Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

viernes, febrero 11, 2011

Wake me up when September ends - Capítulo 11: Summer has come and passed



Mike y Sarah danzaban al ritmo de su primer baile, y yo los miraba con melancolía desde un rincón, con una de las primeras copas de champaña en mi mano derecha, acompañado por John Roecker, quien me analizaba con la mirada.
-Quieres bailar con ella, ¿no?
Sonreí, aún mirándola, ignorando a Mike, ignorando al mundo, sólo viéndola a ella bailar en su hermoso vestido blanco…
-Por supuesto que sí. Pero no creo que ella, Addie y Mike me lo permitan.
John me dio un par de palmaditas en el hombro, tras lo que se fue, dejándome solo en el rincón, probablemente intuyendo que necesitaba tiempo para asimilar que Sarah y Mike estaban casados. Sarah Pritchard… Al menos no sonaba mal… Aunque Sarah Armstrong sonaba mejor…
No tardé mucho en terminarme la copa de champaña… Y recién ahí me digné a buscar a mi familia con la mirada. No la encontré, como tampoco encontré a Tré. Luego recordé que apenas terminara el baile, debíamos irnos al salón principal, donde había una pista de baile junto a las mesas en las que nos servirían una comida (no sabía si era un almuerzo tardío o una cena temprana) y se harían los brindis. Genial. Gente. O más genial aún: Addie y Sarah en la misma mesa. Consideré quebrar la copa contra la pared y enterrarme el vidrio roto resultante en el ojo, pero sabía que no era una buena opción… Así que apenas la música terminó (ni siquiera supe qué canción era, ya que nunca le presté atención), despegué la vista de Sarah y me dirigí a las mesas, donde los invitados recién comenzaban a llegar. Mi mesa era la mesa uno… La que estaba vacía al final. Me senté, no sin antes sacar otra copa de champaña de la bandeja de uno de los camareros.

Poco rato después, vi a Addie dejar a Joey y Jake en la mesa nueve, la de los niños, junto a Estelle y Ramona. Le sonreí… Ella no me devolvió el gesto.
-¿Dónde estabas? –me preguntó, sentándose a mi lado.
-Me quedé con John un rato y como no sabía en qué parte exacta estabas, me vine para acá. ¿Querías bailar?
Di que no, di que no.
-Quizás más rato, después de un par de copas.
Hasta ahí llegaste, Armstrong.
-Me parece.
Fue entonces que Tré llegó a la mesa, acompañado de una mujer y un hombre. Ni idea quién era él, pero abrí mucho los ojos al reconocer a la tipa.
-¿Nadia?
Ella hizo lo mismo.
-¡Billie Joe! ¡Tantas lunas!
No sabía si debía pararme y abrazarla, y algo me dijo que ella tampoco, ya que se sentó un tanto incómoda. El hombre a su lado también. Bebí un poco de la nada de champaña que me quedaba.
-Creo que no has reconocido a mi hermano…
Escupí la mitad.
-¡¿NICK?! –exclamé. Él asintió, con una sonrisa pequeñísima.- ¿Cuándo mierda creciste tanto?
Addie me dio un suave golpe en la rodilla por debajo de la mesa, pero la ignoré Decir que estaba sorprendido era poco. Nick era más alto que yo, y su rostro ya no tenía los característicos rasgos de la infancia, ni siquiera los de la adolescencia: Era todo un adulto, y me sorprendía por ello.
-En algún momento entre los trece y diecisiete años –ironizó, con una sonrisa levemente más amplia-. ¿Siempre fuiste tan bajo?
-Hey, cuando tenías seis años yo era un gigante –bromeé.
-Sí, pero ahora tengo veintitrés, y eres enano –respondió él, mirando hacia el fondo del salón donde nos encontrábamos, borrando su sonrisa-. Y ahí vienen…
Nadia lo miró con una evidente molestia, pero Nick la ignoró y se dedicó a, simplemente, mirar el arreglo floral que había en la mesa. No pude evitar sentirme levemente intimidado: Ni siquiera se molestaba en intentar disimular que estaba molesto, era una persona totalmente honesta… Me sentí un poco celoso…
Cosa que cambió a extremadamente celoso al ver a Sarah y a Mike avanzando semi-abrazados hacia nosotros. A mitad del camino, Mike la besó, y me costó toda mi fuerza de voluntad el no pararme a golpearlo en ese instante. Al igual que Nick, fijé mi vista en el arreglo floral, aprovechando que tanto Addie como Tré tenían la vista fija en la pareja.
Pareja… Juntos… Mierda.
No me di cuenta como Mike y Sarah se sentaban en la redonda mesa. Yo estaba entre Tré y Addie, por lo que los tenía frente a mí. Al menos no podía sufrir la tentación de llevar mi mano a la de ella…
Ni siquiera me enteré de qué comí. Estaba demasiado concentrado en no escuchar a Mike o a Sarah, ya que ambos tenían ese asqueroso tono de enamorados… Al mismo tiempo que intentaba disimular que por mi cabeza sólo pasaban canciones tristes, y aparentar que en realidad sí ponía atención a la mierda que hablaban…
Un buen rato después, Tré se puso de pié e hizo el brindis por la feliz pareja. Brindé, no de tan mala gana como Nick, quien, se notaba, no quería estar ahí. Nadia no dejaba de mandarle miradas de evidente molestia cada cierto rato, pero sólo yo les ponía atención, ya que la conversación que sostenía con mi esposa bastaba para mantenerla distraída… Y Mike, Sarah y Tré estaban en su propia burbuja, hablando de quién sabe qué. En fin, después del brindis de parte de Nadia, todos los invitados fueron invitados a que bailaran en el centro del salón. Addie, quien había bebido un par de copas de vino, no tardó en mirarme. Suspiré y, tras beberme de un sorbo lo que quedaba en mi copa, me puse de pié.
-¿La dama quiere bailar? –le pregunté, tendiéndole la mano, con una sonrisa en mi rostro.
Bailamos un buen rato. Tras un par de canciones, había logrado sentirme un poco menos miserable, y hasta me había puesto cantar… Aunque esto podía deberse al alcohol que había ingerido. Al menos la música estaba buena. Por ejemplo, hubo un rato de lentos, que incluían a The Smiths.
-Así que por favor, por favor, por favor, permíteme, permíteme, permíteme… Permíteme conseguir lo que quiero, sólo por esta vez –canturreaba, abrazado a Addie, mirando discretamente a Sarah, quien bailaba apegada a Mike.
Fue en ese instante que sentí ganas de correr, de escapar, de desaparecer de ahí… Y también sentía la presión que relacionaba con componer en todo mi cuerpo.
-¿Se te ocurrió una canción, no? –susurró Addie. La quedé mirando.- Te tensaste entero y te detuviste. Te conozco. –Me dio un suave beso.- Anda a conseguir papel y lápiz.
-Gracias.
Así que me dirigí a la salida del salón, hacia la custodia, donde una tipa con cara de aburrida llenaba un formulario.
-Disculpa, ¿tienes papel y lápiz por ahí? –le pregunté, intentando no demostrar mi ansiedad. De mala gana, me pasó un lápiz y un papel.- Muchas gracias.
Tomé ambos y salí de la estancia, en dirección al patio, donde me permití respirar profundamente. Recién después de haber hecho esto varias veces me dejé caer en una de las sillas, que seguían en el lugar donde se había llevado a cabo la ceremonia. Di vuelta una silla de la hilera delante de mí y, recién tras haberme asegurado que no había nadie alrededor, y que era capaz de escribir cómodamente ahí, dejé que todo lo que sentía saliera. Empecé a escribir…
Creí que corrí tras de ti calle abajo… Luego resultó que era sólo un sueño…
-Con que aquí te escondiste.
La voz provenía de mi espalda. Pasé una mano rápidamente por mis ojos, para limpiar el par de lágrimas que no había logrado reprimir al pensar en todo lo que quería plasmar en el papel. Guardé la hoja en mi bolsillo, me puse de pié y me volteé, para encontrarme con Nick.
-Necesitaba liberar ideas.
Negó.
-No puedo creer que hayas aprobado este matrimonio. De verdad que no.
Alcé una ceja.
-¿Por qué no habría de aprobarlo?
Suspiró.
-Sé que tenías algo con Sarah. –Abrí mucho los ojos, sorprendido por la acusación, intentando que creyera que no tenía idea de qué me hablaba.- Habré tenido ocho años, pero no era un idiota. Recuerda que iba a jugar a su pieza todas las mañanas. ¿Nunca te preguntaste por qué dejé de hacerlo? Pues porque los vi durmiendo abrazados, y supe que era mejor que los dejara solos.
Pareciera que desapareció sin dejar rastro.
Bajé la mirada, avergonzado.
-Es feliz con él, no hay nada que yo pueda o deba hacer.
Me miró como si yo le hubiera dicho que quería navegar por el mundo en una cáscara de plátano, usando al descubierto plátano de remo.
-¡¿Te rindes así como así?!
Ella se fue y luego yo tomé un camino diferente.
-No es que me rinda, es que realmente no hay nada que hacer. Ella se fue, y yo continué con mi vida, al igual que ella continuó con la suya.
Silencio.         
-¿Cuánto te tomó?
Lo miré, sin entender.
-¿Perdón?
-¿Cuánto te tomó superar a mi hermana? ¿Un mes? ¿Una semana?
Recuerdo el rostro, pero no puedo recordar el nombre. Ahora me pregunto cómo ha estado Whatsername.
Resoplé.
-Ustedes se fueron en 1990, ¿no? –Asintió, cruzado de brazos.- Bueno, entonces han pasado ya trece años y unos dos meses, y aún no la supero. Traté de olvidar su rostro, su voz, preferí actuar como si no recordara ni su nombre, pero no pude. A las dos o tres semanas recibí una carta de ella, pidiéndome que siguiera con mi vida, así que eso hice… O lo intenté.
-¿Así que la amas? –preguntó. Asentí.- ¿Entonces por qué está con Mike, si claramente debería estar contigo?
¿Se habrá casado con el viejo What’s his face?
-Porque no me ama, lo ama a él…
Nick perdió la poca paciencia que le quedaba.
-¡Por supuesto que te ama! ¡Siempre lo ha hecho, siempre lo hará! ¡Simplemente debe creer que tú no sientes nada por ella!
-Yo le dije que la amaba. Me dijo que ella no me amaba a mí, y le creo. Está feliz con Mike.
-¿Feliz? ¿Encuentras que eso es estar feliz? Bueno, qué sabes tú de felicidad en todo caso… -Me sonreí.- Billie, ¿acaso no recuerdas cómo era cuando estaba contigo?
Recordar, lo que sea, pareciera que fue hace mucho tiempo.
-Son mis recuerdos, no son objetivos.
-Bueno, ¿qué hay de las fotos? Debe haber un millón, ella siempre andaba con esa cámara por todos lados… Debe haber…
Me hice un momento para quemar todas las fotografías.
-Quemé todas las fotos –lo interrumpí-. Quemé todo lo que me la recordara.
-¿Todas? ¿Los negativos igual?
Lo miré, extrañado.
-¿Qué negativos?
-Los que tenía escondidos en algún lado de su pieza.
Negué.
-No, eso no los quemé.
-Entonces encuéntralos. Encuéntralos y ve. Ella era más feliz contigo, y es contigo con quien debería estar.
-¿No lo entiendes? ¡No quiere estar conmigo! ¡Se acabó!
-¡No, no acabó! ¡No se acaba hasta que uno muera y esté bajo tierra! ¡No se acaba hasta que de verdad ya sea muy tarde! –Se me acercó, claramente frustrado.- Un día ella dijo “no aguanto estar aquí, debo superarlo”. Y por el año entero que vivimos con nuestra tía, ella se dijo eso todas las noches. “Debo superarlo”. ¿Y sabes qué? Lo intentó, de verdad lo intentó. Pero, al final, todo le recordaba a ti. La dañaste, y mucho, y por eso prefirió creer que no la amabas.
-¡Pero sí la amo! ¡Ella es quien me dañó a mí! –Negué, para corregirme:- Bueno, nos dañamos mutuamente, pero fue un accidente, un malentendido, que no le puedo explicar…
Los arrepentimientos son inútiles en mi mente: Ella está en mi cabeza, debo confesar. Los arrepentimientos son inútiles en mi mente: Ella está en mi cabeza desde hace mucho tiempo.
Suspiré y proseguí:
-Me prometí que si ella llegaba a demostrar el menor interés en mí, le diría todo. Pero no lo hizo, así que la dejaré ser feliz, odiándome y convencida que Mike siempre la amó más que yo.
Nick suspiró. Recién ahí me percaté que estaba anocheciendo. Y cuando comprendía que había estado un buen rato ahí antes de que Nick apareciera, él se volteó, avanzando un par de pasos de vuelta a la fiesta… Y se giró hacia mí.
-Si hay alguien en este mundo que no puede odiarte, es ella –afirmó, seguro de sus palabras-. Hazme un favor: Cuando lo suyo con Mike termine (porque terminará), conquístala de nuevo. Es la única cosa que la hará recapacitar, y es lo único que hará que te demuestre lo mucho que te ama.
Volvió a irse.
-¿Por qué estás tan seguro que su lugar es conmigo? ¿Cómo puedes estar tan seguro que yo soy el indicado, que yo soy el amor de su vida, que yo la haré feliz? ¿Cómo puedes estar tan seguro de que es lo correcto? –pregunté, sin aguantarme.
Sin mirarme, respondió.
-Porque en mis veintitrés años, nunca la vi más feliz que cuando estaba contigo. Recupérala. Haz que se enamore de nuevo de ti. Por el bien tuyo, el de ella, y el de tu amigo.
Y, finalmente, se fue. Volví a dejarme caer en el asiento y, rápidamente, escribí todo lo que se me había ocurrido conversando con Nick.
