fuera de la habitación y me creyera esquizofrénico.
Al cabo de un par de minutos, me aburrí y le tomé una mano, para acariciársela, suavemente. Su sonrisa cambió, repentinamente, a una triste. No entendí el porqué…
Hasta que vi la profunda herida que había en su muñeca.
En un intento de hacerle entender que todo estaba bien, comencé a acariciarle el brazo, suavemente. Por mera curiosidad, pasé mi dedo por la cicatriz. Ella se estremeció.
-¿Te duele?
Negó, tras lo que añadió:
-Pero me gustaría. –La miré sin entender.- No es normal tener un corte de ese tipo y no sentir absolutamente nada.
Sin tener muy claro lo que hacía, le di un suave beso en la herida, lo que causó que su sonrisa volviera. Me hizo sentir más feliz de lo que me sentía al simplemente estar con ella. No obstante, no pude evitar mirar las heridas con cierta aprehensión: Eran las responsables de que hubiera perdido al amor de mi vida, y aún no sabía el porqué.
-Está bien que quieras saber… Pero no finjas que no te interesa después –comentó ella, al verme la cara. La miré, sin comprender-. La última vez que estuve aquí, dijiste que no querías saber y que preferías estar conmigo. Ahora estás conmigo, pero igual quieres saber.
Suspiré.
-Soy una persona curiosa, ¿qué quieres que te diga? –me excusé. No me dijo nada.- Prefiero averiguarlo yo, así puedes seguir apareciéndote y tengo mi respuesta. Igual, la primera vez que te apareciste, me dijiste que no podías contarme todo.
Addie torció una mueca.
-No puedo contarte todos los detalles que tú querrás saber, pero sí puedo darte la idea general. Solo no podrás resolver esto.
La miré, extrañado.
-¿Qué pasa si hablas de más?
Se sonrió.
-Cuando digo que no puedo, no es porque yo me rehúse a hacerlo para seguir una serie de reglas aleatorias. Simplemente no puedo. Las palabras no saldrán o tú no me oirás… Al menos eso me dijeron.
Mi curiosidad aumentó.
-¿Quién te lo dijo?
Luego pasó algo muy extraño:
Pese a que era capaz de ver cómo Addie movía los labios y a que era capaz de escuchar su voz pronunciando palabras, no pude entenderle. Era como si me hubiese hablado en otro idioma, pero estaba seguro que había hablado en inglés.
-¿Qué fue eso? –le pregunté.
-A lo que me refería. No importa cuánto lo intente, no entenderás nada.
-O sea, que me es imposible saber algo de la vida después de la muerte. –Ella asintió. Volví a apoyarme en su regazo, ahora frustrado.- ¿Entonces cómo puedo estar seguro que estás bien?
-En realidad, el simple hecho de que yo esté aquí indica que no todo va bien. –Levanté la mirada.- Lo normal no es bajar, Billie. Sólo ocurre en circunstancias muy especiales.
-¿Y la nuestra es una circunstancia especial? –le pregunté.
-¿Estoy aquí? –ironizó ella.
Silencio.
-¿Por qué?
Torciendo una mueca, negó.
-Pregunta equivocada.
Suspiré.
-Esto es tan… Frustrante. ¿No puedes darme pistas?
Ella se encogió de hombros.
-Habría que probar.
Asentí.
-¿Hace cuánto que planeabas tu suicidio?
Volvió a torcer una mueca.
-“Planear” no es la palabra indicada…
-Bueno, ¿hace cuánto te diste cuenta que “tenías” que matarte? –reformulé, simulando las comillas donde correspondían.
Addie suspiró.
-¿Agosto? No, principios de septiembre.
Abrí mucho los ojos. ¿Tanto tiempo?
-¿Cómo no me di cuenta?
Se sonrió.
-Estabas ocupado, y lo entiendo. El musical, la gira, entrevistas… Además, no eres el único buen mentiroso de esta familia, Billie. –No dije nada. Me sentía como la mierda por no haberme dado cuenta de nada.- En todo caso, ni siquiera piensas en mis últimos días, ¿qué te asegura que no actuaba extraño?
-¿Tiene que ver con las drogas? –pregunté, repentinamente.
Volvió a sonreírse.
-Touché.
La mire, ansioso. Era la primera vez que hablábamos del tema de su posible “adicción”.
-¿Por qué las consumías?
Volvió a encogerse de hombros. Realmente, no tenía muchas expresiones, pero me daba igual, me encantaba así.
-De escape, supongo –murmuró.
-¿Escape de qué?
Nuevamente, la escuché hablar y la vi mover sus labios, pero fui incapaz de comprender una palabra de lo que dijo. Suspiré, molesto.
-Ok, ¿de mí? –Negó.- ¿Trabajo?
-Billie, esto no va a funcionar. Si quieres saber de una buena vez, tendrás que preguntarme el porqué me maté –musitó, jugueteando con un mechón de mi cabello-. Deberías hacerte un corte.
-Sí –concordé, distraídamente. La verdad que ya no le estaba prestando verdadera atención. Me encontraba intentando comprender el porqué se había matado, y eso no era del todo simple que digamos. Drogas, escape, septiembre…
Septiembre, escape…
-¿Addie?
-¿Billie?
Pude notar un dejo de preocupación en su voz, pero lo ignoré.
-¿Cuándo te pillé drogándote por primera vez?
Hizo memoria.
-Segunda semana de agosto.
Rápidamente, me salí de la cama, para buscar mi ropa interior. Me puse los bóxers y, sin siquiera dale una explicación a Adrienne, corrí al armario, de donde saqué un cuaderno cualquiera, para anotar los datos que tenía.
-¿Por qué nunca me dijiste que eras así?
Volví a la realidad. Addie me miraba entristecida desde la cama.
-Creí que estaba implícito –mentí.
Ella negó.
-Nunca demostraste ser tan obsesivo con algo que no fuera ni yo, al menos al comienzo de nuestra relación, ni tu música –murmuró, aún triste-. ¿Acaso no confiabas en mí?
No dije nada, pensando en cómo abordar el tema que siempre había tratado de evitar.
-La verdad es que paso tanto tiempo ocultando esa parte de mi naturaleza, que ya no la veo como mía –admití.
-¿Y por qué la ocultaste en primer lugar?
Me sonreí, amargamente.
-Porque estaba harto de encontrar rompecabezas en todos lados. Oh, Marci anda feliz, debe tener novio nuevo. A mamá le duele la espalda, su nuevo novio debe haberle pegado. Jenny no fue a clases, y tampoco fue Derek, demonios, deben estar engañándome de nuevo. Lo terrible es que no siempre tenía razón…. –La miré.- Pero es más terrible saber que, de haber tenido más activa esa parte de mi cerebro, podría haberte salvado.
Parpadeé.
Y Addie ya no estaba.
Suspirando, revisé lo que había anotado. ¿Qué unía las drogas con el suicidio?
Comencé a anotar la gente que se pudo haber involucrado: El traficante, algún amigo o amiga…
Amigo o amiga…
Busqué el otro cuaderno, el cual tenía la lista con todas las amistades de mi esposa. Pese a ser larga, logré reducirla a siete personas, simplemente tachando a todos quienes no había visto durante el último mes y tachando a quienes no ejercían una gran influencia en su vida. Esas siete personas estaban todas involucradas en la tienda de tejido de Adrienne. Tras asegurarme que no quedaba nadie más, tomé mi decisión: Era hora de atar cabos, y si para ello debía interrogar gente… Que así fuera.

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