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Mike y Sarah danzaban al ritmo de su primer baile, y yo los
miraba con melancolía desde un rincón, con una de las primeras copas de champaña
en mi mano derecha, acompañado por John Roecker, quien me analizaba con la
mirada.
-Quieres bailar con ella, ¿no?
Sonreí, aún mirándola, ignorando a Mike, ignorando al
mundo, sólo viéndola a ella bailar en su hermoso vestido blanco…
-Por supuesto que sí. Pero no creo que ella, Addie y Mike
me lo permitan.
John me dio un par de palmaditas en el hombro, tras lo que
se fue, dejándome solo en el rincón, probablemente intuyendo que necesitaba
tiempo para asimilar que Sarah y Mike estaban casados. Sarah Pritchard… Al
menos no sonaba mal… Aunque Sarah Armstrong sonaba mejor…
No tardé mucho en terminarme la copa de champaña… Y recién
ahí me digné a buscar a mi familia con la mirada. No la encontré, como tampoco
encontré a Tré. Luego recordé que apenas terminara el baile, debíamos irnos al
salón principal, donde había una pista de baile junto a las mesas en las que nos
servirían una comida (no sabía si era un almuerzo tardío o una cena temprana) y
se harían los brindis. Genial. Gente. O más genial aún: Addie y Sarah en la
misma mesa. Consideré quebrar la copa contra la pared y enterrarme el vidrio
roto resultante en el ojo, pero sabía que no era una buena opción… Así que
apenas la música terminó (ni siquiera supe qué canción era, ya que nunca le presté
atención), despegué la vista de Sarah y me dirigí a las mesas, donde los
invitados recién comenzaban a llegar. Mi mesa era la mesa uno… La que estaba
vacía al final. Me senté, no sin antes sacar otra copa de champaña de la
bandeja de uno de los camareros.
Poco rato después, vi a Addie dejar a Joey y Jake en la
mesa nueve, la de los niños, junto a Estelle y Ramona. Le sonreí… Ella no me
devolvió el gesto.
-¿Dónde estabas? –me preguntó, sentándose a mi lado.
-Me quedé con John un rato y como no sabía en qué parte
exacta estabas, me vine para acá. ¿Querías bailar?
Di que no, di que no.
-Quizás más rato, después de un par de copas.
Hasta ahí llegaste, Armstrong.
-Me parece.
Fue entonces que Tré llegó a la mesa, acompañado de una
mujer y un hombre. Ni idea quién era él, pero abrí mucho los ojos al reconocer
a la tipa.
-¿Nadia?
Ella hizo lo mismo.
-¡Billie Joe! ¡Tantas lunas!
No sabía si debía pararme y abrazarla, y algo me dijo que
ella tampoco, ya que se sentó un tanto incómoda. El hombre a su lado también.
Bebí un poco de la nada de champaña que me quedaba.
-Creo que no has reconocido a mi hermano…
Escupí la mitad.
-¡¿NICK?! –exclamé. Él asintió, con una sonrisa
pequeñísima.- ¿Cuándo mierda creciste tanto?
Addie me dio un suave golpe en la rodilla por debajo de la
mesa, pero la ignoré Decir que estaba sorprendido era poco. Nick era más alto
que yo, y su rostro ya no tenía los característicos rasgos de la infancia, ni
siquiera los de la adolescencia: Era todo un adulto, y me sorprendía por ello.
-En algún momento entre los trece y diecisiete años
–ironizó, con una sonrisa levemente más amplia-. ¿Siempre fuiste tan bajo?
-Hey, cuando tenías seis años yo era un gigante –bromeé.
-Sí, pero ahora tengo veintitrés, y eres enano –respondió
él, mirando hacia el fondo del salón donde nos encontrábamos, borrando su
sonrisa-. Y ahí vienen…
Nadia lo miró con una evidente molestia, pero Nick la
ignoró y se dedicó a, simplemente, mirar el arreglo floral que había en la
mesa. No pude evitar sentirme levemente intimidado: Ni siquiera se molestaba en
intentar disimular que estaba molesto, era una persona totalmente honesta… Me
sentí un poco celoso…
Cosa que cambió a extremadamente celoso al ver a Sarah y a
Mike avanzando semi-abrazados hacia nosotros. A mitad del camino, Mike la besó,
y me costó toda mi fuerza de voluntad el no pararme a golpearlo en ese
instante. Al igual que Nick, fijé mi vista en el arreglo floral, aprovechando
que tanto Addie como Tré tenían la vista fija en la pareja.
Pareja… Juntos… Mierda.
