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Habían pasado varios minutos (me atrevía a decir que unos
veinte o, quizás, hasta treinta). Le había servido un café bien fuerte a Mike,
con un buen chorro de whiskey, y uno igual de fuerte para mí, pero con tan solo
unas pocas gotas de esta bebida. Ambos le dimos un par de sorbos a nuestros
respectivos brebajes, y nos quedamos ahí, en silencio, sin ser capaces de decir
nada. Finalmente, di otro sorbo y logré preguntar:
-¿Hace cuánto se fue?
Con la voz extremadamente cortada, respondió:
-Creo que unos veinte minutos antes que te llamara.
-Y… ¿Sabes a dónde se fue? ¿O volvió a desaparecer del
mapa?
Torció su rostro en una mueca que, supuse, era un intento
de sonrisa.
-Sé exactamente dónde está: Fue a Atlanta por unas fotos, y
luego se irá a la casa de Nadia (aún no me queda claro si está en Wisconsin o
en Minnesota, pero por esos lados), al menos por un tiempo. Nos juntaremos el
otro mes para los papeles del divorcio, y eso será todo, no sé qué hará ella
después de eso, supongo que ahí me lo dirá por cualquier cosa.
Su voz era áspera, y sonaba rota, apagada, por decirlo de
alguna manera… Pero no lo notaba triste… De verdad que no. Es decir, sí, Mike
estaba triste… Pero no parecía que fuera por Ella.
-¿Estás de acuerdo con lo del divorcio?
-¡Ja! –Eso fue irónico, claro está.- ¡Por supuesto que sí!
Ya ni siquiera creo amarla, y estoy seguro que ella no me ama a mí. Seguir con
ella hubiera sido mucho peor… Eventualmente, me enamoraría de alguien más, y
eso haría que yo sufriera más, o que yo hiciera una estupidez, causando mucho
sufrimiento a dos personas más aparte de mí.
Asentí, ahora extrañado.
-¿Entonces por qué lloras?
Le dio otro sorbo a su café.
-Porque creía que ella era la única. Creí que estando con ella mi vida estaría completa, creí
que todo tendría sentido… Pero cada paso que dábamos juntos, cada decisión que
tomábamos, parecía un error. En un principio creí que se debía a que era Sarah,
tu ex novia, la mujer que nunca podía tener, que era porque eran cosas nuevas
en la relación… Pero luego me di cuenta que era algo diciéndome que era la
mujer que nunca debí haber tenido, porque no funcionábamos bien, que todo era
una idiotez, que debía detenerme antes de que fuera demasiado tarde.
» La semana pasada creímos que ella estaba embarazada. Eso
fue el detonante. Ninguno de los dos supo cómo reaccionar, ninguno de los dos
se sintió listo… Ninguno se veía capaz de criar una criatura que fuera hijo de
ambos. Estaba más que claro que TODO era un error… Está claro que el embarazo fue
una falsa alarma y yo me fui con ustedes a esta mini-gira… Y hoy día volví.
Hablamos lo que debíamos, y acabamos todo. El llanto es porque desperdicié
tiempo… Mucho tiempo… Y porque te hice sufrir demasiado por una idiotez, por un
simple y maldito error.
Me hice el desentendido.
-¿Hacerme sufrir? ¿A qué te refieres?
Mike negó.
-Lo sé, Billie… Sé que sigues sufriendo por Sarah, Tré sabe
que sigues sufriendo por Sarah… La única que parece no saberlo es la misma
Sarah, quien insiste que tiene muchos argumentos para creer que le mentiste
cuando le decías que la amabas, y que si nos has dicho que la sigues amando,
también es mentira.
No pude evitar sonreírme.
-¿Me creerías si te dijera que esos argumentos son un
simple malentendido?
-Por supuesto que sí. Hacia el final, yo mismo se lo dije.
No se lo había dicho antes, porque quería estar con ella, y no quería darle
posibilidades de que se fuera corriendo a tus brazos…. Pero luego le dije que
aún pensabas en ella… Y no corrió a tus brazos. –Bebió más de su café, y noté
que la desesperación que lo había atacado hacía un rato era reemplazada por
curiosidad.- ¿Sabes? Ella nunca quiso decirme esos fundamentos de los que
estaba tan segura… Y tú me dijiste que son un malentendido, así que sabes
cuáles son. ¿Me los puedes decir? O, al menos, decirme el porqué no le dijiste
que era un malentendido…
Tras darle un sorbo a mi café, y tras saborear el sabor a
whiskey, negué.
-Por respeto a los involucrados en el malentendido, y en
eso me incluyo, y la incluyo a Ella,
no puedo decirte nada. No antes de decírselo a Ella, al menos… Aunque puedo decirte que no se lo dije porque la
creía feliz, y ¿qué derecho tenía yo para arruinarle eso?
Nos quedamos en silencio unos cuantos minutos más,
terminándonos nuestros tazones de café.
-¿Sabes? Podrías explicarte la próxima vez que venga.
Podrían estar juntos al fin, y todo eso…
El dolor volvió a teñir su voz, y supe que mi amigo sólo
decía esto gracias a la influencia del alcohol. Supe que aún no estaba listo
para ver a Ella
con alguien más,
mucho menos conmigo….
Pero eso no me importa. Ella
estaba libre. Estaba disponible. Y podía localizarla cuando quisiera… Podía
estar con ella.
Muchas imágenes pasaron por mi cabeza: Ella y yo casándonos, Ella
y yo besándonos, Ella y yo
simplemente tomados de la mano, frente a una gran casa desconocida…
Súbitamente, mis visiones felices cambiaron. Ahora eran
Addie y los niños quienes ocupaban mi mente, los tres tristes, con gruesas
lágrimas rodando por sus mejillas. A lo lejos, se veía a Mike, con una expresión
de sufrimiento peor que la que le había visto al llegar a su casa esa tarde.
¿Realmente me importaban tanto como para sacrificar mi
felicidad por ellos?
Fue ahí que una última y más egoísta visión apareció: Yo
declarándome… Y Ella negándose. No me
amaba. De verdad que no. Me lo había dicho, me lo había demostrado… ¿Qué
oportunidad tenía con ella? Ninguna. No iba a sacrificar todo lo que ya había
armado por una posibilidad mínima de estar con ella.
-No… Eso no pasará. No siente absolutamente nada por mí.
Mike suspiró.
-Ok, asumamos que no piensa en ti ni nada de eso… ¿No crees
que merece saber la verdad?
-Si creyera que la verdad fuera a cambiar algo, se lo
diría… Pero no lo haría. No vale la pena. Además… Es muy pronto aún.
Conociéndola como la conozco (o como creo conocerla al menos), necesita un
tiempo para ella, necesita pensar, ordenar ideas. –Miré a Mike.- Lo único que
sé, es que ahora ambos la tuvimos, y ambos jodimos todo.
Me puse de pié. No sé porqué, simplemente lo hice.
Necesitaba estar de pié. Tardé en comprender que era porque, en mi interior,
quería irme. Pero no… Mike necesitaba la compañía. No podía dejarlo solo…
Fue entonces que alguien tocó el timbre, sobresaltándome… Y
noté que mi amigo se puso nervioso.
-¿Sabes quién es? –le pregunté.
-¿Recuerdas que te dije que, de haberse alargado, yo habría
terminado cometiendo una estupidez, haciendo sufrir a dos personas más?
–Asentí.- Bueno, aquí está la candidata a esa
estupidez, y a esa segunda persona.
Sentí el impulso de golpearlo. Culpé al alcohol… O a algo
más fuerte en mi interior.
-¿Querías engañar a Sarah? –inquirí, sin lograr aplacar la
furia de mi voz, pero logrando ignorar la fuerte presión que surgió en mi pecho
apenas la mencioné.
Negó, rápidamente.
-¡Claro que no! ¡Por algo no lo hice! Pero… -Volvió a
negar.- Cuando las cosas empezaron a andar mal, Britt estuvo ahí, y en ella
encontré un apoyo incondicional que me atraía bastante. No va a pasar nada con
ella, no por un buen tiempo al menos, es demasiado joven aún… Pero la necesito aquí
ahora…
Y fue en esa última oración que escuché más dolor que en
toda la conversación que habíamos sostenido. Yo ya le había dado todo el apoyo
posible… Era turno de que esta tal Britt hiciera su parte.
-Ok, yo me voy entonces… Cualquier cosa, me llamas, ¿sí? No
importa la hora. Estoy aquí.
-Lo sé.
Forzó una sonrisa, que yo intenté devolver sin mucho éxito,
y me dirigí a la puerta principal, desde cuyo citófono abrí el portón. Luego
salí, para, a mitad de camino hacia la salida, encontrarme con una tipa bastante
joven, de no más de veintitrés años.
-Mike está adentro, yo ya me iba –farfullé.
Y sin permitirle saludarme ni nada, salí de los terrenos de
mi amigo, para subirme al auto, encender el motor y salir de ahí. Di unas
cuantas vueltas, y luego me fui al parque en el que había leído las cartas de
Jesus después de su muerte. Me senté en el mismo lugar, y me permití pensar.
Ella se había ido
de nuevo… Pero volvería. Debía hacerlo, para ver todo lo del divorcio… ¿Por qué
no me veía capaz de hablar con ella, explicarle todo y decirle lo mucho que la
amaba? ¿Por qué no me veía capaz de dejar a Adrienne por ella? Estar con Ella por siempre era lo que quería desde
que tenía quince años, ¿por qué no me veía capaz de mover las piezas para que
todo funcionara?
