Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

jueves, enero 20, 2011

Wake me up when September ends - Capítulo 6: Now I wonder about my FRIEND.



La lluvia caía fuertemente en ese lado de Oakland, sin importarle que fuera verano, sin importarle que la mitad de la ciudad estuviera en la playa… Sin importarle que yo me encontrase sentado sobre el capó de mi auto, estacionado en medio de la nada, dejando que la lluvia me empapara.
Estornudé. Llevaba un buen rato ahí, por lo que ya tenía bastante frío, y algo me decía que me había ganado un buen resfrío. Pero no me importaba. Si eso era lo que necesitaba para darme cuenta que era una terrible persona, y que lo correcto era sentirme feliz por Mike y Sarah, estaba bien, y valía la pena.
Miré al cielo. Estaba oscuro, más que nada por la cantidad de nubes que cubrían por completo la luna y las estrellas. Ya eran cerca de las diez de la noche, y aún no me sentía capaz de volver a casa. No, aún no. De partida, a mí me correspondía anunciar la gran boda a Adrienne, y no me sentía capaz de fingir la felicidad requerida. Debía sentirme verdaderamente feliz para ello, o, por lo menos, lo suficientemente bien como para recordar la felicidad, y así imitarla correctamente. Porque, pese a no sentirme destrozado ni nada por el estilo, me sentía triste, perdido… Y sí, también me sentía solo. Y había estado todo el día analizando esas emociones: Por qué las tenía, cómo modificarlas, cómo controlarlas… Por qué dolía tanto la imagen mental de Sarah en un vestido de novia.

Y pese a ser la sensación más obvia, el análisis de la tristeza era el responsable de que hubiese estado aquí todo el día. Amaba a Sarah, pese a llevar años negándolo, y eso tenía un fácil arreglo: No amarla más. Sabía que me sería imposible, por lo que, inmediatamente, me puse a ingeniar un plan B, consistente en ignorar ese sentimiento por completo. No se me ocurría ningún motivo para no poder hacerlo; lo había hecho antes en el pasado, me limitaba a no pensar en ella y a enfocarme en Addie, o en lo que estuviese viviendo en ese instante. Era bastante simple...
Excepto que me encontraba viviendo en un tiempo en el que ella estaba aquí, y estaba con mi mejor amigo… Así que, aún si lo intentara, no podía ignorar su existencia por completo. En algún momento, me la cruzaría, o alguien la mencionaría… Y este plan había fallado originalmente por el simple hecho de haberla visto.
Y así era como me habían dado las nueve de la noche, buscando un plan alternativo y pensando en la tristeza, que se veía más que reflejada con la lluvia que caía desde, parecía, las mismas estrellas, bañándome en mi dolor, convirtiéndome en quien era: Un imbécil que era lo suficientemente “inocente” como para creer que el primer amor es único y eterno.
Quitándome un poco de agua de los ojos (o intentándolo, ya que mis manos igual estaban mojadísimas, así que no ayudaron en mucho a mi misión), pasé a la siguiente emoción que, esperaba, me tomara menos tiempo de tratar: La sensación de estar perdido. No tardé mucho en comprender que se debía a que no sabía qué sería de mi vida. O sea, el plan era seguir con Addie hasta el final… Pero un lado de mí estaba harto. Yo quería estar con Sarah. Y, eventualmente, mi esposa se daría cuenta de ello, y me mandaría al a mierda.
El otro motivo que se me ocurría para sentirme perdido era el hecho que sabía que mi vida era tan mierdosa por un malentendido. Y pese a saber cómo arreglarlo, no me veía capaz. Si Sarah era feliz con Mike, yo no debía arruinarlo. Aunque, si de verdad lo amaba, lo que yo le dijera no le afectaría en nada… ¿O sí? ¿Acaso podía ser su amor por Mike igual al mío por Addie?
No, me dije. Sarah es más inteligente y más madura que yo, al menos lo suficiente como para no hacer una ridiculez semejante por el simple hecho de no querer estar sola. No, si ella se casaba era porque lo amaba, y lo amaba de verdad. Así que yo no debía meterme. Debía dejarla ser feliz, sin crearle ni confusiones ni dudas.