No me di cuenta como Mike y Sarah se sentaban en la redonda
mesa. Yo estaba entre Tré y Addie, por lo que los tenía frente a mí. Al menos
no podía sufrir la tentación de llevar mi mano a la de ella…
Ni siquiera me enteré de qué comí. Estaba demasiado
concentrado en no escuchar a Mike o a Sarah, ya que ambos tenían ese asqueroso
tono de enamorados… Al mismo tiempo que intentaba disimular que por mi cabeza
sólo pasaban canciones tristes, y aparentar que en realidad sí ponía atención a
la mierda que hablaban…
Un buen rato después, Tré se puso de pié e hizo el brindis
por la feliz pareja. Brindé, no de tan mala gana como Nick, quien, se notaba,
no quería estar ahí. Nadia no dejaba de mandarle miradas de evidente molestia
cada cierto rato, pero sólo yo les ponía atención, ya que la conversación que
sostenía con mi esposa bastaba para mantenerla distraída… Y Mike, Sarah y Tré
estaban en su propia burbuja, hablando de quién sabe qué. En fin, después del
brindis de parte de Nadia, todos los invitados fueron invitados a que bailaran
en el centro del salón. Addie, quien había bebido un par de copas de vino, no
tardó en mirarme. Suspiré y, tras beberme de un sorbo lo que quedaba en mi
copa, me puse de pié.
-¿La dama quiere bailar? –le pregunté, tendiéndole la mano,
con una sonrisa en mi rostro.
Bailamos un buen rato. Tras un par de canciones, había
logrado sentirme un poco menos miserable, y hasta me había puesto cantar…
Aunque esto podía deberse al alcohol que había ingerido. Al menos la música
estaba buena. Por ejemplo, hubo un rato de lentos, que incluían a The Smiths.
-Así que por favor,
por favor, por favor, permíteme, permíteme, permíteme… Permíteme conseguir lo
que quiero, sólo por esta vez –canturreaba, abrazado a Addie, mirando
discretamente a Sarah, quien bailaba apegada a Mike.
Fue en ese instante que sentí ganas de correr, de escapar,
de desaparecer de ahí… Y también sentía la presión que relacionaba con componer
en todo mi cuerpo.
-¿Se te ocurrió una canción, no? –susurró Addie. La quedé
mirando.- Te tensaste entero y te detuviste. Te conozco. –Me dio un suave
beso.- Anda a conseguir papel y lápiz.
-Gracias.
Así que me dirigí a la salida del salón, hacia la custodia,
donde una tipa con cara de aburrida llenaba un formulario.
-Disculpa, ¿tienes papel y lápiz por ahí? –le pregunté,
intentando no demostrar mi ansiedad. De mala gana, me pasó un lápiz y un
papel.- Muchas gracias.
Tomé ambos y salí de la estancia, en dirección al patio,
donde me permití respirar profundamente. Recién después de haber hecho esto
varias veces me dejé caer en una de las sillas, que seguían en el lugar donde
se había llevado a cabo la ceremonia. Di vuelta una silla de la hilera delante
de mí y, recién tras haberme asegurado que no había nadie alrededor, y que era
capaz de escribir cómodamente ahí, dejé que todo lo que sentía saliera. Empecé
a escribir…
Creí que corrí tras
de ti calle abajo… Luego resultó que era sólo un sueño…
-Con que aquí te escondiste.
La voz provenía de mi espalda. Pasé una mano rápidamente
por mis ojos, para limpiar el par de lágrimas que no había logrado reprimir al
pensar en todo lo que quería plasmar en el papel. Guardé la hoja en mi
bolsillo, me puse de pié y me volteé, para encontrarme con Nick.
-Necesitaba liberar ideas.
Negó.
-No puedo creer que hayas aprobado este matrimonio. De
verdad que no.
Alcé una ceja.
-¿Por qué no habría de aprobarlo?
Suspiró.
-Sé que tenías algo con Sarah. –Abrí mucho los ojos,
sorprendido por la acusación, intentando que creyera que no tenía idea de qué
me hablaba.- Habré tenido ocho años, pero no era un idiota. Recuerda que iba a
jugar a su pieza todas las mañanas. ¿Nunca te preguntaste por qué dejé de
hacerlo? Pues porque los vi durmiendo abrazados, y supe que era mejor que los
dejara solos.
Pareciera que desapareció
sin dejar rastro.
Bajé la mirada, avergonzado.
-Es feliz con él, no hay nada que yo pueda o deba hacer.
Me miró como si yo le hubiera dicho que quería navegar por
el mundo en una cáscara de plátano, usando al descubierto plátano de remo.
-¡¿Te rindes así como así?!
Ella se fue y luego
yo tomé un camino diferente.
-No es que me rinda, es que realmente no hay nada que
hacer. Ella se fue, y yo continué con mi vida, al igual que ella continuó con
la suya.
Silencio.
-¿Cuánto te tomó?
Lo miré, sin entender.
-¿Perdón?
-¿Cuánto te tomó superar a mi hermana? ¿Un mes? ¿Una
semana?
Recuerdo el rostro,
pero no puedo recordar el nombre. Ahora me pregunto cómo ha estado Whatsername.
Resoplé.
-Ustedes se fueron en 1990, ¿no? –Asintió, cruzado de
brazos.- Bueno, entonces han pasado ya trece años y unos dos meses, y aún no la
supero. Traté de olvidar su rostro, su voz, preferí actuar como si no recordara
ni su nombre, pero no pude. A las dos o tres semanas recibí una carta de ella,
pidiéndome que siguiera con mi vida, así que eso hice… O lo intenté.
-¿Así que la amas? –preguntó. Asentí.- ¿Entonces por qué
está con Mike, si claramente debería estar contigo?
¿Se habrá casado con
el viejo What’s his face?
-Porque no me ama, lo ama a él…
Nick perdió la poca paciencia que le quedaba.
-¡Por supuesto que te ama! ¡Siempre lo ha hecho, siempre lo
hará! ¡Simplemente debe creer que tú no sientes nada por ella!
-Yo le dije que la amaba. Me dijo que ella no me amaba a
mí, y le creo. Está feliz con Mike.
-¿Feliz? ¿Encuentras que eso es estar feliz? Bueno, qué sabes tú de felicidad en todo caso…
-Me sonreí.- Billie, ¿acaso no recuerdas cómo era cuando estaba contigo?
Recordar, lo que sea,
pareciera que fue hace mucho tiempo.
-Son mis recuerdos, no son objetivos.
-Bueno, ¿qué hay de las fotos? Debe haber un millón, ella
siempre andaba con esa cámara por todos lados… Debe haber…
Me hice un momento
para quemar todas las fotografías.
-Quemé todas las fotos –lo interrumpí-. Quemé todo lo que
me la recordara.
-¿Todas? ¿Los negativos igual?
Lo miré, extrañado.
-¿Qué negativos?
-Los que tenía escondidos en algún lado de su pieza.
Negué.
-No, eso no los quemé.
-Entonces encuéntralos. Encuéntralos y ve. Ella era más
feliz contigo, y es contigo con quien debería estar.
-¿No lo entiendes? ¡No quiere estar conmigo! ¡Se acabó!
-¡No, no acabó! ¡No se acaba hasta que uno muera y esté
bajo tierra! ¡No se acaba hasta que de verdad ya sea muy tarde! –Se me acercó,
claramente frustrado.- Un día ella dijo “no aguanto estar aquí, debo
superarlo”. Y por el año entero que vivimos con nuestra tía, ella se dijo eso
todas las noches. “Debo superarlo”. ¿Y sabes qué? Lo intentó, de verdad lo
intentó. Pero, al final, todo le recordaba a ti. La dañaste, y mucho, y por eso
prefirió creer que no la amabas.
-¡Pero sí la amo! ¡Ella es quien me dañó a mí! –Negué, para
corregirme:- Bueno, nos dañamos mutuamente, pero fue un accidente, un
malentendido, que no le puedo explicar…
Los arrepentimientos
son inútiles en mi mente: Ella está en mi cabeza, debo confesar. Los
arrepentimientos son inútiles en mi mente: Ella está en mi cabeza desde hace
mucho tiempo.
Suspiré y proseguí:
-Me prometí que si ella llegaba a demostrar el menor
interés en mí, le diría todo. Pero no lo hizo, así que la dejaré ser feliz,
odiándome y convencida que Mike siempre la amó más que yo.
Nick suspiró. Recién ahí me percaté que estaba
anocheciendo. Y cuando comprendía que había estado un buen rato ahí antes de
que Nick apareciera, él se volteó, avanzando un par de pasos de vuelta a la
fiesta… Y se giró hacia mí.
-Si hay alguien en este mundo que no puede odiarte, es ella
–afirmó, seguro de sus palabras-. Hazme un favor: Cuando lo suyo con Mike
termine (porque terminará), conquístala de nuevo. Es la única cosa que la hará
recapacitar, y es lo único que hará que te demuestre lo mucho que te ama.
Volvió a irse.
-¿Por qué estás tan seguro que su lugar es conmigo? ¿Cómo
puedes estar tan seguro que yo soy el indicado, que yo soy el amor de su vida,
que yo la haré feliz? ¿Cómo puedes estar tan seguro de que es lo correcto?
–pregunté, sin aguantarme.
Sin mirarme, respondió.
-Porque en mis veintitrés años, nunca la vi más feliz que
cuando estaba contigo. Recupérala. Haz que se enamore de nuevo de ti. Por el
bien tuyo, el de ella, y el de tu amigo.
Y, finalmente, se fue. Volví a dejarme caer en el asiento
y, rápidamente, escribí todo lo que se me había ocurrido conversando con Nick.
Habían pasado trece años… Trece años… Trece malditos años…
Trece malditos años en los que ella no había dejado de rondar mi cabeza, en los
que seguía arrepintiéndome inútilmente de no haber actuado diferente…
Y en la más oscura de
las noches…
Porque esa noche sería la más oscura, al menos para mí:
Sarah y Mike estarían de luna de miel en algún lado, solos, oficialmente juntos
“hasta que la muerte los separe”…
… Si mi memoria me
sirve bien…
Más me vale que lo haga…
… Nunca volveré el
tiempo atrás…
De verdad que no. Gracias a la partida de Sarah era quien
era ahora. Lo pasado, pasado es. No vale la pena intentar cambiar algo que es
imposible cambiar. Si fue así, fue por algo…
Olvidándote, pero no
al tiempo
Recordé la carta que sí recibí… “Sigue adelante, olvídame,
y, quizás en el futuro, nos volveremos a encontrar”…
Y eso era lo que tenía que hacer…. Olvidarla… No importaba
lo que Nick me había dicho, ella no estaba interesada en mí, amaba a Mike, y
estaría con él por siempre, hasta que alguno de los dos muriera. Así que no
valía la pena seguir pensando en ella, seguir preguntándome qué decir ni cómo
actuar para que se enamorara de mí otra vez. Nick se equivocaba: El lugar de
Sarah era con Mike. Así lo había decidido ella, y así sería.
La boda terminó tarde, pero, gracias a los niños (quienes
estaban aburridos y tenían mucho sueño), Addie y yo pudimos irnos bastante
rápido. Llegamos a casa, acostamos a los niños y, apenas ella se durmió, yo me
encerré en el baño, en el borde de cuya tina me senté para llorar un rato.
Luego me detuve, me puse de pié, y me dirigí al espejo, para mirarme fijamente
a mis propios ojos verdes, recordando las palabras de Nick.
-Es tarde ya para hacer algo; se acabó.
Una vez más me veía a mí mismo sometido a la gran mentira
de que ya no pensaba en Sarah y que ya no tenía sentimientos por ella. Usé el
tiempo durante el cual Mike y ella estaban de luna de miel para prepararme,
para borrar mis recuerdos de Ella de
mi mente. Me forcé a distorsionar todos los recuerdos que amaba de ella, a
hacer su mirada menos hermosa, a llenar su rostro de imperfecciones, a enredar
su cabello… Al cabo de tres días, no podía recordar bien su rostro, no
fácilmente al menos, y eso era un gran logro. Tuve que pasar otro par de días
diciéndome, una y otra vez, que no la amaba, que no sentía nada por ella, que
era imposible que la amara después de tantos años y tanto sufrimiento. Y así,
día a día, me forcé a “olvidar” a Sarah, y a apagar de una buena vez la esperanza
que algún día volveríamos a estar juntos.
Pasaron los meses: El disco estaba listo para ser grabado,
y los tres pasábamos mucho tiempo en el estudio grabando, arreglando todo… Por
primera vez estábamos usando una cantidad de arreglos y nuevas técnicas
sorprendentes. Rob y todos en Reprise estaban más que maravillados.
-Perdón la tardanza –se disculpaba Mike-. Feliz cumpleaños,
Tré.
Era ya el martes nueve de diciembre, y con el baterista nos
habíamos encontrado escuchando las pistas de Homecoming, una a una, para hacer
algo mientras esperábamos que Mike llegara.
-¿Qué te retrasó? –le pregunté, poniéndole pausa a la
grabación, después de que Mike le diera su abrazo a Tré, quien luego pasó a
colgar los audífonos de vuelta a su lugar.
-Problemas con la Señora –murmuró-. No le gusta que esté
tanto aquí, y que no se le compense de alguna forma. Debería llevarla a algún
lado, pero creo que eso sólo haría que discutiéramos en público.
-¿Por qué no salen con alguien más? Ya saben, una cita
doble –sugirió Tré.
Mike torció una mueca.
-¿Con quién?
Ok, Armstrong, esto es por tu amigo. Amistad por sobre
viejos amores, ¿no?
-Addie quiere que salgamos un día de estos. Podríamos hacer
algo los cuatro.
Mike lo pensó por unos instantes, tras los que asintió.
Tras ello pasamos a comenzar las pistas de voces del disco, partiendo con
American Idiot, y, al terminar eso, dimos la sesión por finalizada. Acordamos
que nos juntaríamos una vez la semana siguiente para escuchar cómo quedaba
American Idiot, pensar el orden en qué grabaríamos el resto de las canciones, y
que luego no nos juntaríamos hasta Enero, ya que se nos venían las vacaciones
de los niños y la Navidad… Y con Mike acordamos que Addie, él, Ella y yo cenaríamos en un restaurante
el viernes.
Decir que estaba nervioso era poco. Pero no se comparaba
con Mike. Había tenido una breve discusión con Ella antes de llegar al restaurante, y se notaba que seguía muy
tenso. Yo era incapaz de conversar con Ella,
y Mike no se encontraba en un estado anímico lo suficientemente bueno como para
hablar… Así que fue Addie quien inició la conversación:
-Billie dijo que eres fotógrafa, ¿no? ¿Cómo va eso?
De vez en cuando, Mike y yo aportábamos algo a la
conversación que ellas sostenían y, la verdad, lograron aligerar el ambiente.
De hecho, poco antes que nos trajeran el postre, Mike le tomó la mano a Ella y se apoyó en su hombro… Y Ella sonrió, para acariciarle el rostro.
Fue ahí que me puse de pié.
-Baño –me excusé.
Estuve ahí un rato, espantando los celos, y, recién cuando
era capaz de imaginar a Mike y Sarah besándose y no sentir ningún impulso por
quebrar el espejo, me atreví a volver a la mesa…. Donde, inconvenientemente,
sólo estaba Ella.
-Mike fue a contestar un llamado de Estelle, y Addie fue al
baño –explicó.
-Ah…
Me senté en mi lugar, frente a Ella.
-¿Siempre son así? –me preguntó. La miré sin entender.- Tú
y Adrienne. ¿Siempre son tan apegados, tan cercanos? Digo… Van al baño al mismo
tiempo.
Me encogí de hombros.
-Supongo que sí. ¿Acaso tú no eres así con Mike?
Se sonrió, de un modo un tanto amargo.
-La única vez que estuve con alguien de ese modo fue con…
Bueno, contigo.
Silencio incómodo. Me aventuré a decir:
-Contigo era más aún.
Un leve sonroso cubrió sus mejillas, y, de algún mudo, supe
que las mías igual. Estaba considerando estirar mi mano para acariciar su
mejilla, cuando ella me la tomó. Mi pulso se aceleró.
-Teníamos algo bueno, ¿no?
Sonreí y le acaricié la mano.
-He ahí el punto clave: Teníamos. Pasado. –Y con una fuerza
de voluntad que no conocía, retiré mi mano.- Mike y tú hacen una buena pareja.
Suspiró.
-Sí… Pero me gustaría no pelear tanto con él. Discutimos
por todo últimamente. –Me miró con cierto reproche, que también impregnó en
voz.- ¿Por qué hacen tantas reuniones para grabar?
Torcí una mueca.
-Porque así se hacen los discos buenos, cariño… -Me regañé
mentalmente por llamarla así.- Menos mal no estábamos juntos cuando firmamos
con Reprise, me habrías llevado al Golden Gate y me hubieras empujado de ahí,
con los pies llenos de cemento.
Rió.
-Quizás no. Quizás a ti te lo hubiera aguantado.
Ahí me di cuenta que estaba levemente inclinada hacia mí… Y
yo hacia ella. Y fue en ese momento que vi a Addie salir del pasillo de los
baños. Me alejé.
-Perdón la demora, había una tipa usando un baño, y el otro
estaba fuera de servicio –se disculpó, sentándose a mi lado. Le tomé la mano.
-No te preocupes.
Aquella noche, cuando llegamos a casa, me di cuenta de
inmediato que Addie quería hacer algo, aprovechando que los niños estaban con
mi madre. No obstante, lo único que cabía en mi cabeza era el contacto de mi
mano con la de Ella, cosa que me
relajaba tanto que, apenas Addie fue al baño antes de acostarse, yo ya estaba
durmiendo profundamente.
* * *
El 2004 había comenzado hace un buen rato. Era marzo, el
disco estaba básicamente listo y nos íbamos a juntar en el estudio, listos para
grabar las pistas de voces de la última canción del disco, Whatsername. Yo había llegado primero y me había puesto a escuchar
las pistas que llevaba la canción, y habría preparado todo para grabar… De no
ser por la abrupta llegada de Tré.
-¡¿POR QUÉ NO ME DIJISTE QUE TE HABÍAS ENCONTRADO CON ALE
EN NUEVA YORK?! –me preguntaba, sacudiéndome con cada palabra que decía.
-¡TRÉ, SUÉLTAME, Y TE EXPLICO! –le grité, intentando
empujarlo. Claramente molesto, me obedeció- No te dije… Porque creí que sería
mejor que ella te lo dijera…
Maldijo fuertemente. Me miró.
-¿Entonces tú sabías que tengo un hijo? –preguntó en un
susurro.
Suspiré.
-Sí. Es un buen chico…
-¡¿LO CONOCES?!
Me paré y me alejé de él rápidamente. Se veía capaz de
golpearme.
-¡Lo vi un día, de pasada! ¡Yo me iba y él venía llegando!
–respondí- Me mantuvo abierto el ascensor…
-¡¿Y en eso te basas para decir que es un buen chico?!
-¡Sí! Tré, mierda, cálmate. Ale fue quien me pidió que no
te dijera nada, lo siento…
-¡¿Lo sientes?! ¡Tengo un hijo de trece años, mierda! ¿Cómo
se lo diré a Ramona y a Frankito? ¿Cómo les digo que tienen un hermano mayor?
Silencio…
-¿A quién se parece más? –preguntó al fin, como si no
pudiera aguantarse.
Sonreí.
-A ella. Sacó tus ojos, pero no la cara de maníaco. –Tré se
sonrió.- ¿Perdón?
Suspiró.
-Sí, te perdono. Creo que apenas terminemos el disco me iré
a dar una vuelta a Nueva York, para conocerlo; Ale dijo que estaba preguntando
por mí…
-Me parece.
Otro silencio.
-¿Cuándo va a llegar Mike? –pregunté, extrañado por el
retraso del bajista- Algo me dice que nos comeremos el almuerzo que nos traiga
John Roecker antes que Mike llegue.
-No, no se los permitiría. –dijo una voz entrando a la
estancia: Mike.- Perdón la demora, tuve… Me atrasé.
Con Tré lo miramos.
-¿Problemas con Sarah? –preguntó el baterista. Mike no dijo
nada.- ¿Mike?
-No quiero hablar de eso… Ya, Billie, anda a grabar lo que
toca hoy.
Se notaba a lo lejos que el bajista no andaba de buen
humor, y que sería más que capaz de golpear al primero que lo contradijera, así
que me metí a la cabina sin quejarme ni nada. Tré se acercó al panel de mezclas
y se puso los audífonos, al tiempo que yo me ponía los que estaban dentro.
-Grabación de Whatsername
–dijo a través del micrófono-. Voy a pasar el audio de las otras pistas
ahora.
Y la música empezó… Llegó la parte en la que tenía que
empezar a cantar…
Y no pude. Se me hizo un nudo en la garganta. Tré se dio
cuenta de esto y detuvo la cinta.
-¿Estás bien?
-Sí, sí, me distraje, ponla de nuevo.
Tré me hizo caso y, esta vez, logré cantar… Pero ni
siquiera había terminado el primer coro, cuando Tré paró la cinta.
-Lo siento, no te está saliendo de corazón –me interrumpió.
Maldije.
Estuvimos todo el día en eso. Se notaba que Mike estaba
enojado, que lo único que quería era que yo terminara de una vez, para grabar
su pista. Al final, grabamos la canción como me salía, sin sentimiento alguno,
para que el bajista se quedara tranquilo. No nos atrevimos a corregirlo cuando
grabó su parte y todos nos fuimos a casa enojados. De hecho, John confesó que
no se atrevió a grabar nada de la sesión de hoy.
-¿Cómo te fue hoy? –me preguntó Adrienne, cuando me escuchó
entrar a la casa. Fui a la cocina, donde la vi preparando las colaciones para que
llevaran los niños al día siguiente. Tras echarme un rápido vistazo, preguntó:-
Ok, ¿por qué tan mal?
-Mike está enojado porque peleó con su esposa, yo fui
incapaz de cantar bien la última canción y el día entero fue un desperdicio de
mierda –me expliqué. Respiré profundamente-. ¿Cómo estuvo todo por acá?
Se encogió de hombros, al tiempo que yo me dirigía al
refrigerador a buscar una cerveza y algo de comida.
-Bien, todo normal -contestó, tras lo que la besé a modo de
saludo, dejando la comida en la mesada. Se separó de mí- ¿Puedo preguntarte
algo?
-Sí, claro –musité, extrañado, separándome bien para darle
un sorbo a la cerveza y calentar el plato de lasaña en el microondas que estaba
detrás de mí.
-¿Por qué nunca la nombras?
No entendí.
-Especifica un poco más –le pedí, alzando una ceja, al
tiempo que encendía el aparato y le ponía los minutos necesarios.
Suspiró.
-A Sarah. Siempre dices “la esposa de Mike”, “Ella”… ¿Por
qué nunca la llamas por su nombre?
Oh, oh.
-Sí la llamo por su nombre.
-A ver, hazlo.
Respire profunda y discretamente.
-Mike peleó con Sarah. ¿Ves?
Lo que ella no vio, fue que en mi interior sentí un
retorcijón gigantesco, y que por poco no me temblaron las piernas. Mencionarla
avivaba todos los recuerdos que quería borrar, y, durante el segundo que demoré
en decir su nombre, fui capaz de
recordar perfectamente su rostro, sus ojos y su voz. Tuve que darle un buen
sorbo a mi cerveza para aplacar todo lo que sentía pero, al menos, Addie no se
dio cuenta de nada.
-Quizás estamos abordando esto desde el ángulo incorrecto…
Era de noche. Como ya supondrán, estaba en el campo de
centeno, y quien me había dicho eso era Ella,
más perfecta de lo que la recordaba, quizás más perfecta de lo que jamás había
sido realmente.
-¿A qué te refieres? Para ser parte de mi subconsciente, no
te entiendo nada.
Se sonrió.
-La última vez que estuviste aquí te pedí que me dijeras el
porqué me amas tanto. Ahora te pido que me digas todo lo que odias sobre mí,
todo lo que no te gusta.
Suspiré.
