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Tal como me imaginaba, la caja no estaba llena ni de
posesiones ni de juguetes sexuales ni mucho menos: Estaba llena de cartas.
Sonreí al reconocer la desordenada caligrafía de Jesus, aunque lucía como si se
hubiera esforzado en hacerla legible. La tomé y, por ridículo que suene,
comencé a acariciar la hoja, pasando mi dedo cuidadosa y cariñosamente sobre
cada letra. Me acomodé en la banca y me puse a leer:
Querido Billie:
Te
conozco lo suficiente como para saber que te estás sintiendo culpable, que
crees que me maté por tu culpa y toda esa mierda. Así que con esta carta planeo
no sólo librarte de culpas, si no que, de paso, darme la ilusión que vuelvo a
hablar contigo, y que vuelvo a tenerte a mi lado.
No
me maté por ti. Me maté porque me sentía solo… Y me habría sentido igual de
haberte tenido a mi lado. Tu lugar es con Sarah, no conmigo, así que mi
presencia no te bastaría para la felicidad, por lo que estoy un cien por ciento
seguro que, eventualmente, de habernos quedado juntos, te habrías distanciado
de mí, o te habrías aislado por completo, y yo volvería a cometer los errores
del pasado (es decir, dejarte por Syd) y, eventualmente, acabaría solo, ya
fuera física o psicológicamente, lo que nos llevaría a que me matara de todas
maneras. No había nada que hacer, ni para ti, ni para nadie.
En
fin, venía planeando esto desde hace un buen tiempo, quizás desde antes de conocerte
(inconscientemente, al menos), quizás desde poco después de haber terminado
contigo. El punto es que, habiéndolo pensado tanto, me esforcé en no dejar ni
un cabo suelto. ¿Lo conseguí? No lo sé. Espero que sí.
Para
empezar, intenté arreglar las cosas con mi hermano. Nunca me perdonó el haber
abandonado a mi madre, y el no haber sido más activo en todo el plan extraño
que tenían. Ahora él se arrepiente de no haber estado ahí para mí, y yo no
quiero perdonarlo. Pero conseguí algo de él que quiero que tengas, ya que es
tuyo por derecho. Después de todo, estaban destinadas hacia ti…
¿Podría ser lo que creía? Sentí el pulso repentinamente
acelerado.
… Son
las cartas que Sarah te envió. Jimmy aún las conservaba, con la esperanza de
pasártelas alguna vez. No sé cuándo recibirás esto (el no haber averiguado tu
dirección o teléfono fue un error, ya que no tengo idea cómo se las habrá
arreglado Celes para pasarte esto, si realmente eres tú leyendo; si no eres
Billie, si no que Celes, ¡sal de aquí, esto no era para ti!)…
No pude evitar reír ante eso último. Al menos yo sabía que
su amiga no había leído nada… Y menos mal, porque, probablemente, habría
quedado bastante extrañada y confundida.
…
Sólo espero que no sea demasiado tarde, y que aún puedas hacer algo con esto,
ya sea explicarte ante ella, o reconciliarse de una maldita vez. Y lo digo con
el mayor de los celos.
Volví a reír, ahora un tanto más apagadamente. Sabía que él
no quería que estuviera con alguien que no fuera él, pero se notaba que se
había esforzado para velar por mi felicidad. Pasé a la siguiente hoja de la
carta.
También te dejé un
par de cosas más, que descubrirás apenas te dignes a mirar lo que está después
de esta larga y latosa carta, que, probablemente, te dio una jaqueca al
intentar descifrarla. Hice mi esfuerzo para hacerla legible, y para que las
lágrimas no mojaran la tinta. Sigo igual de sensible y llorón que antes.
Me puse a mirar detalladamente el papel y pude notar, en
algunas partes sin escritura, manchas levemente más oscuras, como si hubiesen
caído gotas de algo sobre la hoja. No pude evitar soltar una única lágrima ante
la imagen mental de Jesus escribiendo sobre el mismo escritorio en el que yo le
había dejado una canción, la última vez que lo vi, con gruesas lágrimas resbalando
por sus mejillas.
En
fin, estas pastillas no van a tomarse solas, así que mejor dejo esto hasta
aquí. Te amo. Mucho. Y por eso quiero que, por favor, me prometas que seguirás
en tu búsqueda de la verdadera felicidad, que seguirás buscando tu “auxiliadora
mágica” real (mejor dicho, seguirás intentando recuperarla, porque ya dejamos
en claro que es Sarah), que harás hasta lo imposible por estar con ella de una
vez. Se lo merecen. Es como todo debió haber sido desde un principio, y lo
sabes tan bien como yo. Yo haré lo posible por ayudar desde arriba/abajo/lo que
venga. Digamos que ahora puedes contarme entre tus estrellas de la suerte. Te
amo.
Jesus.
PS: Gracias por haber
cumplido la promesa de nunca mencionarme. No te imaginas lo importante que era
eso para mí.
Ahí terminaba la carta. Y ahí ya no pude reprimir otro par
de lágrimas. Pero fueron pocas, no demasiadas. Tras detenerme, revisé la hora:
Cuatro de la tarde. Había tardado más de lo que creía en llegar al parque desde
el edificio donde solía vivir Jesus Oakley. Tras respirar profundamente, dejé
la carta sobre la banca, cuidando de dejar las gafas y la boina sobre ella,
para que no fuera llevada por el viento, para volver a abrir la caja. Me sonreí
al encontrarme con un dibujo, en el que se veían claramente a dos adolescentes,
simplemente de la mano, con una amplia sonrisa en sus rostros: Jesus y yo,
cuando salíamos juntos. Lo di vuelta, y me encontré con que había otro corto
mensaje de mi ex novio.
Iba a regalarte esto
para tu cumpleaños número dieciséis. Originalmente estaba enmarcado, pero…
Bueno, quedé bastante enojado ese día, sólo diré eso.
Volví a sonreír y lo dejé en el mismo lugar que la carta.
Así dirigí mi mirada a un sobre, que parecía contener algo en su interior. En
el sobre, había un escrito más, pero esto no era de parte de Jesus, si no que
era una cita: “Déjate llevar silenciosamente
por el fuerte arrastre de lo que realmente amas.” – Rumi. Me gustó la cita.
De verdad que sí. Tras reflexionar un poco sobre su significado, volví a
dirigirme al sobre, curioso por su contenido. Lo abrí.
No pude evitar soltar una risa al encontrarme con cuatro
porros, muy bien armados. El que estaba más cerca del borde del sobre tenía un
papelito: “Para antes/durante/después de
la lectura de lo que viene.” Como me conocía… En otros tiempos, los habría
fumado sin dudar antes, durante y después de las cartas que se me venían… Pero
no, quería tener la mente despejada… Así que me guardé el sobre en el bolsillo
de la chaqueta (me la había puesto al sentarme, puesto que ese lado del parque
era bastante fresco, aún en verano), y me dirigí al fajo de cartas que había al
fondo de la cajita de madera. No eran tantas, pero estaban dobladas por la
mitad y amarradas con un cordel blanco, lo que hacía que parecieran ser más. Tiré
del cordel, deshaciéndome del nudo, para sacar la primera de las cartas.
He de admitir que para mis ojos fue un alivio encontrarme
con la caligrafía de Sarah, mucho más pulcra, ordenada y entendible que la de
Jesus. Enfoqué la mirada en la primera carta. “LEE ESTA PRIMERO” decía.
25 de febrero.
Queridísimo
Billie:
¡Grandes
noticias! Con Nadia descubrimos (gracias a una tía que no conocíamos) que mamá
sí tenía un testamento, y en él nos dejaba todo el dinero que tenía en el banco
a las dos, para retirarlo cuando tuviéramos dieciocho... Ella ya pasó la edad,
por lo que puede retirar lo que le corresponde, y se irá con eso a Wisconsin;
tenemos parientes en un pueblo cercano, e irá a preparar todo, para luego
venirnos a buscar a mí y a Nick. Papá anda raro, creo que esto nos facilitará
el escape… Espero.
¡Te
amo! Estas últimas dos semanas han sido horribles sin ti. No tienes idea de
cuánto extraño, ni de lo terrible que me he sentido, pensando en ti y
preguntándome si ya habrás encontrado a alguien más o no (pobre de ti).
Si
todo sale como lo planeamos con Nadia, estaría en California el treinta de
abril por la noche. Con Nadia tenemos todo calculado en un detalle que llega a
sorprenderme a mí misma.
Te
adjunto todo lo que he querido decirte en los últimos días. Por favor, ignora
completamente la primera de las cartas, la del 20 de febrero… Era un mal día.
No puedo creer que haya llegado a considerar enviarte esa carta sola.
Te
amo.
Sarah.
Treinta de abril… ¿Por qué me sonaba esa fecha?
Estuve un buen rato pensando en eso. Y la verdad cayó de
golpe: Fue el día que con John y Mike tuvimos una entrevista con una ‘zine, la
Flipside… Y fue esa misma noche que besé a Fran por primera vez… Recordé haber
escuchado pasos, pero se los atribuí a mi paranoia… ¿Y si en realidad habían
sido los pasos de Sarah?
Repentinamente, las palabras que Mike me había dicho aquel
lejano agosto del ’94 resonaron en mi cabeza: “Dijo que había ido a Rodeo y que… y que te vio con Fran. Decidió que lo
mejor era seguir su vida, y eso fue lo que hizo.”
Por la mierda.
Pero ya no había nada que hacerle, así que decidí que lo
mejor sería continuar leyendo las cartas que me había escrito.
La siguiente databa del 21 de febrero.
Mal
día. Quiero abrazarte.
Papá
anda con un humor de perros. Recibí un par de cachetadas porque me pilló
mirando una fotografía tuya. Ni idea porqué lo hice, si debería acostumbrarme a
que no te volveré a ver nunca, y a que seguirás tu vida, que te casarás con
alguien más y serás feliz sin mí. Pero no puedo. No aún. Nadia me dice que
salga de la casa a conocer gente. No me quedó otra opción que mandarla a la
mierda. Aún está enojada conmigo, pero no me importa… Me permite quedarme en mi
pieza sin ser molestada…
En
el fondo, sé que tiene razón. Pero no quiero hacerle caso.
Eso era todo. No pude evitar sentir cierto alivio: Ella se
encontraba en un estado bastante similar al mío después de su partida. Yo me la
pasaba encerrado en mi pieza… Ella se lo pasaba encerrada en la suya. Me aislé
de todos. Ella igual. Ambos sufríamos. Ambos nos necesitábamos…
Siguiente carta. Ésta estaba arrugada y decía ser del 23 de
febrero.
Soy una idiota.
Me siento más que avergonzada por lo que hice ayer… Bueno,
lo que casi hice. Verás, me había quedado sola en la casa, así que me digné a
salir al living, ya que sabía que no me encontraría con nadie... Una vez ahí,
sin embargo, sentí algo muy raro, como si me faltara el aire. La presión de mi
pecho a la que me empezaba a acostumbrar aumentó de la nada. Creo que fue
porque me puse a pensar en un escenario en el que tú ya tuvieras novia y toda
esa mierda. No me enorgullezco de decir que me puse a llorar más que en todos
los días anteriores, y que me embargó la más pura de las desesperaciones.
Quería desaparecer… Quería saltar por la borda, por decirlo de algún modo. Así
que fui al botiquín. Nadia sigue con sus pastillas para dormir y…
Llegó a la casa antes de que hicieran efecto por completo.
Por supuesto, yo ya estaba inconsciente, pero no muerta. Me llevó al baño, me
hizo vomitar y así me salvó la vida. Me regañó por seguir pensando en ti, y por
seguir con esta estúpida costumbre de “escribirte”. Obviamente, ella no
entiende que te escribo para sentirme acompañada y para, por lo menos, fingir
que estás aquí. Te necesito como nunca, y no puedo tenerte. Te amo, y no puedo
decírtelo. Quiero que todo se arregle, pero es imposible. Nadia dijo que iba a
comunicarse con unos parientes olvidados (ha estado investigando para conseguir
ayuda), pero no me da muchas esperanzas que digamos. Creo que me haré monja. Es
lo mejor que puedo hacer.
¿Sabes lo más terrible? Originalmente lo dije en broma, pero
ahora se me está haciendo una idea atractiva.
Esa era la última carta.
Ok. Sí me había explicado todo. Pero no era mi culpa no
saberlo. Es decir, si no fuera por Jesus, hasta el día de hoy seguiría sin
saber que realmente se había explicado. Aunque ella no tenía forma de saberlo…
Todo era un malentendido. Y yo debía aclarárselo… Pero… ¿Cómo? Yo no podía
estar en la misma pieza que ella sin desmayarme, y ella estaba muy enojada
conmigo para siquiera escucharme…
Necesitaba hablar con alguien…
Sin otra opción, decidí tragarme el orgullo y, tras varios
minutos, sacar mi celular y marcar el número de Tré.
Un tono… Dos…
-¿Billie?
Suspiré.
-Hola, Tré.
Mi voz no salió bien.
-¿Estás bien?
Suspiré, decidiendo que lo mejor era ir al grano.
-Jesus murió.
Silencio... Luego…
-¿Qué?
-Jesus murió. Se mató. Y…
Repentinamente, me puse a llorar. La emoción por las cartas
de Sarah al fin había llegado a su punto culmine.
-¿Dónde estás? –No respondí.- Billie, ¿dónde estás?
Le dije dónde quedaba el parque, al tiempo que intentaba
controlar el llanto. Lo logré poco después de colgar.
Unos quince minutos después, llegó mi amigo, apurado. Yo ya
había guardado las cartas en la caja, y me había serenado bastante. Se alivió
al verme así y se sentó a mi lado.
-Cuéntame qué pasó.
Y le pasé a contar que me había encontrado con Jesus la
otra vez, y lo que había pasado después, y la gran explicación que me había
dado y todo, absolutamente todo hasta hoy, que había querido recurrir a él para
hablar, acabando por encontrarme con que ya no estaba, y nunca más estaría.
Silencio.
-Tienes que decirle todo a Sarah –fue lo primero que dijo
mi amigo.
Negué.
-No puedo verla a los ojos, y ella no quiere verme. Al
menos con Mike es feliz… ¿Verdad? –Miré con cierta esperanza a Tré, mas él
asintió.- Bueno, es feliz, eso es lo que importa.
Más silencio.
-Me imagino que irás al funeral. –Asentí.- ¿Quieres que te
acompañe?
Sonreí, levemente.
-Por favor.
Y otro silencio…
-Perdón por no decirte que Mike estaba con Sarah –soltó Tré
al fin-. Está mal, no debimos mentirte. Debimos confiar en que ya eras lo
suficientemente maduro para manejarlo…
-Pero no lo soy –admití-. Lloré como un idiota después de
irme de la casa de Mike, lloré más que lo que jamás he llorado. Hasta tuve que
decírselo a Addie… -Reí, levemente.- ¿Qué mierda le diré ahora?
Tré miró el cielo, pensativo.
-La verdad: Tienes el funeral de un viejo amigo.
Sonreí.
-Me parece bien. –Vi la hora.- ¿Van a ser las siete?
Mierda.
-¿Por qué? ¿Cuándo fue la última vez que le diste señales
de vida a Addie?
Negué.
-¿Dos y media? –Mi amigo torció una mueca.- Creo que mejor
me voy a casa.
Con Tré caminamos juntos hasta el estacionamiento, para
luego cada uno subirse a su auto e irse en direcciones diferentes.
Llegué a casa a eso de las ocho. Addie me saludó
normalmente y no me preguntó nada. Era como si ya no le interesara lo que me
había pasado, o como si, simplemente, hubiese decidido que era mejor vivir como
si nada. Un lado de mí (el que se convencía que la amaba y quería que nuestro
matrimonio fuera perfecto) se sintió mal… Pero el otro (el que amaba a Sarah y
sufría por la muerte de Jesus) se sintió bien. No quería mentir. Le dije que
tenía el funeral de un amigo mañana, y que iría con Tré, y que volvería para la
hora de almuerzo, y ella sólo asintió, con una sonrisa. En retrospectiva, debí
haberme dado cuenta que esto era mal indicador… Pero, como ya les dije, me
sentía bien con esto, ya que me daba libertades… Así que, al igual que ella,
decidí actuar como si todo siguiera bien.
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