Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, junio 19, 2011

Dearly Beloved - Capítulo 1: Volvió a mi vida.

Mi vida era un asco. Me llamo Denisse Petrelli... o esa era mi nombre, ya que desde el momento que dije “Sí” en el altar me había pasado a llamar simplemente Sra. Harrison, aunque eso había sido hace muchísimo tiempo. Hacían ya cinco años que me había divorciado de un corto matrimonio que duró dos.
            Mis relaciones amorosas tendían a no durar y, a mi pesar, debía admitir que era mi culpa. Mi culpa y la de un fantasma, de un recuerdo que luchaba por prevalecer por sobre mí, pese a que lo único que quería hacer era olvidarlo. Era tal mi deseo de dejarlo atrás, de continuar con mi vida, que hasta conseguí olvidarme de su rostro, sus gestos, su voz, su... todo. De lo único que no me pude deshacer, fue de su nombre, un nombre que tenía grabado en mi mente como un tatuaje
            ¿Dónde había quedado esa joven que andaba feliz y sonriente por la vida? ¿Realmente había existido? ¿O era tan sólo un juego de mi imaginación, un sueño en el que todo era como yo realmente quería que fuese? Pero no, ese yo existió alguna vez y no había vuelta atrás para borrarlo de la memoria de quienes me conocieron... si es que me recordaban, cosa que dudase fuese así. Lo más probable es que todos ellos, al contrario de mí, tuviesen una vida de la que preocuparse... una familia que alimentar, un hijo con quien jugar... yo solo tenía un maldito trabajo, nada más.
            Seguía caminando por la Telegraph Avenue, en Oakland. Nunca creí que volvería a mi ciudad natal y mucho menos por voluntad propia. Todo gracias a mi querido divorcio, en el que Steven ganó justamente la casa. Después de todo, se lo debía... yo lo había hecho sufrir demasiado. Viví con una amiga estos últimos cinco años, pero ella se casó e iba a mudarse. Yo no tenía suficiente dinero como para mantener una casa por mi cuenta. Así fue como con treinta y cinco años de edad volví a vivir a la casa de mis padres, de la cual había “escapado” hacía tanto tiempo.

            Pasé frente una humilde asociación de abogados. Reí para mis adentros. Sí, yo era abogada y mi equipo era muchísimo mejor. Me habían transferido desde Washington, por lo que automáticamente conseguí un buen lugar aquí en Oakland. Aún así, el dinero no sobraba.
Seguí caminando. No tenía idea hacia donde me dirigía. No me preocupaba perderme. Conocía esa ciudad como la palma de mi mano, por lo que podría volver sin problemas a la 57 avenue más tarde. Siempre creí en el destino y que uno siempre llega al sitio en el que debe estar, por lo que simplemente dejaba que mis pies me guiasen a lo largo del camino.
Mi corazón se detuvo cuando recordé mentalmente ese sitio, la esquina entre la Telegraph Avenue y la Stuart Street. Ese era un sitio al que uno de mis amigos iba con regularidad. No era nada, sólo una esquina, pero algo extraño hacía que le encantase... probablemente la chica pelirroja que vivía por ahí, nunca estuve segura. Y mi sangre se heló cuando pensé en la posibilidad de encontrarme con uno de mis viejos amigos por ahí... es decir... habían pasado más de quince años desde la última vez que los vi, ¿qué posibilidad había para que siguiesen ahí? O más aún... ¿qué posibilidades había para que me recordasen? De acuerdo, había sido su amiga por mucho tiempo, pero dudaba que me recordaran... mucho menos después de todo lo que pasó. Quizás uno de ellos me recordase, mientras que el otro, aquel que tanto he intentado en vano olvidar, quisiera verme muerta.
Maldición, de nuevo me encontré a mi misma pensando acerca de mis relaciones fallidas. Es decir, ¿qué culpa tengo yo? Mi corazón estaba roto, no había forma de repararlo, pero podía encontrar parches... el problema era que los parches querían algo más serio y, como yo no lo deseaba, terminaba rompiéndoles igualmente el corazón. No tenía otra opción, era un efecto en cadena. La solución sería quedarme sola el resto de mi existencia, pero no era capaz... tan masoquista no era.


Billie Joe caminaba por la calle esa tarde, bastante tranquilo. En ese momento pasaba por aquella esquina que tanto le gustaba en su juventud. Tantas cosas se le venían a su mente cuando la veía. Recuerdos, cientos de ellos. Fue ahí, siguiendo a Jennifer, que habló con el sujeto que luego le presentaría a Adrienne... y aún no se arrepentía de ello, pensó mirando su sortija de matrimonio, que llevaba en su mano izquierda.
Se sacó las gafas que se veía obligado a utilizar. Le desesperaban demasiado. No podía hacer nada con ellas, ni siquiera apreciar bien el cielo. Siguió caminando por la calle. Pasaba mucha gente, pero, gracias a Dios, nadie lo reconoció. Pese a que ese día estaba de bastante buen humor, suficiente como para soportar a las fans, no quería malgastar un día entero dando autógrafos. Él era el vocalista y guitarrista de una famosa banda de Punk-Rock, Green Day, junto a su amigo de toda la vida, Mike Dirnt y un amigo que conocía hacía bastante tiempo, Tré Cool. Habían vivido juntos gran parte de sus vidas. Sus matrimonios, sus penas de amor, la alegría de los niños entrando en sus vidas. Los niños, pensó animado. Billie tenía dos hijos: Joseph Marciano y Jakob Danger.


Que pequeño es el mundo. Siempre tuve esa teoría. Seguía pensando en mi fallido matrimonio y mis otras relaciones, cuando pasé al lado de un sujeto que se me hizo bastante familiar. Lo único que pude notar fácilmente fueron sus brillantes ojos verdes, similares a los míos...
¿Brillantes ojos verdes, similares a los míos? Yo conocía a alguien así. ¿Podría ser? Su cabello ahora estaba de un color negro bastante oscuro pero bueno, la tintura hacía maravillas. Me detuve y sentí que él igual. Quizás era él... no sé por qué lo hice, si lo único que yo quería era olvidar todo lo relacionado a él, pero antes de que me diese cuenta, me estaba volteando. Había una parte de mí que quería saber que les había pasado, como les había ido...
Me miró fijamente, desde mi cabello castaño, entre rojizo y rubio, que ahora era corto y liso, a mis ojos igualmente verdes.
-¿Denisse? -preguntó él, extrañado.
-Oh Dios mío... -fue lo único que pude decir-. ¿Billie Joe?
            Y mientras lo saludaba, todo lo que conocía, todo lo que había parcialmente logrado reconstruir y reparar en mi vida, se derrumbó. Billie había sido uno de mis mejores amigos, pese a que tendía discutir con él por todo... y algo me decía que seguía en contacto con quien yo quería olvidar.
            Así fue como por mi estúpido impulso él volvió a mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario