Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, mayo 07, 2011

Simple Twist of Fate - Epilogue: P.S.: I love you.


-Su pase de abordaje, por favor –le pedía la mujer que estaba a la entrada de la puerta veintisiete del aeropuerto internacional de Los Ángeles.
-Sí, espere un poco –musitó la pelirroja, abriendo su cartera. Maldijo por lo bajo.
-¿Sucede algo?
Jennifer suspiró.
-Lo tenía en la billetera, debió habérseme quedado en los asientos de allá –murmuró-. Está bien, tomaré el siguiente vuelo a Oakland, dudo que tarde mucho...
-El siguiente avión llega en quince minutos y a ésta misma puerta, te dejaré pasar –le dijo la mujer, con una sonrisa.
-Gracias...
Sin agregar nada más, Jenny se salió de la fila y se dirigió a los asientos que había en el aeropuerto, pensando...
Habían pasado, exactamente, tres años desde la muerte de Billie Joe. Tres años desde la muerte del amor de su vida. Tres años desde la última vez que había amado realmente. Tres largos años en los que, pese a no haber sido totalmente infeliz, se sintió vacía.
No se dio cuenta el cómo, pero había llegado al asiento donde había estado hacía unos cuantos minutos. Y no sólo no encontró su billetera, sino que había un hombre de cabello castaño claro y de tez morena sentado ahí.
-Disculpe, ¿no había alguna billetera aquí? –preguntó Jenny, un tanto avergonzada.
-Sí... Supongo que tú eres la Jennifer de la identificación, ¿no? –respondió él, con una voz ronca, como si estuviera recuperándose de un resfrío. Ella asintió.- Aquí está.
-Gracias –susurró ella.
Su idea era voltearse y esperar a que los quince minutos que faltaban para el vuelo a su hogar pasaran, pero el desconocido la llamó:
-¿No eres tú la escritora? –le preguntó.
Jenny sonrió, levemente, sentándose al lado del hombre.
-Era –lo corrigió-. No he escrito nada en tres años. Estaba aquí porque querían una película, pero no he vuelto a escribir
-Sí, lo sé, me pusiste bastante triste el día en que dijiste que te retirabas –murmuró él-. ¿No hay posibilidades de que vuelvas al oficio?
Ella negó, con una sonrisa un tanto más amarga.
-Lo último que pude escribir decentemente fue un justificativo para mi hijo mayor –musitó ella-. Quizás más adelante, pero, de momento, no hay posibilidades de un retorno.
El hombre asintió.
-Al menos tu esposo reemplaza a su padre en Green Day –murmuró. Jenny asintió, fingiendo una sonrisa, siendo que sentía como su corazón se trisaba, por milésima vez-. ¿Las letras son suyas o de quién?
-Mi suegro dejó muchas canciones sin grabar, así que los chicos les están poniendo música entre todos –explicó ella.
Silencio.
-Tus hijos son bastante lindos –comentó él, varios minutos después, señalando la billetera, donde ella tenía varias fotos de sus hijos.
-Gracias –susurró ella, con una sonrisa. Sus tres hijos eran su mayor orgullo.
Otro silencio.
-¿Tu esposo sabe que no es el padre de la de ojos verdes? ¿Sabe que no es padre de Lucy? –inquirió el hombre, mirando fijamente el techo.
Jenny sintió un escalofrío recorrer su espalda. Rápidamente, se puso de pié, mirándolo fijamente.
-Son los ojos de su abuelo –se apresuró a mentir, al igual que le mentía a todos. El parentesco entre Joey y Billie era tal que se lograban explicar todos los rasgos que la niña tenía en común con el difunto guitarrista.
-No, son los de su padre, que no es Joseph –murmuró él.
-¿Quién eres? –le preguntó. Él no contestó.- ¡¿Quién eres?! ¿Aprendiz de Hal? ¿Ayudante?
Él se puso de pié y sonrió.
-Tú solías decirme Holden –dijo, con una voz para nada ronca, bajándose las gafas y mostrando un par de ojos verdes.
Sin más se puso las gafas, volteándose, y comenzó a caminar en dirección a la salida del aeropuerto, mientras que ella lo miraba atónita, sintiendo como su corazón latía aceleradamente. Le tomaron varios segundos tomar el suficiente aire como para poder correr hacia el hombre.
-¡Billie! –gritó ella, cuando estaba detrás de él.
El hombre sonrió y se volteó, quitándose las gafas. Jenny sintió como sus rodillas temblaban, cosa de la que él se percató, por lo que la sujetó por los brazos.
-Tú... Yo... Estás... –comenzó ella, titubeante, mirándolo fijamente, como si fuera a desaparecer si apartaba la vista- ¡Te vi morir!
Él negó, con una sonrisa en su rostro.
-Corrección: Viste como mi corazón comenzaba a latir más lentamente. Si te hubieras quedado unos treinta segundos más, habrías sentido el siguiente latido –musitó él, pasando un dedo por los labios de la mujer.
Sin pensar en lo que hacía, ella le rodeó el cuello con sus brazos y lo besó, intensamente. Estaba vivo. No había muerto. Estaba tan vivo como ella...
Se separó de él y le pegó una cachetada.
-¿Por qué mierda nunca me dijiste nada? –inquirió.
-Eh... Te lo estoy diciendo ahora, ¿sabes? –se defendió él, sobándose la mejilla, aún con una sonrisa en su rostro- Te amo.
Ella lo miró directamente, para ver reflejada la verdad en sus ojos verdes. Impulsivamente, lo abrazó.
-Yo a ti, aunque seas un maldito estúpido. ¿Por qué mierda lo hiciste? ¡Creí que nunca lo harías! Yo...
Él la interrumpió con un beso, bastante más romántico que el que ella le había dado.
-Te amo... Y te explico todo en ésta carta –susurró, sacando un doblado papel de su bolsillo-. Ahora tú te tienes que ir, así que...
-¡No! –exclamó ella- Me puedo quedar más, puedo hacerlo, yo...
Billie negó, apenado.
-No, Jenny, tienes que irte –susurró-. Yo... No puedo ofrecerte mucho.
-Billie, te amo y tú a mí, ¿qué más puedo pedir? –farfulló ella, mirándolo fijamente. Él se limitó a negar una vez más- ¡Por favor!
-Lee la carta en mi pieza del departamento –musitó él-. No importa cuándo, simplemente hazlo ahí.
Retrocedió un paso.
-Te amo, y siempre te amaré, no importa lo que pase, ¿ok? –susurró él.
-Y yo a ti –respondió ella, con un par de lágrimas en sus ojos.
Él hizo el amago de acercarse, mas se arrepintió. Cerrando los ojos fuertemente, como si nada le doliese más de lo que hacía, se volteó y comenzó a caminar hacia la salida del aeropuerto, dejando a la pelirroja sola en medio del casi completamente vacío aeropuerto. Después de todo, eran las cinco de la mañana. Se quedó varios minutos mirando el punto exacto en que había perdido de vista al hombre y luego se volteó, aturdida, en dirección a la puerta veintisiete.
Veintisiete...
Se sentía como si la estuvieran siguiendo nuevamente. Apartó esos pensamientos de su cabeza y le pasó el pase abordaje a la misma mujer, que la miró extrañada; después de todo, hacía quince minutos Jenny se veía feliz, y ahora se encontraba confundida y al borde del llanto.
El corto vuelo de Los Ángeles a Oakland se le hizo eterno a la pelirroja. No podía esperar a llegar a la ciudad para dirigirse al departamento y leer la carta que el guitarrista le había escrito. Sin embargo, estaba tan aturdida que, al salir del aeropuerto, casi fue atropellada por el taxi que quería tomar. No le importó en lo más mínimo. Se limitó en darle la dirección del departamento y  pagarle cuando llegaron. Se bajó corriendo y, tras saludar al portero, se metió al ascensor, donde sacó la carta de su bolsillo.