Y por eso la sensación de perdido ahora se debía a lo injusto que era el mundo. Yo debía sacrificar mi felicidad, en orden de que el amor de mi vida fuera feliz con mi mejor amigo. ¿Eso era posible en un mundo que, supuestamente, estaba hecho para que todos fueran felices? ¿Estaba bien que yo sacrificara toda mi felicidad en un mundo que, supuestamente, buscaba igualdad?
Pero una idea nueva se me ocurrió, y fue tan grande que fue como si un ladrillo me hubiese golpeado en la cabeza o algo: ¿Realmente toda mi felicidad dependía de Sarah? No, claro que no. Mis hijos me hacían feliz. Mis amigos también. Mi música (cuando salía bien, claro) igual. Y Addie también me hacía feliz. O, al menos, junto a todo lo anterior, lo suficientemente feliz como lo sería estando con Sarah. No necesitaba a mi ex novia, sólo necesitaba recuperar todas las cosas que me hacían feliz en su lugar. A Addie y a los niños ya los tenía. Sólo me faltaban Mike y mi música.
Mike… ¿Cómo estaría? ¿Celebrando por estar por casarse? ¿O igual se deprimiría preguntándose por mí?
Fue ahí que me decidí. Iría a pedirle disculpas a Mike, a felicitarlo por su matrimonio, y recién ahí me devolvería a la casa, ya que, en teoría, si lograba disculparme con Mike, sería capaz de demostrar felicidad al anunciar a mi esposa que mi mejor amigo se casaba. Era hora de madurar. Era hora de despertar de aquella pesadilla en la que me sentía atrapado, y para eso debía deshacerme de todo lo que me hacía sentir tan mal. Y no hablar con Mike me tenía en un estado peor del imaginable. Lo extrañaba. Y mucho. Por lo que me tragaría el enojo y todo lo que sentía en su contra, e iría a perdonarlo por casarse con Sarah, y a disculparme por mi comportamiento.
En ese instante, la lluvia se detuvo. Me paré, me estrujé las ropas y el cabello y entré a mi auto, sin importarme mojar el asiento del conductor. Encendí el motor, y, mientras se calentaba, saqué mi celular, para marcar el número de Mike, que, por primera vez, no se encontraba en la lista de más llamados.
Tardó varios tonos en contestarme, pero, finalmente, lo hizo.
-¿Billie? –preguntó.
Sonaba ansioso.
-¡Hola, Mike! –saludé, en un tono de voz que salió un tanto apretado por el frío, pero bastante alegre para ser yo- Creo que sería bueno que habláramos, ¿no?
Algo me dijo que mi amigo se puso más que nervioso.
-Sí, sería bueno. ¿Quieres venir?
-Sí… ¿Puedo ir ahora, verdad?
-Claro. Te espero.
Cortamos e, inmediatamente, me dirigí a su casa. Tardé bastante en llegar porque… Bueno, la verdad es que no tenía idea de dónde estaba originalmente. Cuando finalmente llegué, eran casi las once de la noche, y ya no llovía. Seguía nublado, pero no tanto, y ya podía verse una que otra estrella en el firmamento. Dejé el auto en la acera (en caso de que me fuera mal, quería poder irme rápido de ahí), y caminé hasta el portón, para tocar el timbre.
-¿Aló? –preguntó una voz en el citófono.
Estornudé.
-Hola, Mike. Soy yo, Billie –saludé.
Mi amigo silbó.
-¿Y ese estornudo?
-Nada serio, sólo déjame pasar –le pedí, sonriendo aunque no pudiera verme.
Al igual que Tré, Mike me abrió el portón para autos, y no me quedó otra opción que entrar por ahí caminando. No tardé en llegar a la puerta principal, estrujando un poco más mis ropas en el camino. Mike me abrió apenas toqué la puerta por primera vez con mis nudillos.
-¡¿Qué te pasó?! –me preguntó, al verme.
-¿Por qué? ¿Tengo algo?
-¡Estás empapado!
Torcí una mueca.
-Me quedé pensando un rato bajo la lluvia… Creo que fue mucho rato.
Abrió muchísimo los ojos, analizándome bajo la luz del pórtico.
-Mejor pasas y te pones algo de ropa seca.
Reí, irónicamente.
-Mike, tu ropa me queda gigante. Da igual. Total, tengo el trasero seco, así que no mojaré tus sillones si no me apoyo en el respaldo.
-Ok…
Apenas entré me di cuenta que mi amigo se sentía incómodo, y me extrañé al sentir cierto nivel de ansiedad que no tenía origen alguno. Luego me di cuenta que se debía a que no sabía cómo reaccionaría de llegar a encontrarme con Sarah en el living. Por suerte, no estaba ahí, así que me limité a sentarme en el sofá que me parecía más feo, y me aseguré de no apoyarme en el respaldo. Mike se sentó frente a mí y se quedó mirándome, dejando en claro que tendría que ser yo quien rompiera el silencio.
-Así que… Tú y Sarah se casan –comenté. Él asintió, lentamente. No pude evitar notar cómo movía su brazo en una posición que le sería útil para defenderse en caso de que me tirara sobre él a golpearlo.- Felicidades.
Esto no se lo esperaba, ya que me quedó mirando sorprendido.
-Gracias –dijo al fin-. Estás… ¿Estás bien con eso?
Decidí ser honesto, y negar.
-Pero no estoy mal. No estoy sufriendo. Sé que la amas y si… Y si eres feliz con ella… Bueno, eso debería bastarme, y lo hace. Estoy feliz por ti.
Hasta yo me sorprendí por mis palabras. De verdad. Es que… No sonaba como algo que yo diría. Y por su cara, supe que Mike concordaba.
-¿De verdad? –preguntó, tras una pausa.
-Sí. De verdad. Te lo mereces. Yo… Perdí mi oportunidad.
Nuevamente, me vi sorprendido por lo que decía. Mike soltó otro silbido.
-Te pierdo de vista por unas cuantas semanas y maduras de la nada.
Nos miramos, de un modo un tanto incómodo y, sin más, nos echamos a reír. Y reímos por un buen rato. No sé de qué nos reíamos tanto, quizás era sólo una reacción involuntaria ante la sensación de comodidad que tanto había extrañado al estar con Mike. Sí, iba a casarse con el potencial amor de mi vida. Pero era mi amigo. Mientras no se pusiera a hablarme de Sarah ni de su situación como pareja, estaríamos bien. Sí…
Fue entonces que la puerta principal se abrió.
-¡Amor, llegué! –exclamó una voz femenina desde el vestíbulo.
Instantáneamente, dejamos de reír. Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda y vi cómo Mike palidecía rápidamente. Respire profundamente y me eché hacia atrás. Me detuve justo antes de tocar el asiento con la espalda, al recordar que no podía hacer eso por lo mojado que estaba.
-Hola, Sarah –saludó Mike.
Fue ahí que ella entró al living, un tanto extrañada por el tono de voz de mi amigo… Y fue entonces que me vio. Con un gran esfuerzo, torcí la comisura de mis labios en una especie de débil sonrisa. Ella trató responderme el gesto, pero lo único que salió, al igual que en mi caso, fue un intento de sonrisa.
-Hola, Billie –dijo ella, apenas mirándome a los ojos.
Y, de un modo más natural del que me creía capaz, dije:
-¿Tan trabajólica eres que llegas tan tarde?
Quedó mirándome fijamente por un par de segundos, tras los que miró a Mike, quien sólo se encogió de hombros, con una especie de sonrisa torcida. Volvió a mirarme, ahora directamente a los ojos… No estaba listo para eso, por lo que tuve que ser yo quien bajara la mirada esta vez.
-Estoy tomando más sesiones de lo usual para poder tomar vacaciones decentes el próximo año… -se explicó.
Asentí.
-¿Para tener una luna de miel decente? –me atreví a preguntar, ahora sin ni siquiera mirar a Mike, quien respondió:
-En parte.
Nos encontrábamos en medio de un silencio un tanto incómodo, cuando un celular comenzó a sonar en otra habitación, causando que Mike se parara de un salto.
-Estelle iba a llamar hoy –se explicó, corriendo a la otra habitación, dejándonos a mí y a Sarah solos.
