Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, febrero 05, 2011

Wake me up when September ends - Capítulo 10: I'm not a part of the REDNECK agenda.



-Lo siento, Mike, olvidé avisarte, llegaré un poco más tarde.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Mi citación era para hoy día…
Habían pasado unos cuantos días desde mi retorno a Oakland. Tras pasar un par de días con mi familia y arreglar todo con Addie, llamé a Mike y a Tré, para tener un ensayo el primer lunes de febrero… Sin saber que mi citación en la corte del tránsito estaba para el tres de febrero, que resultó ser ese lunes. Menos mal se me había ocurrido revisar la guantera del auto, en parte para sacar los porros y guardarlos en un lugar más seguro, y en parte para asegurarme que la citación no hubiera sido para los días en los que estuve fuera de la ciudad.
-¿Y qué se supone que haga mientras te espero? Tré tuvo que reunirse con Claudia por lo del divorcio, dijo que tardaría un poco.
-No sé… Ve televisión, toca bajo… ¡Compone algo! ¡Eso! ¡Escribe una canción!
-¿Acerca de qué? –inquirió él. Supe que, desde el otro lado de la línea, alzaba una ceja. Al mismo tiempo, escuché cómo llamaban “Caso #6655321; Armstrong, Billie Joe”.- ¡¿Billie?!

-No sé, lo que sientas ahora –farfullé, sin pensar-. Me llaman, adiós.
Colgué el celular y pasé frente al juez, quien me miraba un tanto molesto.
-Perdón por eso, su Señoría –me disculpé, al tiempo que guardaba el celular en mi bolsillo.
-Hay un cartel de “apague su celular” a la entrada, Señor Armstrong –me regañó el hombre.
Me sentía como si estuviera en la escuela o peor.
-Ya le dije que lo sentía –volví a disculparme, intentando no sonar insolente ni nada. Aparentemente, lo logré… O el tipo decidió ignorar mi tono.
-Usted se encuentra aquí por haber excedido el límite de velocidad y haber conducido con un 0.18 de alcohol en la sangre, ¿cómo se declara?
¿Para qué me preguntaba? ¿Acaso había gente que se declaraba inocente?
-Culpable.
-Bien, vaya a la caja y pague.
Fue una fila larga, y, más encima, tuve que esperar a que aprobaran el cheque y todo eso. Para cuando llegué al estudio, era bastante más tarde que la hora acordada. Me sonreí al encontrarme con que Mike dormía profundamente en el sofá, con una taza de café a su lado y el televisor frente a él encendido en algún noticiero.
-¡Buen día, Michael, querido! –exclamé, despertándolo.
-Querido una mierda, ¿cómo se te olvida qué día era tu citación?
-No había leído la carta, lo siento –me excusé-. En todo caso, ¿por qué Tré tampoco ha llegado?
-Ya te dije, reunión con Claudia por el divorcio. Creyó que tardaría menos, pero algo debió haber pasado…
Suspiré.
-Perdón por hacerte venir entonces –musité, honestamente-. Pero ¡mira el lado bueno! ¡Esta vez tengo canciones!
Se notaba a lo lejos que Mike estaba molesto y que quería seguir regañándome, pero bastó con decir esas palabras para que la curiosidad lo venciera.
-¿Sí? –Asentí.- ¿Completas?
-Bueno, la letra sí. Quizás necesite unos arreglos, pero sería después de la música. –Saqué el cuaderno de mi bolso.- Lee lo que quieras, sólo hay canciones, esbozos de canciones y uno que otro número de teléfono.
Por la cara que puso al oír la palabra “esbozos”, supe que Mike esperaba encontrarse con una única corta canción, y muchos versos sueltos y sin sentidos. No pude contener una risa al ver su expresión al hojear el cuaderno, pasando por la primera canción (tentativamente llamada Jesus of Suburbia), la segunda (Extraordinary Girl) y la tercera (September). Para la cuarta canción (Boulevard of broken dreams, escrita después de caminar por un boulevard de Nueva York que me recordó a Los Ángeles), Mike no parecía dar más de la impresión. Y luego venían las estrofas enteras que estaban inconexas, acompañadas de dibujos de Nueva York, de gente, de ese Jesus of Suburbia que era y no era yo, con una mujer sin rostro ni nada que la identificara. Claro que eran dibujos muy malos, de palito o como quieran llamarlos, pero bastó para que mi amigo quedara más impresionado aún, ya que no parecía ser capaz de creer que realmente había sido un retiro a componer, a sentirme creativo.
-Forgetting you but not the time –murmuró Mike, leyendo lo que estaba junto a uno de los tantos dibujos.
-Ni idea qué es –admití-. Lo siento como si pudiera ser de Sarah, pero no. Ni siquiera siento que soy yo quien escribe las canciones.
Mike levantó la mirada del cuaderno.
-¿Al fin te dio la esquizofrenia que tanto temíamos con tu madre?
Negué, riendo.
-No, me refiero a… No sé. Es un lado de mí que no suelo usar. Es como si escribiera un cuento, ¿sabes? No estaré cantando yo, me estaré poniendo en el punto de vista del personaje.
-¿O sea que tienes en mente un disco conceptual?
Me encogí de hombros.
-No lo sé, quizás… Ya, lee las canciones y dime qué opinas. Eso sí, si crees que son una mierda, dilo en un tono delicado –farfullé, atropelladamente.
Él asintió y comenzó a leer. Mientras lo hacía, me instalé en el sofá; no me sentía cómodo viendo cómo alguien leía mis canciones, por lo que decidí ver un poco de televisión. Iba a cambiar el canal, cuando me encontré a mí mismo mirando atentamente. Al principio creí que Mike había cambiado el canal y que veíamos una película, pero no, el logo de la CNN seguía ahí… O sea que ese bombardeo era real. La televisión estaba mostrando cómo la gente moría, estaba mostrando cómo otros sufrían… Y nadie hacía nada para detenerlo. Esa guerra sólo seguía, sin dar tregua ni por la lluvia, ni por los gritos… Gente inocente castigada con bombas, simplemente porque alguien que los representaba se atrevió a diferir y a soñar. ¿Y acaso no era eso lo que le pasaba a toda persona que se atreviera a ser diferente, a pensar diferente, a soñar cosas nuevas? ¿No eran todas esas personas atacadas por ser distintas? ¿Acaso el ser diferente no era también como una guerra contra el mundo?
¿Acaso no era esa la única guerra que valía la pena?
-Mike, ¿tienes papel por aquí? –pregunté, sintiéndome, repentinamente, acelerado, al tiempo que una presión aparecía por todo mi cuerpo.
-En el mesón de la cocina –murmuró, al tiempo que cambiaba de hoja-. Apúrate, que quiero hablar contigo después.
-Sí, sí, no tardo.
Sin pensar en nada que no fueran las palabras que se me habían ocurrido, corrí a la “cocina” (teníamos comida, un refrigerador, un hervidor, una cafetera y un microondas, pero no teníamos una cocina), en cuyo mesón había muchas hojas y un lápiz. Tomé una hoja en blanco y escribí media canción, que, creía, se conectaba con otro bosquejo que tenía en mi cuaderno. Satisfecho con lo escrito, doblé la hoja en dos y me la guardé en el bolsillo del pantalón.
Fue entonces que Mike entró a la cocina, lentamente, como si le costase avanzar normalmente.
-¿Y? –pregunté, al notar que no me iba a decir nada.
-Dude –fue todo lo que dijo.
-¿Dude bueno o dude malo?
Dude bueno, claro está! Billie, esto… ¡Esto es genial! Es… ¡No puedo describirlo!
-¿Qué es lo que Mike no puede describir? –preguntó Tré, entrando a la cocina, con voz cansina- Perdón la demora.
-No te preocupes, el que la sufrió fue Mike –comenté, restándole importancia, intentando no demostrar lo feliz y sorprendido que me tenía la reacción de Mike, a quién le pregunté:- ¿Hablas en serio?
-Mierda, ¡sí! Estas canciones… ¡Mierda! –Reí.- ¿Es posible tener un orgasmo leyendo algo para nada sexual? Porque creo que tuve uno.
Tré abrió mucho los ojos.
-Si dices eso, debe ser algo demasiado genial –musitó-. ¿Dónde están esas famosas canciones?
-En la mesa que hay frente al sofá. Pero léelas después, quiero hablar de algo con ustedes dos –murmuró Mike, pasando de emocionado a serio en menos de un segundo-. ¿Vamos allá, lo hablamos, y después nos ponemos a trabajar?
Extrañados y curiosos, lo acompañamos de vuelta a la sala del televisor. Mike se sentó en un sofá y Tré y yo nos sentamos en el otro. No obstante, Mike se paró casi al instante, apagó al televisor y comenzó a pasearse frente a nosotros, al otro lado de la mesa de centro que había.
-Tré, ¿tú estás de acuerdo con la boda, no? –Mi amigo asintió.- ¿Qué hay de ti, Billie? ¿Realmente estás de acuerdo?
-Si son felices, sí. Pero no seré tu padrino –respondí, intuyendo hacia donde se dirigía. Mike se sonrió.- ¿Qué?
-No es eso lo que iba a preguntarte. Es que… Necesitamos a alguien que lleve a Sarah al altar.
Tré y yo intercambiamos una mirada, él asustado por mi reacción y yo simplemente porque estaba muy sorprendido por la pregunta. ¿Había escuchado bien?
-¿Qué?
-Necesitamos que alguien la lleve, y no se nos ocurre nadie mejor.
Negué, rápidamente.
-No, Mike, eso sí que no.
-Perfecto. Entonces eres mi padrino. –Despegué los labios.- Mira, lo estuve pensando bastante, y los quiero a ustedes dos en la boda. Y esas son las dos posiciones, a menos que alguno quiera ser una dama de honor, y una de las damas de honor quiera llevar a Sarah al altar.
-Nadia haría eso –murmuré-. ¿No puede ser Nick? Ya está grande, debe tener unos veintitrés años, perfectamente puede llevar a Sarah al altar.
Estaba al tanto que los dos hermanos de Sarah venían a la boda, y conocía a Sarah lo suficiente como para estar seguro de que Nadia sería la dama de honor, y que querría que Nick hiciera el papel de su padre.
Mike negó.
-Nick se opone a la boda –murmuró-. Irá, pero se rehúsa a participar de ninguna otra manera que no sea de invitado.
Esto me extrañó.
-¿Sí? ¿Por qué? –pregunté.
Mike sólo me miró, tras lo que prosiguió:
-Entonces necesito que uno sea el padrino y que el otro lleve a Sarah al altar. ¿Quién hace qué?
¡Dios! Esto era terrible. Ambas posiciones eran terribles, ya que en una representaba al padre y en la otra al mejor amigo, quien haría hasta lo imposible por velar por la felicidad de la pareja.
Al instante, una imagen mental de Sarah caminando hacia el altar de mi brazo apareció. Y no pude evitar sonreírme al imaginarla a mi lado, más cerca de lo que la había tenido desde que me había pagado la fianza… Y la tendría feliz, sonriente. Sería yo quien la hiciera partir definitivamente de mi lado… Sería yo quien la entregaría a Mike, a su nuevo amor…
-Yo la entregaré.
Tardé un poco en darme cuenta que lo había dicho, no pensado. Pero no me importó. Tenía sentido. Simbólicamente hablando, sería importante y toda esa mierda para mí, ya que representaría que la dejaba atrás… Porque si llegábamos al día de la boda, y ella seguía mostrándoseme indiferente, quería decir que mi batalla estaba perdida. Sólo lucharía por ella si me demostraba que aún podía sentir cosas por mí.
-¿Qué?
Por su tono de voz, supe que Mike no creía haberme entendido correctamente, por lo que decidí explayarme.
-Yo la llevaré al altar. Así Tré será tu padrino, Nadia será la dama de honor y Nick será el invitado que quería ser desde un principio.
-¿Estás seguro? –me preguntó Tré- Lo que no entiendo es cómo Nathan puede ser tan tarado como para no llevarla él.
-Sarah no habla con él desde que se escapó, es comprensible. Ni siquiera pensó en invitarlo a la boda. –murmuró Mike. Me removí, incómodo en mi asiento. Ellos no sabían que Nathan había muerto.- En fin, Billie, ¿estás totalmente seguro?
Asentí, con una sonrisa (un tanto forzada, ya que estamos).
-¿Al fin tienen fecha?
Mike también asintió, mirándome fijamente, como si intentara comprender lo que pasaba por mi cabeza.
-El viernes dieciocho de abril.
Abril… Eso me daba poco más de dos meses para ver si Sarah seguía interesada en mí o no…
-Ok. Reservaré ese día para tu boda entonces. ¿Algo más? –Negó.- Ok, vamos a trabajar entonces. Tré, lee las canciones, yo traigo las cervezas.
Estaba calmado. Quizás demasiado. ¿Lo encontraba raro? Sí. Pero así me sentía. Realmente estaba tranquilo respecto a llevar a Sarah al altar. Quizás era porque aún faltaban dos meses que se me hacían eternos. Después de todo, los veinte días en Nueva York se me hacían una vida entera, ¿cómo podían dos meses ser más cortos?
Saqué las botellas de cerveza del refrigerador y las dejé en la mesada. Pasé a botar las hojas que aún había ahí, por lo que me agaché a recogerlas…
Fue ahí que vi que una estaba escrita, con la desprolija letra de Mike (aunque era más ordenada que la mía propia). Curioso, me puse a leerla…
Me quedé dormido viendo “Spike TV”, después de diez tazas de café, y aún no están aquí. Soñando una canción, pero algo salió mal, pero no le puedo a decir a nadie, porque no hay nadie aquí. Déjenme aquí solo… Y debí haberme quedado en casa. Después de diez tazas de café, estoy pensando… Nadie te quiere, todos te dejan, están todos sin ti, divirtiéndose.

Y por segunda vez en el día, mi pulso se aceleró. Tenía una idea. Una idea muy, muy grande. Noté que había una guitarra acústica ahí… Mike había estado trabajando ahí… Tomé la guitarra y la hoja y me devolví a la sala del televisor, donde Tré aún leía las canciones, boquiabierto.
-Mike, ¿puedes tocar esto? –le pregunté, mostrándole la hoja.
Alzó una ceja.
-Sí, algo pensé cuando estaba solo y aburrido…
-¿Tócalo? –le pedí, pasándole la guitarra.
Extrañado, Mike tomó la guitarra.
-Ok, pero realmente no le viene a tus canciones…
-¡Claro que sí! Vamos, tócala, que tengo una idea.
-Pero Billie, dura como cuarenta segundos…
-¡Lo sé! ¡Sólo tócala!
Aparentemente, eso lo dije en un tono un tanto histérico, ya que tanto Mike como Tré se sobresaltaron, y el primero se puso bien la guitarra de inmediato y tocó y cantó la maldita canción. Lo miré, con una sonrisa en mi rostro.
-Caballeros –dije, en un pésimo acento inglés-. ¿Quién quiere hacer la primera rapsodia punk?

Ese día llegué bastante tarde a casa, porque nos quedamos trabajando. Estábamos emocionados, y de verdad. La idea era demasiado buena. Entre los tres, empezamos a hacer varias canciones cortas, y terminamos con una cosa de unos nueve minutos, al igual que la otra canción que escribí Nueva York, que aún no tenía música. Y cada cierto rato debía detener el ensayo de la canción nueva (¿Homecoming?) para correr a mi cuaderno a arreglar una letra, escribir una nueva… Planear la trama…
Nos habíamos decidido: Sería un disco conceptual. Trataría del tal Jesus of Suburbia, pero no sabíamos qué le pasaría aún. De momento, parecía ser una persona que estaba muy enojada con todo y todos. En la canción homónima se iba de… de algún lado… Y en Homecoming, la canción nueva, volvía. El qué pasaba entre ambas era en lo que estábamos trabajando. Ya le habíamos mandado a Rob un demo por correo, y esperábamos su respuesta que, en teoría, llegaría al estudio al día siguiente.
En fin, llegué a la casa, y, silenciosamente, subí a mi habitación. Me sonreí al ver que Addie estaba despierta, leyendo un libro.
-Hola, amor –la saludé, en un tono cansado de voz, para que notara que no había andado en bares ni nada, si no que trabajando.
-¿Largo día?
-Ni que lo digas… Pero valió la pena… -Dejé el bolso en el suelo al lado de mi cama y me saqué rápidamente la camisa, las zapatillas y los pantalones, para dejarme caer junto a Addie en la cama.- Ha sido el mejor ensayo de la historia de los ensayos.
-¿Tan así?
-¡Sí! Fue… Wow.
La abracé.
-¿Cómo estuvo tu día?
-Menos ocupado. –Sonrió y me besó.- Te eché de menos.
Sólo le sonreí y le di otro beso, ya que decirle que también la había extrañado sería una mentira gigantesca. Y, pese a lo cansado que estaba, saqué fuerzas para cumplir con mis deberes de esposo. Apenas terminamos la besé una vez más y me dormí.

Las semanas siguientes fueron similares. Lo que varió fue que las canciones costaban un poco más, pero eso daba igual, ya que ya teníamos bastantes. Le habíamos creado un alter ego al tal Jesus (llamado Saint Jimmy, lo que causó risas de parte de Mike y Tré). Faltaba algo que explicara la existencia de “Extraordinary girl” en el disco, pero eso aún no se me ocurría. Por otro lado, John Roecker había empezado a hacer un documental de cómo grabábamos y todo eso, y, de momento, era bastante entretenido. Ahora contábamos siempre con otra opinión externa.
-A ver… explícamelo de nuevo, que no me queda claro –me pedía Rob Cavallo, en el estudio. Había ido a revisar todo lo que teníamos.
-Jesus está harto de su vida en los suburbios, harto de la hipocresía de todos, de las fallas del gobierno del país, de las malas decisiones y las malas acciones –comencé, por enésima vez-. Así que se va a “La ciudad”, a buscar respuestas, a desaparecer, a pensar… Allá desarrolla un alter ego, Saint Jimmy, quien es todo lo que él no es: Es atrevido, dice lo que piensa, no le importa nada… Y es un drogadicto de mierda, quien empieza a sumergir a Jesus en eso también, empieza a transformarlo… Luego algo pasa, tenemos “Extraordinary Girl” y a “Wake me up when September ends” dando vueltas por ahí, algo pasa entre ellas, y llegamos a “Homecoming”, que sería el final…
Rob negó.
-Eso no me gusta. No puede terminar con Homecoming.
Mike, Tré y yo lo miramos sorprendidos.
-¿No con “Homecoming”? Rob, ¿te estás drogando? –inquirió Tré.
-Empezamos con una canción de nueve minutos y terminamos con otra de nueve minutos. Es como si el ciclo se cerrara.
-Concuerdo en lo del cierre del ciclo, pero no deberían terminar con “Homecoming”. Esa canción contiene una cantidad de energía sorprendente, y eso que aún no terminamos todos los arreglos… Hay que liberar esa energía de alguna otra manera –se explicó-. Y respecto a empezar con “Jesus of Suburbia”… ¿No sería mejor agregarle algo antes? ¿Algo que haga de prólogo?
-Eso sí, también lo estaba considerando –respondí-. Pero… ¿No terminar con “Homecoming? No se me ocurre nada mejor.
Rob sonrió.             
-Piénsalo… Ahora… Mike, ¿tu boda es el otro viernes?
Me desconecté de inmediato de lo que pasaba en la realidad al oír esa pregunta. ¿El otro viernes? ¿Cuándo había pasado tanto tiempo? Faltaba poco más de una semana, ¿cuándo habían pasado esos dos meses? Y aún no había hecho ningún avance para ver si Sarah podía sentir algo por mí o no… De hecho, sólo la había visto dos veces: Para la fiesta de compromiso, durante la cual me la pasé con Tré, quien estaba un tanto deprimido por su divorcio… Y una vez que había ido donde Mike a dejarle unos demos, y ella me había recibido, un tanto cortante, ya que tenía que irse a trabajar. Si las cosas seguían así, la siguiente vez que la viera sería para la boda y hasta ahí llegaría mi plan.
Noté que me miraban, como si me hubieran preguntado algo. Me obligué a volver al mundo real.
-¿Perdón?
Tré revoleó los ojos.
-Si estabas de acuerdo con tomarnos la semana libre, para que los tortolitos arreglen bien todo lo de la boda.
Dijo esto rápidamente, como si no quisiera que asimilara bien que hubiera empleado la palabra “tortolitos” para referirse a Mike y a Sarah.
-Ah… Sí, está bien…
-Digo, no has tenido esas canciones que aparecen de la nada durante los últimos días, así que… -Se excusó Mike.
-Sí, sí, entiendo, entiendo… Yo… Necesitan tiempo para disfrutar la soltería un poco más…
Mike sonrió, asintiendo.
-Si se te ocurre algo, nos llamas, ¿ok?
Asentí.

En el camino a casa, me sorprendí a mí mismo esforzándome para que una canción, la que fuera, saliera. Me regañé a mí mismo por ello; había un lado de mí que quería sabotear la relación, pese a haberme prometido que no lo haría, que los dejaría ser felices si de verdad lo eran. Así que, en vez de pensar canciones que pudieran destruir la relación, decidí encender la radio del auto y escuchar todas las canciones que sonaran, atentamente, para distraer mis pensamientos.
Me sorprendí al escuchar una letra de una canción de Lynyrd Skynyrd, de la que se concluía que estaban de acuerdo con todo lo que estaba pasando, de las guerras, de la injusticia, del gobierno… ¿Cómo podían ser tan idiotas? Yo no quería ser parte de esos idiotas, no quería ser parte de una masa que discriminaba a quien fuera diferente. Quería ser parte de la diferencia, de la minoría, de quienes no encajaban. No quería ser parte de la agenda redneck¸ quería ser un marica, quería ser alguien que no creyera todo lo que dijera la televisión…
Tras asegurarme que no hubiera ningún policía ni nada, di vuelta en U, en dirección al estudio, al tiempo que sacaba mi teléfono.
-¿Tré? ¿Puedes devolverte al estudio? Tengo una canción… Y llama a Mike también… Gracias, nos vemos.

La semana pasó rápidamente y, antes de lo esperado, era el jueves antes de la boda. Con Addie y los niños ya teníamos listos los trajes formales, y ya nos habíamos puesto de acuerdo para que Addie condujera a la vuelta (John Roecker estaba invitado, así que sabía que no saldría sobrio de ahí). Todo lo que quedaba por hacer era dormirme de una vez, ya que la boda sería a las tres de la tarde… Así que debía dormir, tenía que estar allá a mediodía porque Mike lo quería así, ya que me quería para que le hiciera compañía como si fuera un padrino…
Pero no podía. No lograba quedarme dormido. Addie dormía a mi lado, profundamente… Pero yo no podía…
Una de la mañana… Dos… Bostecé… Dos y media… Mis ojos, finalmente, empezaban a cerrarse de cansancio… Tres…
Me encontraba de pié en medio de mi ya familiarizado campo de centeno. Y, al otro lado, se encontraba Sarah, tan hermosa como la recordaba, con sus ojos azules brillando y su largo cabello ondeando con el viento.
-¿Problemas para dormir? –me preguntó, con una sonrisa.
-Así parece –respondí, acercándome-. Ni idea el porqué…
Ella rió, irónicamente.
-¡Es más que obvio el porqué! Billie, mañana me caso con Mike.
-¿Y? Eres feliz con él. Yo ya te dije que te amaba, y me mandaste a la mierda… Fin del asunto.
Sonrió, levemente.
-Me lo dijiste estando ebrio, Billie.
-Los borrachos dicen la verdad…
-Pero sí sólo eres capaz de decirla estando ebrio, no vale la pena. ¿Has intentando decírmelo estando sobrio?
Negué, con una mueca.
-No se ha dado la ocasión.
Suspiró.
-¿Por qué me amas tanto, Billie?
Sonreí, ampliamente, acercándome y tomarle la mano.
-Tus ojos… Tu cabello…
Ella se sonrió.
-Mi cabello ni siquiera es tan largo, me lo corté. Y mis ojos nunca fueron tan azules…
-Pero así te recuerdo. Y así quiero recordarte… Lo único que me quedan son estos recuerdos, porque ya quemé todas las fotos, no me digas que están errados. En todo caso, esas son sólo las cosas físicas… Te amo por más que por eso.
Me miró, fijamente a los ojos, acercándose un poco más.
-¿Cómo qué?
Sonreí.
-Tu risa. La forma en la que me mirabas… La forma en la que pensabas… Dios, durante los últimos años en Rodeo te volviste una verdadera rebelde. –Sonreí, recordando.- ¿Te acuerdas cuando nos escapamos de clases para que pudieras ver una exposición de fotografía en Berkeley, que sólo estaría ese día? ¿O los millones de colores que le pusiste a tu cabello, aquel último verano? ¿Alguna vez te dije que el rojo era mi favorito?
-No, creo que no…
-También amo el cómo me hacías sentir, el cómo drenabas el sufrimiento de mí, el cómo hacías que mis demonios desaparecieran por completo… Addie puede hacer eso también, pero no tan bien como tú, ni tan rápido. –Me acerqué más.- Y, por sobre todas la cosas, te amaba por ser tú.
La besé…
La escena cambió. Estaban ella y Mike, más viejos, jugando con una niña, con los característicos rasgos de Mike, pero los brillantes ojos de Sarah. Su hija… Nunca había pensado en que tendrían hijos… Pero claro, eso era lo que iba a pasar. Iban a tener hijos, a ser felices juntos, a envejecer juntos…
La escena volvió a cambiar. Un funeral. Sarah estaba ahí con Mike, tomados del brazo, bastante viejo. Me acerqué al ataúd…
Solté un grito ahogado al verme a mí mismo.
Desperté, agitado.
-Amor, ¿estás bien?
Aparentemente, había gritado también en la realidad. Asentí.
-Estoy bien –susurré, acompasando mi respiración.
