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Prólogo

domingo, junio 19, 2011

Dearly Beloved - Capítulo 6: Whatshisface and Whatsername

Noviembre - 2007
            El sábado por la tarde, Billie Joe me llamó diciendo que nos juntaríamos al día siguiente en su casa. Yo no me negué ni dije nada, sería demasiado sospechoso. Un lado de mí me decía que le confesase todo lo ocurrido, pero no podía: Le demostraría que lo había traicionado, que le había mentido y que lo había reemplazado con nuestra amiga. Me quedé toda la tarde aburrido tirado en el sofá, dándole unas mil vueltas a todos los canales de televisión.


            La noche del sábado transcurrió más rápido de lo deseado y, antes de que me hubiese dado cuenta, ya era la fría mañana del domingo. Me levanté con menos ánimo de lo usual en mí (lo cual ya era bastante) y me di una ducha. Me vestí con la ropa de siempre, nada muy formal por ser domingo. Me miré al espejo. Llevaba un par de  jeans de color azul claro. Mi blusa era de un tono claro y mi cabello, que ahora estaba liso, lo recogí en un pequeño moño. Me puse un par de zapatos que solía utilizar y eran muy cómodos y bajé donde mis padres, para el desayuno.
            Mi padre es un hombre alto, robusto y de aspecto dominante, pese a que era bastante amable y generoso. Mi madre lucía estricta y así era. Fue criada sólo por mi abuela, que en paz descanse, que era más mandona y gritona que un general del ejército.
-¿Dónde andabas ayer, Denisse? -me preguntó mi madre, con su faceta controladora.
-Salí a caminar -contesté, sentándome a la derecha de mi padre. Mi madre iba a la izquierda.
-Algo me dice que te encontraste con alguien -dijo mi padre, mirándome fijamente.
-A decir verdad... sí -contesté. Tomé aire-. ¿Recuerdan a Billie Joe?

            Me esperaba esta reacción. Mi madre casi se atragantó con el café, mientras que papá me miraba sorprendido. No creía que fuesen a seguir aquí en Oakland.
-Sí -contestó él.
-Bueno, me lo encontré ayer y me invitó a su casa hoy, para que también viera a Mike -comenté yo, como si no fuese la gran cosa.
-Que bien que hayas encontrado a tus amigos -me dijo mi padre, con verdadera emoción, no como mamá-. Pero... ¿verás a tu hermana de todos modos?
-Por supuesto -dije yo, con mi primera auténtica sonrisa en días.
            Mi hermana, Katrina, tenía una hija de casi diez años. Mi sobrina era mi razón de existir por el momento, todo lo demás en mi vida carecía de sentido. Su nombre era Samanta.
            Llegué a casa de mi hermana poco antes de almorzar y me ofreció de inmediato una taza de té. Sigo opinando que le hizo mal irse durante un par de años a Inglaterra. Como sea, me sirvió el té y Samanta apareció. Su cabello era rubio y completamente liso, sin necesidad alguna de alisarlo como yo debía hacer sagradamente cada mañana. Era de tez normal y ojos grises. Iba con un par de jeans azules y una polera roja manga larga.
-¡Tía Denisse! -exclamó la niña.
-Hola, Sam -la saludé yo.
            La niña y yo teníamos una conexión especial. Me entendía perfectamente con ella. Lo único que no comprendía era ese grupo que ella tanto amaba. No recordaba el nombre. Especialmente amaba al bajista, de tampoco recordaba el nombre ni la figura física. De hecho, cada vez que hablaba de ellos, mi cerebro se desconectaba.
            Comencé a jugar con mi sobrina, mientras conversaba con mi hermana. Almorzamos y a las cuatro y cuarto salí de ahí, en dirección a casa de Billie Joe, con una bufanda que me había prestado mi hermana. Quería llegar con tiempo. En el camino, fui pensando todo lo que ocurriría después. Era una locura. ¿A quién se le ocurre aceptar una invitación al lugar dónde estaba la persona que menos quería ver en el mundo entero?