Comprenderán que nos quedamos en silencio. Ella pasó a sentarse en el lugar de Mike y, tras reunir fuerzas, me digné a mirarla. Se veía hermosa, como siempre… Me regañé por fijarme en ello, claro está, y pasé a intentar encontrar las palabras correctas para iniciar una conversación decente. Al final, fue ella quien lo hizo por mí:
-¿Por qué estás tan mojado?
Torcí mis labios en una pequeña sonrisa. Al menos ahora sí me salía una sonrisa decente, ¿no?
-Porque necesitaba pensar, y me quedé bajo la lluvia.
Suspiró.
-Sigues igual.
-Por supuesto que sí.
Silencio.
-¿Sabes? Mike tiene la idea de que aún sentías cosas por mí, y que por eso te habías desmayado cuando me viste. Qué idiotez, ¿no?
Volví a bajar la mirada.
-Sí… Una idiotez.
Supe al instante que ella había notado que mentía, y que de verdad aún sentía cosas por ella. Pero, por el bien de todos, ella decidió ignorar este hecho y pasar a otra pregunta.
-¿Cómo va el disco?
-Mal. Supongo que Mike también te habrá comentado eso.
Un dejo de amargura tiñó mi voz. Sacudí la cabeza, en un intento de despejar eso. Había decidido ser maduro y estar feliz por Sarah y Mike, así que no podía dejar que mis verdaderos sentimientos salieran a la luz.
-Sí, algo dijo.
Me digné a mirar la hora, y vi que ya eran pasadas las once y media. Si quería que Addie no se enojara, debía llegar antes de medianoche, así que me paré.
-Mejor me voy, mi esposa me debe estar esperando.
El rostro de Sarah se contrajo en una expresión que no logré descifrar. Mejor dicho, lo logré, pero no lo creí. No, esos no eran celos. Debían ser otra cosa. Pero no sabía qué podían ser.
-Te llevo a la salida –murmuró ella, poniéndose de pié.
Y así nos fuimos al vestíbulo, en el cual nos quedamos mirando, sin saber qué hacer para despedirnos. Antes de que se me ocurriera algo, solté un estornudo, causando que a ella se le escapara una risa. Y fue en ese instante que flaqueé, que me di cuenta que necesitaba acercarme a ella, que necesitaba tenerla en mis brazos, besarla, tocarla, lo que fuera. Simplemente tenerla tan cerca como Mike la tenía todos los días…
Tardé un poco en percatarme que me había empezado a acercar a ella. De hecho, de no ser porque retrocedió un paso, no me habría dado cuenta nunca. Tardé un poco más aún en darme cuenta que la expresión en su rostro era rara, como si tuviera miedo. Suspiré.
-No, no he cambiado nada… Así que es obvio que mis sentimientos tampoco han cambiado –decidí admitir-. Sigo sintiendo cosas por ti, Sarah.
No me dijo nada. Simplemente se quedó mirándome, fijamente, ahora con tristeza.
-¿Eres feliz con Mike? –le pregunté, tras sostener su mirada por un rato.
-Sí. Sí lo soy.
-¿Lo amas? –Bajé la mirada apenas hice esa pregunta, avergonzado.
Y, tras una corta pausa, respondió:
-Sí. Y mucho.
Me forcé a levantar la mirada. Quería memorizar cada rasgo suyo, quería ser capaz de recordarla perfectamente antes de dormir, y así poder soñar con ella cada noche. Quería poder imaginar cómo serían sus expresiones a la perfección y, para eso, necesitaba conocer su rostro completamente.
-Entonces no me meteré en nada, y los dejaré ser felices –susurré.
Sin contenerme, le acaricié el rostro, rápidamente, sostuve la mirada un poco más, y me fui, decidido a no volver a perder el control de esa forma, decidido a informarle a Addie con una sonrisa que mi mejor amigo iba a casarse, decidido a saludarla como si no hubiese estado a punto de besar a mi ex novia…
Decidido a ignorar la mirada de ansiedad que Sarah me lanzó al tocar su rostro… Y más que decidido a pensar en ella antes de dormir.
Antes de subir al auto, me digné a mirar al cielo. Ya no había nubes, y las estrellas brillaban sobre mí. Tomándolas como un augurio de que todo iría bien, me subí al auto y me fui.
Si tan sólo no hubiese sido tan ingenuo como para creer que realmente podría controlar mis sentimientos.

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