-¿Seguro? –Volví a asentir.- ¿Qué soñabas?
Negué. No quería contarle.
-Besa los demonios fuera de mis sueños, Adrienne –susurré-. Llévate esta sensación que llevo dentro.
-¿Qué sensación? –preguntó ella, asustada, pasando su mano por mi frente.
-Es como un dolor de muelas en la mente….
-Podrías tener fiebre.
Negué. Quería explicarme, quería decirle que no era nada, que era sólo una pesadilla… Pero la sensación que sentía en todo mi cuerpo era mucha para ello.
-Vengo enseguida –susurré.
Sin prestarle atención, eché a correr hacia el pequeño estudio… No el de las guitarras, si no que el de los cuadernos y libros. Tomé el primer cuaderno que encontré y escribí. No fue una canción, fueron dos. “She’s a rebel” y otra sin nombre aún, que no logré completar. Saqué las hojas y las doblé. Me devolví a la pieza, dejé las hojas en el velador y me volví a dormir, sin responder a ninguna de las preguntas que Addie me hacía.


-¿Estás nervioso?
-Bastante.
Nos encontrábamos en la habitación del novio, es decir, de Mike. Éste se paseaba de un lado a otro en el cuarto, mientras que Tré y yo lo observábamos, comiendo una pizza; aún no nos poníamos el traje ni nada, pues era recién mediodía.
-Todo saldrá bien, y lo sabes.
-Sí sé, pero… No sé, igual estoy nervioso –farfulló, rápidamente-. Creo que voy a vomitar…
Mike corrió al baño. Yo maldije.
-Mierda, necesito ir al baño –me quejé; llevaba aguantándome un buen rato, y, justo que me decidía a ir, Mike sufría un ataque de pánico severo.
-Busca otro baño, yo voy a ver cómo está.
Salí corriendo, hacia el fondo del pasillo, preguntándome dónde mierda habría otro baño. Probé todas las puertas que me encontré, y estaban todas cerradas con llave. Finalmente, pillé una puerta que se abrió…
Tras la cual me encontré con Sarah.
-¿Qué haces aquí? –me preguntó, sorprendida.
Aguantándome las ganas de decir lo que debía, dije:
-Necesito un baño.
Soltó una breve risa.
-Adelante.
Entré corriendo, hice mis necesidades, me lavé las manos y salí, aliviado. Sarah seguía riendo.
-No te rías tanto, que es culpa de tu futuro esposo –la regañé, cruzado de brazos-. Le dio un ataque de pánico y sé que no saldrá del baño hasta vomitar lo que comió anteayer o antes de eso.
Se sonrió.
-¿Tan nervioso está?
-Bastante, sí… ¿Qué hay de ti?
-También, pero supongo que es lo normal.
La miré. Sus ojos estaban más opacos que los de mi sueño, y aún no se había puesto el traje de novia. El peinado ya lo tenía listo, y era hermoso, aunque, la verdad, no podía ser muy objetivo al respecto.
-¿Sabes? Nunca pensé que mi vida sería así –murmuré.
Me miró, extrañada.
-Por supuesto que no, nadie cree que su vida será tal como es.
Me sonreí y me senté en un asiento que había junto al tocador.
-Yo siempre creí que conocería a la mujer de mi vida, que pasaría un tiempo y que, cuando yo ya estuviera profundamente enamorado de ella, ella se fijaría en mí. Luego estaríamos juntos, nos casaríamos, tendríamos hijos y seríamos felices –susurré-. Y cuando me enamoré de ti, todo calzó. Creí que mi vida sería como lo había pensado, y contigo.
Ella también se sonrió, y se sentó a mi lado.
-Yo pensé lo mismo. Y luego me fui de Rodeo y todo cambió. Pero yo no creo que haya un único amor, Billie. Nunca creí que me casaría con Mike, a quien siempre vi como un amigo… Y aquí me tienes.
-Te amo –solté.
Su sonrisa se tornó amarga.
-Claro que no. No me conoces, Billie, ha pasado mucho desde que estábamos juntos, he cambiado y tú también.
-Quizás. –Ya habiendo empezado, era más fácil continuar que callar.- Pero igual te amo. Para mí eres perfecta. Tu cabello, tu sonrisa, tu mirada… -Me acerqué un poco.- Tus labios…
Con la sonrisa más que borrada, ella se paró y avanzó hacia el ventanal que había, de brazos cruzados, sin voltearse.
-Tú amas a tus hijos y a tu esposa. Para ti yo soy sólo un juguete que no puedes tener, y por eso lo quieres tanto.
-¡Por supuesto que no! –exclamé, molesto por ese comentario. ¿Ella creía que era un juguete para mí, siendo que era lo que más me importaba? Me acerqué.- Si estuviera convencido de que estarías dispuesta a ser feliz conmigo, ya te habría propuesto que nos fugáramos, que me besaras, que recuperáramos el tiempo perdido.
-Si crees que no puedes hacerme feliz, quiere decir que no me amas de verdad.
Negué.
-Yo puedo hacerte tan feliz como quieras… Y puedo darte todas las respuestas que quieras. Pero, si amas a Mike como dices, con él estarías mejor que conmigo… -Suavemente, la giré por el hombro-. Dime que lo amas a él y no a mí. Dímelo y te dejaré tranquila.
Me miró por unos instantes. Por un momento, sus ojos parecían ser casi tan brillantes y azules como los que conservaba en mi memoria, pero este brillo desapareció casi de inmediato. Me sostuvo la mirada un poco más y se acercó hacia mí, para susurrar.
-Amo a Mike. A ti no.
La miré y no detecté ningún rastro de mentira en su rostro.
-Perfecto… Iré a arreglarme –susurré.
Y con el mayor esfuerzo de mi vida, le solté el brazo y me fui, de vuelta al cuarto donde Mike y Tré me esperaban… Bueno, Tré me esperaba, Mike seguía en el baño, vomitando.
Antes de lo esperado, dieron las tres de la tarde. Era hora de ponernos todos en posiciones. Mike fue el primero en llegar al otro lado del pasillo formado por las corridas de asientos. Los siguientes fueron Nadia y Tré. Y, finalmente, fue mi turno con Sarah, quien llegó justo a tiempo, maquillada y con su hermoso vestido. Le ofrecí el brazo y lo tomó, sin mirarme a la cara.
-Siempre creí que sería nuestra boda en la que te vería con un vestido –comenté, cuando estaban todos de pié.
Y, por primera vez, Sarah me miró a mí, con sus ojos brillando por la sorpresa.
-Billie… -susurró ella.
Ignoré esto.
-Te ves más hermosa de lo que me imaginaba. –No dijo nada.- No puedo creer que tras quemar todas tus fotos, tras quemar un montón de cosas que me recordaban a ti, volvieras y deshicieras todo eso de golpe.
-¿Por qué me dices esto ahora? –inquirió.- ¿Por qué me dijiste hoy que me amabas? ¿Por qué me estás diciendo todo esto, si sabes que no cambiara nada?
-¿Cuándo iba a decírtelo?
-¿Tu lecho de muerte?
Sonreí, volviendo a fijar mi vista en el altar, al cual ya estábamos llegando. Le di un beso en la mejilla y susurré:
-No me he rendido contigo. Sólo me tomaré un tiempo, para asegurarme si eres feliz o no con él.
La dejé junto a Mike, ante quien me incliné un poco, y me puse junto a Tré, quien me miraba sorprendido.
-¿De qué mierda hablaban en el camino hacia acá? –me susurró, cuando el hombre que realizaba la ceremonia empezó a hablar.
-De nada importante –mentí.
Durante la ceremonia, sólo la miré a ella. Ni siquiera le dediqué un segundo a Mike, sólo la miraba a ella. Esperaba que no fuera muy notorio, ya que Addie y mis hijos estaban en el público.
-¿Aceptas, Michael Ryan Pritchard, a Sarah Leah Horowitz, como tu futura esposa? –Supongo que Mike aceptó, pero yo no le presté atención. Sólo le presté atención a Sarah, quien miraba a Mike fijamente, mordiéndose el labio inferior, con una sonrisa en su rostro.- ¿Aceptas, Sarah Leah Horowitz, a Michael Ryan Pritchard, como tu futuro esposo?
Por un instante me pareció ver que sus ojos azules se desviaban un poco de los de Mike hacia donde estaba yo, pero eso debió ser idea mía, ya que su “acepto” fue el “acepto” más seguro que jamás había escuchado.
Y así fue como fracasé, y como Sarah pasó a ser Sarah Pritchard, sin siquiera tomar en cuenta lo mucho que yo la amaba. Yo la había llevado al altar, había sido yo quien la había entregado… Era el cierre que nunca tuvimos, el cierre que tanto nos merecíamos. Y así empezaba una nueva etapa en mi vida. No más Sarah. De verdad que no.

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