            Denisse Harrison caminaba en dirección a la casa de Billie Joe, mientras que Mike Dirnt iba en la dirección contraria. Quería pasar a una tienda de música por una nueva uñeta y esa era la que le quedaba más cerca.
            Ambos caminaban a raudo paso, sin mirar nada que no fuese el piso. El viento estaba bastante fuerte, indicando la cercanía del invierno esa fría tarde de noviembre. Una corriente de aire se llevó la bufanda de Denisse.
-Mierda -murmuró ella, comenzando a correr tras ella.
            Mike vio a la bufanda y, por mera amabilidad, la recogió. No tenía ganas de nada en ese instante. Le tendió la bufanda a una mujer de su edad, cuyo cabello era castaño claro y sus ojos verdes. No le prestó mucha atención, sólo le pasó la bufanda.
            Denisse miró a Mike fugazmente. Alto, cabello rubio y gafas. Le dio un rápido gracias. Sin embargo, un sujeto pasó por ahí y los empujó a ambos, bastante más cerca de lo que deseaban. De hecho, lo único que ella quería hacer era correr, al igual que él. Se miraron. Algo de ella le resultaba familiar y viceversa. Sus labios se rozaron levemente a causa del empujón y aún así no lograron reconocerse. Denisse quería decir algo, pero las palabras se atascaron en su garganta.
            Rápidamente, sin lanzarse otra mirada, sin decirse nada, se separaron y cada uno siguió su camino, del mismo modo que había ocurrido hace dieciocho años, cuando ambos tenían diecisiete.


            Llegué a la gran casa de Billie Joe, olvidándome de lo ocurrido en el camino. Me preguntaba quien sería ese sujeto. Estaba segura de que si le hubiese visto más la cara, lo hubiese reconocido, pero no fue así. Muy nerviosa, toqué el timbre. Me contestó una mujer y ella fue la misma que me abrió la puerta. Tenía el cabello oscuro y rizado recogido en un moño. No era muy delgada, pero tampoco era gorda. Era más menos de mi estatura, quizás un poco más alta. Su tez era morena y sus ojos castaños.
-Hola, tú debes ser Denisse, ¿no? -me preguntó. Yo asentí-. Soy Adrienne, puedes llamarme Addie.
-Hola Addie... ¿Tú eres la esposa de Billie, no? -le pregunté. Obviamente era ella.
-Sí. Bien, pasa, Billie te espera, junto a Tré -dijo ella, con una sonrisa. La miré extrañada-. Es un amigo que él te quiere presentar.
            Asentí, con una sonrisa. Algo me decía que Addie era simpática, pese a haber cruzado sólo unas cuantas palabras.
            Entré en la casa detrás de ella. De inmediato me sorprendí. Mi casa no era pequeña, pero en comparación, sí. Ésta casa parecía tener de todo, según lo que pude ver y era bastante amplia. Addie me guió a una sala de estar, en la cual estaba Billie junto a un sujeto blanco, de ojos grises azulados y cabello castaño hacia arriba.
-¡Den! -me saludó Billie, con un beso en la mejilla-. Den, él es Frank Edwin Wright III -el nombrado lo miró molesto-. Pero dile Tré Cool como todos.
-Así está mejor -dijo Tré, un poco más relajado-. Un placer.
            Comenzamos a hablar. Tré era bastante chistoso y me agradó bastante. Ambos me contaron sus vidas, como habían sido las giras y todo eso. Todo iba de maravillas... hasta que tocaron el timbre.


            Eso había sido bastante incómodo, seguía pensando cuando llegué a la casa de Billie. Lo que más me molestaba era no haber averiguado quien era. Me parecía saberlo y a la vez no. Estaba seguro de quien era, mientras que una parte de mí sólo dudaba. Millones de rostros pasaron por mi mente y ninguno correspondía. ¿Quién era? ¿Cuál era su nombre? Lo que más me molestaba era que había quedado con ganas de ese beso a medio dar, ese beso del que tuve que contentarme con un roce de labios. Bien, tendrá que esperar.
            Toqué el timbre y me atendió Billie casi de inmediato.
-¡Mike! -me saludó animado. Le devolví el saludo, fingiendo alegría-. Bien, es hora de que dos amigos se reencuentren.
            Me guió a la sala de estar, donde casi me desmayé.
            Una mujer de cabello castaño claro y liso se encontraba ahí. Llevaba ropa clara y una bufanda. Tenía impulso de correr nuevamente.
            Era ella. La mujer con la que me había cruzado. Era Denisse.

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