Jenny salía del edificio, aún sonriente. Paul había amado el final. Aún con eso en mente, sacó su celular y marcó el número que Billie le había anotado.
-¿Aló? –preguntó él.
-¡Billie! Soy yo, Jenny –dijo ella, rápidamente.
-¡Hola! –saludó él, alegre- ¿Dónde te paso a buscar o vienes tú para acá?
Ella lo pensó un poco antes de contestar.
-Dime dónde estás y voy –respondió, firmemente.
Billie le explicó cómo llegar a una plaza que quedaba muy cerca y ella se encaminó hacia allá. Llegó a los pocos minutos al lugar. Encontró a Billie tocando con una guitarra eléctrica, de pie, con un pequeño amplificador. Llevaba una boina, pero estaba sin las gafas. Jenny esperó a que terminara la canción (era una de The Clash, si no se equivocaba) y se acercó a él. Se saludaron y fueron al auto, estacionado en la misma cuadra.
-¿Tienes planes o me acompañas a almorzar? –preguntó Billie, volviendo a Oakland.
-¿No te molesta? –el hombre negó, con una sonrisa- Ok, te acompaño.
Llegaron al edificio. Billie dejó el auto en el estacionamiento y luego subieron al séptimo piso, donde estaba su departamento, el 723.
-Perdón por el desorden –se disculpó él, mientras abría la puerta.
-No hay cuidado –dijo ella, con una sonrisa.
Sin embargo, a Jenny le costó un poco mantener esa actitud luego de ver el interior.
Solía quejarse de lo ordenada que su madre mantenía las cosas... La casa de Billie Joe, era exactamente lo contrario.
Había botellas de cervezas por doquier. Olía a encierro y había una gruesa capa de polvo sobre todas las cosas. La loza sucia estaba amontonada en el lavaplatos. El living estaba lleno de papeles y bolsitas plásticas vacía y los muebles estaban predispuestos en cualquier posición.
A medida que avanzaban, Billie iba recogiendo todas las botellas de cerveza posible y las guardaba en una bolsa.
-Podría ordenar aquí un día de estos –comentó para sí mismo, mientras pasaba un paño húmedo, relativamente limpio, por encima de la mesa, para limpiar un poco antes de comer.
-Te puedo ayudar, mi madre intentó convertirme en limpiadora compulsiva... ¿Cuándo fue la última vez que abriste las ventanas?
Billie negó, mientras dejaba el paño en el lavaplatos.
-No lo recuerdo –contestó.
Suspirando, Jennifer abrió todas las cortinas y ventanas que había en el living, iluminando y ventilando un poco el lúgubre lugar. Luego, se acercó a Billie.
-Puedo ayudarte hoy mismo si quieres –afirmó.
Él sonrió y le revolvió el cabello, haciéndola reír.
-Gracias... Pero comamos algo primero.
Pidieron una pizza familiar para los dos. Mientras llegaba, Billie puso música y se sentaron en el sofá a conversar.
La pizza llegó. Billie le pagó al repartidor y se sentaron alrededor de la mesa de la cocina, tras sacar dos botellas de medio litro del refrigerador.
-Una bebida para ti –dijo, pasándole una de las botellas a la adolescente-, y una linda cerveza para mí.
Después de almorzar, comenzaron a ordenar. Partieron limpiando el desastre que había en el living. Botaron toda la basura, pasaron la aspiradora y ordenaron los muebles, tras pasarles un paño por encima. Luego, entre los dos, se pusieron a lavar toda la loza sucia. Debido a la guerra de agua (comenzada por Billie), ambos terminaron muy mojados
-Terminamos con el living y la cocina –decía Jenny, mientras guardaba un plato.
Billie lo pensó un poco, mientras secaba un tazón.
-Mi pieza y el baño están hechos un desastre. Lo demás está igual que cuando llegué –contestó, pasándole el tazón a Jenny, para que lo guardara junto a los platos.
Ella asintió, pensativa.
-Yo limpio la pieza y tú el baño... No quiero meterme con el inodoro.
Billie maldijo, sacándole otra sonrisa a la joven. Él sí que sabía como hacerla reír.
Mientras él limpiaba el baño, ella comenzaba a ordenar el desastre de la habitación. Botó los papeles, las botellas y las bolsitas de cocaína vacías. No pilló ninguna con droga en su interior, por lo que dedujo que él no tenía más guardadas. Botó también las colillas de cigarro. Pasó la aspiradora por la alfombra de la habitación y luego hizo un montón con toda la ropa sucia.
-Billie, ¿tienes sábanas limpias? –preguntó ella.
Billie salió del baño.
-No –contestó, un tanto avergonzado.
-Bien, habrá que lavar estás también...
Billie sonrió. Ella lo miró sin entender.
-¿Qué es tan gracioso?
-¿Has visto una lavadora por aquí? –Jenny maldijo- Vamos a la tintorería...
-Bien... Y en el camino... Tengo algo que proponerte.
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