Y las palabras de Mike resonaron en mi cabeza: Luego me di cuenta que era algo diciéndome
que era la mujer que nunca debí haber tenido. ¿Y si nos pasaba eso? Mike creía que su vida
sería perfecta si estaba con Ella,
Mike la amaba desde que éramos adolescentes… Y no resultó bien. ¿Qué pasaba si
eso era lo que me pasaba a mí?
Una fuerte presión apareció en mi pecho… Y puedo asegurar
que esa presión, ese dolor psicológico que se sentía físico, no se ausentó ni
un solo día desde aquel hasta el dieciocho de junio del año siguiente, el 2005.
Nuestro disco había sido un éxito. No, no sólo un éxito. Un
súper éxito. Había sido algo gigantesco. Nadie se lo esperaba, ni siquiera
nosotros. Sabíamos que teníamos algo bueno entre manos, pero no sabíamos qué tan bueno… Y ahí nos encontrábamos: A
punto de tocar el primero de dos shows en el Milton Keynes.
Vale decir que mucho había pasado en ese último año. Las
cosas entre Addie y yo estaban bien, como de costumbre… En especial porque
nunca me atreví a hablar con Ella.
Mike me avisó cuando fue, y yo quedé de aparecerme al final de su reunión por
el divorcio… Pero, obviamente, no lo hice. Estaba confundido. Ir hacia Ella era muy doloroso, y muy arriesgado…
Y no me sentí capaz de correr el riesgo. Así que Ella se había ido, se había divorciado de Mike y se devolvió a su
casa. Ni siquiera me atreví a preguntarle a Mike dónde estaba viviendo ahora.
Sabía que, de saberlo, me la pasaría ingeniando un plan maestro para irla a
ver… Y eso no iba a terminar bien.
Por otro lado, Mike estaba con Britt, y eran felices.
Quizás demasiado. Había días que me sentía como cuando Ella se había ido por primera vez: Asqueado de tanta felicidad de
parejas ajena… Y aquel dieciocho de junio era un día de esos.
En fin, el concierto empezó. Nada especial, seguíamos el
mismo libreto de todos los conciertos… La verdad que esto me estaba aburriendo,
quería improvisar un poco, pero eso tendría que ser la siguiente gira. No pasó
nada interesante durante más de la mitad del concierto… Hasta que terminó Shout. Yo había vuelto con otra
guitarra, listo para tocar Wake me up
when September ends… Cuando la vi.
Era la única persona en toda la cancha que no seguía
saltando. Era la única que no estaba gritando… Y no era la única que me miraba
directamente a los ojos en ese minuto… Pero sí fue a la única que le devolví la
mirada directamente. Ella estaba ahí…
¿Se habría dado cuenta Mike?
Recordé que no debía quedarme paralizado.
-Nadie te quiere,
todos te dejan, están todos sin ti, divirtiéndose –canté, en un tono de voz
agudo que no era mío. Noté cómo Ella,
consciente de que la miraba a ella, y a nadie más que a ella, se señalaba.
Me costó mucho contener una amplia sonrisa. De verdad... La
canción empezó y me costó mucho recordar que debía cantar.
-El verano ha llegado
y se ha ido, el inocente nunca puede durar…
Y es verdad. No podía seguir creyendo inocentemente que
sólo había un amor, y que iba a ser tan perfecto como en las películas. Eso no
pasa en la vida real, y esta era la vida real. Sarah era mi versión idealizada del amor, y, de golpe, comprendí
que por eso no lo había arriesgado todo por ella: No era real. Era imposible
que lo fuera. O sea, sí, Sarah existía, eso era obvio… Pero era imposible que
fuera tan perfecta. Se había ido, se había casado con mi mejor amigo al volver…
¿Por qué mierda debería seguir amándola? ¿Por qué mierda seguía pensando en
ella?
Sí, tenía motivos. Tenía cientos de motivos, respaldados
por millones de argumentos, pero no me importaba: Sarah era una idealización… Y
de estar con ella, la perfección desaparecería al instante…
Al igual que como cada vez que cantaba esta canción, sentí
un nudo en la garganta, junto a un escozor en los ojos… Y, por primera vez,
dejé que las lágrimas me ganaran. Cerré los ojos, y seguí tocando el solo, tras
lo que los abrí, volviendo a posar mis verdes ojos en los azules de ella,
viéndola perfecta por última vez:
-Como el paso de mi
padre para irse, veinte años se han ido tan rápido –Canté, consciente de
que ella sólo había desviado su mirada hacia la de Mike por dos segundos o
menos.- Despiértame, cuando Septiembre
termine.
Ella me sonrió, como si, de alguna forma, supiera todo lo
que yo había pensado al cantar esa canción, y, tras mirarme por un par de
instantes más, se volteó y se fue, llevándose la molesta presión de mi pecho
con ella.
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