Apenas las puertas de acero se abrieron, ella corrió hacia el departamento, cuya puerta abrió rápidamente. Tras cerrar, se adentró y se dirigió al ex-cuarto del guitarrista, el cual estaba intacto desde su muerte, sin contar las veces que ella había ido a pensar y llorar ahí. Se recostó en la cama, como de costumbre, y desdobló la hoja de papel, ansiosamente.
Amor:
¿Alguna vez llegué a decirte así? Bueno, eso no importa ahora, me gusta pensar que sí lo hice. En éste instante debes tener muchas dudas en tu mente. Intentaré aclarar algunas.
Primero: No, no morí. Apenas te sacaron del cuarto, los doctores (quienes seguían órdenes de Hal, ya que estamos) me inyectaron lo que comenzaría a normalizar mi metabolismo. Claro que eso era tan lento como el veneno, por lo que todos me vieron pálido y frío... Siendo todos Joey, Mike y Tré, quienes entraron cuando anunciaron mi “muerte”.
Segundo: No, no me uní a estos imbéciles. O sea, sí y no. Sí, estoy con ellos y me dan unos cuantos encargos menores (compra esto, busca a éste, cosas así), pero no, no he matado ni acosado a nadie, ni pienso hacerlo.
¿Qué más te gustaría saber? Aparte de amarte con locura y revisar cada quince minutos la única cámara que dejé (que está al lado tuyo en este instante, si me hiciste caso y esperaste hasta llegar al departamento para leer esto), no he hecho mucho con mi vida. Te preguntarás porqué puse una cámara ahí. Simple: No sé si alguna vez te lo dije (si no lo hice, me arrepiento casi tanto como me arrepiento de no haberte dicho “te amo” más veces), pero me encanta verte despertar. Y como sé que vas a pensar al departamento bastante seguido y sé que te quedas dormida de tanto en tanto, decidí poner una cámara ahí.
Y, ahora, lo importante. No te estoy pidiendo que lo hagas (de hecho, por tu bien, preferiría que ni lo consideraras, pero soy lo suficientemente egoísta como para nombrarlo), pero Hal estaría más que feliz que tenerte con nosotros. Esto es sin amenazas y, por supuesto, no es una trampa. Simplemente me gustaría que estuvieras al tanto que la opción existe.
No sé qué más te puedo decir en una carta. Me gustaría abrazarte y decirte que te amo unas mil veces más, pero eso no se puede, así que me contentaré con la idea de escribírtelo y asegurarte que, aún si no aceptas la propuesta de Hal, nos volveremos a ver alguna vez. Después de todo, el libro que harán película te mantendrá lo suficientemente lejos de Oakland como para que pueda irte a ver de tanto en tanto.
Te amo, y, si no dejo esta carta, probablemente vaya a verte ahora mismo a tu casa, causándole un infarto a Joey, Addie, Angie y tus hijos. Te amo. Espero poder entregarte esta carta en persona, porque no confío mucho en Jake. Es un buen chico, pero tampoco está de acuerdo con la propuesta de nuestro “querido” Hal, así que no te la entregaría.
Así que esto es. Si decides aceptar, quédate en el departamento hasta las siete de la mañana. Si no, te aconsejo que te vayas ahora mismo. Te amo.
Con todo mi puto ser, mi alma y todo lo que tengo.
-Billie Joe.
P.S.: Te amo.
Jenny tuvo que releer la carta varias veces antes de poder dejarla a un lado y ver qué hora era: Un cuarto para las siete.
Su celular comenzó a sonar en algún bolsillo de su chaqueta. Con las manos temblando, lo sacó y contestó.
-¿Aló?
-Amor, ¿a qué hora llegas? –le preguntaba la voz de Joey.
La mujer se mordió el labio inferior, pensativa.
-No lo sé, el avión aún no llega –inventó-. Estaré aquí hasta, por lo menos, las siete.
-De acuerdo –murmuró él-. Nos vemos.
-Adiós –dijo ella.
Colgó la llamada y se acomodó en la cama, mirando hacia el punto en que sospechaba que Billie había puesto la cámara.
-Y nos veremos antes de lo que creías.
Y así era.

FIN.

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