Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, enero 24, 2011

Wake me up when September ends - Capítulo 7: "I don't feel any SHAME, I won't APOLOGIZE."



“Fui a dejar a los niños al colegio. Vuelvo enseguida. Te amo.”
Esa era la nota que le había dejado a Addie aquella mañana del lunes primero de septiembre… Y, pese a lo que había dicho, tras dejar a los niños en el colegio, no me veía capaz de volver a mi hogar.
No era Sarah lo que turbaba mi mente. No. Le había dicho a Addie lo de la boda de Mike, con una sonrisa en mi rostro y todo lo demás. Ella me había creído que estaba bien… Y yo había logrado jugar bien mi rol. Me las había arreglado para no demostrar que aún pensaba en Sarah, podía conversar con Mike normalmente, y hasta era capaz de saludar a Sarah, sin ningún problema. A la vista de todos, yo estaba perfectamente… Pero eso era porque no sabían lo que pasaba por mi cabeza todo el tiempo.
Todas las noches, después de mis obligaciones de pareja y antes de dormir, me permitía pensar en Sarah. En su rostro, en su sonrisa, en su risa… En todo. Y, para cuando finalmente me quedaba dormido, terminaba soñando con canciones que se referían, de un modo bastante obvio, a ella. La más reiterativa era una que llegaba a agradarme, Cigarettes and Valentines. “No quiero irme a casa, no quiero el beso de las buenas noches; paralicemos este momento hasta que se muera”. Siempre que me quedaba recordando el tacto entre mi mano y su rostro, soñaba con esa canción… Era buena. Sí…

Mi problema era que era la única canción buena del disco. Y, pese a ser incapaces de decírmelo en voz alta, Mike y Tré estaban de acuerdo con eso. O algo así. Por su forma de actuar, llegué a la conclusión que la veían como la canción menos mala que llevábamos. Mi teoría era que Sarah le había contado a Mike lo del vestíbulo, y que por eso a él no le gustaba. Pero Tré… Quizás era yo el que tenía mal gusto, y la canción era realmente mala.
En fin, debido a estas opiniones ocultas (ya que nunca me decían nada), me encontraba bastante inseguro respecto a mis canciones. No me sentía capaz de mostrárselas, ni a ellos ni a nadie, ya que no pensaba que les gustaría. En el mejor de los casos, les agradaba lo suficiente como para no oponerse tanto a grabarlas, y yo me sentiría sólo levemente deprimido. Pero ese “levemente” podía fácilmente convertirse en un “excesivamente”, si teníamos en cuenta cómo estaba mi vida. Con Addie iba todo bien, sí… Pero en mi cabeza todo estaba a punto de irse a la mierda.
Vi la hora: Diez de la mañana. Llevaba más de una hora sentado en una banca de una plaza cercana a la escuela. Boté el vaso desechable del café que había estado tomando hacía un buen rato y me subí al auto, sin haber aclarado nada de las ideas que tenía en la cabeza. Para colmo, no dejaba de pensar en canciones de Devo, por culpa de un día que me había pasado ordenando discos y escuchándolos, en búsqueda de inspiración.
Tras un corto viaje, llegué a casa. Addie se encontraba en la mesa del comedor, ordenando unos papeles, probablemente relacionados con la tienda de ropa que quería abrir con gente de la disquera que teníamos con Jason White, Adeline. No me sintió llegar, por lo que, cuando la abracé por la espalda y le di un beso en la mejilla a modo de saludo, se sobresaltó.
-Te demoraste –comentó.
-Estoy extremadamente bloqueado, creí que salir un rato me ayudaría. –Me miró, fijamente, causando que yo suspirara.- No fue así.
Me dio un beso en los labios.
-Ya te inspirarás.
Negué.
-El problema es que hoy nos juntamos a ver qué hacemos con el disco, y quería llevar por lo menos tres canciones geniales para arreglarlo hoy y poder publicarlo el otro mes como estaba previsto –me expliqué-. Si no llevo nada, tenemos que lanzar lo que tenemos y… Mierda.
Mi esposa me lanzó una mirada que no logré interpretar, por lo que la miré, curioso, pidiéndole que me dijera más. Tras unos instantes más de silencio, en los cuales ella parecía meditar si hablaba o no, bajó la mirada y dijo:
-Estás tan bloqueado últimamente, y sufres tanto cuando te tienes que ir de gira y todo eso… ¿Realmente quieres seguir en la banda?
Sabía que debía asentir. Sabía que debía ser capaz de decir “sí, Addie, Green Day es mi vida y no sé qué haría sin la banda”. Pero no podía. De verdad que no. Había considerado la opción varias veces, de verdad que sí… Pero no me veía capaz de hacerlo tampoco. Me daba más miedo dejar la banda que la sensación de horror que me invadía cada vez que tenía que mostrar una canción. Fue así que acabé por encogerme de hombros.
-Creo que lo sabré después de este disco. Más me vale que se me ocurra alguna canción buena hoy.
Desgraciadamente, a lo largo de la mañana no se me ocurrió absolutamente nada, y, para cuando llegué al estudio a las tres, me encontraba al borde de un ataque de pánico. No quería verles las caras a Mike y a Tré cuando les dijera que no, que no tenía nada mejor, que teníamos que quedarnos con lo que había y lanzar eso como un disco. Y lo peor era que el único título que se me ocurría era “Cigarettes and Valentines”. Mike se iba a poner furioso. Lo presentía.
Vi por el espejo retrovisor cómo el auto de Tré se acercaba al estacionamiento del estudio. No me quedó otra opción que bajar de mi auto, asegurarlo y dirigirme al edificio, a paso lento. Me detuve al escuchar un bocinazo de parte de Tré, quien bajaba de su auto.
-¡Hey, espérame! Para que Mike nos regañe a los dos juntos, y ahorrarle saliva.
Forcé una risa.
-Y después tú puedes continuar el regaño hacia mi persona –comenté. Alzó una ceja, sin comprender-. No traigo nada.
Siguió mirándome extrañado mientras se me acercaba.
-¿Por qué iba a regañarte por eso?
-Porque traer las canciones es mi trabajo, y no tengo nada, y el disco es una mierda –me expliqué, con tono de obviedad, al tiempo que abría la puerta del edificio.
Mi amigo abrió mucho los ojos.
-Billie, ¿de verdad crees que nos enojaremos por eso?
Me sonreí y entré, sin decir nada. Tré me siguió, rápidamente.
-Al fin llegaron –comentó Mike, cansinamente-. Era a las dos y media, no a las tres y cuarto, ¿sa…?
-Eso no importa ahora –lo interrumpió Tré, al tiempo que yo me dejaba caer en un sofá y él se paraba frente a mí, entre dolido y molesto-. Billie cree que nos enojaremos con él si no trae canciones.
Mike me miró sorprendido.
-¿De verdad? –me preguntó.
Revoleé los ojos.
-¡Pero si eso es lo que hacen! Siempre que sufro de un bloqueo, me evitan todo el día, hablan de mí a mis espaldas y, cuando al fin les traigo una canción, la tocan de mala gana.
Mis dos amigos intercambiaron una mirada de sorpresa.
-Billie, ¡no hacemos ninguna de esas cosas! –exclamó Mike.
Tré negó.
-No mientas, Mike –murmuró-. Sí, Billie, te evitamos, pero es para darte espacio, para que no te sientas presionado. Y no hablamos mal de ti a tus espaldas, simplemente nos preguntamos si estarás teniendo problemas con Adrienne o hay algo más detrás de tu bloqueo. Estamos aquí para apoyarte, y sabemos que la música no sale de la nada, y que no siempre saldrá algo fantástico, pero eso nos da igual. Estamos contigo… Y nunca hemos tocado algo que tú nos has traído de mala gana…
Solté una única e irónica carcajada.
-No mientan. Los he visto tocando. No lo hacen con energía, ni…
-Eso es únicamente porque ni tú te crees las canciones –me cortó Mike-. Si tú trajeras algo de lo que estuvieras totalmente seguro, te seguiríamos ciegamente, como siempre lo hemos hecho. El problema es que ahora tus canciones son vacías. No estás diciendo nada con ellas, simplemente… No sé. No quieres sentir.
-¡Claro que no quiero sentir, Mike! –solté al fin- Me da miedo lo que se me pueda llegar a salir.
Ambos nos quedamos mirando en silencio, y eso bastó para dejar en claro que me refería a Sarah y a mis posibles sentimientos hacia ella.
-No me importa lo que se te llegue a salir –murmuró Mike al fin-. Me importa que te expreses, porque, si no lo haces, te conviertes en un total imbécil, y lo sabes.
-Entonces díganmelo.
-Te lo diríamos, pero ya te estás comportando como un total imbécil, así que, probablemente, nos mandarías a la mierda.
No dije nada. Y tampoco lo hizo el bajista. Aprovechando, Tré intervino:
-Miren… El disco que tenemos no es una total mierda, pero todos sabemos que podemos hacer algo mejor, ¿no? –Mike y yo asentimos.- Lo que necesitamos es un nuevo comienzo, ventilar ideas… Tocar muchas cosas de diferentes estilos para estar más frescos. Por ejemplo… Billie, ¿qué has estado escuchando últimamente?
Reí.
-Devo.
Tré y Mike me miraron y también se echaron a reír.
-Bien. Podríamos hacer unas cuantas canciones con el estilo de Devo. Sólo para experimentar. De hecho, creo que varias canciones de nuestro disco sonarían mejor con ese estilo, porque, quizás, las pensaste así.
Asentí, quedamente.
-Pero Tré, ya tenemos el disco listo, Reprise no nos dejará retrasarlo sólo porque quizás se nos ocurran canciones mejores –comentó Mike.
-Eso es cierto, mi querido Michael –concordó Tré, alejándose de nosotros y dirigiéndose al panel de grabación, de donde sacó varias cintas-. ¿Quieren empezar desde cero?
Mike y yo asentimos al mismo tiempo…
Y soltamos un grito al ver que Tré tiraba las cintas al suelo y las pisaba, fuertemente.
-¡¿TRÉ, POR QUÉ HICISTE ESO?! –grité.
-¡TODO EL DISCO ESTABA AHÍ! –añadió Mike.
-No me avergüenzo y no me disculparé –dijo Tré, en un tono calmado de voz-. Debimos haber hecho esto hace un buen tiempo. No se preocupen, denunciaremos las cintas como robadas y todo estará bien. Confíen en mí.
Mike y yo intercambiamos una mirada.
-¡¿Estás loco?! –inquirió Mike al fin.
-Sí, igual que ustedes –respondió el baterista, con una sonrisa-. Ya, tengo ganas de hacer canciones con estilo de Devo, así que pongámonos a trabajar.
No pude evitar soltar una risa nerviosa.
-Tré, ¡no podemos lanzar un disco así!
-No como Green Day –dijo él-. Tengo una idea bastante loca en mente, y creo que les gustará.

Lamentablemente, firmé un contrato para no discutir los siguientes meses con nadie. Sólo les diré que la pasamos bastante bien, resolvimos nuestras diferencias (es decir, los chicos volvían a decirme si no estaban seguros de una canción, y yo volvía a mostrarles todo sin dudar) y lo que hicimos involucraba máscaras ridículas. Aparte de eso, no puedo decir absolutamente nada más.

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