Tweet
Su rostro se veía angelical. De no ser porque se encontraba
dentro de un ataúd, jamás se me habría pasado por la cabeza que no estaba durmiendo,
si no que había cerrado sus ojos para siempre.
-Nunca lo vi así –comentaba Tré, a mi lado, susurrando-. Se
ve… Tranquilo… En paz. Como si al fin toda su vida estuviera de maravillas.
No pude evitar sentirme mal al decir:
-Yo sí. Cada vez que estábamos solos después de… Bueno, ya
sabes.
Tré se sonrió.
Nos encontrábamos, como habrán podido inferir, en el
velorio de Jesus. Estaba lleno de gente y me encontré con que, sin contar a
Celeste, no conocía a nadie. Genial. Absolutamente genial.
Nos quedamos mirando el cuerpo un poco más, tras lo que
dejamos la corona de flores que habíamos llevado junto a las demás, para así,
finalmente, sentarnos. No mucho después, comenzó a sonar una música. Tanto Tré
como yo nos removimos incómodos al reconocer la canción como Christie Road.
Apenas terminó, Celeste se paró ante el estrado. Habló un poco de Jesus, de lo
genial que era, de lo buen profesor que había sido, del gran amigo que era...
Tré se puso a llorar a la mitad de esto, pero yo no. Ya había llorado suficiente.
Terminó de hablar, y, con esto, comenzó a sonar “Take on me”, de A-Ha.
-Odio Ah-Ha –había
comentado Jesus durante el primer baile de nuestro segundo año de secundaria.
-De aquí a diez años
vas a amarlo –le respondí yo, riendo.
No pude evitar sonreírme, al tiempo que seis hombres se
paraban y se dirigían al ataúd, para llevarlo al auto de la funeraria. Ya eran
las dos. Tristemente, no podía ir al funeral, ya que le había dicho a Addie que
llegaría a almorzar, por lo que los seguí junto a Tré hasta la salida del salón
en que lo velaban, para ver cómo todos los demás invitados se ponían de pié,
para irse a sus autos y seguir el ataúd. Me sonreí al ver que la mayoría de los
hombres iba de la mano… Luego recordé lo solo que se sentía Jesus. Si toda esta
gente era su amiga, el pobre debía sentirse más solo aún, al verlos a todos en
pareja, felices, y demás.
De algún modo, desvíe mi mirada, para terminar por posar
mis ojos en una pareja que conocía: Era un hombre alto y de cabello rubio, e
iba de la mano de una mujer más baja que él, de cabello castaño y largo: Mike y
Sarah. Miré a Tré, molesto.
-También eran sus amigos, tenían el derecho a venir –se
excusó.
-Lo sé, pero… -Negué.- No soporto verlos, Tré, no lo
soporto.
Mi amigo torció una sonrisa.
-Mike está preocupado por ti, ¿sabes? Lo llamé ayer para
decirle que estabas vivo, y se la pasó preguntándome cómo estabas. No es que no
se sienta culpable, pero…
-Pero tiene el derecho a ser feliz, sí, lo sé –mascullé.
Tré me miró, entristecido.
-¿Y por qué no se lo permites entonces? Eres como su
hermano, te necesita, y no estás ahí para él. Creo que nunca lo había visto tan
miserable como ahora. Al fin está con el posible amor de su vida, pero no puede
disfrutarlo porque tiene miedo de quedarse sin trabajo, sin mejor amigo… ¡Tiene
miedo que ella lo deje, porque no está siendo buen novio porque se preocupa
mucho por ti! ¿Por qué no lo dejas ser feliz?
Suspiré.
-Porque no soy tan buena persona aún, Tré. Porque no soy
tan bueno.
Me quedó mirando, como si no comprendiera mis palabras, o
como si no supiera si darles mucha importancia o no. Lo que era yo, les daba
demasiada importancia, porque lo sentía así: Me sentía malo por no querer que mi amigo fuera feliz, me sentía malo porque
hacía sufrir a mi esposa, y me sentía más malo aún porque sabía que todo mi
matrimonio era una especie de farsa, lo que haría sufrir a mis hijos. Pero no iba
a explicarle eso a Tré. No. Sólo le dije “adiós”, me volteé y me fui a mi auto,
para irme a mi casa, sin dignarme a devolverle la mirada que Mike me lanzaba a
la distancia.
Ese día fue bastante normal. Addie me preguntó cómo había
estado el velorio, le dije que bien, para ser un velorio. No me preguntó quién
era el amigo que había muerto, por lo que deduje que ella había asumido que era
alguien de mi adolescencia o algo así. Bastante acertado, en ese caso.
Los días pasaron rápidamente. Tré me iba a ver, me invitaba
a su casa y a salir, todo perfectamente normal… Claro que cada vez que nombraba
a Mike o a Sarah yo le echaba una mirada de odio que lo hacía callar de
inmediato, y convertía el resto de nuestra tarde en algo extremadamente
incómodo, pero él debía entender de alguna manera que aún no estaba cómodo con
el tema, y que, probablemente, nunca lo estaría por completo.
-¿Has compuesto algo?
Era una tarde de agosto. Nos encontrábamos en mi patio,
viendo como los niños y Addie nadaban en la piscina. Con Tré acabábamos de
salirnos, ya que él tenía que irse luego, y yo quería salir a caminar. Estaba
extremadamente bloqueado, y caminar siempre había ayudado a ello.
-No mucho. Y lo que he compuesto es mierda.
Tré suspiró.
-En el fondo es mejor así, al menos hasta que puedas hablar
con Mike.
Torcí una mueca, pensando que no volvería a hablar con Mike
nunca, a menos que fuese extremadamente necesario.
-Sí… ¿Cómo va todo con Claudia?
Negó.
-Mal. O sea, podemos hablarnos y todo normal, pero… No hay
chispa –murmuró-. Me tiene harto, no sé qué hacer.
Otra mueca de mi parte.
-¿Lo han hablado? –Asintió.- ¿Y qué piensa ella?
-Que si no logramos solucionarlo, deberíamos terminar todo…
-Volvió a negar.- No quiero divorciarme otra vez.
Sonreí, tristemente. Tanto Tré como Mike habían sufrido
bastante con su primer divorcio, por lo que era más que obvio que mi amigo no
quisiera vivirlo otra vez.
-Lo superarán –lo consolé, intentando sonar convincente.
-Ojalá. No soportaría hacerlo esto a Frankito…
Un tanto más alicaído que como había llegado, Tré se fue en
su auto. Yo lo hice salir y todo y, tras avisarle a Addie que volvería luego,
salí a dar una vuelta, pensativo.
Por primera vez en mi vida, estaba considerando,
seriamente, dejar la banda. No podía mirar a la cara a mi bajista, ¿cómo íbamos
a juntarnos a armar canciones, tocar y demás? En el mejor de los casos, lograba
ser lo suficientemente profesional como para trabajar con él, pero, de ser así,
la química se veía comprometida e, inmediatamente, dejaríamos de ser el grupo
unido que siempre habíamos sido, y que ya tanto nos identificaba.
Sabía que habían dos únicas soluciones: Que Mike y Sarah
terminaran, o que yo aprendiera a vivir con esa relación. No me creía capaz de
vivir con la relación, y sabía perfectamente que Mike no iba a terminar con
Sarah por nada del mundo. Y algo me decía que Sarah tampoco iba a terminar con
él, al menos no en un futuro cercano.
Recordé a Jesus, y el cómo me pedía que me fuera con Sarah
de una vez, que fuera f eliz. ¿Cómo podía él ser tan altruista? ¿Cómo podía
descuidar tanto su propia felicidad por mí? ¿O acaso eso era lo normal, y yo
era un egoísta de mierda?
Por primera vez, me puse en el lugar de Sarah. ¿Sería feliz
ahora? ¿O seguiría sufriendo tanto como cuando nos separamos? ¿Sufriría lo
mismo que yo cada día? ¿Sentiría ese desgarro interno al despertar cada mañana
junto alguien que no era yo?
Me detuve en medio de una calle vacía. Cerré los ojos y
dejé que todo lo que sentía fluyera en mi interior…
Pero no pasó nada. No sentí la urgencia de correr a un
papel a escribir, no escuché ningún tipo de melodía en mi cabeza, nada,
absolutamente nada. Suspiré, y comencé a caminar de vuelta a mi casa. No había
ido muy lejos, así que no tardé nada en llegar.