Habían pasado trece años… Trece años… Trece malditos años… Trece malditos años en los que ella no había dejado de rondar mi cabeza, en los que seguía arrepintiéndome inútilmente de no haber actuado diferente…
Y en la más oscura de las noches…
Porque esa noche sería la más oscura, al menos para mí: Sarah y Mike estarían de luna de miel en algún lado, solos, oficialmente juntos “hasta que la muerte los separe”…
… Si mi memoria me sirve bien…
Más me vale que lo haga…
… Nunca volveré el tiempo atrás…
De verdad que no. Gracias a la partida de Sarah era quien era ahora. Lo pasado, pasado es. No vale la pena intentar cambiar algo que es imposible cambiar. Si fue así, fue por algo…
Olvidándote, pero no al tiempo
Recordé la carta que sí recibí… “Sigue adelante, olvídame, y, quizás en el futuro, nos volveremos a encontrar”…
Y eso era lo que tenía que hacer…. Olvidarla… No importaba lo que Nick me había dicho, ella no estaba interesada en mí, amaba a Mike, y estaría con él por siempre, hasta que alguno de los dos muriera. Así que no valía la pena seguir pensando en ella, seguir preguntándome qué decir ni cómo actuar para que se enamorara de mí otra vez. Nick se equivocaba: El lugar de Sarah era con Mike. Así lo había decidido ella, y así sería.


La boda terminó tarde, pero, gracias a los niños (quienes estaban aburridos y tenían mucho sueño), Addie y yo pudimos irnos bastante rápido. Llegamos a casa, acostamos a los niños y, apenas ella se durmió, yo me encerré en el baño, en el borde de cuya tina me senté para llorar un rato. Luego me detuve, me puse de pié, y me dirigí al espejo, para mirarme fijamente a mis propios ojos verdes, recordando las palabras de Nick.
-Es tarde ya para hacer algo; se acabó.
Una vez más me veía a mí mismo sometido a la gran mentira de que ya no pensaba en Sarah y que ya no tenía sentimientos por ella. Usé el tiempo durante el cual Mike y ella estaban de luna de miel para prepararme, para borrar mis recuerdos de Ella de mi mente. Me forcé a distorsionar todos los recuerdos que amaba de ella, a hacer su mirada menos hermosa, a llenar su rostro de imperfecciones, a enredar su cabello… Al cabo de tres días, no podía recordar bien su rostro, no fácilmente al menos, y eso era un gran logro. Tuve que pasar otro par de días diciéndome, una y otra vez, que no la amaba, que no sentía nada por ella, que era imposible que la amara después de tantos años y tanto sufrimiento. Y así, día a día, me forcé a “olvidar” a Sarah, y a apagar de una buena vez la esperanza que algún día volveríamos a estar juntos.
Pasaron los meses: El disco estaba listo para ser grabado, y los tres pasábamos mucho tiempo en el estudio grabando, arreglando todo… Por primera vez estábamos usando una cantidad de arreglos y nuevas técnicas sorprendentes. Rob y todos en Reprise estaban más que maravillados.
-Perdón la tardanza –se disculpaba Mike-. Feliz cumpleaños, Tré.
Era ya el martes nueve de diciembre, y con el baterista nos habíamos encontrado escuchando las pistas de Homecoming, una a una, para hacer algo mientras esperábamos que Mike llegara.
-¿Qué te retrasó? –le pregunté, poniéndole pausa a la grabación, después de que Mike le diera su abrazo a Tré, quien luego pasó a colgar los audífonos de vuelta a su lugar.
-Problemas con la Señora –murmuró-. No le gusta que esté tanto aquí, y que no se le compense de alguna forma. Debería llevarla a algún lado, pero creo que eso sólo haría que discutiéramos en público.
-¿Por qué no salen con alguien más? Ya saben, una cita doble –sugirió Tré.
Mike torció una mueca.
-¿Con quién?
Ok, Armstrong, esto es por tu amigo. Amistad por sobre viejos amores, ¿no?
-Addie quiere que salgamos un día de estos. Podríamos hacer algo los cuatro.
Mike lo pensó por unos instantes, tras los que asintió. Tras ello pasamos a comenzar las pistas de voces del disco, partiendo con American Idiot, y, al terminar eso, dimos la sesión por finalizada. Acordamos que nos juntaríamos una vez la semana siguiente para escuchar cómo quedaba American Idiot, pensar el orden en qué grabaríamos el resto de las canciones, y que luego no nos juntaríamos hasta Enero, ya que se nos venían las vacaciones de los niños y la Navidad… Y con Mike acordamos que Addie, él, Ella y yo cenaríamos en un restaurante el viernes.

Decir que estaba nervioso era poco. Pero no se comparaba con Mike. Había tenido una breve discusión con Ella antes de llegar al restaurante, y se notaba que seguía muy tenso. Yo era incapaz de conversar con Ella, y Mike no se encontraba en un estado anímico lo suficientemente bueno como para hablar… Así que fue Addie quien inició la conversación:
-Billie dijo que eres fotógrafa, ¿no? ¿Cómo va eso?
De vez en cuando, Mike y yo aportábamos algo a la conversación que ellas sostenían y, la verdad, lograron aligerar el ambiente. De hecho, poco antes que nos trajeran el postre, Mike le tomó la mano a Ella y se apoyó en su hombro… Y Ella sonrió, para acariciarle el rostro. Fue ahí que me puse de pié.
-Baño –me excusé.
Estuve ahí un rato, espantando los celos, y, recién cuando era capaz de imaginar a Mike y Sarah besándose y no sentir ningún impulso por quebrar el espejo, me atreví a volver a la mesa…. Donde, inconvenientemente, sólo estaba Ella.
-Mike fue a contestar un llamado de Estelle, y Addie fue al baño –explicó.
-Ah…
Me senté en mi lugar, frente a Ella.
-¿Siempre son así? –me preguntó. La miré sin entender.- Tú y Adrienne. ¿Siempre son tan apegados, tan cercanos? Digo… Van al baño al mismo tiempo.
Me encogí de hombros.
-Supongo que sí. ¿Acaso tú no eres así con Mike?
Se sonrió, de un modo un tanto amargo.
-La única vez que estuve con alguien de ese modo fue con… Bueno, contigo.
Silencio incómodo. Me aventuré a decir:
-Contigo era más aún.
Un leve sonroso cubrió sus mejillas, y, de algún mudo, supe que las mías igual. Estaba considerando estirar mi mano para acariciar su mejilla, cuando ella me la tomó. Mi pulso se aceleró.
-Teníamos algo bueno, ¿no?
Sonreí y le acaricié la mano.
-He ahí el punto clave: Teníamos. Pasado. –Y con una fuerza de voluntad que no conocía, retiré mi mano.- Mike y tú hacen una buena pareja.
Suspiró.
-Sí… Pero me gustaría no pelear tanto con él. Discutimos por todo últimamente. –Me miró con cierto reproche, que también impregnó en voz.- ¿Por qué hacen tantas reuniones para grabar?
Torcí una mueca.
-Porque así se hacen los discos buenos, cariño… -Me regañé mentalmente por llamarla así.- Menos mal no estábamos juntos cuando firmamos con Reprise, me habrías llevado al Golden Gate y me hubieras empujado de ahí, con los pies llenos de cemento.
Rió.
-Quizás no. Quizás a ti te lo hubiera aguantado.
Ahí me di cuenta que estaba levemente inclinada hacia mí… Y yo hacia ella. Y fue en ese momento que vi a Addie salir del pasillo de los baños. Me alejé.
-Perdón la demora, había una tipa usando un baño, y el otro estaba fuera de servicio –se disculpó, sentándose a mi lado. Le tomé la mano.
-No te preocupes.
Aquella noche, cuando llegamos a casa, me di cuenta de inmediato que Addie quería hacer algo, aprovechando que los niños estaban con mi madre. No obstante, lo único que cabía en mi cabeza era el contacto de mi mano con la de Ella, cosa que me relajaba tanto que, apenas Addie fue al baño antes de acostarse, yo ya estaba durmiendo profundamente.

* * *

El 2004 había comenzado hace un buen rato. Era marzo, el disco estaba básicamente listo y nos íbamos a juntar en el estudio, listos para grabar las pistas de voces de la última canción del disco, Whatsername. Yo había llegado primero y me había puesto a escuchar las pistas que llevaba la canción, y habría preparado todo para grabar… De no ser por la abrupta llegada de Tré.
-¡¿POR QUÉ NO ME DIJISTE QUE TE HABÍAS ENCONTRADO CON ALE EN NUEVA YORK?! –me preguntaba, sacudiéndome con cada palabra que decía.
-¡TRÉ, SUÉLTAME, Y TE EXPLICO! –le grité, intentando empujarlo. Claramente molesto, me obedeció- No te dije… Porque creí que sería mejor que ella te lo dijera…
Maldijo fuertemente. Me miró.
-¿Entonces tú sabías que tengo un hijo? –preguntó en un susurro.
Suspiré.
-Sí. Es un buen chico…
-¡¿LO CONOCES?!
Me paré y me alejé de él rápidamente. Se veía capaz de golpearme.
-¡Lo vi un día, de pasada! ¡Yo me iba y él venía llegando! –respondí- Me mantuvo abierto el ascensor…
-¡¿Y en eso te basas para decir que es un buen chico?!
-¡Sí! Tré, mierda, cálmate. Ale fue quien me pidió que no te dijera nada, lo siento…
-¡¿Lo sientes?! ¡Tengo un hijo de trece años, mierda! ¿Cómo se lo diré a Ramona y a Frankito? ¿Cómo les digo que tienen un hermano mayor?
Silencio…
-¿A quién se parece más? –preguntó al fin, como si no pudiera aguantarse.
Sonreí.
-A ella. Sacó tus ojos, pero no la cara de maníaco. –Tré se sonrió.- ¿Perdón?
Suspiró.
-Sí, te perdono. Creo que apenas terminemos el disco me iré a dar una vuelta a Nueva York, para conocerlo; Ale dijo que estaba preguntando por mí…
-Me parece.
Otro silencio.
-¿Cuándo va a llegar Mike? –pregunté, extrañado por el retraso del bajista- Algo me dice que nos comeremos el almuerzo que nos traiga John Roecker antes que Mike llegue.
-No, no se los permitiría. –dijo una voz entrando a la estancia: Mike.- Perdón la demora, tuve… Me atrasé.
Con Tré lo miramos.
-¿Problemas con Sarah? –preguntó el baterista. Mike no dijo nada.- ¿Mike?
-No quiero hablar de eso… Ya, Billie, anda a grabar lo que toca hoy.
Se notaba a lo lejos que el bajista no andaba de buen humor, y que sería más que capaz de golpear al primero que lo contradijera, así que me metí a la cabina sin quejarme ni nada. Tré se acercó al panel de mezclas y se puso los audífonos, al tiempo que yo me ponía los que estaban dentro.
-Grabación de Whatsername –dijo a través del micrófono-. Voy a pasar el audio de las otras pistas ahora.
Y la música empezó… Llegó la parte en la que tenía que empezar a cantar…
Y no pude. Se me hizo un nudo en la garganta. Tré se dio cuenta de esto y detuvo la cinta.
-¿Estás bien?
-Sí, sí, me distraje, ponla de nuevo.
Tré me hizo caso y, esta vez, logré cantar… Pero ni siquiera había terminado el primer coro, cuando Tré paró la cinta.
-Lo siento, no te está saliendo de corazón –me interrumpió.
Maldije.
Estuvimos todo el día en eso. Se notaba que Mike estaba enojado, que lo único que quería era que yo terminara de una vez, para grabar su pista. Al final, grabamos la canción como me salía, sin sentimiento alguno, para que el bajista se quedara tranquilo. No nos atrevimos a corregirlo cuando grabó su parte y todos nos fuimos a casa enojados. De hecho, John confesó que no se atrevió a grabar nada de la sesión de hoy.
-¿Cómo te fue hoy? –me preguntó Adrienne, cuando me escuchó entrar a la casa. Fui a la cocina, donde la vi preparando las colaciones para que llevaran los niños al día siguiente. Tras echarme un rápido vistazo, preguntó:- Ok, ¿por qué tan mal?
-Mike está enojado porque peleó con su esposa, yo fui incapaz de cantar bien la última canción y el día entero fue un desperdicio de mierda –me expliqué. Respiré profundamente-. ¿Cómo estuvo todo por acá?
Se encogió de hombros, al tiempo que yo me dirigía al refrigerador a buscar una cerveza y algo de comida.
-Bien, todo normal -contestó, tras lo que la besé a modo de saludo, dejando la comida en la mesada. Se separó de mí- ¿Puedo preguntarte algo?
-Sí, claro –musité, extrañado, separándome bien para darle un sorbo a la cerveza y calentar el plato de lasaña en el microondas que estaba detrás de mí.
-¿Por qué nunca la nombras?
No entendí.
-Especifica un poco más –le pedí, alzando una ceja, al tiempo que encendía el aparato y le ponía los minutos necesarios.
Suspiró.
-A Sarah. Siempre dices “la esposa de Mike”, “Ella”… ¿Por qué nunca la llamas por su nombre?
Oh, oh.
-Sí la llamo por su nombre.
-A ver, hazlo.
Respire profunda y discretamente.
-Mike peleó con Sarah. ¿Ves?
Lo que ella no vio, fue que en mi interior sentí un retorcijón gigantesco, y que por poco no me temblaron las piernas. Mencionarla avivaba todos los recuerdos que quería borrar, y, durante el segundo que demoré en decir su nombre, fui capaz de recordar perfectamente su rostro, sus ojos y su voz. Tuve que darle un buen sorbo a mi cerveza para aplacar todo lo que sentía pero, al menos, Addie no se dio cuenta de nada.

-Quizás estamos abordando esto desde el ángulo incorrecto…
Era de noche. Como ya supondrán, estaba en el campo de centeno, y quien me había dicho eso era Ella, más perfecta de lo que la recordaba, quizás más perfecta de lo que jamás había sido realmente.
-¿A qué te refieres? Para ser parte de mi subconsciente, no te entiendo nada.
Se sonrió.
-La última vez que estuviste aquí te pedí que me dijeras el porqué me amas tanto. Ahora te pido que me digas todo lo que odias sobre mí, todo lo que no te gusta.
Suspiré.
-No hay nada que odie sobre ti.
-Sé que sí las hay, así que dilas.
Me dejé caer sentado en una piedra en la que nunca había reparado (probablemente, nunca había estado ahí), y la miré, fijamente, intentando pensar algo que no me gustara de ella.
-Nunca me gustó que me tomaras tantas fotos…
Mi voz no sonó para nada convencida, por lo que la Ella que tenía frente a mí negó, me tomó las manos y me incorporó, para mirarme fijamente, sin soltarme las manos, pero manteniendo cierta distancia.
-Continúa –me pidió.
Suspiré.
-Odio que te hayas ido… Odio que nunca tuvieras el valor para enfrentarme –susurré. Ella me sonrió, instándome a continuar.- Odio haber pasado trece años tratando olvidarte, sin conseguirlo… Odio que no te importen cuántas canciones te escriba, sigas sin amarme de vuelta. Odio que me hayas superado y que te hayas casado con mi mejor amigo… Odio que cada vez que te veo, siento algo rompiéndose en mi interior… Odio que baste con que piense en tu nombre, en tu maldito nombre, para que todo se vaya a la mierda… -No me había dado cuenta cómo iba subiendo el tono de mi voz.- ¡Odio que todos los días sienta una presión en el pecho por culpa tuya, y odio que nunca estaremos juntos! ¡¿Y sabes qué es lo que más odio?! ¡Qué pese a odiar todas esas cosas, sigo amándote, tanto o más como cuando estábamos juntos, y siempre lo haré! –La miré, fijamente.- Odio que todo lo que acabo de decir sea mentira, que no odio nada de ti, que esas cosas apenas me desagradan, y puedo vivir con ellas.
Ella suspiró.
-Estás jodido, ¿no?
-Así parece.
Involuntariamente, me acerqué más a ella, tomando su mano más firmemente.
-Si hay algo que realmente odio, es el no haberte dicho lo mucho que te amaba más veces… El no haberte tomado más la mano… El no haberte besado más…
Se sonrió, apenas, para acercar su rostro al mío.
-Para algo están los sueños, ¿no?
La besé…
-Sarah –susurré.
Me sorprendí al darme cuenta que mis manos estaban tomando a las sábanas. Abrí los ojos, sobresaltado, para encontrarme en mi oscura habitación. Rogando que Addie no me hubiese escuchado, me volteé hacia ella. Por suerte, dormía profundamente. Me recosté de espaldas, respirando profundamente, intentando no pensar en el sueño… Sin conseguirlo. ¿Por qué mi subconsciente nunca me dejaba besarla más de tres segundos? Me regañé por atreverme a preguntar: Porque un lado de mí era lo suficientemente racional como para saber que no era bueno soñar con ella, ni pensar en besarla.
Estuve un buen rato ahí, intentando dormir, sin conseguirlo. Al cabo de dos eternas horas, me encontré a mí mismo pensando en que ese día tenía que ir al estudio en la tarde, a comenzar el mezclado de las canciones… La idea no me agradó. Whatsername sonaría horrible, y lo sabía. Mi voz no era auténtica… Mike podría llegar a quedar bien, ya que supuestamente los coros representaban la conciencia de Jesus of Suburbia, o al mismo Saint Jimmy que seguía despierto en su interior, así que enojado sí servía… Pero yo…
Vi la hora: Siete de la mañana. Era sábado, así que no había que levantar a los niños. Sigilosamente, me salí de la cama y me dirigí al armario. Ni siquiera me digné a lavarme la cara, mucho menos a ducharme; simplemente me vestí, tomé un abrigo (la primavera recién empezaba, por lo que aún hacía frío) y bajé al primer piso, de dónde saqué las llaves del auto, para irme al estudio: Se me ocurría cómo podría cantar bien la canción, pero, si no resultaba, no quería que nadie estuviera ahí para verme fallar…
Sin embargo, cuando llegué al estudio me encontré con que, por decirlo de alguna forma, me había salido el tiro por la culata: Tré y John estaban durmiendo en un sofá junto a Chris, uno de nuestros ingenieros de sonido, quien solía darse vueltas por el estudio de vez en cuando. Haciendo el menor ruido posible, me dirigí al panel de mezclas. Con algo de suerte, no se despertaban hasta que terminara de grabar. Coloqué las pistas de Whatsername y encendí el micrófono, para luego correr al interior de la cabina, respirar profundamente, y ponerme a cantar la maldita canción. Al principio mi voz no salía con demasiadas emociones, pero, para el final de la segunda estrofa ya me estaba costando continuar. Tenía los ojos firmemente cerrados, recordando el rostro de Sarah a la perfección, recordando momentos juntos, y recordando cómo se había sentido dejar todo atrás para empezar una vida nueva.
