Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, junio 19, 2011

Dearly Beloved - Prólogo.

Un niño pequeño iba camino a la escuela, bastante apurado. Como de costumbre, se había quedado dormido. Odiaba la escuela y lo único que realmente lo motivaba para ir ese día era el extraño proyecto que les habían encomendado y que, si no llegaba a tiempo, Lucifer iba a matarlo.
-Dios, ¿cuántas veces más tendrás que llegar tarde? -le dijo la profesora.
-Perdón, señorita -contestó el niño. Fue a sentarse junto a su compañero.
            Lucifer ya estaba enfrascado en su extraño trabajo. Consistía en una especie de hormiguero, sólo que en lugar de hormigas, tenían seres creados por ellos mismos. Fue bastante complicado, pero al final entre ambos habían creado una especie de universo, con su propio tiempo, leyes de física y creencias, a las cuales habían bautizado como religión. Dios, el niño, sólo quería un lugar tranquilo, pero Lucifer tenía razón: Ese universo era bastante aburrido. Había un planeta lleno de idiotas que creían que ellos eran especies de superhéroes y no les importaba que lo hiciesen. Les encantaba la idea de que algún día se dieran cuenta de que esos superhéroes son sólo un par de niños pequeños que no tenían nada mejor que hacer en clases.
-Muy bien niños, hoy día deberán hacer una especie de experimento con su trabajo -dijo la maestra.
            Los niños se pusieron a trabajar. Lucifer y Dios comenzaron a discutir como de costumbre.
-Yo digo que pongamos a prueba de que quien crea a un humano mejor -propuso Lucifer. Dios aceptó. Siempre había querido demostrarle a su compañero de que era capaz de hacer mejor las cosas.
-Está bien -dijo Dios-. Yo creo a una mujer y tú a un hombre, ¿ok?
-De acuerdo. Pero ¿Dónde los ponemos? -dijo Lucifer-. Quiero decir, ¿en la tierra o en otro sitio?
-Yo voto por la tierra, son más incrédulos y nuestras creaciones pasarán desapercibidas -dijo Dios.
-Sí, está bien. Pero que no sea muy poderoso, que se darán cuenta -dijo Lucifer.
            Tenía razón. La última vez que hicieron algo parecido, enviaron a un niño llamado Jesús y como los humanos no entendieron la orden que dieron (que era “venérenlo como si fuésemos nosotros”), comenzaron una estúpida guerra... Decidieron crear personas normales, pero mucho mejores.

-Bien, ¿qué te parece? -le preguntó Dios a Lucifer, mostrándole un diseño de lo que sería la mujer que él creó, bastante mal hecha… no se le daban muy bien las cosas manuales.
-Bastante bien -dijo Lucifer-. ¿Y qué tal él?
            Dios miró de una forma mucho más detallada al hombre. Su cabello era de un claro castaño rojizo, rizado y de ojos verdes. Era bastante bajo. Lucifer lo era, por lo que prefería la gente baja.
-Muy real -dijo Dios-. Bien, ¿a dónde los mandamos?
            Lucifer lo meditó.
-Al lugar que está peor que el resto -dijo Lucifer.
            Dios asintió. Enviaron a los dos al mismo sitio. Al contrario del resto, tendrían libre albedrío, para no interferir con el resultado del experimento.
-¿Y quién será el juez? -preguntó la profesora-. No pueden mandar a otro humano preparado para algo.
            Lucifer y Dios intercambiaron miradas. Lucifer habló primero.
-¿Quién mejor de juez que otro humano? -dijo Lucifer-. Que el ser que enviemos decida quien de los dos es mejor. Usted lo crea, si es que quiere, claro.
            La profesora asintió y eligió la forma de un hombre. Envió a quien sería un sujeto de cabello castaño y de ojos azules, al mismo sitio que el resto. El único destino que tendrían planeado las tres creaciones, era que se encontrarían algún día, tarde o temprano.
            Y ese sitio de encuentro sería Oakland, California.


-Mike, despierta -me decía mi madre a lo lejos.
            Yo sólo me metí más en la cama, tapándome con las frazadas hasta la frente. No había dormido mal, simplemente amaba hacerlo y acababa de tener ese extraño sueño de dos niños discutiendo sobre tres personas de nuevo. Soñaba con eso a lo menos dos veces a la semana, desde que tengo memoria.
            Alguien abrió la puerta y entró en mi pequeña habitación de la pequeña casita de un piso en Oakland en la que me tocó vivir. Saqué la cabeza para encontrarme con mi madre.
-Levántate, es tu primer día de clases -dijo destapándome.
            Eso era cierto. Yo ya había cumplido los diez años en mayo, por lo que ahora iría en quinto grado en la Pinnole Valley Highschool, que también tenía primaria desde hacía uno o dos años.
-De acuerdo -le dije desganadamente a mi madre.
            Me paré tambaleante, como todas las mañanas y fui al baño, donde me lavé y peiné mi cabello castaño. Para cuando llegué a la cocina tomar mi desayuno, ya estaba vestido y cuando terminé mi mamá me llevó en autobús a la escuela; no teníamos el dinero suficiente para un auto.

            Las primeras horas de clases fueron aburridísimas. Yo estaba solo en una banca, completamente autista, lejos de todos... y no era el único. Al otro lado de la sala había un niño de cabello castaño claro rojizo, rizado, mirando aburrido a todos. Si no fuese tan tímido, me habría parado a hablar con él.
            Tocó el timbre del almuerzo. Todos corrimos a la cafetería, como una estampida. Sin embargo, cuando finalmente recibí mi bandeja, no quedaba ninguna mesa desocupada totalmente; el niño de cabello castaño había conseguido la última... suertudo.
            Decidí sentarme con él. Después de todo, ninguno de los dos hablaba con nadie.
-Antes de sentarte, respóndeme algo -me dijo él, muy serio, cuando dejaba mi bandeja. Rayos.
-Bueno -dije con simpleza, mientras me preguntaba que querría saber.
-¿Cuál es tu nombre? -preguntó con una sonrisa. Sólo bromeaba, eso me alivió.
-Michael Ryan Pritchard -dije con una mueca. Odiaba mi nombre completo-. Dime Mike. ¿Y tú?
-Billie Joe Armstrong. Con “ie” -añadió molesto, también haciendo una mueca-. Sólo dime Billie.
            Comenzamos a hablar... de música, por supuesto, mi gran afición. Yo tocaba solamente la guitarra, aunque esperaba algún día tocar el bajo, mientras que él tocaba el piano y logré hacer que confesara que había tomado clases de canto cuando pequeño.
-Pero papá me dijo que iba a regalarme una guitarra, mejor que la de mi hermano mayor -me dijo alegre-. Aunque no creo que eso ocurra hasta que se mejore...
-¿Por qué? ¿Qué tiene? -pregunté preocupado.
-Cáncer al esófago -dijo triste.
-Lo siento -dijo arrepentido de habérselo recordado.
-No importa -añadió, restándole importancia. En ese momento tocó el timbre para entrar a clases, aunque esta vez, cuando entramos al salón, nos sentamos juntos.

            La semana siguió avanzando y para el jueves de la semana siguiente ya hablábamos con más compañeros y nos conocíamos bastante.
-Hey, Mike -me dijo Billie-. ¿Quieres quedarte en mi casa mañana?
-Claro -dije contento de no tener que quedarme con mamá. Se venía el fin de semana y probablemente llegaría con un nuevo novio... otra vez.

            Fue así como al día siguiente me encontraba caminando junto a él y su madre hasta su casa. Una vez dentro su madre nos dio el almuerzo.
-Chicos, tendrán que quedarse con Holly y Anna hoy, tuve que tomar el turno nocturno, Andy sigue en el hospital y los demás salieron -explicó rápidamente su madre, Ollie Armstrong, algo preocupada.
-Bueno -dijo Billie, ocultando su alegría.
-¿Quiénes son Andy, Holly, Anna y “los demás”? -pregunté algo extrañado, cuando la madre de Billie salió de la cocina.
-Andy es mi padre. Holly y Anna son dos de mis hermanas. Los demás se llaman David, Marcy y Allen y también son mis hermanos -dijo Billie-. Y lo más probable es que Holly y Anna salgan y nos dejen solos...
-¡Genial! -dije.
            Y la “predicción” de Billie se cumplió. Anna y Holly salieron en la tarde y quedamos con la libertad de hacer todo el ruido que se nos ocurriese.
-Ven -me dijo mi amigo, guiándome a una habitación del piso superior.
            Lo acompañé y me sorprendí. Al contrario de la pieza de Billie, que acababa de conocer, esta tenía las paredes llenas de posters de grupos de Punk y Heavy Metal. Billie sólo tenía un pequeño poster de Elvis y unas cuantas cosas de Metallica. En una esquina de esa habitación, había una guitarra eléctrica negra que Billie tomó. Yo llevé el amplificador y nos instalamos en su pieza, donde comenzamos a tocar... bueno, yo tocaba y Billie cantaba. Reímos bastante.
-¿Sabes? Podríamos hacer un grupo algún día -dijo él, una vez que nos sentamos en el suelo a descansar-. Cuando yo sepa tocar bien la guitarra y consigamos a alguien que cante
-Y yo el bajo -dije, omitiendo el pensamiento de que él sería bueno para cantar.
            Comencé a imitar el sonido del bajo, como de costumbre.
-Dirnt, dirnt, dirnt -hacía yo, en broma.
            Billie rió.
-Me gustó ese sonido -dijo Billie, aún riendo-. Ahora eres Mike Dirnt -añadió con tono solemne.
            Reímos juntos.


            Eso había sido hace bastantes años. El padre de Billie murió unos meses después, no sin antes regalarle su guitarra. Años después formamos un grupo. Cada uno tuvo varias novias y nos casamos con una de ellas cada uno. Yo me divorcié... dos veces, mientras que Billie seguía casado. Nuestro trabajo era bastante interesante.
            Sin embargo, pese a que alguna vez tuve a los dos mejores amigos del mundo, estaba solo y sin amigos; abandonado y sin amor; con una bolsita de polvo blanco en la mano y un poco de éste en mi mano; recordando para luego olvidar...

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