-¿Alguna novedad? –le pregunté a Adrienne al entrar.
Antes de que mi esposa pudiera responder, llegó Joey
corriendo.
-¡Papá, papá, se me salió otro diente! ¡¡Va a venir el hada
de los dientes!! –gritó, ahora corriendo alrededor mío en círculos.
-¡Qué bien! –exclamé yo, tomándolo en brazos cuando pasó
frente a mí, para darle un beso en la frente y volver a dejarlo en el suelo.
No pasó mucho ese día, y, a la noche, tras cumplir mis
obligaciones de pareja, caí dormido profundamente. No soñé nada, ni raro ni
normal, y desperté más que descansado al día siguiente. Hice el desayuno para
todos, y, decidido a, por lo menos, componer una canción ese día, me fui a mi
estudio en el sótano.
No había ni elegido una guitarra, cuando llegó Addie al
sótano.
-Amor, te llama Tré.
Extrañado por recibir un llamado de mi amigo tan temprano
(aún no era mediodía), subí al primer piso, donde Addie me esperaba con el
inalámbrico en su mano. Lo recibí y volví al sótano.
-¿Tré?
-Billie, tengo que hablar contigo.
Para mi sorpresa, Tré sonaba nervioso y contrariado, como
si no estuviera seguro que hablar conmigo era lo correcto.
-Claro, dime qué pasa.
-No, no, tiene que ser en persona.
Me quedé mirando extrañado al teléfono.
-¿Pasó algo con Claudia? –le pregunté.
Mi amigo rió, irónicamente, en la otra línea.
-No, nada. Pero tengo que hablar contigo, y prefiero
hacerlo en persona.
Suspiré.
-Ok, ok, ¿dónde quieres que nos juntemos?
Se tomó un par de minutos antes de darme la respuesta.
-Ven a mi casa a eso de las tres.
-¿A las tres? ¿Por qué no ahora?
-Es mejor así.
-¿Seguro?
-Sí. Tranquilízate.
Me extrañó que me pidiera a mí que me tranquilizara, siendo
que era él quien sonaba histérico.
-Bueno, te veo a las tres… ¿No es ninguna trampa para que
hable con Mike, verdad?
-No, claro que no. Hasta las tres.
Cortamos la llamada.
Obviamente, no fui capaz de componer absolutamente nada, ni
bueno, ni malo, ya que me la pasé pensando qué podía ser lo que Tré tenía que
decirme. Al final, subí al primer piso a almorzar, a eso de las dos y media, y,
tras comer rápidamente, me subí a mi auto y partí a la casa de Tré, a la cual
llegué a las dos cincuenta y tres. Estacioné en la calle (me demoraría más si
le pedía que me abriera el portón para entrar el auto), me bajé, puse el
seguro, activé la alarma y corrí al timbre, que toqué repetidas veces.
-¿Billie? –preguntó Tré, en un tono ansioso y cansino de
voz.
-Sí, soy yo. ¿Ábreme?
-Claro.
Me abrió el portón para autos. Decidiendo que gastaría tiempo
si lo corregía, entré caminando por ahí. Tré me esperaba en la puerta
principal, y no hizo ningún comentario al respecto, simplemente me hizo pasar,
directamente a su comedor, para dirigirse de inmediato al mueble donde tenía
todos los tragos. Antes de decirme nada, me sirvió un vaso de whisky con hielo.
-Tré, ¿estás bien? –le pregunté, extrañado por esto.
Mi extrañeza aumentó al ver cómo se bebía un shot de tequila de un sorbo, para luego
servirse un whisky.
-Nop. La verdad que no me pasa nada, pero… -Vio mi vaso.-
Bebe un sorbo, por favor.
Sostuve la mirada de extrañeza.
-¿Para qué? ¿Le echaste algo y quieres drogarme?
Negó, rápidamente.
-Quiero que estés un tanto más relajado antes de seguir
hablando.
-Tré, estoy relajado.
Suspiró.
-Sólo bebe.
Encogiéndome de hombros, le di un sorbo al whisky. Era un
tanto más fuerte que el que solía beber, por lo que me estremecí su poco. Tré
volvió a suspirar, ahora con cierto alivio.