-No hay nada que odie sobre ti.
-Sé que sí las hay, así que dilas.
Me dejé caer sentado en una piedra en la que nunca había
reparado (probablemente, nunca había estado ahí), y la miré, fijamente,
intentando pensar algo que no me gustara de ella.
-Nunca me gustó que me tomaras tantas fotos…
Mi voz no sonó para nada convencida, por lo que la Ella que tenía frente a mí negó, me tomó
las manos y me incorporó, para mirarme fijamente, sin soltarme las manos, pero
manteniendo cierta distancia.
-Continúa –me pidió.
Suspiré.
-Odio que te hayas ido… Odio que nunca tuvieras el valor
para enfrentarme –susurré. Ella me sonrió, instándome a continuar.- Odio haber
pasado trece años tratando olvidarte, sin conseguirlo… Odio que no te importen
cuántas canciones te escriba, sigas sin amarme de vuelta. Odio que me hayas
superado y que te hayas casado con mi mejor amigo… Odio que cada vez que te
veo, siento algo rompiéndose en mi interior… Odio que baste con que piense en tu nombre, en tu maldito
nombre, para que todo se vaya a la mierda… -No me había dado cuenta cómo iba
subiendo el tono de mi voz.- ¡Odio que todos los días sienta una presión en el
pecho por culpa tuya, y odio que nunca estaremos juntos! ¡¿Y sabes qué es lo
que más odio?! ¡Qué pese a odiar todas esas cosas, sigo amándote, tanto o más como
cuando estábamos juntos, y siempre lo haré! –La miré, fijamente.- Odio que todo
lo que acabo de decir sea mentira, que no odio nada de ti, que esas cosas
apenas me desagradan, y puedo vivir con ellas.
Ella suspiró.
-Estás jodido, ¿no?
-Así parece.
Involuntariamente, me acerqué más a ella, tomando su mano
más firmemente.
-Si hay algo que realmente odio, es el no haberte dicho lo
mucho que te amaba más veces… El no haberte tomado más la mano… El no haberte
besado más…
Se sonrió, apenas, para acercar su rostro al mío.
-Para algo están los sueños, ¿no?
La besé…
-Sarah –susurré.
Me sorprendí al darme cuenta que mis manos estaban tomando
a las sábanas. Abrí los ojos, sobresaltado, para encontrarme en mi oscura
habitación. Rogando que Addie no me hubiese escuchado, me volteé hacia ella.
Por suerte, dormía profundamente. Me recosté de espaldas, respirando
profundamente, intentando no pensar en el sueño… Sin conseguirlo. ¿Por qué mi
subconsciente nunca me dejaba besarla más de tres segundos? Me regañé por
atreverme a preguntar: Porque un lado de mí era lo suficientemente racional
como para saber que no era bueno soñar con ella, ni pensar en besarla.
Estuve un buen rato ahí, intentando dormir, sin
conseguirlo. Al cabo de dos eternas horas, me encontré a mí mismo pensando en
que ese día tenía que ir al estudio en la tarde, a comenzar el mezclado de las
canciones… La idea no me agradó. Whatsername
sonaría horrible, y lo sabía. Mi voz no era auténtica… Mike podría llegar a
quedar bien, ya que supuestamente los coros representaban la conciencia de
Jesus of Suburbia, o al mismo Saint Jimmy que seguía despierto en su interior,
así que enojado sí servía… Pero yo…
Vi la hora: Siete de la mañana. Era sábado, así que no
había que levantar a los niños. Sigilosamente, me salí de la cama y me dirigí
al armario. Ni siquiera me digné a lavarme la cara, mucho menos a ducharme;
simplemente me vestí, tomé un abrigo (la primavera recién empezaba, por lo que
aún hacía frío) y bajé al primer piso, de dónde saqué las llaves del auto, para
irme al estudio: Se me ocurría cómo podría cantar bien la canción, pero, si no
resultaba, no quería que nadie estuviera ahí para verme fallar…
Sin embargo, cuando llegué al estudio me encontré con que,
por decirlo de alguna forma, me había salido el tiro por la culata: Tré y John
estaban durmiendo en un sofá junto a Chris, uno de nuestros ingenieros de
sonido, quien solía darse vueltas por el estudio de vez en cuando. Haciendo el
menor ruido posible, me dirigí al panel de mezclas. Con algo de suerte, no se despertaban
hasta que terminara de grabar. Coloqué las pistas de Whatsername y encendí el micrófono, para luego correr al interior de
la cabina, respirar profundamente, y ponerme a cantar la maldita canción. Al
principio mi voz no salía con demasiadas emociones, pero, para el final de la
segunda estrofa ya me estaba costando continuar. Tenía los ojos firmemente
cerrados, recordando el rostro de Sarah a la perfección, recordando momentos
juntos, y recordando cómo se había sentido dejar todo atrás para empezar una
vida nueva.
-Nunca volveré atrás,
olvidándote, pero no al tiempo –grité más que canté, ya al final de la
canción, y, recién ahí, abrí mis llorosos ojos, para encontrarme con John y Tré
al otro lado de la cabina, el primero grabando y el segundo mirándome
fijamente. Le devolví la mirada por un par de segundos, para luego salir de la
cabina y dirigirme al baño del lugar, donde me encerré, derramando un par de
lágrimas que detuve rápidamente. Había sido la emoción de cantar eso, nada más…
-Billie, ¡eso fue genial! –me felicitaba Tré desde el otro
lado, un par de minutos después.- ¿Estás bien ahora?
Respiré profundo.
-Sí, estoy bien –contesté-. ¿Qué mierda hacen aquí?
Se rió.
-John y yo íbamos a irnos, pero llegó Chris, y hace tiempo
que no bebíamos juntos, así que los tres fuimos a comprar tragos y nos quedamos
toda la noche celebrando –respondió-. Ya, sal de una vez, para llamar a Mike y
empezar a mezclar este maldito disco.
Marzo terminó, dando paso a un abril más cálido. El disco
ya estaba casi listo, bastaba afinar unos detalles, pero estaba asegurado que
estaría todo listo cuando llegara el verano, junto al cual comenzaríamos a
trabajar en todo lo que fuera promoción. Nos íbamos a tomar libre hasta junio,
ya que después se nos venían una serie de shows para promocionar el disco antes
que saliera, y, probablemente, eso consumiría todo nuestro tiempo…
Y así fue. El verano había llegado, y también había pasado,
más rápido de lo esperado. El disco saldría en septiembre, y, tras haber
lanzado un video, se estaba convirtiendo en uno de los más ansiados, cosa que
no pasaba desde Insomniac, cuando
todos esperaban algo que fuera como Dookie.
En fin… Era agosto, y las temperaturas comenzaban a
descender nuevamente. Me encontraba en mi living, viendo una película con
Addie, aprovechando que los niños estaban en casa de mi madre; Addie los había
dejado ahí antes de irme a buscar al aeropuerto hacía un par de horas, que fue
cuando llegué de unos conciertos que habíamos hecho. La película en sí me tenía
más que atrapado: Era acerca de una pareja. Ella se había sometido a un
tratamiento que le permitía olvidar al tipo completamente, y, al descubrirlo,
él decide someterse a lo mismo… Y, a lo largo del borrado, él ve todos los
buenos y malos momentos vividos con ella, y se da cuenta que los recuerdos son
demasiado importantes como para borrarlos, que quiere guardarlos, que la ama
demasiado como para dejarla ir así como así…
-¿Te harías esto? –me preguntó Adrienne, ya al final, en un
susurro.
La respuesta honesta era un sí. Estaba harto de seguir
sufriendo por Ella, siendo que no me
amaba, al contrario de lo que les pasaba a los tipos en la película. Pero, como
intentaba mostrarme maduro ante la existencia de mi ex novia, mi respuesta fue
otra:
-Por supuesto que no. Si pasó, fue por algo. De toda
experiencia, por mala que sea, se aprende algo. De lo contrario, terminas
cometiendo los mismos errores, otra vez… Como estos tipos, que se volvieron a
encontrar, y volvieron a estar juntos, siendo que la primera vez decidieron que
eso era un error garrafal.
Extrañamente, encontraba que eso era tan cierto como el que
sería bueno borrar a Sarah de mi cabeza. No obstante, no pude seguir pensando
mucho en esto, ya que el teléfono de la casa sonó. Perezosamente, me separé de
Adrienne y me estiré, para tomar el teléfono.
-¿Aló?
-B… ¿Billie?
-Sí, ¿quién habla? –respondí y pregunté, extrañado.
-S… Soy yo… Mi… Mike.
Me asusté. La voz de mi amigo sonaba horriblemente.
-Mike, ¿estás bien? –le pregunté, parándome de un salto.
-No… ¿Pue…? ¿Puedes venir?
Addie me preguntaba (sólo moviendo los labios) qué pasaba.
Le hice un gesto que demostraba que no tenía idea.
-Por supuesto, voy enseguida… -Colgué.- Mike me necesita.
Llegué en un tiempo récord a la casa de mi amigo, sin
siquiera preocuparme ante la posibilidad de que Ella estuviera ahí. Estacioné en la acera y toqué el timbre. Sin
siquiera preguntarme quién era, Mike me abrió el portón del auto, el cual
atravesé corriendo, para llegar a la puerta principal, que encontré
entreabierta. Entré y corrí al living, donde encontré a mi amigo sentado,
cabizbajo y llorando en silencio.
-Mike, ¿qué pasó? ¿Por qué lloras? –pregunté, sentándome a
su lado.
Mi amigo negó y levantó la mirada, mostrándome sus ojos
llenos de lágrimas.
-Se acabó. Sarah se fue.
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