-Nunca volveré atrás, olvidándote, pero no al tiempo –grité más que canté, ya al final de la canción, y, recién ahí, abrí mis llorosos ojos, para encontrarme con John y Tré al otro lado de la cabina, el primero grabando y el segundo mirándome fijamente. Le devolví la mirada por un par de segundos, para luego salir de la cabina y dirigirme al baño del lugar, donde me encerré, derramando un par de lágrimas que detuve rápidamente. Había sido la emoción de cantar eso, nada más…
-Billie, ¡eso fue genial! –me felicitaba Tré desde el otro lado, un par de minutos después.- ¿Estás bien ahora?
Respiré profundo.
-Sí, estoy bien –contesté-. ¿Qué mierda hacen aquí?
Se rió.
-John y yo íbamos a irnos, pero llegó Chris, y hace tiempo que no bebíamos juntos, así que los tres fuimos a comprar tragos y nos quedamos toda la noche celebrando –respondió-. Ya, sal de una vez, para llamar a Mike y empezar a mezclar este maldito disco.

Marzo terminó, dando paso a un abril más cálido. El disco ya estaba casi listo, bastaba afinar unos detalles, pero estaba asegurado que estaría todo listo cuando llegara el verano, junto al cual comenzaríamos a trabajar en todo lo que fuera promoción. Nos íbamos a tomar libre hasta junio, ya que después se nos venían una serie de shows para promocionar el disco antes que saliera, y, probablemente, eso consumiría todo nuestro tiempo…
Y así fue. El verano había llegado, y también había pasado, más rápido de lo esperado. El disco saldría en septiembre, y, tras haber lanzado un video, se estaba convirtiendo en uno de los más ansiados, cosa que no pasaba desde Insomniac, cuando todos esperaban algo que fuera como Dookie.
En fin… Era agosto, y las temperaturas comenzaban a descender nuevamente. Me encontraba en mi living, viendo una película con Addie, aprovechando que los niños estaban en casa de mi madre; Addie los había dejado ahí antes de irme a buscar al aeropuerto hacía un par de horas, que fue cuando llegué de unos conciertos que habíamos hecho. La película en sí me tenía más que atrapado: Era acerca de una pareja. Ella se había sometido a un tratamiento que le permitía olvidar al tipo completamente, y, al descubrirlo, él decide someterse a lo mismo… Y, a lo largo del borrado, él ve todos los buenos y malos momentos vividos con ella, y se da cuenta que los recuerdos son demasiado importantes como para borrarlos, que quiere guardarlos, que la ama demasiado como para dejarla ir así como así…
-¿Te harías esto? –me preguntó Adrienne, ya al final, en un susurro.
La respuesta honesta era un sí. Estaba harto de seguir sufriendo por Ella, siendo que no me amaba, al contrario de lo que les pasaba a los tipos en la película. Pero, como intentaba mostrarme maduro ante la existencia de mi ex novia, mi respuesta fue otra:
-Por supuesto que no. Si pasó, fue por algo. De toda experiencia, por mala que sea, se aprende algo. De lo contrario, terminas cometiendo los mismos errores, otra vez… Como estos tipos, que se volvieron a encontrar, y volvieron a estar juntos, siendo que la primera vez decidieron que eso era un error garrafal.
Extrañamente, encontraba que eso era tan cierto como el que sería bueno borrar a Sarah de mi cabeza. No obstante, no pude seguir pensando mucho en esto, ya que el teléfono de la casa sonó. Perezosamente, me separé de Adrienne y me estiré, para tomar el teléfono.
-¿Aló?
-B… ¿Billie?
-Sí, ¿quién habla? –respondí y pregunté, extrañado.
-S… Soy yo… Mi… Mike.
Me asusté. La voz de mi amigo sonaba horriblemente.
-Mike, ¿estás bien? –le pregunté, parándome de un salto.
-No… ¿Pue…? ¿Puedes venir?
Addie me preguntaba (sólo moviendo los labios) qué pasaba. Le hice un gesto que demostraba que no tenía idea.
-Por supuesto, voy enseguida… -Colgué.- Mike me necesita.
Llegué en un tiempo récord a la casa de mi amigo, sin siquiera preocuparme ante la posibilidad de que Ella estuviera ahí. Estacioné en la acera y toqué el timbre. Sin siquiera preguntarme quién era, Mike me abrió el portón del auto, el cual atravesé corriendo, para llegar a la puerta principal, que encontré entreabierta. Entré y corrí al living, donde encontré a mi amigo sentado, cabizbajo y llorando en silencio.
-Mike, ¿qué pasó? ¿Por qué lloras? –pregunté, sentándome a su lado.
Mi amigo negó y levantó la mirada, mostrándome sus ojos llenos de lágrimas.
-Se acabó. Sarah se fue.

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