-Ok… Tengo una noticia que darte, y no sé qué tan mal te
caerá. Pensé en invitarte a un lugar público, ya sabes, para que no te
desquites conmigo ni nada de eso, pero luego pensé que si te ponías a llorar,
no era una buena idea… –se explicó. ¿Ponerme a llorar? ¿Qué mierda?- Así que,
al final, decidí que lo mejor era que te lo contara todo aquí.
»El motivo por el cual te lo digo yo, es porque tú aún no
quieres hablar con Mike… Y creo que después de esto no querrás hablar con él
nunca más, o, al menos, por un buen tiempo. Así que él me encargó que yo te lo
dijera… Y es por eso que estoy tan nervioso, porque me da miedo tu reacción.
Así que prométeme que no me golpearás.
Alcé mucho la ceja.
-Sabes que si golpeo a alguien, va a ser a Mike. Y tampoco
lo haré, porque me ganaría en una pelea.
-No estés tan seguro. ¿Recuerdas cuando le pegaste el ’94?
¿Cuándo supiste que había estado con Sarah en el ’90?
Había olvidado eso.
-Eso fue diferente: Él se sentía culpable, así que no se
defendió. Dudo que se sienta culpable ahora, porque, de sentirse así, habría
terminado la relación.
-Ojalá fuera así. En fin, ¡promete que no me golpearás!
Revoleé los ojos.
-Lo prometo. Ya, ¿qué es lo que tienes que decirme?
Tré me miró fijamente a los ojos, y pude ver lo mal que se
sentía al tener que ser él quien me decía esto:
-Mike le pidió matrimonio a Sarah anoche… Y ella dijo que
sí.
Sentí que el cuarto se volvía más frío al instante. Sin
pensar, bebí el resto de mi trago, al tiempo que me sentía levemente mareado,
lo que podía o no podía estar relacionado con el alcohol en mi sangre.
Así que Mike y Sarah iban a casarse. Bien. Genial.
Oficialmente, yo estaba cagado.
Extrañamente, la noticia no me había afectado tanto. Quizás
porque ya estaba acostumbrado a que ella ya estuviera con Mike… O, quizás,
porque ya había recibido demasiadas malas noticias en el último par de meses.
Sí, debía ser eso. No podía estar peor, ya no podía sufrir más, así que lo
tomaba como una noticia normal, no tan sorprendente.
-¿Cuándo? –le pregunté a Tré, tras un largo silencio,
durante el cual mi amigo no logró ocultar su alivio ante el hecho que no me
hubiera desmayado ni lo hubiera golpeado.
-¿La boda? –Asentí, sintiendo algo raro en el estómago al
escuchar aquellas palabras.- No tienen fecha aún, pero creo que en algún
momento del próximo año.
Volví a asentir. Miré mi vaso y deseé que tuviera más
alcohol. Apoyé mis brazos con los codos en la mesa, y dejé descansar mi cabeza
en mis manos. Me sentía levemente mareado. Mi mente pasó a pensar, rápidamente,
en Jesus, y en cómo había velado por mi felicidad, aún cuando no me veía.
Levanté la mirada.
-Mi… ¿Mike es feliz? –pregunté.
Tré asintió, confundido por mi pregunta. Bueno, la persona
a la que había llamado mejor amigo, a quien incluso había llegado a llamar mi
hermano, era feliz. Eso debería bastarme, ¿no?
Pero no. No me bastaba.
-¿Qué hay de Sarah? ¿Es feliz ahora?
Esto lo confundió más aún, o eso pensé, porque tardó más en
darme una respuesta:
-No soy yo quien debe contestar eso. Pero creo que sí. Al
menos, así la veo yo.
Respire profundamente, permitiendo que el mareo
desapareciera por completo.
-Gracias por contarme eso Tré. De verdad.
Y sin decirle ni una palabra más, me puse de pié y me fui a
la salida. Apreté el botón que abría el portón, caminé a mi auto, subí, encendí
el motor y apreté el acelerador, para irme rápido de ahí. Quería escapar de
todo, quería desaparecer… Pero toda esta mierda en la que había caído en el
último par de meses era demasiado profunda para ello. Y por eso me enfermaba
tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario