Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 21, 2012

Hold on - Capítulo 2: Mucha felicidad para no sentir asco.


La puerta de mi cuarto fue golpeada, bruscamente, despertándome. Maldiciendo, me acomodé en la cama.
-David, ándate –mascullé.
Al igual que había hecho en los días anteriores, mi hermano dejó de golpear. Sonriendo, cerré los ojos.
No pasaron ni cinco minutos cuando escuché el ruido de vidrios quebrándose. Sobresaltado, me incorporé, para ver cómo Tré ponía una frazada en el marco de mi ventana, para no herirse al entrar.
-Le debo un vidrio a tu madre –anunció, como si fuera lo más normal del mundo, al tiempo que abría las cortinas.
-¿Qué mierda haces aquí? –pregunté, enojado. No quería ser molestado en mi hoyo personal, hoyo en el que me hallaba hundido bajo toda la lástima que sentía hacia mí mismo.
-Te vine a sacar de aquí, ¡dah! –masculló, abriendo la puerta de mi cuarto- Ya, vamos, que Ale nos está esperando.
Negué.
-No quiero salir.
Revoleó los ojos.
-Mira, me hice muchos problemas para venir desde mi casa a escondidas…
-¿A escondidas?
-¿Recuerdas la cagada que nos mandamos en los baños del cine? ¿Cuándo mi padre nos tuvo que ir a buscar?
-Eso fue el mes pasado.
Tré revoleó los ojos… De nuevo.
-¡La semana pasada! –me corrigió, abriendo la puerta- Ya, vamos.
Volví a negar.
-Prefiero seguir durmiendo.
Sin decir nada, Tré me tomó por los brazos y me botó al suelo, con facilidad. Realmente debería comenzar a preocuparme por comer decentemente. De hecho, comencé a considerar el hacer ejercicio al ver que Tré me tomaba en brazos y me sacaba de la pieza, ignorando mis quejas y golpes, como si pesase menos que la mochila del colegio… Aunque claro, cualquier cosa pesa menos que eso.
-¡Ollie, ya lo saqué! –exclamó, mientras bajaba por las escaleras- ¡Te lo traeremos a salvo hoy o mañana temprano!

-Bueno, y no le diré a tu padre lo de la ventana, siempre que la pagues dentro de esta semana.
-¡Bájame! –grité.
Aún ignorándome, salió de la casa y abrió la puerta de vieja camioneta que había estacionada junto a la acera, en cuyo asiento delantero me arrojó, para luego pasarme el cinturón, cerrar la puerta y dar la vuelta, para sentarse al volante y encender el motor. Me toqué el cabello: Estaba mojado. Recién ahí me percaté de la lluvia que caía, torrencialmente.
-Feliz cumpleaños –murmuró.
Lo miré perplejo. ¿De qué hablaba?
La puerta trasera se abrió, repentinamente, lo que me sobresaltó. Miré por el espejo retrovisor: Ale acababa de entrar.
-Hablé con Ollie. Mike sigue en la cafetería –explicó, acomodándose-. Lo llamará para que vaya a mi casa.
Tré asintió y echó a andar el auto.
-¿ALGUIEN VA A EXPLICARME QUÉ OCURRE AQUÍ? –inquirí, harto de ser ignorado completamente.
Ale suspiró.
-Estamos preocupados –contestó, con simpleza-. Estar ahí encerrado no te ayuda en nada.
No dije absolutamente nada. Tuve que quedarme en silencio por unos instantes antes de conseguir ordenar mis ideas. Después de todo, tras tanto tiempo intentando no pensar, hacerlo costaba.
-No me ha hecho ningún mal.
-Bill, te olvidaste de tu cumpleaños. A que ni siquiera sabes qué día es –musitó Tré, sin despegar la vista del camino.
-¿Miércoles? –pregunté, tentativamente.
-¡Sábado! Por la mierda, Billie, estás peor que la primera vez que termin…
-¡No hemos terminado! –exclamé, sobresaltándolos. Nos quedamos en silencio por unos momentos, tras los que añadí, de un modo más calmado:- Simplemente no está.
Silencio.
-No va a volver –musitó Ale-, al menos no por un buen tiempo.
Me negaba a asumir esto, por lo que me crucé de brazos como pude (ni idea cómo mierda me había sujetado Tré) y me quedé callado por el resto del viaje. Ale y Tré tampoco conversaron de nada, así que la lluvia y el motor nuestro y el de los otros autos eran los únicos que rompían el silencio. La verdad que no me molestaba. Bastaba con concentrarme en los pocos ruidos que había para no pensar en nada.
-Llegamos –anunció Ale, varios minutos después, sacándome de mi ensimismamiento-. Bajen rápido, que está lloviendo fuerte.
Tré asintió y, tras desatarme (no puedo decirlo de otra forma, ya que, más que ponerme el cinturón, me había atado al asiento como pudo), salimos del auto corriendo… O, al menos, ellos lo hicieron y yo lo intenté, porque mis piernas no reaccionaron por completo. Después de todo, llevaba días sin caminar más lejos del baño y la cocina de mi casa. Debido a esto, me mojé su tanto, pero no me importó. De hecho, tenía el cabello tan sucio que me ayudó a disminuir la picazón de la cabeza.
-Te vas a duchar, ¿me oíste? –musitó Ale, mirándome al entrar a la casa- Luego vas a comer…
-No tengo hambre.
Para mi desgracia, mi estómago rugió, demostrando lo hambriento que me sentía, aún si no quisiese comer absolutamente nada.
-Te duchas y luego comes –resolvió Ale, empujándome con facilidad hacia el baño, en cuya puerta me esperaba Tré, quien tenía un montón de ropa, el cual me pasó. También había una toalla. Le di las gracias y entré al baño, para meterme a la ducha.
Me vi más que tentado a asfixiarme con el champú y el bálsamo, o ahogarme con el agua, pero me contuve. Me limité a ducharme, secarme y vestirme con las ropas que Tré me había pasado. Pese a ser de mi talla, el pantalón me quedó suelto. Maldiciendo por esto, salí del baño y fui a la cocina, donde, tal como supuse, me encontré con Ale y Tré, además de una gran olla de arroz. Involuntariamente, sonreí, al oler el huevo que mi amiga cocinaba y el café que se preparaba lentamente en la cafetera. Me senté en la mesada y me serví un plato de arroz.
-No seas tonto –me regañó Tré, al ver lo poco de mi ración, sirviéndome casi toda la olla, dejando una cantidad mínima para él y Ale.
A continuación, Ale sacó el sartén del fuego y dejó todo el huevo revuelto sobre el arroz de mi plato, para luego sentarse al lado de Tré, frente a mí. Me quedé mirándolos por varios instantes, en silencio, sin saber qué hacer. Habría seguido así de no ser por Ale, quien dijo:
-Come.
Fue como si me hubieran dado permiso para comer por primera vez en mucho tiempo. Famélico como estaba, comencé a devorar mi plato. Tenía tanta hambre que terminé mi gran porción antes que Tré y Ale terminaran la suya pequeña. Al terminar, me encontré con un tazón de humeante café servido.
-Dos de azúcar, como te gusta –musitó Ale
-Gracias –murmuré.
Silencio.
-Feliz cumpleaños –susurró ella.
-No le veo nada feliz –admití.
-¡Claro que no! ¡No has salido ni comido en días! –exclamó Tré.
Negué. Suspirando, Ale se sentó a mi lado y me abrazó.
-Sarah no querría que estuvieras así. Probablemente te va a regañar cuando vuelva y sepa como estuviste…
-Cuando vuelva habrán pasado varias semanas…
No pude evitar pensar “si es que vuelve”. Aparté ese pensamiento de mi mente y apoyé mi cabeza en su hombro, conteniendo, una vez más, las lágrimas.
-No has llorado –afirmó Tré.
-Nope.
-Hazlo de una puta vez y supera todo –espetó. Ale lo miró molesta-. ¿Qué? No le hace ningún bien a nadie así.
-¿Y todavía me preguntas el porqué terminamos? –musitó.
No escuché la respuesta de mi amigo. Extrañaba a Sarah y no sabía cuándo volvería, si es que llegaba a hacerlo. Me separé de Ale y le di un sorbo a mi café. Me arrepentí al instante, ya que mi estómago comenzó a doler de inmediato.
-Ni se te ocurra vomitar –murmuró Ale, al verme la cara, interrumpiendo la discusión que sostenía con Tré.
-No pensaba hacerlo –mentí. El estómago realmente me molestaba.
La puerta principal se abrió, repentinamente. Los tres desviamos la mirada a la puerta de la cocina, por donde vimos entrar a Mike, quien estilaba. Nos saludó rápidamente, y no tengo idea a dónde se fue después, pero supuse que fue al baño, ya que volvió con otra ropa a los pocos minutos. No obstante, no entró. Simplemente se quedó de pié en el umbral de la puerta, mirándome.
-¿Estás bien?
Era el primero que me lo preguntaba… Y, honestamente, no sabía qué debía responder para que no se preocupara. Al no ocurrírseme nada, negué y contesté con la verdad:
-Mal.
Mike suspiró y se me acercó a abrazarme.
-Dude, tienes los peores cumpleaños –bromeó.
Algo que intenté que fuera una risa salió de mi garganta, mas mucho no duró.
-Gracias, supongo.
Mike negó.
-Va a volver –me aseguró.
O eso intentó, ya que la verdad que parecía que quería convencerse a sí mismo. Me di cuenta al instante que, a su modo (más introvertido y menos dramático), estaba en un estado similar al mío.
-Todavía sientes cosas por Sarah, ¿no?
Mike no me dijo nada, y yo tampoco le dije nada a él. Ambos entendíamos. Lo único que logré hacer fue, sin soltar a Ale, rodearlo con un brazo y apoyarme en su hombro. ¿Gay, yo? En ese momento, no, pero me daba igual.
-Tienes que seguir adelante –murmuró Tré, de un modo más suave que la vez anterior.
-Se acaba de ir, Tré –masculló Ale, al parecer, adivinando lo que él iba a decir.
-Igual tiene razón –musitó Mike-. No hace falta que la olvides, simplemente continúa viviendo. Anda a la escuela, tengamos ensayos…
-Me expulsaron.
Los tres me miraron.
-¿Por qué? –inquirió Ale.
-Drogas, no ir a clases… Le dije que prefería que me echara a volver…
-Oh, entonces no soy el único.
Repentinamente, meramente por un ataque de hiperactividad, me solté de Mike y Ale y me puse de pié. A lo único que atiné fue a darle otro sorbo al café, tras lo que recordé que me dolía el estómago.
Fue ahí que, súbitamente, la puerta fue golpeada. Extrañada, Ale fue a ver, para encontrarse con Jesus, mucho más mojado que Mike. No me había visto.
-Supe que Billie… -Negó.- ¿Puedo pasar?
Ale lo dejó entrar y lo llevó a la cocina, donde nos quedamos mirando en silencio, por varios instantes.
-Aféitate –fue su saludo.
Me sonreí apenas.
-Mañana.
Levemente sonrosado, Jesus se me acercó y me abrazó.
-Feliz cumpleaños.
Asentí, prefiriendo ahorrarme los comentarios al respecto.
-¿Torta? –ofreció Tré, parándose hacia el refrigerador de Ale, quien no se inmutó por esto en lo absoluto- También hay cerveza.
Todos asentimos. La torta me daba igual, lo que yo quería era beber.
Así terminamos todos en el living, bebiendo cerveza y comiendo torta. Jesus, Mike y yo estábamos en un sofá, y Ale y Tré en otro. Conversamos. No había bebido lo suficiente como para emborracharme, mas sí había bastado para que, repentinamente, todo se apagara.

Cuando recobré el conocimiento, me encontraba apoyado en el hombro de Jesus quien, al parecer, también dormía. Pensé en moverme, mas sentí cómo alguien bajaba la escalera, entrando al living. Me hice el dormido.
-Jesus, acaba de “terminar” con Sarah –regañó quien acababa de bajar. Era Ale, y sonaba más que molesta.
-Yo no he hecho nada –murmuró Jesus. Así que él se hacía el dormido primero.
-Mejor te vas a una pieza de visitas y dejamos a Billie aquí –dijo Tré, bajando.
Pese a que mi relación con Jesus había transcurrido hacía ya tanto tiempo, aún recordaba todo lo que había llegado a aprender de él. Fue por eso que, al apenas abrir los ojos, vi lo mucho que le desagradaba la idea. Volví a cerrarlos. La verdad que me dio pena: No tenía ningún interés en volver con él, y parecía que él estaba más que dispuesto a ello. “Subconscientemente”, me alejé un poco de él. Suspirando, Jesus se paró y, junto a Tré, me acomodaron a lo largo del sofá. Luego sentí como alguien (supuse que Ale) me cubría con una manta. Luego, escuché dos pares de pasos alejarse y, un par de minutos después, un par regresando. Volví a despegar los párpados para ver, en la penumbra, a Ale y Tré.
-De verdad está mal –comentó él.
-¿Qué esperabas? Es la única relación de verdad que ha tenido en su vida, sin contar a Mike…
-¿Y nosotros? ¿Y Jesus?
Ale negó. Tré suspiró y la abrazó.
-No quiero que te vayas –susurró.
Me contuve de preguntarles de qué mierda hablaban.
-No tengo opción –susurró ella-. Tú sabías que algún día volvería a New York.
Tré la abrazó más estrechamente, para luego acercarse más a ella y besarla. Cerré los ojos, fuertemente. No me veía capaz de aguantar tanto amor cerca. Cuando volví a entreabrirlos, me encontré solo en la habitación. Me acomodé y volví a dormir.

Desperté. La luz inundaba el living, mas no parecía ser muy tarde (de hecho, parecían ser menos de las diez de la mañana) y la lluvia se había detenido. Me senté, en búsqueda de un reloj: Ocho de la mañana. Maldije. Sabiendo que no podría dormir, me paré y me dirigí al segundo piso, en búsqueda del cuarto de Mike. Lo encontré. Sin pensar, tomé un cojín que había en el suelo y se lo tiré en la cara, despertándolo.
-¡Mierda!
-Buen día –saludé.
Mike me miró molesto.
-¿Para qué me despertaste? –inquirió.
Me encogí de hombros.
-No sé, estaba aburrido.
Su molestia no desapareció hasta varios minutos después, minutos durante los cuales me senté a los pies de su cama. Luego me miró con la misma cara que siempre usaba cada vez que me pasaba algo.
-¿Cómo estás? –Alcé una ceja.- En comparación a los otros días.
Me encogí de hombros.
-Mejor que ayer: Estoy ebrio.
Mi amigo me miró entristecido.
La puerta de la pieza se abrió, dando paso a Jesus, quien estaba ojeroso, como si no hubiera dormido en toda la noche.
-¿La lluvia te mantuvo despierto? –le preguntó Mike.
Al igual que yo, se encogió de hombros
-Simplemente no me podía dormir –se explicó-. Me quedé en mi pieza hasta que los escuché hablar y vine.
Noté al instante que mentía. Me pregunté si Mike lo habría notado. Volví a sentir esa punzada de culpa en mi estómago. Tendría que hablar con Jesus, pero no me sentía de humor. De hecho, la punzada aumentó al imaginarme la situación: “Jesus, no quiero nada contigo… No, Jesus, no llores”.
La punzada siguió aumentando, tras lo que recordé que estaba ligeramente ebrio. Me puse de pié y, sin decirle nada a ninguno de los dos, fui al baño, donde vomité la cerveza consumida. Jalé la cadena y volví a la pieza, como si nada. Mike me miró preocupado.
-¿Vomitaste?
Lo ignoré.
-¿Quieren desayunar? –pregunté, desde la puerta- Dudo que a Ale le importe.
Decidiendo que lo mejor era ignorar que había ido a vomitar, Mike y Jesus asintieron, para acompañarme a la cocina, donde empezamos a preparar el desayuno. Estábamos en eso cuando Tré llegó a la cocina.
-Tuviste sexo –fue el saludo de Jesus al baterista, quien, inmediatamente, se sonrojó.
-No, no tuve –farfulló.
-Uuuh, está rojito, está rojito –comenzó a molestarlo Mike, picándolo con sus dedos en el brazo.
-Jódete –masculló él, más rojo aún.
Jesus también comenzó a molestarlo. Me habría gustado unirme, pero sabía que me sentiría un cínico de mierda. La verdad que la situación me causaba más celos que gracia. ¿Dónde estaría Sarah?
¿Por qué olía a quemado?
-¡BILLIE, TE QUEMAS! –me gritó Mike, alejándome de la cocina.
Tardé su tanto en comprender que el humo venía de mi brazo. Apenas preocupado, me acerqué al lavaplatos y le eché agua al brazo.
-Perdón por tu sweater, Tré –musité.
-No importa, ¿estás bien?
Asentí.
-Pero me vendría bien una cerveza.
Mike negó.
-No quedan.
¿He mencionado qué tan malo era Mike mintiendo? Por la mierda, soy mayor de edad y me sigue controlando. Ni que fuera un alcohólico o algo parecido. No obstante, no hice ningún comentario, y me serví un café para sentarme a la mesa y desayunar. Jesus tomó los huevos que yo hacía antes del “incendio” y los llevó a la mesa, para que, finalmente, todos desayunáramos. Los únicos que hablaban eran Jesus y Tré, ya que Mike parecía seguir vigilándome.
Varios minutos después, Ale entró a la cocina. Jesus chifló, causando que tanto ella como Tré enrojecieran, al tiempo que Jesus y Mike los molestaban. El resto del desayuno transcurrió con todos (menos yo, claro) conversando. Luego, Mike, Jesus y yo nos fuimos.
-¿Quién quiere correr para despertar? –nos preguntó Jesus.
-Te gusta atravesar el basurero con los perros, ¿no? –inquirió Mike. Jesus asintió- Maníaco psicópata de mierda.
-Pero tiene razón, es un buen modo de despertar –comentó una voz a nuestras espaldas, sobresaltándonos. Nos volteamos y nos encontramos con Jimmy-. Estaba donde Stephanie.
Aclaración: Él e Iris habían terminado hacía un buen tiempo, y ahora estaba con la vecina de Ale. Llevaban juntos un par de meses y él se la pasaba allá más que en la okupa, en especial porque los padres de nuestra amiga se la pasaban en Las Vegas. De hecho, ese día, estaban allá con los padres de Ale, hecho que explicaba el que estuviéramos todos solos en la casa.
Obviamente, el recordar todo esto no me ayudó a sentirme mejor. De hecho, me dio asco. Estaba rodeado de parejas felices, sin contar a Jesus. Mike había vuelto con Claire, por cuarta vez. Y pensar que hacía unos cuantos días yo formaba parte de los felices enamorados, con sueños, esperanzas y demás…
-¡BILLIE!
Sacudí la cabeza.
-¿Sí, Mike?
-Concuerda conmigo en que no hay que tomar el atajo.
-Prefiero el atajo.
Odiaba correr, pero caminar me hacía pensar con más facilidad. Bueno para componer… Pésimo cuando no quería recordar. Correr por un basurero escapando de los perros requeriría de una buena parte de mi concentración, lo que me impediría pensar en la maravillosa vida que tenía la semana pasada.
-Ja, ja, te pasa por ser menor de edad –bromeaba Jimmy.
Mike lo miró molesto.
-Aún así, gano una pelea contra cualquiera de ustedes, adultos –masculló.
En fin, llegamos a la reja que nos separaba del basurero, la atravesamos (estaba rota) y, tras tomar aire, echamos a correr. Por desgracia, aún tenía resaca, por lo que no podía correr muy rápido, y, por los ladridos que oía a mis espaldas, el bulldog estaba cerca. Aún así, preferí distraerme en una cámara fotográfica antigua que había en el suelo: Sarah era muy buena tomando fotos. De hecho, mi novia estaba considerando seriamente el estudiar fotografía o algo en que pudiera tomar fotos…
-¡MIERDA, BILLIE! –me gritó Jesus.
Sin darme tiempo para comprender, me tomó la mano, jalando con fuerza, haciéndome correr más rápido. Así, llegamos a la reja del otro lado, reja que Jimmy y Mike mantenían abierta para nosotros. Apenas la atravesamos, la acomodaron y se alejaron, justo al tiempo que el bulldog chocaba con la reja, fuertemente. Jesus me soltó.
-¿Acaso quieres que te maten? ¡Estabas trotando! –me gritó, enojado.
Estuve a punto de decirle que sí, que me daba igual vivir o no, cuando recordé que no quería matarme. ¿De qué me servía morir si Sarah podía volver?
-Perdón, bebí mucho ayer.
Jesus negó. Estaba más que enojado. Suspiró y continué avanzando a mi casa, seguido por Mike, Jimmy y, finalmente, Jesus. No tardamos mucho en llegar al punto en que separábamos nuestros caminos y, desde ahí, tardamos poquísimo en llegar a mi casa, en la que aún vivía Mike. Entramos (como de costumbre, con sus llaves) y cada uno se dirigió a su habitación. Ya eran las nueve y media, pero necesitaba dormir. Me metí en la cama, ignorando en lo posible la brisa que se filtraba en el trozo de cartón que alguien había puesto en mi ventana. Supuse que ese mismo alguien había limpiado los vidrios del piso. Tras un par de minutos despierto, me dormí.

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