Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, mayo 07, 2011

Simple Twist of Fate - Chapter sixty-seven: Dammit!


-¡Voy! –gritaba la pelirroja aquel domingo, corriendo hacia la puerta principal de su hogar.
Sonrió al encontrarse con Tré en el umbral de la casa, con una caja de una pastelería en sus manos.
-¿Puedo pasar? –preguntó, abriendo la caja- Traje donas.
-Por supuesto, Tré de mi corazón –bromeó Jenny, haciéndolo entrar a la casa, a la vez que sacaba una dona-. ¿Qué te trae por aquí?
Tré suspiró.
-Es Billie –murmuró, sentándose en uno de los sofás del living-. Anda muy, muy raro.
Jenny sonrió amargamente, sentándose frente a su amigo.
-Lo sé, pero siempre que le pregunto cambia el tema y me dice una cursilería que hace que me olvide del problema –musitó ella, un tanto avergonzada de ese hecho. Negó con la cabeza-. Me preocupa que vaya a hacer alguna estupidez…
Tré negó.
-Lo dudo. Nuestro Billie ha madurado bastante últimamente –comentó Tré-. Logró hacer unos tres discos en menos de un mes.
Jenny lo miró extrañada.
-¿De verdad? –Él asintió.- ¿Por qué no me ha dicho nada?
El baterista la miró extrañado. ¿Desde cuándo Billie no compartía algo tan trivial como un disco con la pelirroja?
-Aquí hay algo que no anda bien –murmuró él, pensativo.
Ella suspiró.
-Tengo un mal presentimiento, pero no sé porqué –susurró Jennifer, cubriendo su rostro con sus manos-. Si al menos supiéramos en qué mierda anda Billie…
Tré volvió a negar.
-Lo único que podemos hacer es mantenerlo vigilado… De hecho, ahora tenemos que juntarnos a ensayar para un show de hoy… -sugirió él.
-Y yo lo voy a ver mañana y todo queda arreglado –concluyó ella, con una pequeña sonrisa-. Pero hoy saldré a vagar, aprovechando que Addie se ofreció a cuidar a los niños.
El baterista le sonrió y, tras quedarse conversando un rato más, él se fue, dejándola sola…
Y preocupada.
Decidida a averiguar lo que le pasaba al guitarrista, tomó su abrigo y partió en dirección al departamento, a revisar si Jim les había llevado nueva información, como hacía todas las semanas. Se decepcionó al no encontrar nada, pero una corazonada le decía que tenía que buscar algo, lo que fuera…
Tomó las cajas y bajó con ellas hacia su auto, donde las dejó. Subió al volante y se dirigió a su hogar, al mismo tiempo que su celular sonaba.
-¿Aló? –inquirió, extrañada al no reconocer el nombre.
-Jenny, soy yo, Jim –farfulló la otra voz-. Tenemos un problema…
-¿Tiene que ver con Billie?
El hombre suspiró desde el otro lado de la línea.
-No me preguntes porqué, pero… -Volvió a suspirar.- Lo envenenarán hoy.

Al mismo tiempo, en un pequeño local, Billie y Mike se colgaban sus instrumentos, mientras que Tré juntaba todas las baquetas que planeaba usar para el ensayo.
-Billie, en serio, ¿qué te pasa? –le preguntaba Mike, por enésima vez, mientras el guitarrista bebía una botella de agua, aún con la guitarra colgada.
-Nada, nada –murmuró él, dejando la botella en el suelo-. Ensayemos mejor…
Sus amigos suspiraron y se fueron a sus posiciones, sabiendo que él no les explicaría nada.
Así comenzaron el ensayo. Se extrañaron al ver como el rostro del guitarrista comenzaba a llenarse de sudor paulatinamente y como su voz se quebraba más fácilmente de lo usual, pero no dijeron nada…
Hasta que, en menos de diez segundos, Billie Joe caía al suelo, pasando a botar el micrófono al mismo tiempo…

Sin saber que en su casa, Jenny amontonaba todas las cajas de información en el living.
-¡Maldición! –exclamó, al botar otra caja, la tercera de ese rato.
         La desesperación se apoderaba rápidamente de ella con el pasar de los minutos. Tenía que tener la prueba en algún lado, de lo contrario... No quería ni pensar lo que ocurriría.
         ¿Qué buscaba? Esa era la pregunta que resonaba en su cabeza. No había evidencia alguna que lograra salvarlo de ellos, de aquellos asesinos, y lo sabía. No había nada que hacer, mas ella seguía buscando cualquier dato, cualquier pista, lo que fuera. Cualquier cosa que la salvase de la inminente resignación de que no podía hacer nada, cualquier cosa que la salvase de quedarse completamente de brazos cruzados.
         Repentinamente, el piso de su hogar comenzó a sacudirse por completo. Ella volvió a maldecir. ¿Qué tan mala suerte había que tener para que comenzara a temblar cuando estaba por colapsar completamente?
         -No puedo hacerlo –susurró para sí, mientras el temblor cesaba-. No puedo...
         No podía salvarlo. No importaba lo que hiciera, él moriría. Una única lágrima se resbaló por su rostro. Estaba acabado.
         -¿Por qué no fui yo?
         Pudo haber sido ella, pero él decidió sacrificarse en su lugar. ¿Para qué lo había hecho? Ella era quien seguía en la cadena de homicidios, no él, ¿para qué intervino? ¿Por qué lo hizo?
         -¿Qué cosa, que no debías saber, averiguaste? –musitaba para sí, intentando razonar en medio de su desesperación.
         Un relámpago iluminó el cielo, seguido de un casi instantáneo trueno, el cual retumbó sobre toda la ciudad; al mismo tiempo, las luces titilaron en toda la planta baja de la casa de aquella desesperada mujer.
         “¡BAM!” fue el sonido que atravesó toda la casa. Un portazo. Asustada, se volteó, preparada para lo peor.
         -Oh, eras tú –suspiró, aliviada al ver a su esposo en el umbral de la puerta, mientras colgaba su abrigo.
         -¿No hay un saludo para tu marido? –preguntó, molesto, abriéndose el paso a través de los montones de cajas que ella tenía en el living.
         -Lo siento, es que... –suspiró- Yo...
         -Estás más ocupada con él –masculló él, molesto-. Siempre ha sido así. ¿Sabes? Eres la única persona en el mundo que se preocupa más por su suegro que por su esposo.
         El teléfono sonó, trisando el alma de la mujer en pedazos.
         -¿Por qué esa cara? –preguntó él, mientras ella se dejaba al caer al suelo. De inmediato, él abandonó el sarcasmo- Amor, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras? –ella no contestó- ¿Lo admites?
         El llanto no le permitía contestar, por lo que sólo negó con la cabeza.
         -Entonces...
         -¡Mierda, Joey, contesta el maldito teléfono! –gritó.
         La temida llamada había llegado. Se había acabado todo. Como si estuviera en otra realidad, contempló el cómo Joseph caminaba al teléfono y contestaba. Fue en cámara lenta que vio cómo la expresión de su esposo cambiaba de enojo a tristeza y rabia, pasando por la sorpresa. Habló poco. Colgó y se dirigió a un sofá, donde se dejó caer, en silencio y atónito.
         -Amor, ¿estás bien? –preguntó la pelirroja, acercándose a él, decidiendo que era mejor contenerse en ese instante e intentar mantener la compostura-. ¿Quién era?
         -Jake –susurró-. Papá está en el hospital, lo envenenaron –miró a su mujer-. Los médicos dicen que si no consiguen el antídoto... –se limpió una lágrima- Le dieron doce horas de vida.
         Y, una vez más, Jennifer Kiffmeyer-Armstrong maldijo.

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