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Estaba exhausto. De verdad que sí. Esos últimos meses
contaban entre los más movidos de mi vida, en especial el último par de días.
De entrevista a concierto, y de concierto a conferencia de prensa… Quería
dormir, pero no en ningún hotel o ningún avión, si no que en mi cama, en casa.
Extrañaba a Addie y a los niños, como también extrañaba la calma de no tener
que hacer nada en todo el día… Así que el hecho de estar, finalmente, en el
avión de vuelta a casa, me confortaba bastante.
-Señores pasajeros, por favor abrochen sus cinturones y
permanezcan en sus asientos, estamos iniciando el descenso al aeropuerto de
Oakland. En la hora local son las seis y treinta de la mañana y la temperatura
es de cuarenta y un grados Fahrenheit. Gracias por volar con la aerolínea Oceanic
–dijo el capitán desde los parlantes desde el avión.
-No puedo creer que hayamos volado en esta aerolínea
después de ese programa de gente que estrellaba en una isla por volar aquí –me
comentó Tré a mi izquierda.
-Tré, querido, sabes que no he visto nada en la tele –le
recordé-. Entre tantas entrevistas, me daba miedo encender esa cosa y
encontrarme conmigo.
-Bueno, iban en un vuelo de Oceanic, y se caían en la isla,
y hay un humo negro y… La verdad no entiendo una mierda, debo comprarme las
temporadas para verla entera… El último lugar en que la vi fue en Japón, así
que no entendí nada, porque estaba dobla…
-Tré, la verdad no me interesa –lo interrumpí, con una
sonrisa-. Llegar a casa, ver a mi esposa, y ver a mis hijos, eso es todo lo que
cabe en mi cabeza ahora.
Torció sus labios en una sonrisa amarga.
-Lo sé. Y estoy celoso, porque no puedo ver a ninguno de
mis hijos… Frankito está de viaje con Claudia, y Ramona y Tayler están en Nueva
York.
-¿Por qué no vas a verlos? –le preguntó Mike, sentándose a
su lado, ignorando cómo la azafata lo regañaba por haber ido al baño cuando iba
a empezar el aterrizaje.
-Porque será extremadamente incómodo. Ramona no quedó muy
contenta con lo de que tenía un hijo y no lo sabía, y las cosas con Ale… Bueno,
prefiero verla lo menos posible, porque eso no terminará bien.
Siguió farfullando algo que no entendí y, por su cara, supe
que Mike tampoco… Le preguntamos de qué hablaba, pero no quiso responder, así
que decidimos concentrarnos en la felicidad que sentíamos por volver a casa. La
gira había terminado, así que, hasta que tuviera ideas nuevas, no tendría que
preocuparme de absolutamente nada que no fuera mi familia. Y me encantaba eso.
Poco rato después, el avión aterrizó. Los tres fuimos de
los últimos en bajar, más que nada porque no queríamos encontrar con ningún fan
ni nada. Retiramos nuestras maletas y salimos del aeropuerto, en dirección a la
van que la disquera nos había mandado. Subimos y, por suerte, fui al primero
que fueron a dejar. Me despedí de mis amigos, tomé mi maleta y la única
guitarra que había llevado por mi cuenta, y me acerqué al portón de mi casa.
Rebusqué en mi bolsillo, saqué las llaves y, tras abrir, entré.
No se imaginan el alivio que sentí al estar ya en mi casa.
De verdad… Todo el cansancio con el que había vivido esos últimos días apareció
de la nada, agarrotando por momentos mis piernas y brazos, al tiempo que mis
ojos comenzaban a pesar. No pude contener un bostezo. Sonriendo por todo esto,
abrí la puerta principal de mi casa, entrando. Recordé que era jueves, y que
los niños debían ir al colegio. Haciendo un último esfuerzo, fui a la cocina,
para poner hervir el agua, tras lo que fui a la pieza de Joey.
-Hijo, hora de levantarse –susurré, a su lado.
Mi primogénito pegó un salto, para mirarme un poco antes de
abrazarme.
-¡Papá! –susurró, comprendiendo que no era buena idea que
gritara despertando a todos- ¿Cuándo llegaste?
Bostecé de nuevo; vale decir que casi ni había dormido en
el vuelo, debido a lo ansioso que estaba.
-Recién. Ya, levántate, para ir a saludar a Jake y luego a
su madre. –Le di un beso en la mejilla.- Dios, cada vez que vuelvo estás más
grande.
Mi hijo sólo me sonrió ampliamente. Le revolví el cabello y
me fui a la pieza de Jake. Su reacción fue similar a la de su hermano, pero él
no contuvo un grito.
-Shh… Tú mamá aún está durmiendo, y quiero despertarla yo
–le dije, con una sonrisa-. ¿Cómo estás, Jakob?
-¡Bien! –gritó. Lo miré fijamente, alzando una ceja, por lo
que continuó en un susurro:- ¡Te eché de menos!
-Yo a ti –respondí, siendo más honesto de lo que jamás
había sido-. Voy a saludar a tu mamá, y luego les hago el desayuno…
-¿Nos vas a ir a dejar tú al colegio?
Ok, mi idea era despertar a Addie, hacerles el desayuno y
meterme a la cama de una vez, para dormir un poco antes de conversar con mi
esposa, con quien hablaría cuando volviera de dejar a los niños por mí. Pero no
quería decepcionar a mi hijo. De verdad que no. Así que, sin otra opción,
contesté:
-Claro que sí. Ya, apúrate.
Así que, cansado como estaba, arrastrando los pies porque
ya no me los podía, fui a la pieza matrimonial, donde encontré a Addie
durmiendo plácidamente. Sigilosamente, caminé hacia ella y acerqué mis labios a
su oído, para susurrarle:
-Buenos días, amor.
Mi esposa se sobresaltó y se volteó hacia mí, parpadeando
rápidamente. En cuanto vi que sus ojos chocolate estaban fijos en los míos,
sonreí y le di un suave beso en los labios. Ella tardó un poco en asimilar que
era yo, mas, al hacerlo, me abrazó, dándole más intensidad al beso.
-¿Alguien me extrañó? –le pregunté, con una sonrisa que
intentaba ser más amplia que la suya, pero que era vencida por el sueño. Noté
en su mirada que me entendía, ya que, de lo contrario, no habría comenzado a
acariciar mi rostro, suavemente.
-Creo que sabes la respuesta –contestó, con una sonrisa-.
Alguien no se ha afeitado…
Puse una expresión de leve culpa, que causó que riera y me
besara en la mejilla, suavemente, logrando que me sintiera mejor que en todos
esos meses fuera de casa… Y más cansado a la vez. Ahora lo único que quería era
meterme a la cama con ella, para abrazarla y dormirme de una vez, y no despertar hasta mucho
después de que la llegada de los niños del colegio… Pero no, le había dicho a
Jake que lo llevaría al colegio, y eso haría, por lo que besé a Addie en los
labios y me paré.
-Iré a dejar a los niños al colegio, y de ahí vendré a
dormir de una puta vez, así que pobre de ti que quieras ponerte al día conmigo
apenas llegue, ¿ok? –la “regañé”, haciéndola soltar una cantarina carcajada-
Vuelvo luego…
Bajé a la cocina y les preparé el desayuno a los niños.
Tenía demasiado sueño para preparar algo elaborado, por lo que simplemente puse
al horno eléctrico unos waffles congelados, que se cocinaron mientras ponía la
mesa, preparaba las leches (de frutilla para Joey y de chocolate para Jake) y
me servía un café. Los waffles estuvieron listos justo cuando Joey entró a la
cocina.
-¿Cómo estuvo el final de la gira? –me preguntó, curioso.
Dejé el café de vuelta en la mesa; me había quemado.
-Bien, como de costumbre. Lo único es que se me acumularon
muchas cosas los últimos días –respondí, de buen ánimo: Me encantaba cuando los
niños me preguntaban cosas de mi trabajo, de verdad-. ¿Cómo te ha ido en el
colegio este trimestre?
Torció una mueca.
-Bien comparado con el año pasado, pero mamá quiere más.
Le sonreí.
-Quiere más porque sabe que puedes más, y se preocupa
porque no te interesa para nada el colegio –le expliqué-. Creo que tiene miedo
que hagas lo que yo hice.
-¿Y exactamente qué fue eso? –preguntó, curioso.
Me mordí el labio inferior: Nunca había hablado del tema
con ninguno de mis hijos, porque no sabía cómo se lo tomarían, como tampoco
sabía si entenderían que no era algo que quería para ellos, que era algo que no
funcionaba la mayoría de las veces, y que yo quería que terminaran su
educación… Pero no quería mentirles y decirles que me arrepentía de no haber
intentado continuar los estudios en otra parte.
Y luego recordé que era famoso, y que, si no se los contaba
yo, lo averiguarían en otro lado. Así que le di otro sorbo a mi café (me quemé
de nuevo) y hablé:
-Cuando estaba en mi último año, falté a la escuela unos
cuantos días –comencé, decidiendo omitir el porqué había faltado-. Me llamaron
dándome dos opciones: Continuar los estudios, pero ser castigado… O aceptar la
expulsión que me tenía ganada por mal comportamiento. –Creo que haberle
explicado a Joey que me expulsaban por tráfico de drogas no era buena idea.- Yo
quería vivir de mi música, y quería dedicarme de lleno en ello, así que preferí
la expulsión. Mi madre, tu abuela, quería que yo continuara los estudios en un
lugar con clases nocturnas, pero la verdad que apenas sí iba, y tampoco los
terminé… Y eso es lo que con Addie no queremos que tú o tu hermano terminen
haciendo.
Joey asintió, bebiendo leche. Me encantaba mi hijo, esperó
hasta que terminara mi relato para probar algo de su desayuno, relato durante
el cual sólo me miró, demostrando atención. Al cabo de un par de instantes,
dijo:
-No te preocupes por eso, no pienso dejar el colegio. Aún
no sé qué quiero, por eso no me esfuerzo tanto.
Sonreí.
-Bueno, a lo mejor quieres algo que requiera mucho estudio,
así que te recomiendo que te esfuerces un poquito más el próximo trimestre,
porque éste ya se termina, ¿ok?
Fue entonces que Jake entró a la cocina. Conversé con él,
de temas más livianos (notas, amigos, nada que requiriera de mi total
concentración) y, tras mandarlos a cepillarse los dientes, salí a encender el
auto, para calentar el motor un poco antes de salir (hacía frío, por lo que
esto tardaría más de lo usual). Los fui a dejar, les deseé un buen día y me
devolví a casa, lo más rápido posible, bostezando unas veinte veces en el
camino.
-¿No te quedaste dormido conduciendo? –me preguntó Adrienne,
apenas salí del baño, al cual había entrado apenas llegué.
-No… -Me quité todo menos los bóxers.- Pero ahora lo haré.
Y me metí a la cama, abrazándola por la espalda, quedándome
dormido de inmediato, descansando mi cabeza de un tiempo eterno y monótono, en
el que Sarah no había rondado mis
pensamientos ni una sola vez.
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